Matt estaba sentado frente a la camilla de hospital.
El sonido incesante de los aparatos lo hacía sentirse incómodo.
Po alguna extraña razón, siempre había odiado los hospitales, pero esta vez, a diferencia de todas las veces anteriores, un sentimiento de emoción, felicidad y un poco de hambre recorría todo su ser.
La razón la tenía aquel sobre que reposaba en sus delicadas manos de pianista. Era de un color blanco monótono y uno de los bordes estaba roto, ya que había sido abierto salvajemente.
La carta había llegado la tarde anterior y su llegada era esperada con ansias.
¿La razón?
Matt había solicitado una beca en la Universidad Shidou, conocida como la mejor en Japón, y después de días de papeleo intenso, la solicitud había sido enviada.
La respuesta tardaba en llegar unos días y los primero que hizo cuando se enteró de que había sido aceptado fue ir corriendo al hospital, para avisarle a su hermano.
Ese día fue al hospital por la mañana, cambiando un poco su rutina, ya que él iba a ver a Sia todos los días por las tardes.
Llevó una canasta de mimbre repleta hasta reventar de comida y un mantel a cuadros rojos y blancos.
Tenía todo su día planeado. Haría un pequeño picnic en celebración y se quedaría el resto del día con su hermanito.
Ahora estaba completamente solo en aquella habitación que le correspondía a su hermano menor. Esperaba sentado en la camilla, pues las terapias que tomaba Sia sucedían por la mañana.
El crujir de la puerta lo sacó de sus pensamientos y una sonrisa de oreja a oreja hizo acto de presencia en su cara.
Por la puerta venía entrando mientras arrastraba los pies, un chico de por lo menos 15 años. Era bajito y extremadamente delgado, su piel estaba tan pálida como siempre, haciendo que sus grandes orbes verdes y su larga cabellera azabache resaltaran mucho más.
-¿Nii-san? ¿Qué haces aquí?- el menor se quedó quieto en el marco de la puerta y se cruzó de brazos.
Cada vez que el mayor lo veía por las tardes, su hermano se arreglaba mucho, pero verlo así, con su bata de hospital, sin maquillaje y sin peinarse, lo trajo de nuevo a su realidad.
“Tu hermano está enfermo”.
-¿Qué no puedo venir a ver a mi hermano favorito?-se acercó hacia donde se encontraba y lo abrazó posesivamente, este recargó su cabeza sobre su pecho, como hacía siempre.
-No, no puedes.-Sia se apartó y se sentó en la camilla en posición india- ¿A qué debo tu agradable visita, hermano mayor?
Matthew fue sentarse con él, tomó una de sus manos entre las suyas y metió delicadamente el sobre entre ellas.
El menor vio el sobre y alzó a vista hacia su hermano mayor, este sólo le sonrió y asintió levemente.
-E-entraste...- el menor sólo lo observaba perplejo. Desde que Matt le había puesto al tanto de la beca, este se había emocionado más que él, había gritado y lo había felicitado un millón de veces, a pesar de que todavía no estaban al tanto de si había sido aceptado o nó.
-Si, lo hice.
-Entraste...¡Entraste! ¡Sabía que lo harías!- el menor se levantó bruscamente de la cama y se lanzó hacia los brazos del otro.
Estaba infinitamente feliz, esa beca significaba que los esfuerzos de toda la vida de su hermano habían rendido frutos. Significaba que su hermanito ya no lloraría junto a su camilla cuando creía que estaba dormido.
“Significa que tendremos por fin, una vida normal. Todo lo que él se merece”
-Gracias, Sia. Tu felicitación es la más importante para mí.- tomó su rostro entre sus manos- Tú eres la más importante para mí.
-Pues entonces nunca te vayas de mi lado.
-Ni en un millón de años...
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El edificio de administración se alzaba colosal frente a sus ojos y lo hacía sentirse diminuto, un sentimiento que no había tenido en años.
Después de enterarse que había entrado en la universidad, se había enterado también de que su primer día era al día siguiente.
En la carta especificaba que el primer día, fuera al edificio de administración y lo pondrían al tanto.
Matt se había perdido por una hora y nadie parecía estar interesado en ayudar a un nuevo estudiante y claro que él no encajaba ahí, así que se sentía incómodo con preguntar.
Al final, después de una media hora, se había medio ubicado con carteles y había llegado al lugar.
Era un edificio de unos cuatro pisos, con las paredes pintadas de rojo cenizo. Dentro de él las personas corrían de un lado a otro, llevando papeles a un lado y mandando personas a otro.
“Típico de un primer día”, pensó.
Entró esquivando a una chica con grandes gafas que llevaba un gran pila de papeles. Esta cayó al piso y los papeles como sus lentes fueron a parar al suelo.
Matthew había sido educado en la calle, pero a pesar de ello, tenía modales y respeto, así que se agachó a recojer el revoltijo de árboles muertos.
¿Estás bien?- le tendió una mano y la chica la tomó sin dudarlo. Traía unos shorts blancos cortos y una blusa de tiras rosa, su cara parecía infantil aún.
-Perdón, yo siempre tan despistada.-la chica hizo una reverencia- Nunca te había visto por estos rumbos. ¿Eres de nuevo ingreso?
El más alto se rascó la nuca-¿Tanto se nota?
-Pues aquí nadie ayuda, así que... Más o menos.- la chica sonrió, dejando ver una perfecta dentadura blanca. -Bueno, me tengo que retirar.
Matthew se quedó parado mientras la chica se acomodaba el cabello y se alejaba a paso lento.
-¡Espera!- la chica dejó de caminar y se volvió en su dirección.- ¿Con quién tuve el gusto?
- Im Jin Ah, pero puedes decirme Nana.- hizo una referencia y se retiró.
La observó irse y sonrió.
“Si quiera hay personas agradables aquí”.
Entró al edificio.
El lugar estaba lleno de escritorios de madera oscura y en cada uno de ellos había una secretaría o secretarío.
Se acercó al escritorio que estaba más cerca. En este estaba sentada una señora mayor, quizás de unos 50 o 60 años. Estaba archivando muchos folders dentro de una carpeta de Hello Kitty y frunció el ceño cuando lo vió parado frente a ella.
-¿En qué te puedo ayudar, cariño?- su voz gangosa y aguda a la vez lo sorprendió un poco.
Le mostró a la señora la carta y ella sonrió. -Así que tu eres nuestro becado este año, tienes mucha suerte joven. Ven conmigo, vamos a adaptarte.
La secretaría le hizo señas para que la siguiera y lo guió por los pasillos del edificio hasta llegar a un ascensor.
Esperaron un momento que el aparato bajara y cuando lo hizo, subieron dentro de él, dentro solo había un chico pelirrojo que llevaba puestos los casquillos y tenía cerrados los ojos.
Al sonar el clic que significaba que las puertas se cerrarían, este interpuso su pie impidiendo el acto. Empujó las puertas con sus manos y salió de la cabina metálica, al hacerlo se volteó.
La mirada azul de Matthew se cruzó con los ojos verdes del chico.
Sus miradas chocaron inmediantamente, la frialdad estaba en ambos organismos.
La mirada de él fue la primera en apartarse y una sonrisa superficial surcó su rostro.
-Así que al fin te conozco, Matthew. He oído mucho sobre tí, pero no lo creía cierto, pero ya lo compruebo. ¿Verdad, “gárgola”?- las puertas se cerraron en ese momento.
Matt se quedó mirando perplejo la compuerta metálica.
Esa mirada.
Ese apodo.
Sus manos se cerraron en forma de puño, tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos.
“En verdad será un año interesante”, sonrió de lado y bajo donde la señora se lo indicó.
Cada vez que te miro
¿no te sientes ausente?
Si tu mirada queda en la mía y tu cuerpo,
en mi mente.