Mi padre siempre me hablaba de ella en las noches de tormenta, donde la nieve y el viento parecían tratar con fuerza de derrumbar nuestra casa de adobe. Me hablaba de lo malvada que era, y sin embargo la describía con suma grandeza y la admiración que solo se puede tener a alguien sobrenatural.
Se trataba de la reina de las nieves.
Ella vive en un oscuro palacio en lo más inhóspito de la cordillera del reino, en un castillo construido enteramente de frio y cristalino hielo. Se dice que cerca lo merodean gnomos y creaturas hechas de nieve que mataban a cualquiera se atreviera a tratar de entrar sin el consentimiento de su gobernante, la reina.
Los ojos de mi padre casi podrían jurar que brillaban cuando me relataba acerca de ella.
La reina de las nieves, el color de su piel era de un blanco pálido, sin embargo dotado de una buena figura e increíbles facciones, su rostro era fino y delicado. Su boca parecía maquillada por debido al tono azul que mantenían y sus ojos parecían gemas preciosas, pero sin ningún brillo en ellas. La ropa que vestía su cuerpo no siempre era igual, algunas personas relataban que usaba abrigos blancos pese a que ella no sintiera frio, después de todo era el frio, otros decían que la cubría una fina túnica que llegaba hacia el suelo y la cual parecía brillar como si tuviese diamantes cocidos a ella, con decorados plateados en el cuello y mangas largas.
Siempre que escuchaba esa historia de alguien diferente lo cambiaba, pero lo que no lo hacía era el hecho de que vestía de forma sublime y casi mágica, la cual era adornada con la corona de cristal que la delataba como reina del frio.
Reina, ¿De verdad aquel demonio podría portar un titulo tan majestuoso?
Nadie lo decía directamente, pero cuando hablaban de lo más sublime de todo, sus poderes siempre quedaba la duda si aquel titulo no le quedaría demasiado pequeño a aquella misteriosa figura. Podía dar vida a seres de hielo y se le responsabilizaba por aquellas feroces tormentas que azotaban todo el mundo. Nadie sabía la edad que tenia, a veces incluso se pensaba que era tan vieja como el mundo, pero en lo que todos concluían era en su inmortalidad y su casi omnipresencia ya que a través de su espejo mágico era capaz de ver a través de cada ventisca, cada viento helado y copo de nieve lo que sucedía fuera de su palacio.
La gente se quedaba con la palabra en la boca, la idea rondaba por su cabeza, sin embargo nunca la llegaban a poner en palabras, ni siquiera era en los escritos. Quizá incluso fuese una diosa, pero eso era una blasfemia y solo podían rogar a Dios misericordia por aquel pecaminoso pensamiento.
El mayor titulo que podían otorgarle era el de reina, quien reinaba en el frio y el hielo, quien reinaba en los seres que creaba, una reina bruja capaz de crear tantas maravillas y dolor como quisiera.
Una reina completamente solitaria.