Takashi llevaba semanas enteras preguntándose porque Tora lo tenía constantemente como invitado en los «Alice Nine Channel» claro que no era algo que le molestaba, sino al contrario, por su parte él se mantenía con una sonrisa pintada en el rostro cada que se encontraba frente aquel guitarrista de hermosos ojos claros. Quizá Tora no se percataba de lo mismo, pero los que se hallaban a su alrededor así como lo que los miraban, ellos, ellos seguro si lo hacían; de esto no existía la mínima duda. Al castaño le brillaban aquellas pequeñas cuentas color café que poseía, no paraba de sonreír incluso cuando el sueño intentaba cerrar sus parpados de manera insistente; aquella situación se repetía siempre y cuando el guitarrista mayor de Alice Nine se encontrara frente a Saga.
La agenda ocupada era algo recurrente en sus vidas, al grado que habían llegado a acostumbrarse, ya que después de todo lo disfrutaban. Sin embargo necesitaban una pausa, al menos un descanso de un par de días en los que pudieran dormir hasta tarde, permaneciendo en la cama sin que el sonido estridente del reloj despertador los hiciera saltar con temor de haberse quedado dormidos. Sólo un par de días eran lo que pedían y fue lo que se les otorgó luego del último concierto, aunque la respuesta había sido positiva no fue de su total agrado ya que simplemente se trataban de un fin de semana completo.
La relación entre Tora y Saga no era un tema desconocido para los integrantes de la banda, por lo cual era claro que aquel par pasarían su fin de semana juntos, sin embargo en aquella ocasión los planes cambiaron y tras una gran insistencia del bajista fue como llegaron al departamento del menor. Tora conocía a la perfección el inmueble ya que en reiteradas ocasiones había pasado ahí la noche, no había nada que desconociera del departamento, así que como siempre fue directo al frigorífico seguro en busca de un par de latas de cerveza. Saga soltó una risotada negando, recién llegaban y su pareja ya se ponía de lo más cómodo.
— Sólo te aclaro que está vacio. — Anunció Saga que recién retiraba su calzado.
A ambos se les podía observar lo agotados que se encontraban y era evidente, luego de un lleno total. Saga cerró la puerta con desgano y continuó dirección a la cocina, sitio en el cual permanecía el guitarrista.
— Puedo cocinar para ti.
Susurró Saga, a lo cual Tora no tardó en negar con delicadeza y no porque no estuviese acostumbrado a aquel mal sazón, sino porque podía observar la debilidad que terminaba venciendo al menor. Sin dudar atrajo con delicadeza aquella estrecha cintura.
— Lo mejor es dormir, ahora. Ya nos hemos duchado, vamos, ahora durmamos, no necesito más que tenerte en la cama, cielo.
Señaló el guitarrista de ojos color avellana. Era cierto cada vocablo que mencionaba, pero no tenía en cuanta porque el castaño había sugerido ir a su departamento. Si bien hacía bastante que se había mudado con el más alto aquella noche le tenía una grata sorpresa a este.
— Es muy temprano para dormir. — Espetó como siempre, mientras sus parpados gritaban todo lo contrario.
El guitarrista hubiera mencionado algo ante tal sorpresa, no obstante no lo hizo, al menos no con palabras, pero si le permitió a sus labios y a sus manos tratar de convencer al menor. Segundos atrás rodeaba aquella delgada cintura y ahora repartía delicadas caricias a la misma, mientras Saga cedía, aunque por dentro aquella voluntad le insistía en lo contrario. Su cuello se fue ladeando paulatinamente, justo como sus brazos cedían para abrazar al más alto por los hombros.
— En verdad… Puedes ir tú, ya te alcanzo, Shin…
Un suspiro tras otro suspiro escapaba de la garganta del castaño, y era de esperarse aquellos labios del guitarrista devoraban todo a su paso, incluso dejaban marcas de las que Saga ni siquiera se daba cuenta. Su cuello lucía cual hermoso lienzo repleto de bellas rozas color carmesí. Aunque el mayor de ambos quisiera detenerse (Algo que para nada deseaba) No lo haría, ya bastante se había contenido al ver a su hermoso novio lucir aquella vestimenta de SEVEN como para esperar más, podía observarlo de soslayo luciendo aquellos pantalones negros tan ceñidos, disfrutaba ver como aquel cuero negro se ajustaba a sus piernas y aquella capucha negra lo hacía lucir con una aura mística, sensual. Podía desearlo al grado de olvidarse de todo de todos y querer hacerlo en el mismo escenario, pero no podía, sólo podía imaginarlo y comérselo completamente con la mirada, seguirlo cada segundo como su presa que era.
Los besos continuaron, desde muchos segundos atrás habían dejado de ser sutiles, convirtiéndose ahora en candentes y agitados besos que les dejaba sin habla.
—…Ve a la cama…
Agregó Saga que no reaccionaba a sus palabras, sus manos mientras tanto repartían caricias a ese pecho que le volvía loco ¿Pero por qué lo hacía sobre la tela? ¿Por qué no ir directo y de manera desesperada y excitante como el solía hacerlo? En realidad se estaba conteniendo, pero su entrepierna decía todo lo contrario. Por su parte Tora se encontraba igual o más excitado que el menor, este no se andaba por las ramas, en un cerrar de ojos ya había despojado al castaño de aquella chaqueta que portaba, pero sólo de la chaqueta, aún había tantas prendas por retirar.
— No, ¿Acaso no sabes que ya no puedo esperar? Y todo es tu culpa, Taka, todo el tiempo estás provocándome.
Y el guitarrista se encontraba en lo cierto, aquel bajista de ojos color chocolate lo provocaba, tal vez no de manera consciente, pero aquellos movimientos sobre el escenario hacían despertar la imaginación de cualquiera. Las manos hábiles del pelinegro ahora deslizaban por el vientre del más bajo, con el claro objetivo de desabotonar y deshacerse de aquellos rojos pantalones. Todo parecía ir a la perfección Saga correspondía encantando a sus besos y aunque intentara detenerlo su cuerpo sólo parecía reaccionar mediante gemidos y estremecimientos.