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La fruta de la pasión. por -Raiden-

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Notas del capitulo:

 

 

"Sabemos lo que somos...pero aún no sabes lo que podemos llegar a ser..."

 

Llevaba largos minutos viendo como ese radiante astro se asomaba, dejando caer los primeros rayos sobre su pálida piel que se enrojecía casi al instante.

 

-Joder… Puto sol… - gurño para levantarse de la arena en la que estaba sentado.

Odiaba esos ásperos granos de arisca blancuzca que había en las playas, colándose por todas partes cuando el viento las arremolinaba y las llevaba consigo, a menos que estuvieran bañadas por el agua salada y tomaran ese color marrón con ligeros brillos, eso sí le gustaba.

 

Ahora que sus pies tocaban esa húmeda arena, la sentía con cada dedo, su textura, la ligera suavidad que tomaba cuando estaba así, tan relajante.

 

Volvió a bufar para caminar hacia donde yacían sus botas, tenían arena y las sacudió para limpiarlas lo más posible.

 

Todo el cuerpo del pelirrojo que ahora ya estaba seco, así como sus ropas, se estiro para liberar un poco la tensión en su cuerpo.

 

-Joder… ¿Cuánto tiempo tendré que esperar en esta puñetera isla? - se pregunto en voz alta para ver el mar azul de esa isla perdida en las misteriosas aguas del llamado “Nuevo Mundo”.

 

Eustass “Captian” Kid el pirata pelirrojo, con esa cara de asesino despiadado y una reputación de ser un demonio salido del maldito infierno por matar a diestra y siniestra, por fin se digno a ponerse las botas para despeinar un poco su cabellera.

 

Era de día y ya empezaba a ganarle el hambre.

 

-Espero que esos estúpidos no tarden demasiado en encontrarme. - se dijo a sí mismo para bramar contra arena tibia que el sol ya calentaba.

 

La verdad es que no sabía donde había caído, ni siquiera tenía la más remota idea del curso en que navegaban para llegar a esas nuevas aguas llenas de peligro. Esas eran cosas de las que se encargaba Killer, su fiel mano derecha, amigo de la infancia y su mejor guerrero de su tripulación.

 

Sabía que tenía que poner atención cuando le dijo las rutas marítimas llenas de marines, piratas, reyes marino, e incluso del clima extremo de todo ese lado del mar, pero como buen estúpido solo movía la cabeza con su mente lejos de su cuerpo, pensando en los días que había pasado combatiendo a los marines en la casa de subastas en compañía de esos dos.

 

Ah sí, esos dos: Monkey D. Luffy y… Trafalgar Law

 

El primero un crio idiota diciendo que el sería quien encontraría el one piece y se convertiría en el rey de los piratas. Y el segundo… ese maldito “Cirujano de la muerte” con sus estúpidas motas en todo su vestuario…

 

-Maldito Trafalgar… - susurro su nombre cuando se adentro entre la vegetación.

 

No sabía si era su imaginación o ese cabrón le estaba lanzando miradas muy extrañas cuando estaban combatiendo a ese “Pacifista”. Su sonrisa ladina con ese deje que superioridad como el bastardo falto de modales que era, y la forma en que se burlaba de él… como odiaba que se rieran de él.

 

Recordó como lo ayudo para destruir al segundo de esos cabrones de metal, con la apariencia del Shichibukai Bartolomew Kuma…

 

Rabio una vez más para partear los pobres plantas que acariciaban sus botas de cuero.

 

Ese maldito despertó su interés más de lo que le hubiera gustado.

 

Se adentraba más y más en la espesura del lugar. Esperaba encontrar algún animal salvaje para comer carne, o algunas frutas silvestres, lo que encontrara primero en su camino.

 

Veía el pequeño pasaje de se formaba naturalmente, invitándolo a pasar más allá de todos los rayos de sol que otra vez empezaban a calentar su blanca piel, que se enrojecía con facilidad cuando estaba demasiada expuesta a esta.

 

Odiaba ese escozor que le provocaba rascarse dañando más su piel, por suerte el camino era cubierto por las grandes hojas verdes, refrescándolo del calor que ya se sentía en la isla.

 

-Mierda… - susurro sin encontrar nada aún.

 

Sus ambarinos ojos viajaban de aquí para allá, observando nada que no fuera, hierbajos, plantas de largas hojas, e incluso enredaderas, pero ningún maldito animal ni los clásicos insectos de las selvas tropicales.

 

Todo era muy extraño.

 

Si ese lugar estaba en medio de la nada, solo con pura vegetación, que seguramente no sería comestible, lo mejor era explorar cada rincón hasta encontrar la maldita forma de salir de ahí.

 

Caminaba aplastando el césped, empujaba en más de una ocasión varias ramas, enredaderas y demás míseras plantas que se interponían en el camino.

 

-¡¡Estúpida isla de los cojones!! - grito frustrado para con más fuerza destruir las enredaderas que se trepaban a uno de sus brazos.

 

Su escasa paciencia junto con la frustración acumulada, fue a dar al carajo cuando por fin, librándose de esas plantas diviso algo…

 

 

 

 

 

Ya llegaba a la playa con toda la calma del mundo.

 

Su nodachi fue la protagonista para salir de esa gran espesura verdosa, y es que en más de una ocasión casi quedaba atrapado con esas enredaderas del demonio, y más cuando pensó que no eran tan resistentes para sus fuerzas, pero termino por cortarlas de un solo tajo.

 

El sol avanzaba con ligera rapidez, y vio el agua marina llegando suavemente a la arena creando esa espuma blanca que tanto le recordaba a la nieve.

 

Y se quedo por un momento contemplando la esa escena que quizás lo atrapo: el mar infinito tan calmado revolviéndose para volverse cristalina y pura de la forma más extraña posible con la arena fundiendose poco a poco.

 

Si… el mar era impresionante, pero ahora que el sol empezaba a tocar su morena piel para curtirla y quizás haciéndola un poco más acanelada, despertó de su ensoñación para ver las extrañas huellas en la arena ahora seca y amarilla pálida.

 

-¿Será posible? - se pregunto a sí mismo cuando ya estaba caminado hacia donde las misteriosas huellas que eran más grandes que las suyas.

 

Su mirada gris y afilada con esa mente tan deductiva, veía la profundidad de la huella de lo que sería una bota… una gran bota.

 

Aun con la ropa mojada pero ya no empapada, se arrodillo para tocar esa hendidura sobre la arena con sus tatuados dedos; podía determinar que aquella persona media casi los dos metros de altura, unos ochenta kilos y era de talla grande…

 

Medito por un momento…

 

¿Sería ese habitante quien lo había salvado? Debía ser un hombre ¿no? ¿A dónde se dirigía? ¿Por qué le dejo en esa cueva?

 

Empezaba a formular esas interrogantes cada vez más intrigado, por saber quién demonios era su salvador o en el peor de los algún enemigo potencial como esas extrañas maquinas con la apariencia de Bartolomew Kuma.

 

Aun recordaba esa fuera batalla donde acabo molido por la previa pelea con los marines saliendo de la casa de subastas junto con esos dos supernovas al igual que él:

 

Mugiwara-ya… y Eustass-ya…

 

Y recordaba cada detalle cuando pelearon contra ese “Pacifista”, los rayos mortales salidos de sus manos, cuando le reconoció a él y al pelirrojo capitán que llevaba su apodo así como su mando, la sonrisas y extrañas miradas que le correspondía cuando estaban a punto de ser atacados sorpresivamente y sobre todo, esa actitud de matón asesino despiadado que aún así tuvo el atrevimiento de darle una puta orden a él… Trafalgar Law “El cirujano de la muerte”

 

Definitivamente eso capto su atención de inmediato.

 

Se levanto para seguir con la mirada el camino de huellas que se apartaban de la playa para adentrarse en la espesura vegetación.

 

Sobo el hombro donde siempre traía su nodachi para una vez más llevarla como siempre, y decidir si investigaría quién estaba más allá de la selva.

 

-No estaría de más darle las gracias. - dijo con una sonrisa sádica en sus labios.

 

Todo en lo que pensaba el moreno era en encontrarle, interrogarle sobre cómo salir de ahí, tomar su barco, si es que tenía alguno para salir y buscar alguna isla cercana.

 

Estaba muy seguro de que su tripulación estaría buscándolo como niños pequeños que a veces eran, reparando su embarcación de todos los daños hechos, y recibirlo con una cálida bienvenida llena de disculpas y cosas así.

 

Solo esperaba que la persona que estaba ahí no fuera alguien que odiara a los piratas, de lo contrario tendría que usar su poder de la akuma no mi para obtener lo que quería, y bueno para ser sinceros a él no le molestaba en lo más mínimo obtener lo que quería a punta de espada.

 

Decidido empezó a seguir a él rastro que lo guiaría a un destino incierto.

 

Notas finales:

Gracias por leer.


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