La bella durmiente
Capítulo 1
Hace mucho tiempo, en el reino de Konoha, la hermosa reina Kushina deseaba poder tener un hijo o hija al cual criar con amor. Un día, mientras la reina tomaba un baño, una rana anaranjada, saltó del agua a la tierra y le dijo:
-“Tu deseo será escuchado y muy pronto tendrás a tu hijo”
Paso el tiempo y lo que dijo la rana se hiso realidad. La reina Kushina tuvo un hermoso hijo, rubio de ojos azules, al cual llamarón Naruto. El rey, Minato, no pudo soportar tanta felicidad e invito a todos los sabios y adivinos del reino para que profetizaran a su primogénito.
Todos profetizaron que el niño corría un gran peligro a causa de una brizna de lino. El rey Minato ordeno que, partir de entonces, no entrara en el castillo ni lino ni cáñamo.
Quince años pasaron. El joven príncipe, Naruto, creció con gran belleza y bondad, aunque era algo hiperactivo y travieso, en todo el reino lo querían de igual manera. Los reyes veían con amor como su hijo crecía, aun con el miedo de la maldita profecía.
Un día como cualquier otro, Naruto descubrió a una anciana hilar junto a una ventana. Atraído ante semejante cosa que nunca en su vida vio, tomó la rueca en su mano y comenzó a sacar el hilo. Pero entonces, una diminutas astilla de cáñamo se le clavo bajo una uña y cayó muerto al suelo.
El desconsolado rey Minato, ante tan desgraciado sucedo, acostó a su hijo en una cama de tercio pelo y cerro el palacio para no volver nunca más, tratando así de olvidar el desgarrador recuerdo de su hijo perdido.
Un tiempo después el joven rey, Sasuke Uchiha, se encontraba cazando junto a su fiel halcón. El halcón, de en momento a otro, comenzó a alejarse de su dueño y entro en un castillo vacío, no muy lejos de ahí.
-Susanoo! Donde estas.
El joven rey, al ver su ave no volvía, trato de seguir su rastro encontrando un gran castillo. Supo que estaba abandonado, pues estaba cubierto de malezas y espinas. Con gran agilidad, trepo con su katana hasta la torre más alta, sin problemas y libre de heridas.
Como pudo entro a la torre, donde vi a su halcón descansar junto a un gran manto naranja de terciopelo. Al acercase, pudo apreciar mejor el manto, encontrando a un apuesto muchacho de rubios cabellos. Atraído por su belleza, lo tomo en sus brazos para apreciarlo mejor.
En cada lado de su rostro, se posaban tras maquitas dándole un aspecto zorruno. Sus rubios cabellos, algo largos pero bien cuidado, parecían finos hilos de oro; su piel acanelada combinaba perfectamente con sus cabellos dorados y sus finos pero carnoso labios, despertaban un deseo muy fuerte en el apuesto rey.
Sin poder resistirse, beso con lujuria y deseo esos labios que lo llamaban. Abrió la boca del blondo jugando con su lengua, a su gusto. Al separarse, dejando atrás un fino rastro de saliva, pensó que el menor despertaría de su profundo sueño.
Imagino que el muchacho seria alguien energético y sonriente, algo chillón pero de buen corazón. Un Dobe, como el diría. Trato de despertarlo, sin éxito alguno. Frustrado y enojado, volvió a tomas con furia sus labios, tratando así de despertarlo.
Tiro el cuerpo del joven en la espaciosa cama, posándose sobre él. Sin pudor, ni vergüenza comenzó a desvestirlo, dilatándose con el menudo cuerpo que poseía el blondo. Mientras marcaba su acanelado cuello, sus manos paseaban por todo su cuerpo que lo tenía sin control alguno.
Sin perder más tiempo, abrió con fuerza las torneadas y deliciosas piernas, se quitó toda su ropa revelando su miembro deseoso de entrar en esa apretaba cavidad. Penetrando sin delicadeza alguna la virgen entrada, que lo apresaba de manera exquisita. Entraba y salía sin control del joven muchacho. Sintiendo que tocar el cielo con cada estacada que daba.
Mientras profanaba sin control su entrada, con sus manos pellizcaba los pequeños pezones del kitzune y marcaba su cuello con sus labios, dejando claro a quien lo vea, que ese rubio le pertenecía a él. Al temido Sasuke Uchiha.
-Solo…serás mío…De Sasuke Uchiha.
Faltaba poco para llegar al clímax, sujeto la estrecha cadera mientras aceleraba con fuerzas sus estacadas, liberando su semilla dentro del blondo. Cansado dejo caer su peso sobre el otro, tratando de normalizar su respiración. Salió del menor, viendo como sangre y semen salía de la ya no virgen entrada.
Al ver lo que había provocado, avergonzado de sí mismo, el azabache rey se vistió con rapidez tomando su katana y llamando a su halcón, se retiró del castillo abandonado. No sin antes besar por última vez los delicados labios, que lo volvían loco con solo verlos. Susurrando a su oído un:
-Lo siento…
Después se marchó en su negro corcel, sin mirar atrás.