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Lo que quieras por Carito_d

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Notas del capitulo:

¡Al fin me toca actualizar a mí! ;;

Solo quiero decir que estamos muy agradecidas por la gran acogida que ha tenido “Lo que quieras” y si, como dijo Canu es un fic que hemos planeado mucho, pero somos humanos, y sabemos que en el proceso cometeremos errores. Disculpen por eso.

El capitulo pasado solo fue un prefacio, que quede claro, porque este ya es el capitulo 1, aquí nos metemos ya en terreno peligroso cofcofcof.

Y pues nada, regalo para ustedes por dejar tantos reviews, esperamos aun mas en este, queremos saber que tal. Y denle gracias a Taemin porque Canu dijo “si Taemin gana, actualizamos” y aquí estamos.

Yo se que la gran mayoría sabe nuestras cuentas, la pagina de facebook y el ask, igualmente se los dejo por si acaso xd

https://www.facebook.com/NapoleonYMermelada

http://ask.fm/NapoleonyMermelada

Capítulo uno.

-          ¡Diez minutos de trote alrededor de la cancha!

El silbato suena y todos los alumnos se quejan de cansancio al igual que hacían desde los tres meses que llegó ahí, algunos demorándose más en levantarse, mientras otros (los que mejor le caían) ya habían comenzado una batalla de quién llegaba primero.

Las niñas comenzaban a correr lentamente, atándose el cabello en una coleta, mientras el último (como siempre) arrastraba los pies, comenzando a moverse lentamente casi como si sus zapatillas fueran de plomo.

Quién más que Lee TaeMin.

Se muerde el labio dudoso de entrar o no, retrocediendo cada vez que avanzaba. Se entorpecía con sus propios pies y terminaba apoyándose en la pared traslúcida, temiendo de que le descubriera, que por suerte no era así.

Era incómoda la situación, pero estaba seguro que él también le había reconocido. No había sido hace tanto tiempo tampoco como para simplemente olvidarlo.

Abre la puerta despacio, decidiéndose a entrar, pero arrepintiéndose en último minuto, quedándose simplemente ahí para que MinHo no viera el vaivén que podía hacer la puerta al moverla.

(Aunque supo desde ese momento que ya le había descubierto. Algo en el movimiento de papeles se lo indicaba).

-          Ya te vi.

Ag. Tonto, TaeMin, tonto, tonto.

Saca rápido el pie que se le había quedado atascado en la puerta, cerrándola y riéndose bajito, sintiendo como MinHo seguía quedándose en silencio, como si estuviera esperando que entrara de una maldita vez.

-          Hey, ¿estás espiándome?

Frunce el ceño apenas le escucha, volviendo a abrir la puerta y esta vez, logrando entrar sin dudar. MinHo, o más bien, el profesor MinHo, le miraba con una ceja levantada, altivo, sosteniendo un par de papeles y seguramente preguntándose “qué mierda quiere este pendejo que no me deja en paz”.

Porque tenía claro que era un amargado. El resto podía comprarle esa cara de profesor simpático, pero TaeMin tenía claro que nadie en ese colegio le caía bien. Ni siquiera él.

Porque con sus pequeños catorce años era capaz de advertir sus veinticinco años llenos de amargura.

(Sí, ya había averiguado su edad porque era intruso y le gustaba saber todo).

-          Yo no espío –bufa, entrando a la oficina-. Solo venía a saludar. ¿Te acuerdas de mi?

Sí. Apenas llegó a su casa lo recordó.

El joven llorón que saltaba mucho, sollozaba y que le robó su botella de agua porque le ablandó el corazón.

MinHo le mira fijo y el menor se apoya contra una pared, claramente tímido.

-          Sí, te recuerdo –le responde-. Que coincidencia.

-          Yo también me acuerdo. Veo que encontraste trabajo.

-          Veo que ya no estás triste.

Una sonrisa tímida y TaeMin susurra un suave “no”, que a MinHo le hace gracia.

Habían pasado tres meses o quizás un poco más, y ya no parecía con el mismo aspecto inocente que tenía en ese tiempo en que se lo encontró.

Quizás era su aspecto desgarbado con el uniforme escolar, con la camisa fuera del pantalón y la corbata en una ubicación extraña y chueca bajo el primer botón abierto de su camisa. O era algo más. Aunque daba igual, eso no le importaba.

-          Ahora que te conozco, me debes una botella de agua.

Frunce el ceño y se cruza de brazos.

-          Tú dijiste que me quedara con ella.

-          ¿Tú? –levanta una ceja y TaeMin parece aflojar su comportamiento-. Soy tu profesor.

-          Lo siento.

MinHo vuelve a tomar las hojas de un informe que tenía que hacer y del que evitaba mirar, sintiendo el peso de una mirada fija sobre su nuca. El menor seguía ahí y no tendría porqué estarlo. Le incomodaban esas especies de situaciones en las que los alumnos querían ser amigos de él porque a él no le interesaba esa clase de amistad y menos de un menor.

Mientras menos relación tuviera, todo era mejor para él.

-          TaeMin… -levanta la cabeza y el menor sube sus cejas, atento-. Así te llamas, ¿cierto?

-          Sí, me llamo Lee TaeMin.

-          Genial.

-          Sí –asiente muchas veces y MinHo siente como su actitud antipática empieza a comérselo-. Ya me voy.

-          No olvides mi botella.

Una sonrisa más y el menor niega mirándolo y desapareciendo de la oficina sin dudar como había hecho en un principio.

MinHo no le quitó la vista de encima hasta que salió y TaeMin no dejó de pensar que quizás, MinHo sí tenía cien años como le había dicho la primera vez.

Avanza por entre los conos, soplando el silbato cada ciertos intervalos y frunciendo el ceño cuando ve unos pies atrás de unas macetas.

Los mismos de siempre, los mismos que se pegan entre si cuando MinHo se acerca y se pone de pie frente a él, con los brazos cruzados.

-          ¿Qué quieres ser cuándo seas grande? ¿alguien que ni siquiera puede caminar bien porque no se ejercitó?

TaeMin se levanta enfurruñado, con la nariz arrugada, estirando sus pantalones y pasando por el lado de su profesor sin siquiera pedirle disculpas.

Odiaba correr. Odiaba el deporte. Odiaba moverse. Odiaba sudar.

Todo eso odiaba.

Y más aún si alguien se lo imponía de la forma que hacía MinHo.

-          ¡Y correrás dos vueltas más cuando todos terminen, como castigo!

Primer día de clases y las presentaciones era lo primero que tenía que soportar.

Escuchar sus nombres que no sería capaz de recordar, sueños de los cuales pocos se llegaban a cumplir y risitas estúpidas del resto del curso cuando algún compañero se equivocaba en decir una palabra.

Pasa la asistencia luego de presentarse, sentándose sobre una banca y sintiendo un montón de ojos sobre él cuando decía cada nombre. Habían murmullos entre las chicas y comentarios en susurros entre los chicos cuando se presentó y dijo que su especialidad era el atletismo.

Había ganado varios campeonatos desde que estuvo en el colegio y eso siempre lograba sorprender a todos.

(Y a hacer que su pecho se inflara de orgullo).

MinHo apunta a una chica luego de pasar la lista, preguntándoles a cada uno, nuevamente su nombre y qué era lo que querían ser cuando grandes. La mayoría tenía entre trece y catorce años y la mayoría de las chicas querían ser actrices y los hombres doctores, abogados o empresarios para que pudieran tener mucho dinero y comprarse autos y blablablá, lo de siempre.

Levanta la cabeza cuando la chica termina de hablar y mira al único chico que conocía de ese curso que parecía esperar su turno expectante, porque estaba sentado sobre sus pantorrillas, sonriendo emocionado, como si estuviera a punto de salir propulsado hacia arriba solo por las ganas de hablar.

-          Tu turno –le dice serio, mirándolo-.

Y como si fuera necesario, el menor se puso de pie, sacando una risita en esos chicos que siempre se juntaban con él y ganándose unas miradas de odio de parte de unas chicas, de las que MinHo ya había supuesto que no tenían buena relación con él.

-          Hola, me llamo Lee TaeMin y tengo catorce.

MinHo le mira, moviendo la cabeza y el menor sonríe, ansioso de continuar.

-          Ah sí, y quiero ser un gato.

Y eso obtuvo muchas más risas que todas las anteriores. Incluidas las de él, por mucho que intentara esconderlas.

El ruido que se genera en el curso es mucho mayor del que habían generado el resto de los alumnos y TaeMin les miraba con odio, casi como si le estuvieran ofendiendo un tema importante para él.

MinHo carraspea y todos vuelven a callarse, mirándolo atento.

-          ¿Y por qué?

-          Porque… -mira a todos e infla el pecho, como si estuviera tomando aire-. PORQUE ME GUSTAN LOS GATOS, SON AMOROSOS, CURIOSOS Y PUEDEN DAR AMOR A TODO EL MUNDO.

Y ese grito sí que no era necesario.

Ya no hay risas nerviosas ni una burla en general, sino que todos le miraban extrañados casi como si estuviera enfermo o estuviera teniendo un ataque esquizofrénico en ese momento. Solo que TaeMin no se avergonzaba ni se arrepentía, solo abrazaba sus manos entre si, mirando a MinHo y balanceándose lentamente por si tenía alguna duda.

(Aunque las tenía. Y muchas. Porque había tenido alumnos con ambiciones extrañas, pero nunca de este tipo).

-          ¡Los gatos huelen asqueroso! –le grita una chica de repente-.

-          ¡Tú hueles asqueroso!

Y ahí comenzó una pelea de las que tanto le hubiese gustado evitar.

Kim JongIn (o algo así se llamaba) era el único que la alentaba, mientras el resto del curso se iba a tomar agua y su otro amigo se tiraba en el piso, mirándole sin parar de reír.

TaeMin arrastraba los pies cuando daba la última vuelta en la cancha, mirando con mucho odio a MinHo que no le quitaba los ojos de encima, aún ofendido de que quisiera escaparse de sus labores en la clase de gimnasia.

O todos corrían o todos corrían, pero no dejaría que ni siquiera un alumno le pasara a llevar.

Sabía que todos le odiaban como profesor y él no tenía problema con eso. Le gustaba ser así, no como el hermoso y sonriente profesor de inglés, Kim KiBum, que parecía ser amigo de cada alumno del colegio, llevándose bien con todos y sonriendo hasta en sus más difíciles momentos.

Choi MinHo, el profesor amargado de gimnasia, versus, Kim KiBum el adorado profesor de inglés.

La primera vez que se escapó fue en la primera clase. Mientras todos saltaban en la carrera de vallas, TaeMin pasaba por debajo de la valla, creyendo que MinHo no se fijaría en él, para salir corriendo y liderar la competencia como si fuera el mejor deportista.

JongIn se reía porque lo encontraba divertido, pero a MinHo no le pareció ni le causó ni una pizca de diversión.

La primera vez la dejó pasar.

La segunda le dolió.

Y en la tercera se dio cuenta que se estaba burlando de él.

MinHo toca el silbato en la mitad de la carrera, deteniéndola de golpe y pillando completamente in fraganti a TaeMin que pasaba hincado por debajo de una valla, pero éste no tuvo vergüenza de mirarle cuando se acercó. No se sonrojó cuando le miró con el ceño fruncido ni pidió disculpas cuando las venas de MinHo parecían más sobresalientes solo por la rabia, sino que solo rogó y rogó que no le pusiera esa nota, porque si antes los profesores de gimnasia le habían evaluado mal, este claramente, se llevaba el trofeo de todos.

-          Tienes un 1, Lee, fuera.

Odiaba a MinHo. Lo odiaba. Lo odiaba. Lo odiaba. Lo odiaba.

Oh Dios, lo odio demasiado. Perdóname.

TaeMin siente la mirada de JongIn sobre él y su risita nerviosa, burlándose de su persona, y se voltea rápido, rugiéndole como un pequeño gato.

No estaba preparado para sus burlas en ese momento porque todas sus tácticas de caerle bien a un profesor parecían fallar con este en especial. Nadie le caía bien. Era imposible agradarle. O incluso más hacerlo sonreír. Era como si tuviera una cinta adhesiva sobre su boca que le impedía hacer cualquier movimiento con sus labios si no se trataba de fruncirlos.

Y él no podía seguir haciendo gimnasia como la estaba haciendo ahora. Era algo absurdo y casi animal.

(Y no estaba preparado para resistirlo, así que por mucho que el profesor MinHo se negara, él no pararía de hacer tácticas de alumno perfecto para caerle bien).

Da un par de golpecitos a la puerta y espera en silencio, mordiéndose el labio e intentando recordar todo el diálogo que se había memorizado mentalmente.

Siente al profesor carraspear y un grave “adelante” que a él le hizo tomar más valor y entrar a la oficina sin dudar.

(A pesar de que apenas entra, MinHo levanta una ceja y coloca una cara que significa “y ahora qué quiere”).

TaeMin sigue avanzando hasta llegar a su escritorio e ignora todo sonido de lengua o chasqueo que significa que se vaya de ahí, dejando un envase de yogurt sobre su mesa y retrocediendo un poco para mirarle casi tímido. Casi.

No habían palabras aún. En su diálogo mental, era el profesor el que tenía que hablar primero.

-          ¿Y eso? –le oye preguntar casi ofendido-.

-          Es un yogurt para que sea grande y fuerte.

-          Ya lo soy.

Frunce el ceño y MinHo no se siente intimidado con eso. Ni siquiera un poco.

-          No subiré tus bajas notas por un yogurt.

-          Bueno, sobre eso…

Sobre eso se basaba ese yogurt.

Sobre que llevaban un mes y medio de clases y sus notas en vez de evolucionar de forma positiva, hacían todo lo contrario, afectándole su promedio general de alumno perfecto.

No quería que sus padres se enteraran, aunque de una forma u otra, sabía que ni siquiera le darían importancia a eso. O a él en general. No en la situación en la que se encontraban.

MinHo le mira fijo, esperando que le dijera algo, pero TaeMin solo logra entorpecerse entre sus pensamientos, prefiriendo tomar asiento frente al escritorio, mirándole casi con pena.

(También había actuado el rostro que debía poner. Lo tenía asumido).

-          Tengo que hacer algo.

-          ¿Con…?

-          Con mis notas.

-          ¿Y qué tengo que ver yo?

-          No sé.

-          ¿El yogurt tiene que ver?

-          Quizás.

MinHo bufa y él se ofende.

Había gastado la mitad de su dinero del día para comprarle eso y ahora le ofendía su compra. Y ni siquiera le había comprado el yogurt más barato para que no pensara que era un tacaño o que quería intoxicarlo con algo que podría estar vencido.

(Aunque tuvo esa idea, pero sabía que eso no le llevaría a nada bueno).

MinHo se apoya con ambos brazos sobre el escritorio y frunce el ceño (o quizás no lo fruncía, porque siempre lo tenía así) y le mira, altanero.

-          ¿Qué pretendes? –arrastra las palabras haciéndole sentir inferior, a propósito-. No recibiré algo a cambio con tal de subir tus notas.

-          Pero tengo que subir mis notas.

-          ¿Y qué piensas hacer? –suelta una carcajada-. ¿Seguir regalándome yogurt?

-          Me tendré que acostar con el profesor.

Lo dice sin pensar e increíblemente MinHo pone otro rostro que ese usual que solía tener. Sus cejas parecían aflojar, al igual que su humor amargo, llegando al punto de casi sentirse avergonzado.

Increíblemente tenía más emociones, no solo esa cara de oler algo rancio durante todo el día.

-          ¿Acaso es normal en ti hacer eso? –balbucea-.

-          No, porque no tengo malas notas. Solo contigo.

Ag. Otra vez lo trató de tú.

Seguro le regañaría por décima vez en el día por eso.

-          ¿Y qué te hace pensar que soy ese tipo de profesor?

(Increíblemente no le dice nada por haberlo tuteado).

TaeMin se encoge de hombros y MinHo parece nervioso por primera vez en su vida. O quizás no nervioso, pero sí incómodo.

Muy incómodo.

O lo mandaría a la mierda en cualquier momento o le llenaría de desaprobados los restos de cuadros de notas que faltaban por poner.

-          ¿Y si tienes malas notas en las demás asignaturas también lo harás? –le desafía-.

-          Mmm… no, porque todos son unos viejos.

-          ¿Y KiBum?

-          No me agradan tanto como tú.

Y otra vez el tú. Otra vez la falta de respeto que más era penalizada en ese colegio y otra vez más que MinHo parecía pasarla por alto.

Ya no estaba tan enojado como antes ni tan alerta, sino que incluso parecía un poco más flojo. Como si de alguna forma u otra, TaeMin hubiese logrado romper una de sus tantas barreras de odio.

-          ¿Me debería sentir halagado por esto?

Asiente, feliz.

-          No hago esas cosas –le responde tajante-.

Y dejándole claro que hasta ahí había llegado la simpatía.

Ahora volvería a ser el mismo idiota de siempre y haría llamar a sus padres para que de alguna forma puedan corregir a su hijo que parecía tener una especialidad por pasarse los valores por donde le apetecía con tal de no obedecer sus órdenes.

TaeMin suspira al pensar lo que le esperaba, estirando un brazo y atrapando el yogurt que había dejado encima de la mesa, solo que MinHo es más rápido y lo detiene de golpe, sosteniéndolo desde el otro lado.

-          Es mío –le gruñe-.

-          No, es mío ahora.

-          Me lo diste.

Intenta jalarlo hacia él, pero TaeMin gruñe bajito, sin rendirse.

-          Nunca te dije que te lo daba.

-          Es mío.

-          ¡No!

-          Suéltalo, es mío.

Un tirón más y se le resbala de su mano, quedando entre los dedos de MinHo que lo tomaron rápido, abriendo una parte de la tapa y llevándoselo a la boca sin dejar de mirarlo.

Si TaeMin lo odiaba antes, ahora era peor.

Lo odiaba con énfasis.

Le hizo gastar dinero en vano y más encima se burlaba de él, en su propia cara y de su propio plan del que gastó más de una tarde en pensar.

-          Entonces no tengo ninguna posibilidad de subir mis notas.

Se lame los labios y niega, mirándole y saboreándose a la vez.

-          Ninguna.

-          Está bien –bufa, levantándose de golpe-. Gracias.

Avanza dos pasos hasta la puerta, frunciendo el ceño enseguida y sintiéndole carraspear nuevamente, para llamar su atención.

Seguro quería seguir burlándose de él. No le creía capaz de otra cosa a una persona que parecía ser capaz de vivir sin tener un corazón.

-          Hey.

Le llama y TaeMin se voltea lentamente, mirándole con los labios apretados.

No había rasgo de sonrisa, pero aún sostenía el yogurt entre sus dedos eternos, batiéndolo un poco.

-          Mi sabor favorito es vainilla, no frutilla.

Se deja caer en una colchoneta de golpe, respirando entrecortado y llevándose una mano hasta su frente porque está seguro que nunca en su vida había corrido tanto. Nunca en su vida había sentido su garganta así de seca ni sus piernas así de tensas porque por lo general, los profesores se apiadaban de él cuando decía que sentía que le venía un ataque de asma o que el problema a su corazón se estaba haciendo notar en ese momento.

Excepto para MinHo, que no le creyó nada ni ninguna de sus enfermedades ni aunque estuviera agonizando en el piso.

Siente unos pasos pesados acercándose hacia él y aprieta fuerte los ojos, llevándose una mano sobre ellos y quejándose bajito cuando MinHo estuvo lo suficientemente cerca. Ve sus piernas delgadas a través de las rendijas de sus dedos y cree odiarlo más que antes porque le hace sufrir mucho.

-          Lee, te faltan dos vueltas, levántate o te desaprobaré.

-          No puedo –susurra-.

-          ¿Quieres un nuevo uno en tus calificaciones?

No, por favor no.

Taemin hace el esfuerzo de levantarse de la colchoneta, quedándose sentado y mirándole fijo con el rostro más doloroso que podía poner en su vida. Quizás no estaba exagerando porque realmente sentía que sus pulmones no daban más y que su cuerpo al otro día le dolería como nunca había hecho.

Siente un bufido de su profesor al mirarle, rodando los ojos y alejándose apenas le vio sonreír.

-          Última vez que te lo aguanto –le advierte-. Ve a cambiarte, tienes un ocho.

Y hasta que al fin tuvo piedad.

Gracias a Dios.

**

Apenas sale del colegio ve el bulto de su cuerpo en un borde de la vereda, en una posición en cuclillas en la que pasaba los brazos por sobre sus piernas, abrazándolas de tal forma como si estuviera llorando. Era casi la misma forma en la que le había visto por primera vez y estaba casi seguro, de que una vez más se estaba repitiendo la escena que como cuando le conoció.

Quizás sería para extorsionarlo y para hacerle subir sus notas o quizás porque realmente tenía problemas como la otra vez.

MinHo avanza lento hasta él, subiendo el bolso en el que cargaba su ropa hasta más arriba de su hombro, rozando su cuello, y se detiene justo al lado de él, mirándole.

Era extraño que estuviera hasta esa hora, cuando ya empezaba a oscurecer y cuando todos estaban en sus casas hace bastantes horas, pero esa palabra, parecía siempre rondar en torno a él porque había notado que no era el único que le encontraba extraño, casi como si escondiera cosas.

(O al menos eso sentía).

Se detiene justo al lado de él y bufa, odiándose a si mismo por no seguir de largo e ignorarlo y así llegar más pronto a su casa.

Y después KiBum dice que no me interesan estos pendejos.

-          Lee.

Apenas le llama por su nombre, el menor levanta la cabeza y le mira, con los ojos muy secos y una sonrisa que no indicaban ningún rastro de llanto o intento de él.

Malditas alucinaciones.

-          Qué estás haciendo –le dice seco, aferrándose a la tira de su bolso-. Es tarde para que estés aquí.

-          Le estoy dando comida a las hormigas, ¿por qué?

Eso explicaba la pequeña bolsa de azúcar que tenía en su mano.

-          ¿A las hormigas? –frunce el ceño-. ¿Las hormigas no buscan la comida por si solas?

-          Bueno, pero yo les hago el trabajo más fácil.

Y otra vez su sonrisa que parecía inalterable por muy fruncido que estuviera su ceño ni por muy blancos que estuvieran sus nudillos a causa de la presión que ejercía en la tira del bolso.

TaeMin vuelve a voltearse, olvidándose de él apenas se formó un silencio, balanceándose un poco hacia delante y dejando una delgada línea de azúcar que se perdía entre la tierra y las hojas de las plantas.

-          ¿No deberías ir camino a tu casa? –le regaña, mirando como seguía formando líneas de azúcar-. Ya se han ido todos.

-          Estoy pensando que debo hacer ahora.

-          ¿Una vida muy ocupada?

TaeMin se voltea apenas oye su tono burlón, dejando las manos colgando y mirándole serio, casi como si le hubiese dolido que le haya dicho eso.

-          Sí –bufa-. El profesor de atletismo no me quiere y todo el día me lo paso pensando en qué debo hacer para que me quiera.

Insistencia nivel Lee TaeMin.

MinHo rueda los ojos, soltando un poco de aire e intentando esconder una sonrisa porque no quería verse débil ante él.

(Aunque asumía que a veces era divertido ver lo tanto que se esforzaba solo para que le ayudara con sus notas).

-          El profesor de atletismo no tiene corazón –le dice, siguiéndole el juego-.

Era cierto. Ya lo tenía algo asumido.

Balancea un poco su cuerpo, mirándolo a través de la oscuridad y notando como su rostro parecía cansado al final del día, seguramente tras tanto odio con cada alumno que se le cruzaba por en frente.

-          ¿Y tú qué haces aquí? ¿no deberías estar en tu casa, calientito viendo películas con tu pareja?

-          ¿Tú? –MinHo levanta una ceja y TaeMin frunce la nariz, dándose cuenta de su error-. Soy “profesor”, iba camino a mi casa y lo que haga en ella, creo que no te incumbe.

-          ¿Por qué eres tan antipático, señor profesor de cien años? –no deja de mirarlo, notando como parecía tensarse ante sus palabras-. Te van a salir arrugas pronto si sigues siendo enojón.

-          Te estás llenando de hormigas por dedicarte a rezongar.

Le toma la mano rápido, alejándola de encima de la tierra y esparciendo por todos lados el resto de azúcar que tenía el menor en su mano, mientras lo tiraba de un brazo de forma bastante brusca hasta dejarlo levantado.

TaeMin le mira con el ceño fruncido, quejándose bajito y sacudiéndose los pantalones cuando ya estuvo de pie.

-          Déjame –susurra enojado, sacudiendo sus rodillas llenas de tierra y azúcar-. Las hormigas me aman porque soy un chocolatito.

-          ¿No que eras un gato?

-          Lo que yo quiera ser no le incumbe.

Cierto. Pero era divertido que alguien de sus alumnos se creyera un gato. Era una historia que podía contar cuando se juntara a beber con sus amigos, saliendo triunfal con su renombre de gran profesor.

Cierra el cierre de su polerón hasta bajo su cuello y le mira, con los brazos cruzados. Era realmente extraño que aún siguiera en el colegio, pero al parecer no había forma de sacarle de porqué seguía ahí.

-          ¿Ahora te vas a tu casa, a estar calientito a ver películas con tu novia? –le pregunta en un tono burlón, usando las mismas palabras que había usado él antes.

Solo que TaeMin no es como él y lo niega rápido, mirándole no enojado, sino que confundido. Como si toda la pregunta la hubiese planteado mal.

-          Yo no tengo novia, no me gustan las mujeres.

-          ¿No?

Niega y MinHo le mira impresionado.

Era increíble que alguien a los catorce años ya asumiera su sexualidad. Era algo casi alentador.

TaeMin se arregla el flequillo, colocándose la mochila y mirándole fijo, mientras él no sabía qué decir.

-          ¿Qué crees tú? –le pregunta, una vez más olvidando el hecho de tratarlo de usted.

Pero MinHo lo ignora y solo se encoge de hombros.

-          Me gustan los gatitos, profesor.

Mierda, cierto.

Traga saliva incómodo de haber pensado otra cosa, mientras TaeMin seguía con la vista fija en él, intentando adivinar lo que era obvio en ese momento.

A pesar de que no tenían una relación amistosa todo el tiempo, el menor sentía que con MinHo podía ser más él y solo recibir un comentario antipático de su parte (como siempre), pero no con el fin de herirlo sino que de hacerle sentir que tenía que tener respeto a pesar de que no tuvieran tanta edad de diferencia como solía darse con los profesores. MinHo era poco amigable, pero sabía que dentro de su coraza de “odio todo, solo me importa el dinero”, tenía que existir un corazón, aunque fuera mínimo.

(Y él quería conocerlo porque así no tendría que esforzarse en sus ejercicios y simplemente tendría buenas notas porque sí).

-          No podrás tener hijos ni casarte con un gato –le interrumpe de repente, llamando su atención-.

-          Los gays tampoco tienen derecho a casarse en este país y tampoco pueden tener hijos, pero eso no los hace menos felices –le mira serio-. ¿Verdad, MinHo?

Increíble que solo un menor de catorce años hubiese dicho eso.

MinHo le mira casi aturdido y solo asiente, susurrando un suave “es cierto”, que aunque no quisiera significó mucho para él.

Porque ser homosexual y profesor, no era algo que era bien visto en ese país. O en la mayoría del mundo. Especialmente si tenía que tratar con niños, casi como si fuera un peligro que él estuviera cerca de ellos.

-          Entonces… -TaeMin murmura y MinHo le mira rápido-. ¿Eres feliz con tu novio?

…¿Qué?

-          ¿Qué te hace creer que tengo novio?

-          Siempre te veo con nuestro profesor rubio. No me mientas.

Estira su pequeña mano hacia él, formando una pistola con dos dedos y colocándola frente a su rostro, rozando la punta de su nariz.

TaeMin le miraba serio, muy seguro de su papel, mientras MinHo se comenzaba a preguntar porqué seguía ahí si podría estar ya perfectamente sentado (y cómodamente) en el vagón del tren.

Pero le sigue el juego. Se agacha un poco hasta que sus labios quedan cerca de sus dedos, soplándolos con suavidad para después volver a su posición original luego de “haber apagado la pistola”.

-          KiBum es mi mejor amigo.

-          No te creo, siempre me mientes.

Porque no sabía decir la verdad. Y no tenía nada contra eso.

TaeMin suspira al darse cuenta que no lograría sacarle más información, apoyando la cabeza contra su propio hombro y mirándolo de lado, con la cabeza inclinada.

-          Sabes… si te miro así –inclina la cabeza hacia el otro lado y sonríe-. Te pareces mucho a un gatito, porque tienes los ojos grandes, solo faltan tus orejas.

Que él podía solucionar con un simple movimiento.

Estira unos de sus brazos, colocándose de puntitas para alcanzar su altura, mientras su mano tomaba un mechón de cabello y lo levantaba igual como si fuera una oreja de gato. Y lo mismo para el otro lado.

MinHo se queda estático cuando siente sus manos ordenando su cabello, apretando los ojos y frunciendo la nariz cuando el menor se separa y le mira sonriendo.

Al parecer había logrado su cometido.

-          ¿Por qué te gustan tanto los gatos? –le pregunta susurrando-.

Y la sonrisa de TaeMin crece aún más.

-          Si quieres saber porqué, creo que estaríamos toda la tarde y la noche aquí y ya van a cerrar el colegio.

-          Algún día quiero oírlo.

Asiente con la cabeza.

-          Si es que no renuncias antes.

Golpe bajo.

TaeMin se despide apenas MinHo le mira fijo, inclinándose un poco en una reverencia, para luego salir caminando como si nada hubiera pasado. Como si la dicha de haber sido más antipático que él, al fin hubiera funcionado.

Lee TaeMin 1 – Choi MinHo 0.

**

-          ¿Ya es costumbre que yo sea el último?

Costumbre que a él mismo le gustó adquirir.

MinHo anota la calificación del alumno anterior, anotando un par de cosas al margen de la hoja del chico, mientras TaeMin esperaba sentado en la colchoneta, con el ceño fruncido desde que notó que era su turno.

El último del curso y el que más se quejaba y evitaba dar el examen porque se sentía cansado.

(Según él).

MinHo deja el libro de clases en la colchoneta de al lado, hincándose y afirmando las piernas flectadas del menor, desde sus pantorrillas.

-          Parte.

-          ¿Y si hacemos otra cosa?

Le sube una pierna al hombro y MinHo le mira levantando una ceja y bajándosela de golpe.

Ese día había amanecido más de mal humor que de costumbre y no estaba justo para estas bromas.

-          Eran cincuenta abdominales, ahora serán sesenta.

-          ¿Por quéeeee?

Baja las dos piernas y se acerca, mirándolo triste (y actuando).

-          TaeMin –suspira-. Llegarás atrasado a tu próxima clase, parte.

-          Pero no pongas boca de pato cuando cuentas o te morderé.

MinHo frunce el ceño y el menor se deja caer en la colchoneta, subiéndose un poco sus shorts que siempre descendían por sus muslos.

-          ¿Qué boca de pato estás hablando?

Y lo imita.

Y ahí le quedó todo claro.

TaeMin le mira con los labios estirados, casi como si estuviera a punto de lanzar un beso, recordando el montón de veces que JinKi y KiBum le imitaban solo para molestarlo.

Excepto que ahora se trataba de un alumno. Y bastante observador por lo demás.

-          Hey, soy tu profesor –le advierte serio-. No tu amigo.

-          Está bien, entonces ahora serán cuarenta abdominales.

-          Cincuenta.

-          Negociemos, te doy cuarenta.

-          Cincuenta y cinco.

TaeMin frunce el ceño, acostándose y comenzando a hacer los abdominales antes de que MinHo nuevamente consiguiera perjudicarlo más. Pero cuando recién iba en el número diez ya sentía que le faltaba el aire. Y qué decir del número veinte. MinHo le miraba fijo cada vez que se acercaba a su cuerpo con un nuevo abdominal, sin parecer rendirse o ceder aunque fuera un poco a su favor.

-          ¡Veinticinco!

Suelta un quejido de auxilio y el profesor le mira ofendido.

-          ¿Por qué paras? Te quedan treinta.

Porque lo odiaba. Por eso lo hacía.

Empieza la nueva sesión que le faltaba, de manera mucho más lenta que antes, demorándose más que lo inicial y apretando los ojos cuando sentía que su pecho dolía lo suficiente como para impedirle seguir. Aunque quisiera actuar, no podía porque ahora le estaba saliendo natural.

Solo alcanzó a llevar al abdominal número cuarenta y se detuvo de golpe, afirmándose con los brazos tras su espalda, apenas pudiendo absorber oxígeno.

MinHo levanta una ceja al ver que no continúa, escondiendo una obvia sonrisa de satisfacción.

-          ¿Listo?

Y solo asiente, muy cansado.

-          Tienes un siete.

-          ¿Un siete? –gime con dolor-. Solo me faltaron diez. Dame un nueve.

-          Siete punto cinco.

-          Un ocho y un yogurt.

Ni siquiera le oye, tomando el libro de calificaciones que había dejado en la colchoneta próxima, abriendo la hoja en la que estaba anotando, para luego buscar la de TaeMin y anotar sobre su rendimiento.

(Cada vez más paupérrimo).

-          Un ocho, un yogurt y un besito –le ofrece rápido, acercándose de golpe a él hasta chocar sus labios con su mejilla-.

Y solo de la forma en la que le miró MinHo le hizo arrepentirse un poco.

Solo faltó que se limpiara la mejilla con la manga para hacerle sentir más su odio.

(Aunque no lo hizo, por muy poco que le faltara).

-          ¿Qué? –susurra-. ¿No te gustan los besitos?

-          Soy tu profesor –se levanta de la colchoneta y cierra el libro de clases, sin quitarle los ojos de encima-. Un ocho y no te subiré más.

Maldito sobornador.

TaeMin asiente contento, levantándose de la colchoneta y bajando la camiseta que había conseguido subirse un poco, agradeciéndole bajito, mientras MinHo seguía fulminándole con la mirada, casi como si lo fuera a ahorcar.

O matar. O ambas cosas al mismo tiempo.

El castaño toma su bolso para ir a cambiarse cuando siente su voz grave, justo antes de que él saliera del gimnasio. Demasiado imponente como para simplemente ignorarle.

-          Lee, que el yogurt sea de vainilla esta vez.

*

Saluda a un par de alumnos en el camino y conversa con otro par cuando se le acercan a preguntarle cosas sobre el último ensayo que tuvieron hace un tiempo. Ninguno obteniendo una cara fea ni una palabra de odio, sino que mucha simpatía y disposición de atenderlos de su parte.

No por nada era el profesor estrella en el colegio. No por nada caminaba orgulloso por los pasillos del colegio cuando tenía que desplazarse de un lugar a otro.

Se arregla el flequillo cuando dobla, soltando un suspiro cansino, cuando ve a alguien encima de una caja de madera, luchando contra la ventana que daba hacia los camarines del gimnasio. Le hubiese dado lo mismo si hubiese sido otra persona, pero al avanzar y notar que se trataba de su mejor amigo, el golpe que le dio contra su trasero era algo que no podía evitar en ese momento. Solo que no esperó asustarlo tanto como para botarlo y hacerlo caer (de pie, por suerte) junto a él.

-          ¡Mierda, KiBum!

-          ¿¡Qué!?

-          ¡Casi me mato!

-          ¿Qué mierda estás haciendo?

-          Intentando desatascar la ventana, ¿qué creías?

Frunce el ceño y MinHo le mira de la misma forma, imitándolo.

-          Desatacan… ¿qué? –pregunta, confundido-. ¿Para qué?

-          Porque se pueden ahogar los alumnos en las duchas.

Y una mierda.

Él no era tonto. Distinto era que actuara serlo cuando le convenía.

-          Que mal mientes…

-          ¿Quién está mintiendo?

-          No me importa –se cruza de brazos y empieza a caminar, deteniéndose de golpe cuando recordaba algo importante-. Hoy no te llevaré a tu casa, digamos que tengo mi agenda ocupada.

Y le guiña un ojo.

Un acto completamente repugnante si le preguntaban al alto.

-          ¿Qué vas a hacer? –le interroga serio, volteándose para mirarle-.

-          Ya sabes –sonríe coqueto-. Lo de siempre.

JongHyun. JongHyun. JongHyun.

Seguro sería una cena romántica a la luz de las velas (como le gustaban al idiota de su amigo) y luego terminarían tirando en algún callejón oscuro (como le gustaban al enano).

-          Dile al hobbit que sea más disimulado esta vez, “o lo de siempre” te obligará a andar con bufanda por el resto del mes como te pasó hace poco.

KiBum se acerca y lo empuja de los hombros, apenas consiguiendo moverlo un poco.

-          Te he dicho que no le digas hobbit. Además esa vez estaba enfermo, no eran por las cosas que te imaginas.

-          No quiero ni imaginar como le dejas el cuerpo tú –se burla, sonriendo-.

-          No podrías imaginártelo –se arregla el cabello y MinHo hace una mueca de asco-. No tienes tanta imaginación.

-          ¿Con lo chillona que eres y crees que no puedo imaginármelo?

Otro golpe más y KiBum le mira con los ojos muy abiertos.

-          Cállate –le advierte-. Jjong está cerca.

Y el golpe que le da en el trasero, apretándoselo, tampoco se lo espera. De hecho lo odia. Porque odiaba que MinHo le tocara.

-          Ve donde tu Romeo entonces.

-          No, espera.

Entonces todo comenzó a calzar.

KiBum se detiene a medio camino mirando fijo a MinHo y luego a TaeMin que acaba de salir de los camarines del gimnasio, sacudiéndose el cabello húmedo con una mano y fijándose en ambos cuerpos que parecían mirarle.

Si la tensión era mínima entre el par de amigos, cuando el menor apareció, comenzó a ser excesiva.

TaeMin hace una pequeña reverencia a ambos, deteniéndose un poco más en MinHo y siguiendo su camino por el pasillo, dejando un silencio demasiado incómodo para haberse formado de la nada.

MinHo no estaba arreglando una ventana ni haciendo un servicio comunitario por el colegio, estaba haciendo algo más. Algo en lo que él no quería pensar, porque sabía que las intenciones de su mejor amigo no podían ser malas.

Simplemente no podían.

-          ¿Qué te pasa ahora?

La voz de MinHo le molesta y le hace voltearse lento hasta fijarse en su rostro que parecía inescrutable.

-          ¿Y ese?

-          Se llama TaeMin, también es tu alumno.

Lo sabía. Tenía buenas notas, malas juntas y un comportamiento digno de un adolescente que buscaba atención a gritos.

No le caía muy bien.

-          Lo sé –bufa, ignorándolo-.

-          Entonces me voy –MinHo se acerca y le da una palmadita en la cabeza, despeinándolo-. Que te vaya bien con tu enano, Blanca Nieves.

 

Y otra vez ese apodo de mierda.

KiBum no alcanza ni siquiera a voltearse para regañarlo, cuando aparece JongHyun delante de él con una sonrisa que fue capaz de hacerle olvidar toda sospecha en la que no quería pensar. En la que no quería imaginar ni analizar.

Porque si KiBum hubiese llegado tan solo cinco minutos antes, hubiese notado que no había ninguna ventana atascada; que la ventilación de los camarines estaba bien y que ni siquiera habían alumnos cambiándose allí dentro, a excepción de uno.

Uno que se dedicó a cepillar su cabello lentamente, una y otra vez, para luego sentarse en una banca tan solo con su ropa interior de color azul y luego sacar un pote de crema, comenzando a aplicarlo en todo su cuerpo. Por sus piernas, muslos, brazos e incluso su pecho.

Y más aún en su cuello. Frente al espejo, viendo por el reflejo, como una cabeza comenzaba a espiarle sin querer ser notada.

Pero una cabeza que él, conocía perfectamente.

Notas finales:

¡Minho, que sucio!


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