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And yet still alive por _SineDie

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Notas del fanfic:

SCREW


ByouxJin

 

 

 One-shot

Notas del capitulo:

Basado en una historia verídica.

 

No le pasó a un amigo, ni al amigo de un amigo, pero sucedió.

 

 

 

Este one-shot está dedicado a @TokyoBurst.

La habitación era gris. Si es que a eso se le podía considerar una habitación. Fría, húmeda. Tan triste. Apenas si se podían divisar las cosas. Las paredes de ladrillo y sin revocar, el inodoro al lado del lavabo, en frente de la cama cucheta que compartía con su no-muy-amistoso compañero, la tenue luz que se asomaba del enorme patio, donde siempre los sacaban a hacer ejercicio, atravesando la pequeña ventana en la cruda pared asegurada por barrotes.

Llegaba la gélida noche y junto con ella los oscuros pensamientos. No importaba que tan cansado estuviera su cuerpo, no importaba que tanto intentara pensar en cualquier otra cosa que lo pudiera distraer; los fríos pensamientos azotaban su mente sin piedad alguna. Lo intranquilizaban.

Y pese a eso, pese a toda esa oscuridad y frío, esa pocilga le parecía cálido, de lo más generoso. Porque no importaba las goteras, las ratas chillando, los huecos en las finas frazadas que dejaban penetrar el congelado aire, ni siquiera el asqueroso olor a orina y transpiración que impregnaba el lugar, nada de eso era más turbador que ver de frente a la muerte.

Los momentos de aquel suceso revocaban en su mente de manera lenta para, además de atormentarlo, asegurarse de que no se perdiera de vista ningún detalle. Todo estaba ahí, en su mente y lo seguiría donde fuese. Pero iba a seguir huyendo, no iba a sumirse y caer derrotado entre los fríos dedos de la muerte.

Y ahí estaban otra vez, nuevamente empezaba aquel ritual. Se escondía bajo las frazadas cual niño asustado por lo que pudiera salir debajo de su cama, sólo que él temía lo que salía de su mente. Al principio sentía un escalofrío recorrer el largo de su columna, y luego calor. Sentía mucho calor. El calor de un cuerpo, una persona, y allí comenzaba a recordar…

 

-Despierta, bonito. –El pelinegro besó los párpados de su novio, quien yacía completamente dormido a su lado. Continuó insistiendo con los besos, le gustaba despertar a su pareja de aquella forma cariñosa y de lo más melosa.

-Ya, Byou. –Se quejó el pelirrubio, removiéndose para ocultarse del ataque amoroso de su novio bajo las sábanas-. Sólo déjame un momento más. Sólo un momento… -Arrastró las últimas palabras, nuevamente se estaba entregando a los brazos de Morfeo.

-Si no te hubieras quedado hasta tarde haciendo esas cosas no estarías tan cansado ahora. –Intentó regañarlo. En verdad lo intentó, pero el hecho de que su novio fuera responsable con sus trabajos le hacía sentir orgulloso, aunque el que tuviera que estar durmiendo tarde cuando debería despertar temprano, eso no le gustaba mucho.

-Uhm… -Soltó un quejido. Su novio insistía en despertarlo y no dejaba de sacudirlo.

-Tengo una manera mucho más divertida de despertarte. –Murmuró Byou en un tono que prometía.

Jin bajó las sábanas, lo suficiente para poder tener a su novio en su campo de visión. Si había algo que le gustaba al pelirrubio de los días cálidos era el poder ver por las mañanas a su novio en bóxer. Era una imagen realmente de lo más seductora, y no se podía espera menos de Masahito Kojima.

-Me gustaría saber cuál es esa manera. –Dijo por fin descubriendo toda su cara, dejando a la vista la sonrisa que revoloteaba en sus labios.

Sin nada por añadir, Byou se coló entre las sábanas deslizándose por debajo de estas hasta posarse sobre su novio, dejando yacer el peso de su cuerpo sobre el ajeno. Jin siguió las acciones contrarias en todo momento, en ese instante no había otro lugar en el mundo en el que deseara estar.

Se unieron en un beso.

Cada momento que pasaban juntos, por más mínimo que fuera, lo disfrutaban y aprovechaban al máximo. Encaminar una relación a escondidas de los padres no era para nada fácil; llevaban la ventaja de que Byou alquilaba un departamento en el que vivía solo y lo usaban como punto de encuentro.

Ambos eran estudiantes universitarios, compartían la carrera, con la diferencia de que Byou llevaba por preeminencia dos años y a Jin vivía con sus padres. Era 1 año el que llevaban juntos, y era ese mismo día en que lo cumplían. El pelirrubio logró persuadir a sus padres de que iba a trasnochar a la casa de una compañera, pues, si le decía que era un hombre, lo más lejos que iba a llegar sería la puerta principal de la casa.

El beso que los unía había mutado de algo tranquilo y cariñoso a algo cargado de lujuria. El de mayor estatura apoyaba su peso en las rodillas ubicadas a los costados de la cadera ajena, permitiéndole disfrutar de las manos libres para recorrer con esta la preciosa, nívea y suave piel de su amado.

-Oye, se me hace tarde…-Y fue que de esa forma tan tosca el pelirrubio cortó por completo todo el ambiente lascivo, dejando a un excitado  Byottaro con la polla dura.

A regañadientes, el pelinegro se tumbó hacia un lado con la vista clavada en el techo. Desde que había despertado no dejaba de pensar en todo lo que había planeado la noche anterior antes de que llegara su novio pero, ¿cómo decírselo? Para él, era la solución definitiva a todos los problemas que estaban atravesando. Y cuando se habla de problemas sólo hacía referencia a los padres de Jin, entre ellos no había nada que marchara mal. Nada.

-¿Estás bien? –Ordinaria pregunta por parte del más bajo. Cuando Byou adoptaba esa posición, sumido en pensamientos, Jin no sabía cómo llamar su atención.

-Estoy bien. –Contestó por inercia. Debía hacerlo. Debía decírselo a su novio. Si no era ahora no era nunca. «Que hable ahora o calle para siempre» recitó en su mente-. Cariño –Empezó con un discurso ya preparado-, este año ha sido sin duda el mejor de mi vida. Somos tal para cual. Dos caras de la misma moneda. Estamos destinados a vivir una vida junta…

-Pero… -Interrumpió. Sabía que tal monólogo no se traía nada bueno. «Todo lo que viene después de un “pero” es mentira» recordó. ¿Estaría terminando con él?

-… pero –Suspiró, intentando relajarse para que las palabras no fueran a fallarle-, tus padres son como la piedra en el zapato. Yo en verdad te amo, quiero estar contigo toda la vi…

-Byou, si quieres terminar conmigo sólo dilo. Las palabras bonitas en un rompimiento son de lo más inútiles, al final…

-Quiero estar contigo toda la vida. –Terminó la oración que antes fue interrumpida. Su novio estaba malinterpretando las cosas-. Quiero estar contigo en esta y en todas las vidas que siguen. Estoy seguro, pongo mis manos al fuego, de que en nuestra vida pasada también estuvimos juntos. ¿No lo sientes así? Pues yo así lo siento desde que estoy contigo –Continuó el pelinegro al ver que no recibía respuesta. Podía notar la mirada perdida de su novio, como intentaba relacionar palabra tas palabra y así poder entender lo que intentaba trasmitirle-. Quiero que sigamos juntos… pero en nuestra siguiente vida.

Fueron minutos, o tal vez segundos los que pasaron en completo silencio. Byottaro sintió que pasaron horas. El rostro de Jin parecía de piedras, carente de expresiones. Su mira estaba perdida, era imposible adivinar lo que estaba pensando.

Como quien recién cae en cuenta, el pelirrubio inhaló profundamente, como si hubiera estado reteniendo la respiración por un buen tiempo. En su rostro se dibujaba el miedo. Pánico. Estaba aterrado.

-¿E-estás… Estás queriendo… que nos… nos suicidemos? –Las palabras salían de su boca sin que pudiera creerlo. Tartamudeaba. ¿Su novio se había vuelto psicópata? ¿A caso estaba sufriendo de depresión y nunca se dio cuenta?

-Jin, Jin. –Repitió su nombre en un tono calmado, como si el pelirrubio se tratase de un animal acorralado que temblaba producto del pavor. Tomó ambas manos entre las suyas, manteniendo en todo momento el contacto visual, era importante para él que su amante entendiera su punto de vista, y aún más importante que lo consintiera-. Pasaremos a una mejor vida. Estaremos juntos sin que nadie se interponga, nadie nos dirá si podemos estar juntos o no, si podemos besarnos, abrazarnos. Estaremos los dos y sólo los dos. Una relación sólo de dos, ¿no es lo que siempre deseamos?

«Titubea» entendió Byou. Si dudaba era porque al menos tenía esperanzas de que pudiera acceder. Era lo que más anhelaba en ese momento. Quería estar con el amor de su vida por el resto de sus vidas. Y si en esa vida no se lo permitían, pues sería en otra. Nadie iba a detenerlo de estar con quien más amaba.

-¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo? Quieres que me saque la vida. –Las palabras ya no se le atascaba, había logrado tranquilizarse. Estando nervioso y asustado no solucionaría nada. Sí, su novio tenía razón. Su relación actual parecía algo de cuatro y no de dos; sus padres no había día en que lo dejaran en paz, que lo regañaran e insultaran por el modo de vida que eligió. Llegaron a llamarlo enfermo y creyeron que el psiquiatra iba a curar su “enfermedad”. Joder. Estar con Byou era lo que más quería. Lo amaba demasiado. ¿Tanto como para suicidarse?

Tanto como para suicidarse.

Byou ya lo había preparado todo. Aquello solo dejaba en claro lo decidido que estaba de convencer a su novio de hacerlo. «Desesperado» cruzó por la mente de Jin mientras observaba al más alto sacar de debajo de la cama una caja de zapatos. Estuvo a punto de preguntar qué era pero, de momento, prefirió no saberlo.

Todo estaba pasando tan rápido que no le daba mucho tiempo de pensar, de procesar los sucesos. ¿En verdad era ese su último día de vida? ¿Así de tranquilo era recibir la muerte? Le parecía que todo era una simple broma, que su cerebro se negaba a reaccionar contra eso que estaba pasando.

Mientras que Byou parecía en la éxtasis. Actuaba de manera acelerada, tal vez porque tenía miedo que su pareja cambiara de opinión. Se volvió a subir a la cama, donde se encontraba sentado su novio, observando todo con una expresión que no supo descifrar, tampoco intentó hacerlo. Se sentó frente a él y dejó la caja en el medio. De su interior sacó una jeringa descartable, llena de un líquido transparente.

-Parece agua. –Musitó Jin, quien parecía recién recuperar el habla.

-Es agua. –Confirmó el pelinegro que no perdía el tiempo; sacó la aguja descartable de su pequeño empaque y con poco cuidado la colocó en la jeringa. Sus manos estaban torpes bajo la ansiedad.

-¿Nos vamos a inyectar agua? -¿Se podía morir de esa manera?

-Es agua con arsénico. –Explicó mientras le extendía lo que ahora era su herramienta de suicidio.

-¿Tengo que hacerlo yo primero? –Incrédulo, lo observó con una ceja levanta.

-Amor –la voz de Byou era armoniosa. ¿Cómo lograba estar así en un momento tan… trágico?-, quiero ser quien se quede a esperar a que el otro encuentre el descanso de este mundo antes de unirse con él. Quiero ver hasta el último de tus alientos.

Jin suspiró con los ojos cerrados. «Estaremos juntos en la otra vida. Seremos sólo los dos. Siempre los dos». Tomó el utensilio médico y, sin mirar, atinó en su brazo, presionando el extremo para dejar fluir el tóxico dentro de su cuerpo e invadiera su sangre.

Byou lo miraba fascinado. Diría adiós a aquella vida llena de limitaciones con respecto al amor y pasaría a otra mejor. Encontraría en la muerte la paz que esa vida no le había ofrecido y, junto con su amado, estaría en un mejor lugar.

Cretino.

Jin se sujetó la cabeza con ambas manos. Nauseas, náuseas era lo único que sentía. Sin previo aviso de uno que otra arcada (como suele ser costumbre) empezó a vomitar y, sin tener tiempo de direccionar lo que lanzaba, volteó la cabeza para que no fuera directo a su novio que lo observaba con los ojos abiertos como plato. Vomitaba y vomitaba, acumulando dolor en el pecho y lágrima en los ojos. Las manos le empezaban a temblar y la vista se le nubló de lamento que no dejaban de brotar y empapar por completo su rostro. Dolía. La muerte era de lo más doloroso. Después de sus manos siguieron sus brazos y piernas y, cuando menos se dio cuenta, su cuerpo entero era atacado por convulsiones. ¿Byou? ¿Seguía ahí? Su cuerpo se retorcía en la cama en figuras desproporcionadas y ya lo que vomitaba no era más que ácido estomacal. Amargo. Ácido. Así le sabía la muerte y  lo peor era que estaba muriendo solo.

Y después del amargo sabor y lo gélido que sentía su cuerpo, por fin sintió calor.

 

 

 

Y después de verle a los ojos supo que no quería ese final.

La cárcel ahora era su refugio. Allí se escondería de la muerte. 

Notas finales:

No me odien.

 

Y no odien a Byou. 


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