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Antes de todo por Haruka Eastwood

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Notas del fanfic:

Los personajes de Kuroshitsuji son propiedad de Yana Toboso sama y la historia es cien porciento mia.

Notas del capitulo:

Solo estoy resubiendo el fic n.n y de paso le hice (segun yo) unas mejoras jiji así que no piensen que es plagio ¿oki? :3

Título: Antes de todo

Resumen: Aquel pasado que marcó su existencia volvería, pero... ¿Por cuánto tiempo?
Clasificación: Mayores de 16 años.
Categoría: Kuroshitsuji
Género: Romance. Drama.
Advertencias: Lemon.

Autor: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~
Antes de todo

Capítulo 1: Antes de ser Sebastián Michaelis

Mi larga existencia me ha condenado a vagar por esta tierra, atrapado entre este mundo y el otro sin un propósito fijo más que el de alimentarme. Aún recuerdo que, desde el inicio de la humanidad, yo ya existía, he olvidado cuando fue que aparecí o como me cree. Tan solo estoy aquí, entre ellos, caminando a su lado como si fuese uno más cuando solo soy un espectador aburrido, viéndolos hundirse en su estupidez, mientras se revuelcan en la inmundicia que ellos mismos propagan.

Matarse los unos a los otros en guerras sin sentido, peleas sin motivo… alimentándome con sus miedos mundanos y deseos profanos, porque eso es para lo único que me han servido hasta ahora, tan solo son “comida” y yo soy un lobo hambriento e insaciable, mientras que ellos son las ovejas que gustosamente cazo en una noche sin luna, donde la oscuridad se confunde con mi alma y mi mirada es lo único que logran observar antes de morir.

Mientras me alimento, muchos humanos me preguntan ¿por qué? o ¿quién eres? Es como si al saberlo ya no fueran a ser mi alimento o creyeran que me detendría. Estúpidos, ¿qué ganaran con saberlo? pienso cada que me miran suplicante, con los ojos vidriosos y el cuerpo tembloroso, a la expectativa de que les suelte y puedan huir como la basura que son. Tan patéticos, tan débiles y absurdos… tan humanos.

Me mofo de sus sentimientos y me burlo de sus esperanzas y sueños que simplemente han sido una ilusión. En ese momento solo escuchan mi risa socarrona contra su frágil cuello, mientras su vida se extingue entre mis manos y su respiración que momentos antes era agitada se opaca a cada segundo. No tiene caso saber a manos de quien morirás si al final acabaras muerto, sin alma, sin alguien que este a tu lado, y sin saber que lo único que te espera es una soledad infinita, como la que me ha acompañado por milenios en este camino sin retorno, el único.

Pero salgo de mis pensamientos al detectar algo que llamó mi atención por completo, algo que no había sentido en más de ocho siglos. Un delicioso bocado de media noche pensé al ver pasar una peculiar alma, tan única, tan apetecible, deliciosa y tan mía. Llena de una pureza corrompida y cautivante que presagiaba ser mortal y tan letal como el más peligroso veneno infernal. Era un pecado hecho alma, que olía a delirio e inocencia puritana que me sedujo a saborearla depravado y sutil, porque algo primitivo me decía que había sido hecha solo para mí.

Sonreí viéndola vagar solitaria en aquel frio bosque de invierno que esta tan cerca del pueblo; cubierto por la nieve, tan pura y tan blanca como esa alma que clamaba a gritos para que la devorara a lentos y exquisitos bocados, saboreándola en medio del éxtasis, dándome el gusto de corromperla con los exigentes placeres de la carme, envueltos en delirio culposo y lleno de morbo. Porque al mismo tiempo era tan oscura como la noche misma que me rodeaba al igual que un manto siniestro. Única en aspectos que ni siquiera yo podía comprender.

Entonces sentí su llamado en lo más profundo de mi ser, me gritaba para que me deleitara de su dulce inocencia y exquisito sabor lascivo que podría resultar siniestro y tentador en esta noche cruda. Finalmente esboce una enorme sonrisa ladina, al acecho de lo que sería un manjar que solo aparece cada milenio.

—¿Qué buscas, pequeño? Tal vez pueda ayudarte —musite con voz dulce, cantarina y aterciopelada, oculto entre las sombras de aquellos grandes árboles ahora blancos por la nieve.

Note extasiado como se paralizó, deteniéndose en seco mientras todos sus sentidos se ponían alerta, presagiando el peligro del que no podría escapar jamás. Le escuche claramente tragar saliva, al mismo tiempo que volteaba de forma lenta y tan pausada que no evite saborearlo, dejándome observar aquellos hermosos ojos de un azul imposible, casi adamantino, protegidos por unas gruesas y largas pestañas que abanicaban su rostro con decadencia, incitándome al pecado. Y su cabello castaño enmarcaba a la perfección aquel níveo rostro de porcelana, cuyas facciones aun infantiles me sedujeron.

—¿Qué es lo que quieres, demonio? —con altanería, clavó su mirada en la mía, sin rastro de miedo en aquella dulce voz infantil, llena de prepotencia e historia—. ¡Muéstrate!

—Eso es más que obvio, pequeño Zafirito —sonreí saliendo de entre las sombras—. A ti, tú alma… serás mi alimento —susurre con malicia mientras me acercaba a paso felino, quedando a su lado, disfrutando aquella valentía que anhelaba destrozar.

Mis ojos tomaron un tono rosa fluorescente, tan propio de los de mi especie, los cuales observaban aquella frágil silueta, orgullosa y arrogante frente a mí, que me incitaba no solo a comerlo, sino a devorarlo de la manera más impúdica y pecaminosa que existe, en un arrebato de pasión profana y tentadora que me otorgaría un placer culposo y tan exótico como el chiquillo mismo.

Y por primera vez, anhele corromper a un humano, pero no a cualquiera, sino a ese pequeño zafiro de apariencia virginal que me incita a dejarme llevar por los deseos más mundanos y tan propios de alguien como yo. Deseo que se retuerce bravío bajo mi cuerpo ardiente mientras lo profano una y otra, y otra vez hasta saciarme de él, bebiéndome su pureza lasciva y tan pecaminosa.

Entonces me prepare para perseguirlo. Los humanos huyen del peligro, es parte de su instinto. Buscan por todos los medios evadir a cualquier precio su muerte y su destino, pero aquel extraño niño frente a mí, me fascino de una forma que era incapaz de describirlo, él simplemente me retó con la mirada, y sonrió con prepotencia, incitándome a continuar con lo que quería aun si terminaba por destruirlo en todos los sentidos. Aquellos ojos me desafiaron, y divertido, acepte el desafío. 

Le tome con brusquedad, desasiéndome de la enorme capa con gorrito que cubría su pequeño y menudo cuerpo, tan digno de un infante que no tiene más de trece años y a quien estaba a nada de corromper y poseer como la bestia que soy. Arroje la capucha al suelo cubierto de nieve, donde sin pensarlo dos veces lo empuje valiéndome de mi fuerza sobrenatural para dejarlo a mi merced, sumiso y dispuesto a todo lo que estaba a punto de hacerle.

Tome su mentón entre mis dedos, presionando sus delgados labios contra los míos en un demandante beso que a cada segundo exigía más y más. Un beso sucio y depravado en donde deslice mi lengua por sus belfos para profundizar aquel contacto cálido y frio. Para mi total sorpresa, torpemente abrió la boca, incitándome y dejándome introducir mi traviesa lengua, deleitándome de aquel dulce sabor de su boquita lujuriosa que recorrí gustosamente, arrancándole dulces gemidos a cada centímetro recorrido, del cual me gravé con lujo de detalle ayudado de mi lengua.

Mis manos viajaban libremente por su cuerpo, estremeciéndolo con mi frio contacto que se ejercía directamente sobre su piel desnuda y demasiado caliente, que se iba erizando por dos factores, el gélido ambiente y mi tacto que gozaba al recorrerlo de forma perversa con el más fino tacto. Sin darme cuenta ya lo tenía completamente desnudo, gimiendo lascivo solo para mí y por mí en medio de la noche.

Entonces pensé que se había derretido en medio de la noche mientras lo consumía en un mar de éxtasis, logrando que se retorciera en deseo al tiempo Chupaba, lamia y besaba con devoción su pequeño cuello, dejando un ligero rastro de saliva que le hacía tiritar de frio al contacto con el aire invernal, bajando a sus dulces pezones donde lamí en círculos y muy lentamente cada uno, dejándolos de un llamativo y sensual tono rojo, antes de apresarlo entre mis dientes.

Sus manos, pequeñas y traviesas se enredaban en mi largo cabello, dando tironcitos, ganándose una sonrisa lenta de mi parte, haciéndome saber que todo él era tan vivido, tan real y excitante que deseaba permanecer en nuestro mundo pecaminoso mientras le insinuaba toda clase placeres mundanos y tentaciones perversas en medio de susurros eróticos y piel húmeda a causa del sudor. Volviéndolo a besar de forma ruda, terrenal y casi salvaje, haciendo que curvara los dedos de los pies porque era un hecho que lo besaría igual de exquisito en otros lugares más suaves, oscuros y demasiado íntimos.

Sorpresivamente engullí su miembro, provocando un sonoro grito y varios jadeos por el repentino acto, donde tan solo sonreí iniciando una felación lenta… de arriba abajo, masajeando con ímpetu sus aterciopelados testículos, recorriendo su falo dándome el tiempo de saborearlo a placer y a consciencia, pero sus manos jalaron mi cabello y su dulce voz se escuchó en la penumbra. Tan arrogante y perversa que dude de su humanidad por un segundo creyéndolo un súcubo.

—Más… ah~ —pidió entre gemidos y con un enorme sonrojo.

Mis manos volvieron a deslizarse por ese provocativo cuerpo que poseía las curvas suficientes para volverme loco y resultar placentero, acelerando el ritmo con el que chupaba su miembro dejándolo húmedo y anhelante de más, mientras mis manos pellizcaban sus pezones con saña. Finalmente, su espalda se arqueo al dejar salir toda su esencia en mi boca, la cual trague gustoso sin desperdiciar ni una sola gota, dedicándole una mirada de superioridad que lo hicieron jadear como una zorra cualquiera.

Aquel ser jadeante debajo de mí comenzaba a excitarme como nunca antes y debía tener absolutamente todo de él. Metí tres de mis dedos en su boca, los cuales comenzó a lubricar torpemente desde la base a la punta, haciéndome desear que esa dulce boca lamiera otra parte de mi anatomía, pero me contuve por el momento y cuando sentí que se encontraban lo suficientemente ensalivados dirigí m mano a su entra, metiéndolo dos de improvisto, provocando que gruesas lagrimas salieran de sus hermosos ojos.

—Duele estúpido demonio… detente —imploró entre jadeos que terminaron por encenderme.

Note como su voz se entrecortaba, he intente acallar sus quejas con un dulce beso, lleno de hambre al desnudo y placer contenido que no pensaba posponer por más tiempo, aunque gustosamente fui correspondido. Y me di la libertad de introducir un tercer dedo, moviéndolos suave al principio, dilatando aquella rosada entrada a la vez que simulaba lo que yo suponía eran gentiles embestidas que lo hacían arquearse vulgar y apetitoso contra mí, ofreciéndose aun sin saberlo, listo para ser usado mientras su expresión necesitada fue el punto límite de mi paciencia.

Finalmente, de una sola y potente estocada profane su infantil cuerpo, con mi prominente miembro, que pedía a gritos atención que hasta ese momento le había negado. Sus lamentos deliciosos no se hicieron esperar, mientras inútilmente me alejaba con sus manos; no espere su aprobación —porque no la necesitaba— y comencé a moverme en un lento vaivén, sintiendo como su entrada me apresaba deliciosamente y sus uñas se clavaban en mi espalda, y lo único que provocaba es que mis envestidas se volvieran más vertiginosas y salvajes, dando en ese placentero punto de satisfacción, que nos llevaba al borde de la cordura, haciéndole arquear la espalda en cada estocada.

Comencé a masturbar su miembro recientemente despierto; sus gritos ya no eran de dolor, más bien de un infinito placer que nos envolvía, nos acaloraba en esa fría noche que desee y fuera eterna, a la vez que mis caricias firmes tomaban cada ventaja con toques seductores, compartiendo un silencio misteriosamente sensual cuando sus ojos se toparon con los míos y su dulce voz evoco palabras tan antiguas como mi existencia. Entonces gimió por última vez al venirse sobre nuestros vientres y yo dentro de él, quedando exhausto y pensativo sobre aquella siniestra promesa que me hizo sonreír letal.

Porque en aquella ínfima noche donde su cuerpo seductor me atrapo en una lujuria cegadora, no fui capaz de tomar su alma que en un principio tanto anhelaba, ¿por qué? no lo sé y tal vez nunca lo sepa, pero cada luna nueva aquel pequeño niño regresaba al bosque para repetir nuestro lujurioso acto de placer. Tras diez años de una extraña rutina que me alejaba de mi existencia misma, finalmente sacie mi curiosidad, sellando aquel pacto siniestro y antiguo, susurrado a mi oído con placer.

—¿Cómo te llamas?...

—Soy… —su voz se perdió de mis recuerdos, y tuve la sensación déjà vu—. Y ¿tu cómo te llamas?... —susurró quedamente, dejándome observar aquellos zafiros que me encantaban mientras su mano acariciaba mi mejilla con un sentimiento que los humanos denominan: ternura, sonriendo cuando en un acto infantil, agachó la mirada avergonzado… “humanos” pensé mientras me acercaba a él y besaba aquellos finos labios que habían logrado cautivarme a mí, un demonio, mientras repetía su nombre como un mantra que trajo paz a mi existencia.

•••

Abrí los ojos sintiendo mi respiración extrañamente agitada mientras en mi pecho nacía un malestar olvidado, un malestar tan antiguo como yo y que desde hace siglos no experimentaba, haciéndome sentir confundido porque aquellos ojos seguían presentes en mi memoria, unos ojos que he visto durante toda mi vida, unos ojos únicos y que me dejan a su merced porque curiosamente se parecen tanto a los de él.

Incrédulo, sacudí la cabeza y miré mi reloj de bolsillo mientras negaba mis absurdas teorías.

—Vaya, vaya, no debería estar durmiendo… ya no —digo en voz alta, intentando recordar inútilmente el nombre del pequeño castaño de mirada azulina. Han pasado más de cinco siglos desde que murió, y solo dos desde que lo había olvidado… o al menos eso quiero creer, porque cada luna nueva vuelve a mi ese recuerdo… uno extrañamente dulce—. Por ahora, aún tengo tiempo antes de tener que preparar todo, antes de ir a despertar a mi bocchan —vuelvo a sonreír ladinamente, mientras ese recuerdo queda dormido “hasta la siguiente luna nueva” …

Algo me molesta y me es tedioso seguir acostado, por lo que me levanto y camino por los pasillos de la mansión, deteniéndome rápidamente al observar una pequeña figura junto al amplio ventanal abierto, mientras los pequeños copos de nieve parecían danzar a su alrededor como todas aquellas veces en que lo encontré…

¿Encontrar? Me pregunto sintiendo una avalancha de recuerdos ser liberados y rebotar dentro de mi confundida mente. Frunzo el ceño y es que juraría que, por unos instantes, vi claramente a aquel castaño de mirada azulina, quien me observaba retador, justo como cuando le conocí. Entonces lo recuerdo, el pasado y nuestra historia junto a su nombre que por siglos había olvidado, no una sino cientos de veces… porque este es su juego, un juego que el gobierna y al cual accedí gustoso, dejando que todo venga a mi mente.

Entonces sé que no me queda nada más que esbozar una lenta y ladina sonrisa, comprendiendo que él es más que mi amo y contratista. Él es mi dueño, mi creador y mi amante, porque tras la fachada de mi joven amo, se oculta mi presente, mi pasado y mi futuro con apariencia de un débil humano al que le gusta jugar con sus peones de forma cruel y tan arrogante como solo él mismo. La única explicación es que la inmortalidad aburre… entonces es necesario un distractor… un juguete que no se rompa a sus demandas, un juguete dispuesto a reiniciar cada cierto tiempo, dando inicio a una nueva partida.

—Ciel… —musito su nombre nostálgico y el parece corresponder a mi llamado, consciente de que la verdadera presa nunca fue él, sino yo—. Han pasado siglos —digo casi en un susurro que suena a reproche.

—Han sido menos —responde con su característica sonrisa altiva que hace que mis ojos se abran de la impresión, porque el juego de hoy es diferente, hoy lo recuerdo todo… no solo la vez anterior, sino todas—. Hoy es luna nueva, Sebastián —su voz es juguetona y hasta cierto punto coqueta mientras se acerca a mí—. Tal vez esta sea la última vez que jugamos…

—¿Por qué? —inquiero curioso y preocupado.

—Cinco siglos ahora son una agonía… demonio.

—Mi amo… no, mi rey —corrijo y me arrodillo frente a él, sumiso y entregado.

—El día de hoy no soy tu creador, Sebastián, tampoco soy tu amo ni tu dueño —sonríe pensativo mientras me toma del mentón y alza mi rostro—. Hoy simplemente quiero ser tu amante.

Su voz me hace sonreír sincero y aquella obsesión y lujuria por él se avivan como desde el inicio de todo, consciente de que, en esta ocasión, el no fingirá su muerte para iniciar de cero, tampoco borrará mi memoria en un eterno juego para que lo encuentre y me seduzca… esta vez solo seremos aquellos amantes que condenan al otro a una vida compartida que desde siempre aceptamos gustosos.

—Deberías saber que los humanos llaman a esto amor.

Su sonrisa tentadora me atrapo y sus labios sellaron los míos, completando algo que ignoraba y me hacía falta, pero a lo que le abrí los brazos gustoso, sintiendo su cuerpo cálido presionar contra el mío en una muda declaración de posesividad que tanto me fascina.

—Después de siete milenios juntos… lo nuestro es más que amor, idiota.

—Ciel… —susurre contra sus labios dulces—. Mi Ciel… mi rey, mi dueño y mi amante eterno…

~ * o0O0o H.E o0O0o * ~

Fin

Notas finales:

Espero que les guste y me regalen un rw n.n yo me despido y les deseo un excelente día/tarde/noche.

Haruka Eastwood


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