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La Luna Friki por akisuki

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Notas del capitulo:

Para Anne, espero te guste tu regalo de cumpleaños.

Cuando su padre le anunció que se cambiarían de ciudad, Alan realmente creyó que era el fin de su vida, y es que la sola idea de llegar a una ciudad nueva con una escuela nueva, y empezar todo de cero le parecía francamente tediosa,  como lo era la mudanza, así que gracias a eso pasó todo el verano guardando cosas en cajas, etiquetando y más que nada gruñendo entredientes toda clase de obscenidades contra sus padres.

La alegría por terminar la mudanza le duró poco, ya que una vez que tuvo todo desempacado, y acomodado en la que era su nueva habitación, fue hora de lidiar con la escuela, cosa que no logró hacer muy bien, aún no conocía la ciudad así que el primer día se perdió y llegó tarde.

Para empeorar las cosas las clases eran diferentes  a lo que estaba acostumbrado y le había costado un montón entenderlas, más aún ponerse al corriente con sus compañeros, que por cierto no eran muy amigables al principio, Alan era nuevo en un lugar donde la mayoría llevaba años conociéndose, le costaría un tiempo encajar.

Por suerte cosas empezaron a mejorar cuando entró al club de atletismo de la escuela, siempre le había gustado correr y era bueno en ello,  así que cuando empezó a traer victorias para el equipo, los amigos empezaron a llegar.

Alan no se consideraba a sí mismo como alguien popular, pero tampoco era antisocial. Era bueno conversando  y escuchando, y tenía una personalidad agradable, o al menos simpática, así que en cuanto el resto de los chicos le dieron la oportunidad encajó de inmediato.

Pero aunque estaba rodeado de amigos, compañeros de clase, y miembros del equipo de atletismo, lo cierto era que solo tenía una persona a la que realmente podía llamar amigo, lo había notado desde el primer día de clases.

Se llamaba Ramiro y estaba en su mismo salón de clases, tenían una complexión delgada, y era al menos unos 15 cm. más bajo que Alan, quizá esa había sido una de las razones por las que había sentido una inmediata simpatía por el chico.

Claro que al principio le costó hablarle, Ramiro parecía ser muy reservado y no le gustaba hablar mucho con sus compañeros de clase, o eso le habían dicho el resto del grupo, porque lo cierto es que en cuanto Alan empezó a hablar con él, descubrió que era una persona muy interesante con mucho que decir.

Después de eso prácticamente lo había adoptado.

Cosa que a Ramiro no le hizo mucha gracia al principio, Alan era demasiado ruidoso para él y además era empalagoso, no entendía por qué siempre que lo veía haciendo tarea tenía que empezar a hablarle, era como si tuviera un radar integrado que le obligaba a abrir la boca cada vez que intentaba hacer algún trabajo escolar, además de eso se había empeñado en que fuera a los entrenamientos a verlo practicar, una de las ventajas de tener a  Alan a su lado era que los chicos que normalmente solo le hablaban para fastidiarlo, dejaron de hacerlo.

Así que Ramiro había pensado que era mejor aguantar a un parlanchín, que a un grupo de imbéciles que no lo dejaban en paz.

En una ocasión Ramiro le había preguntado a Alan por qué lo había elegido a él como amigo cuando era obvio que tenía más cosas en común con otras personas, como sus compañeros de atletismo.

La respuesta había sido contundente.

-Porque pareces un conejito- dijo sonriendo, Ramiro no entendía qué tenía que ver eso con su pregunta, es más no entendía qué tenía que  ver eso con nada.

Pero tampoco había podido evitar pensar que si se tratara de animales, Alan sería sin duda un cachorro.

Un cachorro, alegre, juguetón y muy interactivo.

Después de eso, a Ramiro empezó a caerle mejor Alan.

 

Y después de algunos meses, desde que empezaran a ser verdaderos amigos, había pasado: El incidente.

Así era como Ramiro se refería a ese momento, un día cualquiera, cuando iban a la casa de Alan a pasar la tarde, ni siquiera recordaba de qué hablaban cuando fueron interrumpidos, o más bien, interceptados.

-¡Alto ahí licántropo!- exclamó una potente voz, por el rabillo del ojo pudo notar cómo algunas aves salían volando.

Frente ellos estaba un chico de más o menos su edad, quizá más chico, la verdad Ramiro era malo con las edades, pero la palabra “licántropo” se había quedado grabada en su cerebro.

Estaba tan sorprendido que tardó unos momentos en darse cuenta de que apuntaba a Alan, que parecía tan confundido como él.

-¿Cómo me has llamado?- preguntó en un tono en el que se podía notar que la palabra le parecía el peor de los insultos.

-Licántropo -dijo el chico en una pose que emanaba seguridad, apuntando directamente a Alan con el dedo y con una mano en la cadera, resultaba un tanto ridícula- hombre lobo, hijo de la luna.

-Esa es una canción- El chico le dirigió una mirada confundida a Ramiro.

-¿Seguro?

-Bastante, y creo que no tiene nada que ver con hombres lobo.

-¿Cómo lo sabes?

-A mi hermana le gusta mucho ese grupo.

El chico había asentido convencido. -Bien, entonces quedémonos con hombre lobo.

A estas alturas la cara de Alan era un poema, decidió intervenir antes de que terminara con un apodo aún peor.

-¿Quién rayos eres?

-Me llamo Alberto, soy tu vecino, vivo en esa casa- respondió señalando la casa que se encontraba a dos de la de Alan.

Alan y Ramiro miraron la casa y después al chico, Alberto, que parecía haber perdido la inspiración y se encontraba mirándolos también.

La situación se había vuelto repentinamente incómoda.

-Entonces -Comenzó Alan en un intento por salvar la situación-  ¿hombre lobo?

-No me digas que tampoco les gusta que les digan así-  Alberto parecía indignado- mira que no es que tengan  miles de nombres para escoger y ni me vayas a salir con algo sobre lo políticamente correcto.

-No tengo ni la más mínima idea de lo que estás hablando, solo quiero aclarar que no soy un hombre lobo y no sé por qué tienes esa idea, ¿esto es una broma?

-¡¿Broma?! -Alberto se había llevado una mano al pecho en un gesto dramático- ¡Yo nunca bromeo con los encuentros paranormales!

Ramiro se contuvo para no hacer ningún comentario referente a encuentros paranormales y optó por salirse por la tangente.

-Bueno ha sido un placer conocerte, pero ya debemos irnos, tenemos cosas que hacer, hace una linda tarde- y después de decir aquello, ambos amigos prácticamente huyeron a la casa del mayor rogando no volver a toparse con el chico.

Cosa que obviamente volvió a pasar.

Alberto había empezado a esperar  a Alan cuando volvía a casa para seguirlo, en ocasiones Alan le ignoraba y pasaba de largo mientras Alberto recitaba una especie de discurso amenazante sobre los hombres lobo.

A veces Alberto iba acompañado de un chico, a Ramiro no le costó nada averiguar que se llamaba Mario, que era su novio y que aunque le quería, había momentos en el que quería matarlo por las vergüenzas que le hacía pasar últimamente.

Como la que le hacía pasar ahora mismo, mientras Alberto seguía a Alan por la calle, cambiando su tono de enojo por uno que sonaba comprensivo, mientras intentaba convencer a Alan de que no pasaba nada por ser un hombre lobo, que era parte de él y debía aceptarlo.

-Es como un mormón, o un testigo de Jehová -dijo Ramiro mientras caminaba detrás de los chicos a una distancia prudencial.

-Lo sé, como un fanático religioso -Apoyó Mario a su lado, lo cierto es que a Ramiro le caía bien el novio de aquel demente y la situación de Alan en cierta manera era graciosa.

Sobre todo cuando perdía la paciencia y se echaba a correr, consciente de que aunque Alberto intentara alcanzarlo, no podría.

Justo como acaba de pasar.

Alberto corrió un poco pero luego a unos metros se detuvo.

-Esa velocidad es de un hombre lobo -dijo en cuanto Ramiro y Mario lo alcanzaron.

-Es porque está en el equipo de atletismo –comentó Ramiro- en verdad dudo que sea un hombre lobo.

-¿O sea que usas sus habilidades de lobo para obtener ventaja?-Era como si Alberto no hubiera escuchado nada sobre no ser hombre lobo.

-No es como un súper poder -comentó Mario-. Es una habilidad con la que nacen, no veo por qué no puede usarla para algo que le convenga.

-Porque sería abusar ¿no?, dudo que un humano pueda competir contra un lobo en una carrera.

-Pero es lo mismo que los humanos, no todos tenemos las mismas habilidades, ¿estás diciendo que los que son buenos en un deporte no deberían practicarlo porque alguien normal no podría contra ellos?

-Bueno, si lo pones así…

Por un momento Ramiro había creído que Mario era más sensato que su novio, pero luego de aquella conversación estaba claro no solo que estaba igual de loco que Alberto sino que también creía que Alan era un hombre lobo.

-Pero Alan no es un hombre lobo -repitió más para sí que para aquel par.

-Yo sé que es difícil -decía Mario al tiempo que ponía las manos sobre los pequeños hombros de Ramiro- pero debes aceptar la verdad -Mario torció los labios-. Acabo de sonar también como un fanático religioso ¿verdad?

-Sí.

Bueno al menos Mario no estaba tan perdido como su novio.

 

 

Luego de despedirse del par de locos, como Ramiro les decía, fue a casa de Alan para encontrarlo en la cocina haciendo algo de comer, completamente enfadado.

-Quizá deberías intentar verle el lado gracioso al asunto -Aunque Ramiro pensaba que no debía haber nada de gracioso en ser acosado a diario.

-Pero es que no hay nada de gracioso, puede que al principio sí, cuando pensé que solo era una broma pesada, pero en verdad creen en eso, en verdad me creen un hombre lobo, el otro día incluso mencionaron algo sobre un vampiro que vivía en esta calle también, dijo que le encantaría vernos interactuar, ¡está loco!

-Vam… ¿Vampiro?

-Sí, uno de los vecinos y te aseguro que no tiene nada de vampiro.

-¿Lo has visto?- Ramiro no se lo podía creer.

-Claro, vive enfrente, y bueno el tipo trabaja de noche y quizá por eso le digan vampiro, creo que se llama Mark, es moreno y alto, no se parece en nada a los vampiros paliduchos y flacos de los cines y…- Alan se detuvo en cuanto notó la expresión de fastidio en el rostro de Ramiro- ¿Qué? ¿Por qué estás enfadado?

-¿Nada paliduchos y flacos? -preguntó Ramiro lentamente  haciendo que Alan entendiera, o eso creyó.

-No tengo nada contra la gente así, además tú sabes que no me importa tu físico…

-¡Yo no estoy pálido y flaco! -chilló Ramiro, ahora ofendido- ¡Soy de complexión delgada!

Alan lo miró sorprendido, no tenía idea de que Ramiro le diera tanta importancia a su físico.

 

A dos casas de distancia una conversación  similar se llevaba a cabo.

 

-Yo sigo pensando que no es un hombre lobo, lo ha negado en casa ocasión que ha podido.

-Eso no quiere decir nada, quizá solo quiere ocultar su identidad.

-Pero cuando confrontamos a Mark lo admitió inmediatamente.

-Mark es un vampiro -respondió Alberto cruzándose de brazos mientras giraba en su silla, lo cierto es que para Mario, aquello no era más que un berrinche.- Son criaturas diferentes, reaccionan diferente.

-Eso quizá, podría ser -Concedió Mario dispuesto a cambiar el rumbo de la conversación y evitarse una larga discusión que seguramente terminaría con una búsqueda en google sobre vampiros y hombres lobos-. Por cierto, ¿le has avisado del supuesto hombre lobo?

-Aquí no hay ningún supuesto, y no le he avisado, quero ver si puede darse cuenta por sí mismo.

-¿Porque los  vampiros son capaces de detectar a sus enemigos naturales?

-Porque es un idiota despistado que no sabe lo que pasa a su alrededor.

-Oh claro, eso también tiene sentido.

-Además quiero confrontarlos y es mejor si no sabe nada, imagina la cara que pondrá -Agregó Alberto con aquella vocecita que solía usar cuando algo lo emocionaba. Mario no dijo nada, él también quería saber qué pasaba cuando un licántropo y un  vampiro se encontraban cara a cara.

Después de unos minutos de silencio Mario decidió romperlo con una duda que asaltaba su mente.

-Si decidieran pelear ¿quién crees que ganaría?- Alberto lo miró, empezaba a plantearse la pregunta.

 

Al día siguiente, toda la mañana de Alan fue de lo más extraña, Ramiro parecía no haber sido capaz de superar el comentario del día anterior, y lo demostraba  a través de miradas hostiles y palabras que sonaban más como gruñidos amortiguados que Alan no sabía que pudieran salir de él, a mitad del día, estaba seguro de que podía entender el significado de los gruñidos y uno de los que más usaba era el que decía:  “Para de hablar o te golpeare”.

La cosa no mejoró mucho cuando al volver a casa se encontraron, como casi todos los días, con su acosador personal, aunque esta vez en lugar de pedirle que aceptara su licantropía, quería llevarlo a conocer a alguien.

-La verdad -respondió Alan- ahora mismo no estoy de humor para conocer a nadie - A su lado la cara de Ramiro parecía secundar lo dicho por su amigo. Aun así Alberto hizo caso omiso y tomo a Alan de la muñeca para arrastrarlo  a su casa.

-Adelante, adelante -decía Alberto mientras entraba a su casa sin soltar a su presa.

-Mario, en verdad -preguntó Ramiro que los seguía varios metros más atrás- ¿qué están planeando?

-Alberto solo quiere que conozcan a alguien, no tomara mucho tiempo -mintió Mario.

La casa de Alberto era amplia y estaba vacía, sus padres habían salido y no regresarían hasta mucho más tarde, luego de que instalara a sus visitas en la sala, él y su novio habían traído refrescos y refrigerios de la cocina, no parecía en nada diferente a una reunión entre amigos de no ser porque la mitad del grupo, no quería estar ahí.

-Esto es estúpido -bramó Alan-. ¿Por qué no podemos hacer esto otro día?, tengo cosas que hablar con Ramiro.

-No es verdad- Ramiro, al contrario de su amigo, parecía muy cómodo con su secuestro y se encargaba de comer de una bolsa con papas fritas mientras bebía un poco de refresco.

-¿De qué tienen que hablar?

-No es asunto tuyo.

-¿Entonces para qué lo mencionas? -preguntó Alberto sinceramente interesado en aquello, era como estar mirando un manga.

-No para que me preguntaran.

-Solo quiere llamar la atención -Agregó Ramiro mientras se llevaba un puñado de frituras a la boca.

-¿Estás enfadado con él? -Mario no tardo en dirigir su atención hacia él, aunque sabía que diría que no su lenguaje corporal le decía que sí.

-Pues…

-Bien, ¿cuál era la urgencia? -Cuatro pares de ojos se giraron hacia la entrada de la sala, ninguno había escuchado el timbre, o la puerta abrirse, así que fue una sorpresa el escuchar otra voz, Alan lo reconoció enseguida, era el vecino que vivía frente a su casa, el moreno, Mark, el supuesto vampiro.

El silencio reinó en la habitación por algunos segundos, pero luego las reacciones no se hicieron esperar.

El cuerpo de Mark se tensó, mostrando sus colmillos de manera amenazante, parecía estar dispuesto a saltar sobre el primero que intentara acercarse a él, era la primera vez que Alberto y Mario veían semejante reacción en él, y como si se hubieran puesto de acuerdo, sus ojos pasaron de Mark a Alan.

Pero fue Ramiro el que se  levantó antes de que ninguno entendiera bien lo que estaba pasando, sus uñas habían crecido como afiladas garras y mostraba unos colmillos más gruesos y pequeños que los de Mark.

Tanto Mark como Ramiro, no apartaban la mirada uno del otro, era como si ambos esperaran algo, una señal para saltar uno encima del otro e intentar abrirse la garganta mutuamente, pero antes de que eso pasara Alberto decidió intervenir.

-¡¿Tú eres el hombre lobo?! -La decepción era más que notable en su voz.- ¿En serio? ¿Tú?

-¿Sabías que era un licántropo? -Mark sonaba insultado- ¡¿Me han llamado por esa cosa?!

-¿Esa cosa?, mira quien habla sanguijuela -Se defendió Ramiro sin ocultar sus garras o colmillos, aun así miro a Alberto- ¿Y qué quieres decir con eso? ¿No entro en tu estereotipo de hombre lobo?

-No -Mario suspiró, Alberto tenía un don para encontrar criaturas sobrenaturales y por la cara de Mark y Ramiro, también lo tenía para insultarlas.

-Tranquilos todos -Intervino Mario antes de que los dos seres sobrenaturales decidieran hacer una tregua temporal para matar a su novio-. Es obvio que estamos sorprendidos, tomemos un momento para asimilar las cosas.

-Yo no pienso quedarme en la misma habitación que ese perro.

-Ni yo con la sanguijuela.

-¡Pulgoso!

-¡Cadáver fresco!

-¡Cachorro! -Ramiro abrió los ojos grandes luego de que Mark le llamara de esa forma.

-¿Cachorro? -gruñó, los tres mortales no entendían por qué eso era un insulto aún peor que todos los anteriores, aun así decidieron no intervenir, sobre todo Alan, que en verdad no entendía nada.

Ramiro se limitó a clavar sus garras en uno de los sillones y levantarlo del suelo con un solo brazo como si se tratara de un simple pedazo de papel y cuando Alberto notó que iba a lanzarlo contra Mark decidió entonces que era momento de interferir.

-¡NOOO! -chilló tan fuerte que Ramiro tuvo que cubrirse un oído con su mano libre para evitar que le lastimara- ¡LA SALA NOOO!

-¡¿CÓMO ES POSIBLE QUE PUEDAS LEVANTAR ESO?!- gritó también Mario sorprendido, Alan simplemente miraba, era raro ver a una cosa tan pequeña como su amigo mostrar semejante fuerza.

-No es tan raro -dijo Ramiro sintiéndose intimidado por las miradas de sorpresa.

Mark se cruzó de brazos. -Bah lobos, siempre son unos salvajes.

-Al menos no somos unos cobardes que dopan a sus víctimas -Ramiro bajó el sofá dejándolo de nuevo en su lugar, que Alberto se encargara de explicar esas marcas en el mueble a su mamá.

Mario miró a su novio. -Quiero cambiar mi apuesta.

-De eso nada, te dije que el lobo ganaría -respondió Alberto triunfante.

-¿Apostaron sobre nosotros? -preguntaron Mark y Ramiro simultáneamente.

-¡Y yo gané! -dijo Alberto alegremente.

-Eso no es justo, ni siquiera nos hemos enfrentado.

-Da igual, es obvio que te ganaré.

-¡¡ No me has ganado en nada!! Salvo en salir de día- Mark gruñó molesto.

-Entonces… -Todos miraron a Alan, habían olvidado que estaba ahí- lo de vampiros y hombres lobos… ¿es verdad?

-Te dijimos que aceptaras la verdad en tu corazón.

-Ahora no es el mejor momento para eso Alberto-Interrumpió Mario- además, cómo es posible que Ramiro sea el hombre lobo, dijiste que era Alan.

-Bueno pensé que era él, cumplía con todos los requisitos.

-¿Y según tu cuáles son?-preguntó Mark a él lo había descubierto simplemente porque se dio cuenta de que solo salía de noche y que no soportaba el ajo. Así que tenía curiosidad por saber cuál había sido el detonante para descubrir a un licántropo.

-Pues… es alto, fornido, atlético…-reflexionó Alberto- en cierta manera a veces me recuerda a un perrito.

Ramiro contuvo su sonrisa, él también pensaba que Alan parecía un cachorrito juguetón, pero ahora no era el mejor momento para hacerlo saber.

-Eso no tiene sentido -Brincó Alan- Si eso fuera así la mitad de los adolescentes del mundo serían hombres lobo.

-Ya me gustaría que la mitad de los adolescentes del mundo fueran así -Se lamentó Mario.

-Bueno, no estaba tan perdido -Se defendió Alberto, ignorando a su novio- si encontré a un hombre lobo.

-Pero no era yo.

-Y no tiene nada que ver con la descripción que acabas de dar -Puntualizó Mark queriendo fastidiar a Ramiro, que se limitó a responderle con un gruñido de indignación.

-Además -Intervino Mario en un intento por borrar la idea de tener un harem que incluía chicos atléticos y musculosos-. ¿Por qué nunca dijiste que tú eras el licántropo Ramiro? Sabías que estábamos persiguiendo a Alan por eso.

-Nunca me preguntaron.

-No jodas. -Mark no pudo expresar de mejor manera los pensamientos de todos en la sala- ¿Esa es tu razón?

-Al menos yo sí pude ocultarme a plena vista, no como tú, ¿cuánto tiempo tardaron en descubrirte?

-¡Eso es culpa de internet! -Mark en verdad odiaba la tecnología moderna.

-¡Eso es no saber adaptarte!

-¿Cómo tú que vas a la preparatoria?- replicó Mark llevándose las manos a la cadera- Más que adaptarte me parece que solo quieres satisfacer tus gustos por la carne joven.

Ramiro se sonrojó profundamente. -¡Es la edad que aparento! ¡Nada tienen que ver mis gustos en esto!

-Claro, ahora me dirás que no disfrutas pasando tu tiempo con jovencitos -Poco a poco Mark había adquirido un tono burlón que no hacía más que avergonzar más y más al licántropo.

-¿Jovencitos? -preguntó Alan en verdad confundido- ¿Qué edad tienes?

-¿Qué edad aparento? -preguntó Ramiro mirándolo, era consciente de no aparentar más de 15 o 16 años como mucho.

-Tiene 78 años -Ramiro no tardó en fulminar con la mirada a Mark.

-¿Qué?

-Los lobos envejecemos más despacio que los humanos -Se defendió- así que prácticamente sigo siendo un adolescente.

-¿Y lo de hace 50 años que fue? ¿Tu entrada a la pubertad?

-Cállate de una vez Mark que tú tampoco eres el vampiro más viejo del mundo.

-Ya me perdí -Suspiró Alberto- Mario ¿entiendes algo?

-Pues por lo que he escuchado, estos dos se conocen de antes, seguro fueron amigos y compartieron algo más, puede que incluso amantes, pero empezaron a tener diferencias, Ramiro quería a alguien más joven y fresco y Mark alguien más viejo y experimentado, así que inevitablemente tuvieron una separación dolorosa y llena de resentimiento y ahora se vuelven a encontrar 50 años después, solo para descubrir que Ramiro tiene una relación con un jovencito de 16 años como quería, así que despertó los celos de Mark que ahora trata de sabotear la relación sacando oscuros secretos del pasado de ambos.

-¿Entonces su enemistad no tiene nada que ver con eso del odio entre especies? –preguntó Alberto, la historia que acaba de contar Mario resultaba más interesante que la que pasaba frente a ellos.- Pero Mark tiene a Dex.

-Por eso lo trata así, porque no ha podido olvidar a Ramiro, su amor del pasado y…

-Tú en verdad necesitas ayuda profesional. -Interrumpió Ramiro, todo era ya demasiado raro y solo quería ir a casa- Eso es algo enfermizo.

-Algunos dirían que es romántico -murmuró Alberto- ya sabes el amor prohibido entre dos especies…

-Eso no está prohibido entre nosotros -respondió Mark-. En verdad los mortales pueden tener tantos prejuicios…

-Wow, un momento, entonces ¿qué pasa con eso de la lucha entre especies?, ¿enemigos naturales? ¿Su reacción de hace rato?

- Eso es ficción -A Ramiro ya comenzaba a dolerle la cabeza y no podía dejar de mirar de reojo a Alan, aún debía explicarle por qué no había mencionado lo su licantropía, pero ya lo haría cuando estuvieran en privado-. No deberían creer todo lo que ven en televisión o internet.

-No tienes ni idea de cuantas veces les he dicho eso -Se lamentó Mark.

-Ni digas nada que a ti te atrapamos gracias a Google.

-Odio esa cosa.

-¿Pero entonces por qué su reacción de hace rato?- preguntó Mario, aquello no estaba resultando como ellos imaginaban.

-Nos conocemos de antes -Se apresuró a responder el vampiro.

-Viejos desacuerdos -Apoyó el licántropo

-Nada que les concierna -dijeron ambos al mismo tiempo, dando por zanjado el asunto.

Mario y Alberto parpadearon, era obvio que no responderían más preguntas y aquello solo hacía que sintieran más curiosidad por lo que fuera que había pasado entre esos dos.

-¿Por qué se llevan mal?

-Porque Mark es un imbécil -gruñó el licántropo.

-¡Sí! -gritó Alberto alegremente- ¡Al fin alguien comparte mi opinión!

Ramiro lo miró, por un momento había creído que gritaría: “Sí, al fin está vivo”.

-Lo único que tienen que saber es que nuestras especies no tienen nada que ver con el hecho de que no nos llevemos bien y… ¿Qué estás haciendo? -Mark no se lo podía creer.

El grupo entero se giró para ver a Alan, quien se había resignado a no entender algo de lo que pasaba y estaba cómodamente sentado en la alfombra disfrutando de los refrigerios y del show.

-No se preocupen por mí, sigan -Los animó mientras daba un sorbo a su bebida- ya comienzo a tomarle el hilo al asunto.

-Esto no es un…- Mark se pasó una mano por el cabello, comenzaba a sentirse realmente frustrado- Haz algo con él- Agregó mirando a Ramiro.

-¿Qué quieres que haga? , no está haciendo nada malo.

-Es verdad Mark, deberías ser un poco más comprensivo, -Apoyó Mario- el pobre acaba de enterarse de muchas cosas.

-Sí, es verdad -dijo Alan mientras se levantaba sacudiéndose la ropa-. No todos los días te enteras de que la persona que te gusta es un hombre lobo.

Ramiro lo miró como si acabara de hablar en chino-. ¿La qué? ¿De tu qué? -balbuceó mientras sentía cómo empezaba a ponerse rojo.

-¿Qué? -Alan lo miro confundido- ¿No sabías que me gustabas?

-Yo…eh…

-Esto es tan romántico -susurró Alberto tomando la mano de su pareja.

-Es toda una declaración -Apoyó Mario.

Mark simplemente rodó los ojos. -Solo le está diciendo que le gusta, ni que le estuviera pidiendo matrimonio.

-Creía que era bastante obvio -Continuó Alan ignorando al trío- Pero ya veo que no, como sea, me gustas y me gustaría que empezáramos a salir.

Ramiro seguía inmóvil mirándolo, acababa de descubrir que era un hombre lobo y ahora, ¿le proponía una cita? ¿En serio?, en otros tiempos ya hubieran empezado a preparar las antorchas para el linchamiento.

El rostro de Alan empezó a mostrar un gesto de decepción al ver que no recibía respuesta, puede que Ramiro no entendiera las indirectas, pero el sí.- Oh ya veo.

-Nooo, digo sí, o sea, sí me gustaría salir contigo pero ¿estás seguro?

-¿Lo dices por lo de ser un hombre lobo? -preguntó Alan para luego ver cómo Ramiro asentía dándole la razón- No te preocupes por eso, lo hace más interesante, además siempre me han gustado los perros.

La cachetada resonó tan fuerte que los tres testigos no pudieron contener sus muecas de dolor al ver la mano de Ramiro marcada sobre la mejilla de Alan, que hacía todo lo posible por no llorar, el ardor era horrible.

Ramiro salió de la casa gruñendo cosas sobre diferencias entre lobos y perros, mientras un muy adolorido Alan lo seguía.

-Ya estoy muy viejo para estas cosas -Suspiró Mark mientras también salía de la casa, sintiéndose repentinamente mejor por tener a Dex a su lado, podría ser un acosador de primera, pero al menos sabía cuando hablar y cuando quedarse callado.

Una vez Alberto y Mario estuvieron solos fue el primero quien se animó a romper el silencio.

-Entonces, ¿van a empezar a salir o no?

-Supongo que sí -respondió Mario, la verdad, tampoco estaba seguro de en qué había quedado esa pareja.

Alberto asintió, habían olvidado por completo que su misión de la noche era ver una pelea entre dos seres sobrenaturales, no una declaración de amor.

-Podemos empezar a documentar el avance de su noviazgo -Propuso Alberto.

-Sí, me da curiosidad saber cómo será esa relación- Aceptó Mario.

Aunque si había algo que ambos sabían hacer, era aprovechar las situaciones.


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