No habían pasado muchos días desde que el a quien todo mundo veía con gran respeto se sentara frente a su grupo y les comentara que tendría una fiesta de cumpleaños, y los invitaba a todos a presentarse.
Usualmente no solía ser tan amable, pero ese día estaba de muy buen humor, o quizá, estaba sufriendo por alguna razón.
-Atobe, ¿te pasa algo?-
-no, realmente nada-
-entonces, dime ¿Por qué tienes esa cara tan triste?-
-¿pueden dejarme un momento a solas?-
-el gran Atobe pidiendo un favor-
El silencio del rey, los hizo preguntarse qué estaba pasando en su cabeza, sus bellos ojos no se asomaron ni una sola vez, tomo asiento en su famosa silla personal, descanso un rato y al levantarse, se acercó a la ventana del aula.
-¿me puedes decir que es lo que te pasa?-
-ya dije que no me pasa nada-
-Kiyoshi, ¿lo has visto?-
-no lo he visto-
Sus ojos se cerraron tristemente, llenos de angustia, no sabía que pensar ni que decir, además de lo solitario que se veía, Kiyoshi se asustó un poco de mirarlo en ese estado y prefirió salir para no incomodarlo o estorbar.
Han pasado 3 días y hoy es el cumple del gran King, está un poco serio, solitario y deprimido, no sabe cómo comportarse.
-Atobe-sama, feliz cumpleaños-
Todas las felicitaciones no le hacían sentir bien, además, no es lo que él esperaba.
-dime ¿Qué es lo que esperas escuchar?-
Una voz adormilada se hizo escuchar detrás del festejado, quien volteo sorprendido y algo entusiasmado.
-nada en especial-
-ven conmigo-
-¿A dónde?-
-a la azotea-
Ambos caminaron despacio, sus ojos se iluminaron con el reflejo de la bella luna, sus pasos se escuchaban y resonaban con calma.
-¿ya lo pensaste?-
-¿pensar que?-
-Atobe, te he dicho que podemos ser buenos amigos, tu siempre insistes en convertirme en tu mascota sexual y abusas del tiempo en el que estoy durmiendo para satisfacerte-
-mira quien lo dice-
-si lo dices porque te mordí el cuello y la espalda, tan solo quería divertirme un poco-
-claro, divierte más-
-perdóname-
-nunca, yo no perdono, no me arrepiento y no pido perdón a nadie-
-entonces, dime ¿tu amas?-
Las últimas palabras que Jirou resonaron en los oídos de Keigo, quien al instante se enojó como era su costumbre.
-no Keigo, no me digas que use un “sama”, porque de nada te sirve contra mi, si voy a ser tu juguete, al menos entérate, que aun con todo lo distraído que soy…-
-¿Qué te pasa?-
-te amo demasiado, si quieres hacerme tuyo cada que se te antoje, al menos déjame ser tu regalo de cumpleaños, déjame regalarte las palabras que esperaba desde hace más de un año decirte, TE AMO KEIGO-
Esas palabras lo hicieron tan feliz, Akutawa fue tomado entre los brazos del rey, y llevado hasta su habitación, donde nuevamente se entregó a su amado, derramando lágrimas de felicidad y dolor ante la excitación de tener la satisfacción de estar en los brazos de su adorado Atobe Keigo.