13-El amor salvará al mundo (2)
¡Me deseáis! ¿No es cierto?—preguntó Jounichi y al otro se le secó la boca. El rubio sonrió pues había tomado al otro desprevenido e intentó alejarse pero justo en ese momento el ojos azules hizo algo que no esperaba. Halándolo muy fuerte le besó con pasión—Más vale que os detengáis si no queréis que esto pase a mayores—le advirtió el ojos mieles.
Habéis hecho que me de cuenta de algo que permanecía oculto—dijo el castaño pues en el preciso momento en que el otro lo mencionó todo había quedado claro para él—No podéis pretender que me detenga ahora—Sus labios volvieron frenéticos a los del otro. Si, lo deseaba. Con pasión. Algo impensado para él estaba sucediendo. Jamás se había fijado en un hombre de esa forma.
Por su lado Jounichi también estaba sorprendido de la reacción del otro ya que pensó que se arredraría con su afirmación. Nunca pensó que lograra darle vigor a sus instintos. Pero eso era lo divertido del otro. Sus impulsos siempre lo desbocaban a situaciones que ni él mismo comprendía bien.
Debemos parar o ellos…--dijo el melado preocupado de que los atraparan en tal situación.
Ellos deben estar haciendo lo mismo que nosotros—afirmó Seto para su consternación. ¿En verdad habían llegado tan lejos ya? Al ver que el otro correspondía a sus intenciones le dijo—No pensé que vos… Teniendo en cuenta a vuestra esposa e hijo—
Estaba muy confundido y se notaba. Jouno sonrió pícaramente y preguntó--¿Acaso pensasteis que Ayako era mi primera pareja?—
Tal vez no pero…--respondió el ojos azules tratando de hallar las palabras adecuadas.
Tal vez me agradáis más de lo que pensáis—dijo Katsuya antes de comerle la boca de un beso. Era inútil dar vueltas y hacer pensar en eso al otro que solo se confundiría por las rudimentarias artes con las que contaba. Algo en su cuerpo se estaba fundiendo con un calor cercano que se estaba difundiendo por todo su cuerpo. De pronto se dio cuenta de cuan intensa era su atracción por ese rudo e inocente samurai.
Cuando estuvieron sobre la cama de la que se acababa de levantar el otro, que era un par de mantas tendidas en el suelo, Seto reaccionó y se disculpó diciendo después de parar su beso—No sé como hacer esto, así que si hago algo que…--
Tranquilo—le respondió el otro—Yo sé muy bien que hacer—el otro frunció el ceño—¿Pensabais que eras el pri…?—tres dedos detuvieron sus palabras al colocarse sobre su boca.
Es mejor que no lo digáis—dijo con voz un poco más grave el castaño y para asombro del rubio, este descubrió que el otro trataba enormemente de no sentirse celoso. Esa repentina posesividad le sorprendió mucho.
Es mejor que lo dejemos hasta aquí, no quiero que os confundáis. No es un simple revolcón para vos. ¡Vais en serio y no está bien!—dijo de pronto intentando librarse del otro. En su espalda la herida molestaba solo un poco pero podía utilizarla de excusa si es que…
¿Os cuidáis para que no os lastimen, cierto?—dijo Kaiba de pronto y el rubio rebeldemente iba a responder que si él creía que podía hacerlo cuando las oportunas palabras del samurai mataron sus palabras antes de que estas lograran salir de su boca--¡Vuestra esposa, vuestro hijo, amigos, vuestra madre, incluso vuestro padre, todos ellos os dañaron! ¿Cierto? Tenéis miedo de seguir sufriendo por otros. Queréis cortar lazos de una vez, pero adivina qué, no voy a dejaros—
El beso que siguió tomó desprevenido al ninja que sorprendido descubrió que su cuerpo se entregaba, derribadas todas las barreras. Decidió que en ese tiempo finito que les tocaba en la tierra, aún cuando dolieran, había cosas por las que valía la pena arriesgar por unos segundos de existencia.
Fue así que llevó la misma mano que lo acallara de vuelta a sus labios y mirando los profundos ojos azules introdujo tres de sus más largos dedos en su boca, succionándolos, mojándolos lenta y provocativamente, tanto que la erección que guardaba el samurai se volvió insoportablemente dolorosa en ese momento e impaciente como era quitó sus dedos de la boca del otro para atacarla con la propia.
El calor en la pequeña habitación de madera y paja se hizo insoportable mientras los cuerpos se debatían en una danza en la que necesitaban estar unidos.
¿Cómo…?—una ronca pregunta susurrada de los labios angustiados de un seme castaño.
De a uno… haced lugar y vais… introduciendo los demás—respuesta apagada y cortada por la respiración jadeante de un uke rubio que se prepara y necesita estar con otro.
Seto fue al cuello mientras su mano comenzaba a hurgar en el delicioso recoveco de su amante urgido por la imperiosa necesidad de la carne.
No terminó de preparar del todo al melado necesitado como estaba de estar en su interior y un estrecho espacio se abrió ante él de a poco envolviendo su viril miembro estrechamente mientras los brazos del otro que estaban alrededor de su cuello se estrechaban también para imprimir fuerza a su resistencia y sus jadeos guturales empezaban a aumentar junto al oído del otro.
Las piernas del ninja enlazaron las caderas del samurai mientras junto a su tímpano le oía decir—Quiero… llenaros de mí… hasta que… no quede… un espacio vacío—
La poca resistencia de su razón se estaba derritiendo con esas palabras y entonces se dio cuenta de cuan profundo estaba llegando el otro. Donde nadie nunca antes llegara. Era peligroso, le dijo su razón desfalleciente. Podía ser mortal incluso si algún día se viera en una disyuntiva entre salvarse o salvarle. El era un ninja, no concebía el auto sacrificio por nadie y sin embargo, eso que estaba sucediendo… podía pervertirlo todo. ¿Podría volverse un hombre más noble gracias a ese hombre?
Con un gemido gutural y sus manos agarrotadas en las prendas del otro ambos recibieron la culminación del acto sexual con los ojos cerrados y las caras apartadas del otro como si así pudieran negar en verdad lo que estaba sucediendo aunque de ninguna manera podían engañarse a ellos mismos.
Los ojos grises se enfocaron en los negros. Nadie más parecía estar ahí. Era un mundo aparte. Un mundo sin peligro ni enemigos, sin heridas y sin preocupaciones. El menor se acurrucó en el pecho del mayor quien lo abrazaba tratando de mantener afuera al otro mundo, al cruel.
Aún así debían volver y lo sabían.
Cuando entraron a la habitación el castaño y el rubio tomaban té junto a la fogata. Parecían estar cada uno en su propio mundo.
¿Os habéis peleado de nuevo?—preguntó el pelinegro. Seto no contestó.
¿Y vosotros que hacíais?—preguntó el ojos mieles haciendo ruborizar al peligris.
¡Conversábamos!—mintió algo nervioso Kinomoto sin dejarlo ver y sorprendido el ojos azules le miró.
Pues que conversación tan larga la vuestra. Llevamos horas esperándoles—mintió Katsuya.
¡Me alegra vuestra mejoría!—dijo sinceramente Touya.
¡A mi también!—respondió Jouno y les invitó--¿Queréis té? Está caliente aún—
El pelinegro asintió y todos se sentaron.
¿Qué haremos?—preguntó el ojos mieles al samurai—Debemos movernos lo antes posible y lo sabéis—los otros escuchaban.
El problema es adonde—exclamó Kinomoto.
¿Vuestros jefes son una opción?—preguntó el ninja.
Tal vez. Depende de las noticias que les hayan llegado de lo que le pasó a Asahi sama—dijo el ojos negros.
Yukito separó su vista de ellos con tristeza en ella. Se sentía culpable, eso era evidente. Seto colocó una mano sobre su hombro.
¡No es vuestra culpa, sino de Yue!—le dijo y el rubio levantó sus ojos hacia el peligris recordando la escena en que el cuerpo del otro lamiera de su mano la sangre del viejo. Los ojos azules se encontraron con los suyos percibiendo su intensidad y molesto el otro retiró su mirada del monje que también se dio cuenta de lo que pensaba Jounichi.
Es inútil pensar en el pasado. Debemos enfocarnos en este problema—dijo el ninja.
Tenéis toda la razón—indicó el pelinegro.
Tal vez…--dijo de pronto el castaño y todos lo miraron—Tal vez conozca un lugar en el que podamos guarecernos—