Se me erizo la piel al sentir su aliento en mi oreja, me levante abruptamente del sillón quitándome sus brazos de encima. Me di vuelta mirándolo, camine para atrás alejándome hasta que mi respaldaba bajo golpeo contra el escritorio.
Él se sentó sobre el respaldo del sillón y se lamio los dedos de las manos y se sacó los lentes— ¿Ah?
—¿¡Que intento hacerme!?
—Nada… quiétate la camisa.
— ¿¡Disculpe!? —pregunte horrorizado.
— ¡O quédatela! Como quieras, súdala si se te da la regalada gana. Como gustes— sonrió— no me molesta en lo… absoluto.
— ¿¡Que!? —Le pregunte expandiendo mis ojos del asombro. Bien, lo admito, soy una persona de una mente algo sucia. E imaginar que alguien que me intento seducir me diga eso…ya vez, lo que uno se imagina.
Se levantó y saco un megáfono de la mesita que estaba a un costado del sofá y lo apunto a mi rostro. Tomo aire— ¡Si quieres ser mi guardaespaldas personal, deberás correr! ¡Corre, forest, corre! —y grito.
[…]
Bien, realmente no sé cómo paso esto. Pero estoy corriendo en una pista de carreras mientras mi –No todavía confirmado- jefe me grita y me chifla con un silbato, como si fuera poco eso, los demás integrantes de la empresa Candy’s Corp. se ríen como si no hubiera un mañana.
Es patético, y luego de más de media hora corriendo me desplomo en el suelo. Caigo agobiado.
— ¿Es todo lo que puedes hacer? —Me pregunto caminando hacia a mí el ‘buen’ señor Vegeta— Imagina que te persiguen las facturas, a lo mejor corres más rápido. ¡Vamos, mueve esas piernas, asqueroso insecto!
Estaba jadeante y cansado— ¡Ven a correr tú, entonces! ¡Si crees que puedes hacerlo mejor! —Me senté en la tierra mientras las gotas de sudor emanaban de mi rostro. Hacia unos veintiún grados en la sombra y yo estaba jadeante. Agobiado y me dolía la cabeza.
—Seguro lo hago mejor que tú, enclenque.
El mundo comenzó a moverse de manera incoherente—Ah… me mareo.
— ¿Estas bien? —me pregunto. Acercándose a mi rostro, entre sus manos tomo mi labio y lo estiro— ¡Ah, llamen al enfermero! ¡Ahora!
Cuando intente contestar a mí, creo, actual jefe, las palabras no se formaron en mi boca. Solo salió una corriente de aire caliente, e intente levantar la mano. Pero cayó como peso muerto, cuando me pusieron de pie, me desplome. La vista se me nublo y en cuestión de milésimas. Me desmaye.
Me desperté adolorido en la enfermería de la corporación, algo cansado y un poco mareado por la baja de presión. Era por el calor obviamente, y aun sabiéndolo ha venido un tipo con traje de enfermero a hacérmelo saber, ¿era necesario? Por favor, soy un hombre adulto capaz de cuidarme solo.
—Sí, ya se. —Respondí con monotonía— se lo que me paso y por qué, así que si puede dejarme solo enfermerito…
—Turles— Me interrumpió— Mi nombre es Turles.
—Aja, si— Respondí— pero yo ya sé que paso, así que si me deja irme…
Vi a vegeta entrar a la habitación, mientras discutía con el enfermero— ¿Cómo está? —
—Podría estar mejor —conteste, él le hizo un ademan ordenándole a ‘Turles’ que nos dejara solos.
—Me alegro… —susurro. Se acercó a mí y choco su nariz con la mía— si no apestara tanto, le besaría.
Lo mire y pestañe, de un pequeño impulso le rose los labios en forma de un pequeño y furtivo beso— Pues, que pena, ¿verdad?
Él se alejó y se sentó en el costado de la camilla mirándome— ¿Tal vez…? No me importe mucho que este sudando.