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Ignis Draco por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Bueno, pos aqui estoy de nuevo, espero que os guste la conti, este cap es un poco mas divertido y "alegre" que el resto, una ligera tregua se podria decir

 

 El calor era ligeramente sofocante cuando Law se despertó, sin embargo, a pesar del asfixiante abrazo que Kidd seguía dándole sin la más mínima intención de moverse, se sentía terriblemente bien. Law suspiró satisfecho mientras acaba de despertarse recostándose aún más contra el pecho de Kidd y felizmente absorbiendo el ridículo calor que desprendía el cuerpo del pelirrojo. Por un momento, mientras su mente volvía a hacer contacto con el mundo, Law solo disfrutó del momento. Del cuerpo del dragón envolviendo el suyo en un contacto protector y cariñoso, en cómo sus músculos se sentían cansados pero relajados tras la primera noche de sueño decente que había tenido en mucho tiempo, o en cómo el aliento de Kidd chocaba contra su pelo y como sus manos apretaban firmemente su cintura y trasero en un agarre posesivo, con el que parecía estarle marcando como algo suyo.

 

A Law curiosamente le gustó ese hecho, sería bonito aceptar los sentimientos del dragón y pertenecerle del mismo modo en que el dragón le pertenecería entonces a él. Sería bonito quedarse con Kidd y olvidarse de todo, aún tenían que resolver demasiadas cosas, pero Law podía ya imaginarse sin ningún problema la vida al lado de Kidd.

 

Y fue bonito hasta que su mente acabó de despertarse y volvió a chocar con la realidad.

 

No. Él no era una persona corriente que pudiese dejarlo todo por un capricho amoroso, él era un exorcista, defendía el mundo del mal que le acechaba, él protegía a la gente. Y era aquel el único hecho que le dejaba dormir muchas noches, el saber que lo que mataba y las atrocidades que había cometido por la iglesia habían sido para salvar a gente indefensa. No podía aceptar a Kidd. No podía abandonar todo en lo que había creído y sus ideales por un mero desliz que había tenido. Así que, a pesar de todo lo que había pasado la noche anterior, a pesar de las nuevas y agradables emociones tras la confesión de Kidd, o tras la forma en que el dragón le había tocado y besado como si fuese lo más preciado que nunca hubiese tenido entre sus manos, Law se mintió a sí mismo. Se dijo que aquello no había significado nada, que solo había sido una noche de sexo y una nueva forma de resolver sus peleas.

 

Solo eso.

 

Law se removió entonces, aún atrapado entre los brazos del otro, intentando liberarse. Kidd al instante protestó y hundió aún más la cara en su cuello hasta que su boca rozó contra el mordisco que había dejado allí la noche anterior. Law tembló al instante cuando una corriente eléctrica le atravesó y Kidd ronroneó satisfecho con aquella reacción, la confirmación de su posesión sobre el moreno. Law le miró mal y quiso agredirle mientras un instinto asesino volvía a resurgir en él. Intensamente. Pero aún así, cuando el moreno se contuvo y solo volvió a intentar soltarse de su abrazo, Kidd solo gruñó molesto y al final le dejó marcharse de sus brazos. El exorcista le observó rodar por la cama y volver a dormirse, ahora claramente con el ceño fruncido y fastidiado porque Law quisiese irse de su lado. Pero aún así dejándole hacerlo dándole la libertad que quería sin siquiera dudar.

 

De nuevo la caja dónde Law había encerrado los sentimientos inútiles por el dragón amenazó con romperse y liberarlos.

 

El moreno entonces se levantó de la cama rápidamente huyendo del dragón y de lo que se negaba a sentir por varias razones. El aire frío de repente le envolvió por completo y Law tiritó ligeramente, queriendo al instante volver a tumbarse en la cama con Kidd y refugiarse en su calor. Reprimió el deseo al instante y, para despertarse aún más, se puso de pie y caminó por la habitación totalmente desnudo hasta que encontró su ropa de la noche anterior al lado de la pared. Con la mente en blanco y helándose de frío, se vistió intentando ignorar el problema en el que se había metido.

 

Vale, podía reprimir sus sentimientos todo lo que quisiera como siempre había hecho, podría huir de lo que sentía por Kidd como llevaba días haciendo, pero eso seguiría sin evitar el problema más grande que ahora tenía: la iglesia. Había roto el voto de castidad. La primera regla de todo el puñetero código justo debajo de la de "Si rompes el código estas muerto”. Si la iglesia lo descubría, sus problemas con los repentinos sentimientos por Kidd no serían nada comparados con lo que se le vendría encima. Porque lo peor es que no solo había roto el voto, sino que encima lo había hecho con su enemigo y supuesta víctima, no con alguien normal y corriente no, sino con el puñetero dragón. Le iban a matar como nunca se había matado a nadie, le maldecirían y le excomulgarían de tal manera que bien podría volverse el rey del maldito infierno.

 

Law tembló entrando en un ligero ataque de pánico. ¿Qué cojones iba a hacer ahora? No podía matar ahora a Kidd y llevarles su cabeza como trofeo, como forma de acallar al único testigo que había habido, simplemente ahora no podía, algo le decía que iba a ser incapaz de dar el golpe final al hombre durmiendo plácidamente en su cama. ¿Y entonces qué hacía ahora?, siempre podía mentir e inventarse una historia. Si, mentir estaba bien, luego podría huir y esconderse debajo del tesoro del dragón como la maldita mierdecilla que era para que nadie nunca le encontrase.

 

Law suspiró pasándose las manos por la cara sabiendo que tenía que tranquilizarse para poder pensar como una persona normal. Desgraciadamente los acontecimientos de la noche anterior aún seguían demasiado recientes, el calor del dragón en su cama aún seguía haciendo que su piel tirase dolorosamente queriendo volver a donde dormía el pelirrojo y volver a hundirse entre sus brazos.

 

Law tomó una bocanada de aire obligándose a simplemente no pensar. No quería pensar en lo increíblemente maravilloso que había sido el sexo. No quería pensar en el futuro. No quería pensar en la iglesia. Necesitaba relajarse y simplemente no pensar en nada. Así que por primera vez en su vida no analizó la situación como le habían enseñado a hacer. No le dio vueltas a sus distintos problemas hasta sacar distintas conclusiones viables que pudieran funcionar y arreglasen todo con una facilidad sospechosa. No pensó en segundos planes, ni en las consecuencias de las distintas acciones que podría tomar. Simplemente ignoró los problemas como estaba ignorando sus sentimientos.

 

Como últimamente ignoraba todo.

 

Aún desnudo a excepción de los bóxers, el exorcista salió de la habitación en dirección a la cocina con paso rápido y casi desesperado. Iba a cocinar el maldito desayuno. No se le daba bien cocinar, no le gustaba hacerlo y, aunque hubiese memorizado varias recetas por si había necesidad de usarlas, simplemente no entendía el placer que algunas personas veían en aquello. Sin embargo, la tarea le mantendría la mente ocupada que era lo que quería, y no supondría un ejercicio demasiado intenso para sus entumecidos músculos.

 

Y además, por primera vez en mucho tiempo, se estaba muriendo de hambre, y aunque le fastidiase y le hiciese sonrojarse solo de pensarlo, sospechaba el por qué.

.

.

.

Law agarró el mango de la sartén, y con un rápido giro de muñeca lanzó la tortita al aire. El pequeño pedazo de masa redonda y a medio hacer, dio una vuelta perfecta en el aire antes de aterrizar con un golpe seco en el suelo de tierra. Justo por el lado dónde la masa aún estaba líquida y pringosa.

 

El tic en la ceja de Law alcanzó proporciones bíblicas y por un momento quiso mandar la sartén y la pequeña cocina de leña y acero donde estaba haciendo la comida, a la mierda. ¿Relajado cocinar? Y una mierda. La pequeña cocina estaba hecha un desastre y solo era una simple receta de tortitas, había que poner harina, había que poner huevos, leche y poco más. Lo que no entendía era como la mitad de la harina había acabado en la encimera, ni como el azúcar había acabado encima de él, ni siquiera comprendía cómo es que los huevos seguían resquebrajados en el suelo en un pudin extraño con la leche. Él era hábil, sabía manejarse en cualquier ambiente y perfectamente podía hacer unas tortitas.

 

La culpa definitivamente no era suya, la culpa era de los huevos que se rompían con solo mirarlos, de la harina que creaba nubes blancas cuando se la trataba sin la suficiente delicadeza, y de la oxidada sartén a la que se pegaba la masa creando el desastre del siglo. Law suspiró frustrado. Cocinar era lo único que no se le daba bien en esta vida y era algo que siempre le había fastidiado. Todo el mundo podía cocinar, pero al parecer él, el exorcista que mataba criaturas mitológicas, no. Así de divertida era la vida.

 

El moreno observó el pequeño plato de plata al lado del fuego dónde algunos de sus experimentos habían sobrevivido. Solo eran un puñado de tortitas, no llegaban ni a seis, y la mitad estaban quemadas con un aspecto extraño, pero por lo menos era mejor que nada. Law casi se sentía orgulloso de ellas.

 

Pero necesitaba cocinar más, había visto al dragón comer y definitivamente aquello no era suficiente ni para una persona. Así que Law volvió a coger el bol de la masa, volcó su contenido y lo volvió a extender por la sartén rezando por qué no explotase en su cara.

 

Y fue entonces cuando unas manos perezosas rodearon su cintura y cuando una boca empezó a repartir lametazos por su cuello centrándose con insistencia en el mordisco que el dragón le había dejado la noche anterior. Law tembló y se tensó al instante, mientras su estómago saltaba en su pecho ligeramente emocionado.

 

— ¿Tienes algo contra mi cocina?— preguntó entonces el dragón con aquella voz ronca de quien acaba de levantarse y apretándole contra su pecho casi descuidadamente.

 

Law cerró los ojos intentando recuperar la compostura que por un momento había perdido, al sentir al otro rozando su lóbulo casi accidentalmente. Y entonces se dio cuenta, ligeramente alarmado, de la situación en la que estaba. Desnudo a excepción de los bóxers, en medio de la cocina de la bestia que le había follado la noche anterior, y haciéndole el desayuno. Prácticamente podía haberse abierto de piernas, haberse sentado en la mesa y haber suplicado por que le tomara, porque la interpretación de aquello iba a ser la misma.

 

Aquel definitivamente no era su día.

 

Law se removió en el agarre del otro dándose cuenta de que Kidd, a diferencia de él, por lo menos se había puesto unos pantalones. El contacto pecho contra espalda seguía siendo el mismo de la noche anterior y seguía poniéndole la piel de gallina, pero por lo menos el dragón seguía teniendo su dignidad intacta y seguía vistiéndose como una persona normal.

 

—Aleja tus manos de mi cuerpo si no quieres que te las corte—dijo al instante Law ignorando la pregunta del pelirrojo y viendo como las manos del dragón se paseaban por su estómago tomando al instante rumbo al sur.

 

Kidd solo rió contra su oreja pegándosele aún más pero deteniendo su avance obediente. Su boca volvió a molestar los pendientes en su oreja con ligeros mordiscos y tirones con los labios y Law se encontró empezando a respirar con cierta dificultad.

 

—Ayer no parecían importarte mucho lo que hacían mis manos—dijo de nuevo con voz ronca pero juguetona en su oreja.

 

Y al instante la mente de Law se llenó de imágenes de lo que habían hecho la noche anterior las manos de Kidd. Un gemido frustrado escapó de su garganta y Kidd volvió a relamerle el cuello con un lametazo largo y goloso. Law jadeó recostándose inconscientemente contra el pecho del dragón, sin embargo el pelirrojo  no avanzó nada más, Law sintió las manos de Kidd apresar su propias manos en un agarre firme, y por un momento pensó que el otro le inmovilizarla y le tomaría allí mismo. En cambio Kidd solo movió sus manos haciendo que la sartén volviese a alzarse en aire y la tortita saliese disparada de nuevo.

 

Esta vez el trozo de masa dio otra vuelta y cayó justo en el centro de la sartén en un movimiento perfecto, mostrando entonces un color caramelo en la superficie que prácticamente pedía ser comido.

 

Law frunció el ceño con su orgullo como ser humano partido en añicos. El calor y la presencia del otro a sus espaldas distrayéndole se esfumaron en un instante y el moreno solo fulminó a la tortita en la sartén.

 

— ¿Cómo has hecho eso?—preguntó Law mirando al dragón con la barbilla apoyada en su hombro.

 

Kidd solo le miró alzando una ceja divertido y se encogió de hombros.

 

—Aplicando la sexta ley física del movimiento — respondió irónico. Law al instante  le fulminó con una mirada que mataría al mismo diablo y el dragón rió nervioso. Vale, no sabía lo que tenía el moreno contra la comida pero parecía ser un tema delicado. Nada de bromas — es solo coordinación— dijo al fin volviendo a observar la tortita solitaria en la sartén.

 

Law siguió fulminándole con la mirada. El pelirrojo tragó saliva sintiéndose de repente demasiado nervioso, y solamente siguió moviendo las manos de Law para sacar la tortilla ya hecha y añadir otra más al fuego, fingiendo en todo momento que no se daba cuenta de cómo el otro le atravesaba el cráneo con la mirada.

 

Tengo coordinación—dijo seriamente Law— ¿Acaso crees que no tengo coordinación?— preguntó de repente Law con un tono que indicaba que podía morir si no gustaban la respuesta que daba.

 

Kidd le miró sin comprender cómo era capaz de transgiversar sus palabras hasta aquel extremo.

 

— ¡No!—se apresuró a responder con tono absolutamente convencido, y con aquello Law le dedicó una mirada triunfal y pareció relajarse. Kidd suspiró repentinamente cansado— aunque después de lo de ayer me sorprende que seas siquiera capaz de andar, y mucho menos cocinar— dijo para sí mismo.

 

Aunque, con la poca distancia que tenían, Law lo oyó perfectamente y se tensó al instante, apartando las manos de las suyas, se giró a mirarle con una mirada torturada y totalmente avergonzada.

 

— ¿Quieres dejar el tema de una vez?—preguntó cabreado y con el ceño fruncido pero claramente nervioso.

 

Kidd solo le miró confuso un momento ante el repentino cambio de actitud, pero finalmente, entendiendo lo que pasaba, le sonrió malévolamente acorralándole entonces entre su cuerpo y la pequeña cocina de leña donde estaban haciendo el desayuno.

 

— ¿Por qué? ¿Te pone incómodo?—dijo acercándose al moreno todo lo que pudo y más hasta que su cara estuvo a milímetros de la del chico. 

 

—Sí— respondió con tono enfadado el moreno, aún así Kidd no pudo más que sonreír cuando los ojos del chico bajaron a su boca y este se relamió inconscientemente—...y también me gustaría recordarte lo que es el espacio personal—dijo sin apartar  los ojos de sus labios a pesar de todo y mirándole con mirada nerviosa.

 

Kidd se acercó aún más a él y le miró a los ojos dispuesto a seguir torturándole y sacándole más reacciones.

 

—Anoche no parecías tener ningún problema con...—

 

De repente Kidd se vio incapaz de hablar cuando una de las tortitas que había en un plato al lado del fuego entró en su boca prácticamente ahogándole y cortándole el flujo de aire. Las manos de Law además se cerraron sobre su boca obligándole a tragar y Kidd solo parpadeó confuso mientras observaba la mirada retadora de Law.

 

Como retándole a que dijese algo más sobre el tema.

 

Kidd volvió a sonreír totalmente divertido. El moreno parecía ser tan inocente en algunas cosas.  Lentamente Kidd comenzó a masticar la tortita en su boca sin apartar los ojos de los de Law. Lentamente saboreó la requemada tortita y tragó sintiendo en todo momento las manos del moreno contra sus labios y como el pulso del humano se aceleraba por segundos.

 

Fue entonces cuando Law quiso retirar las manos de su boca, que Kidd rápidamente se lo impidió atrapando una de sus muñecas y, sonriendo macabramente, abrió la boca y comenzó a relamer los dedos del chico con la lengua de la forma más obscena que pudo. El chico sabía al azúcar de la masa y a aquella deliciosa mezcla de texturas que solo tenía su piel, sin embargo lo que más divirtió al dragón fue la cara de total sorpresa que había puesto el moreno, o como su respiración se aceleraba de repente mientras sus ojos no se despegaban de lo que hacía su boca y su lengua.

 

Claramente recordando lo que esa misma boca había hecho la noche anterior. Kidd prácticamente ronroneo victorioso, y finalmente soltó la mano de Law.

 

—Más—dijo relamiéndose y acercándole entonces, en una clara indirecta, un frasco de mermelada de frambuesa que tenían al lado de los destrozados ingredientes.

 

La mirada de Law, una mezcla de cabreo y deseo, siempre le serviría para recordarle lo que podía conseguir si se metía con él y si tenía fe en sí mismo.

.

.

.

Law quería destripar a Kidd. Llevaba mucho tiempo queriendo hacerlo pero aquel momento era el culmen de la idea. Había planeado ya cómo hacerlo, sabía cómo acorralarle, rajarle con el cuchillo de la cocina y conseguirlo. Desgraciadamente aquello no iba a solucionar para nada el problema que tenía entre las piernas y lo sabía, así que, en su lugar, se contentó solamente con lanzar otro puñetazo a la mandíbula del pelirrojo.

 

Kidd por su parte lo esquivó con una sonrisa de superioridad como llevaba toda la mañana haciendo. Law chirrió los dientes y sin preocuparse por nada volvió a lanzarle otra patada a la cabeza del dragón con ganas. Esta vez al pelirrojo le costó más trabajo esquivar el rápido golpe, pero aún así con otra rápida finta y cambio de equilibrio, volvía a estar fuera del alcance de Law.

 

Llevaban un buen rato entrenando juntos. Al principio solo había estado Law entrenando con tranquilidad, practicando sus ejercicios de todos los días con absoluta concentración, pero luego Kidd había aparecido en la pequeña y polvorienta sala de la última vez, y sin decir nada, habían comenzado a entrenar juntos. Y la cosa había ido bien al principio, ambos moviéndose contra el otro intentando derivarse o inmovilizarse a duras penas, con movimientos fuertes y ágiles de quien lleva mucho tiempo haciendo aquello y tiene confianza en lo que hace. Law había entendido cómo se movía el otro, había empezado a poder leerle y, aunque Kidd parecía haberse estado conteniéndose ligeramente ya que no había sacado ni garras ni trucos de magia, Law había dado el pequeño lapso de tiempo por algo productivo.

 

Por lo menos hasta que ambos se habían tenido que quitar la camisa por el calor de la sala para seguir practicando. Cuando la prenda de ropa que había llevado, había caído al suelo, Law pudo observar como la mirada del dragón se volvía de repente seria y calculadora mientras una sonrisa ladeada se expandía por su cara. Law frunció el ceño ante el cambio, pero solo se abalanzó, sin darle muchas vueltas, a pelear de nuevo contra el otro.

 

Y entonces había empezado su tortura.

 

Kidd de repente se había vuelto demasiado rápido para que sus manos le agarrasen o golpeasen y simplemente se acaba escurriendo entre sus dedos siempre que pensaba que había conseguido atraparle. Pero lo peor era que el dragón, en vez de atacarle, solo se estaba dedicando a provocarle.

 

Law se volvió a lanzar hacia delante con un puñetazo, Kidd lo esquivó, avanzó un paso, giró y se detuvo a la espalda de Law. Y, como llevaba un rato pasando, unas enormes manos rodearon su cintura pegándole al fuerte pecho del dragón con fuerza y una boca se cerró en el hueco entre su cuello y su hombro hundiendo los dientes en su piel, en un beso caliente y húmedo.

 

Law gimió frustrado echando la cabeza hacia atrás dándole más hueco a la boca del dragón,  pero a la vez lanzando un codazo contra el pecho a sus espaldas. Kidd volvió a moverse entonces, y el golpe quedó suspendido en el aire completamente inútil. El moreno encaró de nuevo al dragón fulminándole con la mirada, quería entrenar, no acostarse con él de nuevo.

 

Kidd solo le sonrió satisfecho.

 

Law volvió a abalanzarse hacia él un intento de derribarle en una intrincada llave cada vez más molesto con la actitud del hombre. Kidd le esquivó como un torero esquiva a un toro y Law perdió el equilibrio ligeramente. Y de nuevo allí estaba el pelirrojo, agarrándole para que no cayese pero a la vez con una mano apretándole posesivamente el trasero y sobándoselo sin vergüenza alguna.

 

—Mmm, perfecto—dijo Kidd prácticamente ronroneando— ¿Por qué no te quitas también los pantalones? ¿Es más, por qué no peleamos desnudos como hacían en Grecia?—dijo sin apartar la mano aún de su culo.

 

Law se sonrojó al instante y su polla palpitó en sus pantalones insistente. Llevaban todo el día así, Kidd provocándole una y otra vez con frases baratas o cosas como aquellas y Law fingiendo que no se enteraba de nada y ocultando su excitación. La cosa había empezado con el desayuno, con Law dando de comer al dragón con las manos y la malinterpretable mermelada, Kidd prácticamente había comido de la forma más obscena posible que podía comer alguien, relamiendo sus dedos de una forma que Law pensó por un momento que también se los iba a tragar. Curiosamente Law no había hecho nada por impedirlo, y sin oponer resistencia, había seguido alimentando al dragón tortita tras tortita mientras éste seguía cocinándolas con él en sus brazos, dando también a Law algún bocado de vez en cuando también con las manos y la pringosa mermelada.

 

Cuando habían acabado con la masa y ya no quedaban más, había recogido el desastre y luego Law había huido a su habitación para ocultar su erección y evidente excitación. Kidd por supuesto le había seguido sin dejarle el más mínimo momento de intimidad y provocándole cada vez que podía con frases mal interpretables o miradas subidas de todo. El exorcista se había sentido frustrado y sin poder hacer nada para solucionar el problema entre sus piernas, aunque por lo menos había conseguido vestirse y las miraditas de Kidd habían reducido su intensidad considerablemente, lo que había ayudado bastante con el problema.

 

Pero ahora, con el dragón acariciando su trasero casi con devoción, Law volvía a preguntarse cómo narices había acabado así. Volviendo a enderezarse en el agarre de Kidd, le sujetó por el brazo que seguía rodeando su cintura, y le lanzó al suelo y se sentó encima suyo a horcajadas intentando de nuevo inmovilizarle.

 

—Siempre tan ansioso— murmuró el dragón con el doble sentido de siempre. Law frunció el ceño, aún intentando atrapar las manos del otro, que se paseaban hábilmente por su pecho delineando las marcas de la noche anterior en sus pezones complacido— te he dicho que hasta esta noche nada cielo, uno tiene sus límites—

 

Law gruñó entre frustrado y cabreado. Porque era verdad. Kidd le había estado provocando, calentándole y excitándole a cada minuto, pero no había llegado a nada. Absolutamente a nada, y Law comenzaba a frustrarse. Por mucho control que tuviese sobre su cuerpo y su mente gracias al entrenamiento que había recibido, seguía siendo humano y seguía teniendo sus límites. Pero no iba a suplicar, se negaba a suplicar por nada.

 

Asique en cambio atacó también al dragón de la misma forma en que él lo estaba haciendo, por primera vez en todo el día.

 

—Por supuesto que sí—respondió Law— solo que los límites de unos son lamentablemente mucho más pequeños que los de otros—y para recalcar sus palabras movió sus caderas contra las del dragón bajo él en una clara indirecta.

 

La cara de Kidd al instante pasó de la divertida y presumida a una de cabreo y confusión. Law sonrió victorioso y consiguió inmovilizar al fin a Kidd mientras sus dedos se cerraban en su cuello en una presa mortal

 

—Te tengo—dijo por fin riendo divertido. Al final había sido tan fácil pillarle.

 

Kidd alzó una ceja sarcástico.

 

— ¿Seguro?—preguntó, y el otro frunció el ceño sin entender.

 

Y entonces Kidd volvió a alzar sus caderas y a apretarlas contra la evidente erección de Law.

 

Law gimió sin poderlo evitar ante el ansiado contacto y todo su cuerpo tembló en respuesta. Kidd se soltó de su inmovilización sin problemas y le empujó contra el suelo, repitiendo él entonces la llave y sentándose encima de Law sin dejar aún de restregarse contra su erección. Law se retorció jadeando contra el suelo mirando con ojos entrecerrados por el placer al dragón encima de él.

 

—Law cielo, por muy pequeña que parezca la oportunidad no debes dársela a tu enemigo. Tienes que agarrarle con fuerza— y de nuevo el doble sentido y la insinuación mientras Kidd se restregaba contra él de tal forma que Law pensaba que podía estallar allí mismo.

 

—Vale, como quieras, la próxima vez te castraré con fuerza— concluyó Law pasando ya del doble sentido, su mente demasiado estimulada para nada.

 

Kidd encima suya rió mientras se reclinaba contra él hasta que sus caras estuvieron a milímetros, como un depredador acechando su presa.

 

—No seas tan radical— dijo Kidd riendo— en el fondo te gusta— y entonces volvió a juntar sus labios en un beso ansioso pero a la vez tranquilo y lento, saboreándole intensamente como si le necesitase para vivir.

 

Law no opuso la menor resistencia, pero aún así se negó a contestarle al otro.

.

.

.

Law volvió a gemir alto y fuerte cuando el otro volvió a entrar en él de una fuerte embestida, y el sonido pornográfico reverberó en las paredes de la caverna inundada de agua hasta desaparecer al ser sustituido por otro nuevo. Law por su parte se aferró a la húmeda roca intentando no resbalarse y caer al agua que le llegaba a la cintura.

 

Habían llegado al baño a duras penas desde la sala de entrenamiento. Besándose, tocándose y empotrándose contra las paredes en un intento por dominar la situación. Law no sabía dónde ni cuándo había perdido la ropa, pero cuando había llegado a la enorme piscina, Kidd había calentado el agua y, tomándole en brazos, le había introducido en el transparente líquido alegando que ambos necesitaban bañarse.

 

La verdad es que habían hecho de todo menos bañarse.

 

Law había acabado con los brazos y codos apoyados en la pared de piedra, y con la espalda arqueada mientras Kidd entraba y salía de él a un ritmo casi salvaje. El pelirrojo a sus espaldas tenía una mano en su cintura hundiendo los dedos en su piel con fuerza, y su otra mano se cerraba en torno a su cuello inclinándoselo en un gesto dominante, mientras que sus dientes volvían a clavarse en la herida que le había hecho la noche anterior intentando que no se desvaneciese.

 

Law no podía más. Llevaba todo el día sintiéndose frustrado y excitado, y ahora que por fin Kidd había cedido y volvía a maltratar su próstata casi con obsesión intentando que gimiese aún más alto, Law se encontró rápidamente al borde del abismo.

 

Sus manos temblaron cuando una de las oleadas de placer que anunciaba el inicio del orgasmo volvió a recorrerle, y sus piernas resbalaron al instante en el fondo de la piscina haciéndole caer al agua. Pero de nuevo Kidd volvió a alzarle y a levantarle en el aire como si no pesase nada. Aún de espaldas Kidd le tomó por detrás de las rodillas y le levantó de tal manera que quedó sentado en sus brazos por encima del agua con las piernas abiertas y la espalda del moreno chocando con su pecho.

 

Law abrió los ojos ante lo expuesto y degradante de la postura. Estaba totalmente inmovilizado por Kidd, no podía cerrar las piernas gracias a las manos de Kidd detrás de sus rodillas sujetándole en el aire, su entrada y su erección, totalmente visibles entre sus piernas, temblaron ante el aire frío de la sala. A duras penas intentó volver a acercarse a la pared para retomar un poco de equilibrio y que Kidd no le sostuviese por completo y pudiese cerrar las piernas, pero entonces Kidd volvió a entrar en él con un sonoro golpe y la posición fue tan perfecta que Law solo se deshizo entre los brazos del dragón entre gemidos de placer.

 

Kidd le estaba dominando por completo, se dio cuenta Law, sin dejarle a él hacer lo más mínimo, solo embistiéndole y sosteniéndole como si no necesitase hacer nada más. Negándose a dejarle sentir nada que no fuese el cuerpo del pelirrojo contra el suyo despertando cada terminación nerviosa que tenía. Poseyéndole. El dragón parecía estar actuando por instinto, pensó por un momento cuando de nuevo sus dientes se cerraron en la herida en su cuello con ganas por octava vez aquel día.

 

Marcándole.

 

La corriente eléctrica volvió a inundar a Law desde el cuello y fue directa a su entrepierna con ganas. Law se corrió entonces, abierto de piernas en medio del aire y derramándose en la pared enfrente suyo. Sin tocarse en lo más mínimo, solo con las manos de otro en su cuerpo y su boca en su cuello mientras el pelirrojo entraba y salía de su cuerpo violentamente. Sus manos intentaron agarrarse a algo, pero no había nada a lo que agarrarse, su cabeza se recostó contra el hombro del dragón mientras todo en torno suyo estallaba con una luz blanca y su cuerpo desaparecía bajo las olas de placer totalmente tenso. Sintió al dragón gruñir contra su cuerpo también alcanzando el límite con una última y perfecta embestida, larga y profunda que rozó su próstata con demasiada habilidad. Law volvió a lloriquear entre los brazos de Kidd mientras una segunda oleada de placer le pasaba por encima dejándole sin respiración, y sentía al otro corriéndose dentro suyo de una forma perfecta.

 

Y entonces lo escucho, alto y claro en su cabeza.

 

"Te quiero...te quiero"

 

Law cerró los ojos preocupado y entró ligeramente en pánico. Aquella era la segunda vez. Ya no podía llamarse un accidente. El dragón lo había dicho de verdad. Kidd entonces con cuidado volvió a bajarle hasta el agua aún sin salir de él y sin dejar de repartir besos por la herida sangrante en su cuello. Cuidándole y atendiéndole a pesar de la situación y de lo violento y dominante que había sido el acto aquella vez.

 

Law solo tembló de nuevo ante cada pequeña caricia en su hipersensible piel sin decir nada, solamente dejándose hacer.

 

No sabía que decir. ¿Qué se suponía que diría después de aquello? La mezcla de sentimientos cálidos, de duda y de pánico seguía en su interior. No podía responder porque que no sabía cómo se sentía. El pánico seguía allí, junto con el miedo a la iglesia y a la nueva y extraña situación en la que estaban. Estaba yendo todo muy deprisa, nunca había hecho nada de lo que estaba haciendo con el dragón con nadie, no tenía referencias, no sabía las consecuencias que podía tener, como podía afectarle, cómo se sentiría si Kidd le traicionaba al final y le hacía daño. ¿Cómo sabía que para Kidd no era más que una broma? ¿Un capricho de una noche? ¿Cómo sabía si no era así con todos y les declaraba su amor a cada persona con la que se acostaba? ¿Cómo sabía si podía confiar en él?...Pero por otra parte era agradable, sentirse querido, sentirse apreciado, hacía tiempo que no se lo pasaba tan bien como se lo había pasado hoy, el dragón era increíble, el sexo era increíble, hacía años que no dormía tan bien y tranquilamente como lo había hecho en la cueva del dragón.

 

Pero todo iba muy rápido. Aún no confiaba en él, aún tenía demasiadas dudas, aún había demasiados problemas que superar.

 

Law suspiró sin saber que hacer de nuevo, sin saber cómo reaccionar. Así que el moreno solo giró la cabeza y atrapó los insistentes labios de Kidd en un beso calmado e intenso, tomándose su tiempo e intentando tranquilizar al dragón que volvía a relamer su cuello nervioso y desesperado por una reacción de su parte. Cuando sus lenguas se encontraron de nuevo Kidd suspiró relajándose al instante. Como si no necesitase nada más que aquello, como si no necesitase que Law le devolviese sus sentimientos, solo contento de que Law estuviese allí y no saliese corriendo, como si solo con su presencia pudiese hacerle feliz.

 

Kidd se separó entonces de él y le sonrió con una sonrisa cálida, cariñosa y estúpidamente feliz. Aún con el pelo mojado, aún con la respiración acelerada, las mejillas rojas y sus manos entorno a Law sin querer separarse aún y romper el momento. Law apartó sus ojos de él con la sensación cálida y agradable esparciéndose por su pecho de nuevo.

 

¿En qué se estaba metiendo?

 

 

Notas finales:

Buenooo, pos ya esta, me gusta mucho cuando llegan a esta parte de la relacion en la que bromean y se gastan bromas, con lo orgullosos que son es muy divertido.

Aun asi me he reido mucho con la paranoia que teneis muchos del cap anterior, en serio, no soy un genio del mal, cuando la lie lo sabreis, y que yo sepa nunca he estropeado un lemon ¬¬ 

Asique dejar la panoia de "dios, en el siguiente cap les vas a matar" o "pensaba que le iba a dejar plantado y que le romperia el corazon", por que en el fondo todos sabemos que eso no es nada comparado con lo que tengo planeado. Asi que relajaaaaaaos, cuando se lie gorda la vendreis venir sin ningun problema. 

En fin, no vemos gentecilla. 

Un beso mu fuerte, gracias por leer y por los entretenidos comentarios. 

Chauuuu


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