Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ignis Draco por Cucuxumusu

[Reviews - 253]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Buenaaaas gente, aqui de nuevo, que tal andais? yo aqui, colgando un cap cuando deberia estar estudiando U^U, en fin, espero que os guste por que es bastante empalagosete.

 

Los suaves rayos del sol del amanecer se colaban por el techo de la habitación iluminando la enorme estancia débilmente. Estaba empezando a amanecer, sólo una pequeña mancha de luz blanca sobre la pared de madera oscura, y Kidd ya estaba despierto. La verdad es que llevaba despierto mucho tiempo, mucho antes de que el sol comenzase a asomarse en su guarida, él ya había abierto los ojos consciente al mundo. Aun así seguía sin levantarse. No pensaba hacerlo ni ahora ni nunca.

 

 Estaban ambos tumbados sobre la enorme cama de Kidd, aquella que podría albergar a una familia entera pero que, con Kidd en ella, a duras penas dejaba espacio para Law.  Aunque tampoco es que el moreno lo necesitase. El cuerpo del chico estaba totalmente rodeado por el de Kidd, cubierto y tapado por completo bajo las pesadas mantas y sábanas de piel y seda. El moreno tenía la cabeza apoyada cómodamente sobre el brazo de Kidd a modo de almohada y sus dedos tatuados descansaban sobre sus pectorales. El pelirrojo por su parte le rodeaba la cintura con el otro brazo libre, pegando sus cuerpos aún más y apoyando la barbilla sobre el oscuro y suave pelo de su cabeza de forma posesiva.

 

Kidd tenía calor con tantas mantas encima y sentía que el brazo donde estaba apoyado Law estaba comenzando a entumecerse por falta de riego sanguíneo, tenía hambre, quería estirarse y simplemente levantarse de una vez. Pero no lo hizo. El pensamiento ni siquiera pasó por su mente durante el más mínimo instante. Irse en aquel momento del lado de Law simplemente parecía la estupidez más grande que podría hacer en su vida. El momento era perfecto, el sentir el cuerpo del otro protegido entre sus brazos era increíble, el sentir su aliento en su cuello tranquilo y relajado, el poder acariciar su pelo y su dorada piel sin repercusiones, parecía un sueño hecho realidad sacado de sus más profundas fantasías.

 

 No, Kidd no se iba a levantar. Ni ahora ni nunca. Por él podían quedarse así durante toda la eternidad. No había habido nunca un momento en su vida como el actual, en el que se sintiese totalmente satisfecho y en paz con el mundo, en el que sintiese la persona más feliz y afortunada de la historia.

 

Y todo era gracias al vínculo que por fin se había formado entre ellos.

 

Kidd lo sentía en su mente y en su pecho. Fuerte, brillante y poderoso. Una cadena uniendo su alma con la del moreno en un enlace que nunca sería capaz de romperse a menos que uno de ellos muriese. Law le había aceptado por fin, había accedido al enlace y Kidd solo quería gritar de alegría y dar saltos mientras lo anunciaba al mundo como un demente. Una parte de la mente del pelirrojo estaba rodando los ojos ante la actitud rosa y empalagosa que estaba teniendo, ya que sabía que parte de lo que sentía se debía a la magia, al vínculo que seguiría alterando sus emociones durante unos cuantos días más hasta que al fin desapareciese y recuperase un poco la normalidad. Pero le daba igual. Todo daba igual. Law le había aceptado por fin y tenía todo el derecho del mundo a estar feliz.

 

Sonriendo estúpidamente, el dragón alzó la mano en la cadera de Law y la subió por su espalda en una caricia suave y lenta, saboreando con sus dedos cada curva de aquella fuerte espalda y cada mínimo centímetro de cálida piel. Una vez que la mano llegó hasta los omoplatos, la detuvo y volvió a repetir la caricia en sentido descendente, bajándola por la espalda del chico hasta que llegó a su perfecto y desnudo trasero y lo apretó entre sus dedos en un agarre posesivo, sintiendo como se amoldaba y encajaba perfectamente bajo su mano. Definitivamente era un buen trasero.

 

Law gruñó en sueños y se pegó aún más a su cuerpo intentando huir de su hábil y molesta mano, mientras comenzaba a despertarse del profundo sueño en que estaba sumido tras la extenuante sesión de sexo de la noche anterior. Kidd sonrió malignamente contra el pelo del menor teniendo una idea.

 

Bajando su mano aún más por la parte posterior del muslo de Law, llegó hasta su rodilla y tiró ligeramente de esta hasta que la pierna del otro descanso en su cintura, luego rodó por la cama hasta quedar boca arriba con Law aun dormido encima suyo pero con las piernas abiertas a ambos lados de su cintura. Kidd casi gimió de lo perfecto de la postura, de sentir la piel del moreno deslizándose contra la suya y al sentir la ligera erección que comenzaba a aparecer entre las piernas abiertas del chico. Con ambas manos ahora libres, Kidd las llevo otra vez hasta el trasero del moreno comenzando a masajearlo insistente y con ganas, rozando su entrada una y otra vez pero sin llegar a profundizar nada, solo despertándole y provocándole de la manera que siempre adoraba hacer ya que volvía al otro loco de desesperación y frustración porque no avanzase.

 

Y como escuchándole, Law gruñó molesto contra su cuello acabando por fin de despertar y dándose cuenta entonces de la situación en la que estaba metido.

 

—¿Que te crees que estás haciendo?—pregunto con voz adormilada pero claramente cabreada. Kidd había descubierto que el menor nunca estaba de buen humor por las mañanas, y desde entonces se había aprovechado de ello cada vez que podía. Siempre era divertido meterse con él y, además, el hecho de que siempre acabasen solucionando sus peleas con sexo duro y dominante era un buen incentivo.

 

Esta vez no fue diferente.

 —¿Tú qué crees que estoy haciendo?—dijo volviendo a rozar la entrada del de ojos grises rápidamente mientras su voz hacía que las palabras ronroneasen en su boca.

 

Law gruño sobre él alzando por fin la cabeza de su pecho para poder mirarle a los ojos, pero sin hacer todavía ningún amago por apartar las manos de su trasero, manos que seguían estrujándolo con ganas como si fuese la cosa más suculenta que nunca habían tocado.

 

—Pues para—dijo Law ignorando los escalofríos que recorrían su cuerpo al sentir a Kidd rozar cada vez con más regularidad su entrada de forma insistente—no estoy de humor para eso— y sin más intentó levantarse y huir de las peligrosas manos del pelirrojo. Después de lo de anoche dudaba siquiera que pudiese sentarse en mucho tiempo, no era buena idea empeorar aún más la situación.

 

Kidd por su parte solo rió bajo el con otro ligero ronroneo, y volvió a girarles en la cama hasta que esta vez fue él el que estuvo tumbado sobre Law, encerrándole entre su cuerpo y el colchón. Al instante el moreno quiso quejarse al sentir el peso del otro sobre él, Kidd era demasiado grande, pero entonces sus labios volvieron a ser capturados por los del pelirrojo, y ya no pensó en nada más.

 

Decir que Kidd besaba bien sería quedarse muy corto. El dragón era increíble. Tomaba su boca como si estuviese tomando posesión de un país, dominaba, arrasaba y no le dejaba hacer nada más que jadear en busca de aire cuando acababan. Law gimió sin poderlo evitar cuando el otro mordió su labio inferior como si le estuviera castigando por rechazarle, y sus manos tatuadas volaron al pelo del pelirrojo para empujarle hacia abajo y poder profundizar aún más el beso disculpándose arrepentido. Kidd le devoró la boca, durante largos y perfectos minutos no hizo más que comerle la boca una y otra vez con largos y profundos besos.

 

Una vez que se separaron rodó por la cama y sólo se quedaron en aquella postura, tumbados uno al lado del otro sin avanzar más, solo tocándose entre caricias y mirándose a los ojos intentando memorizar cada mínimo milímetro de la otra persona. Fue en ese momento, en el que podían hablar y que no estaban discutiendo o follando, en el que había decidido quedarse con el dragón, en el que había decidido compartir su vida con él y era necesario que el otro también lo supiera, qué Law supo que tenía que contárselo.

 

Era hora de dar explicaciones.

 

—Kidd, puede que tengamos un problema—dijo lentamente y con cuidado mientras miraba al dragón fijamente a los ojos y veía como su ceño se fruncía al instante.

 

—¿Qué quieres decir?—preguntó en respuesta el pelirrojo acercándose rápidamente hacia él y poniendo una mano en su nuca de forma posesiva y dominante. Encerrándole de nuevo contra su cuerpo e impidiendo que se alejase de él de nuevo.

 

Law entendió el gesto del dragón. Kidd pensaba que le iba a dejar o que se iba a volver a encerrar en sí mismo abandonando el vínculo que sentían ahora ambos en sus pechos uniéndolos. El exorcista sonrió ante la mirada asustada pero totalmente decidida a mantenerle a su lado que le estaba dedicando el dragón, se sentía bien sentirse tan querido. Intentando tranquilizarle de todas maneras el moreno tomó la mano en su cuello y la acarició brevemente mientras le dedicaba al mayor una ligera sonrisa.

 

—No, no es lo que crees, yo...—-sus palabras se atascaron en su garganta. Quería contárselo, necesitaba contárselo, pero era un tema complicado de explicar y Kidd podría enfadarse si no hablaba con el suficiente cuidado. Law no quería que eso pasase— ¿Te acuerdas cuando me capturaste y cuando peleábamos, que te dije que era de Italia y que alguien quería matarte?—

 

La mirada de Kidd al instante pasó de la preocupada a la alerta y, pegándose aún más a él, asintió sabiendo que aquella iba a ser una conversación seria. Law sonrió sintiéndose ligeramente más relajado.

 

—Bien, soy un exorcista, fui entrenado por el Vaticano para acabar con criaturas como tú y fui enviado por ellos aquí para matarte—aquello era una forma muy bonita y simple de describirlo, pero por el momento serviría.

 

Kidd seguía mirándole fijamente, la mano en su cuello había comenzado a dibujar círculos sobre su piel sin darse cuenta y claramente su mente trabajaba a toda velocidad rellenando espacios que Law no acababa de llenar.

 

—¿Entrenado?—preguntó al cabo de un rato el dragón haciendo que Law forzase una amarga sonrisa. Por supuesto que a Kidd nunca se le escapaba ninguna. La inteligencia del dragón era una de las cosas que siempre le habían sacado de quicio durante el interrogatorio ya que no conseguía engañarle, y una de las que más le atraían ahora.

 

—Si, ellos me enseñaron a pelear y hacer magia, desde que tenía diez años hasta los dieciocho ellos me entrenaron y me enseñaron todo lo que se ahora—Law intento no mostrar ninguna emoción en su voz, ningún sentimiento que revelase la verdad, Kidd no necesitaba saber lo que le habían hecho.

 

Desgraciadamente el dragón parecía haber aprendido a leerle como un libro abierto en las últimas semanas.

 

—Te hicieron daño ¿verdad?—preguntó Kidd con voz baja pero con una ligera nota peligrosa en la voz.

 

Law sintió su voz ahogarse en su garganta y las viejas heridas reabrirse en segundos. Estaba demasiado vulnerable tras el estúpido vínculo y tras los acontecimientos de los últimos días, necesitaba crear la barrera, necesitaba protegerse, aún no era el momento para decirlo, aún no estaba preparado ni nunca lo estaría, necesitaba alejarse...

 

—Cuéntamelo—fue todo lo que necesito decir Kidd mientras su nariz acariciaba su mejilla y su mano seguía acariciando su nuca protectoramente, mientras le envolvía en un lugar tranquilo y seguro en el que desahogarse tras años de silencio.

 

Las palabras escaparon de su boca antes de que se diese cuenta.

 

Law le contó todo, desde el macabro asesinato de su padre a manos de la iglesia por ser el primer exorcista que había renegado del código para casarse con su madre, hasta el ultimo día de entrenamiento en el que había tenido que matar a su primera presa, un demonio que había poseído a un niño de no más de cinco años y que había muerto junto con el monstruo. Le contó sobre las sesiones de entrenamiento en las que había tenido que coger una espada y luchar por su vida sin que antes les hubiesen dado a él y al resto de niños que habían seleccionado, la más mínima lección de esgrima. Le contó a Kidd como tenía que probar las pociones que él mismo elabora siguiendo un viejo libro en una lengua desconocida, para que entendiese los efectos que tenían y como usarlas en sus enemigos, le explicó cómo había tenido que tomar distintos venenos para hacerse inmune a ellos y que así nadie les pudiese envenenar. Le contó como de veinte alumnos que habían empezado el entrenamiento solo dos habían llegado al final y como año tras año se iba transformando en una máquina de matar y la marioneta perfecta.

 

Durante todo el momento en que estuvo contando su historia Kidd no dejo de envolverle en sus brazos y darle suaves besos cada vez que algo parecía demasiado macabro o doloroso. Law se encontró contando cosas que no había contado nunca, abriendo una parte de su alma que hacía tiempo había sellado en lo más profundo de su ser por miedo a perderla. A cada palabra que decía el moreno iba sintiendo como un peso se esfumaba de sus hombros y desaparecía cualquier posible trauma que aún tuviese gracias a las caricias apaciguadorasde Kidd.

 

Cuando acabo contar todo lo que había necesitado sacarse de encima, ambos solo se quedaron en silencio, asimilando las palabras que acaba de decir y recuperándose del impacto que habían tenido en ambos. Law temblaba al volver a revivir todo por lo que había pasado, Kidd seguía abrazándole distraído mientras una mirada dura y fría se había instalado en sus ojos.

 

—¿Por eso se curaron las heridas que te hice no? Usaste una de las pociones que te enseñaron—preguntó de repente Kidd como si se hubiese dado cuenta de algo.

 

—Sí— respondió Law recordando la primera vez que había tenido que crear esa poción y como había confundido la corteza de abedul con la del tejo, y como había acabado en la cama con fiebre durante varias semanas y al borde de la muerte. Desde entonces nunca había vuelto a cometer otro error, y por mucho que le jodiera  tenía que reconocer que era una buena forma de motivar a los alumnos: o aprendes o mueres.

 

Law cerró los ojos torturado. Había abierto la puerta que llevaba años cerrada y ahora todo parecía volver de golpe.

 

—Pero ese no es el problema— dijo mirando a Kidd seriamente.

 

—El Vaticano ¿verdad?—dijo Kidd hundiendo la cara en su cuello para aspirar su aroma y abrazándole fuertemente como si con ello quisiese protegerle de cualquier cosa. Law por fin volvió a sonreír y a hundir sus manos en el cálido pelo del mayor dejando los malos recuerdos en el pasado a donde pertenecían.

 

—Si, un exorcista cumple siempre la misión y vuelve Roma. Si no vuelve, entonces se le considerará muerto y el Vaticano enviará a un grupo a resolver la amenaza que pudo con el primero. Está en el código —explicó mientras rodeaba al pelirrojo por la cintura y dejaba que el otro le lamiese la marca en su cuello con suaves besos.

 

—Van a venir a por mí— entendió Kidd al fin volviendo a alzar la cabeza hasta llegar a la boca de Law.

 

—Si, a por los dos—respondió Law huyendo de los labios de Kidd sin mucho éxito— irán a por ti porque eres un monstruo que creen que deben matar para librar al mundo del sufrimiento, y a por mí porque he roto el código, me he aliado con el enemigo y por lo tanto ya no soy útil—

 

Entonces, de repente, Kidd se alzó sobre su cuerpo y le miró totalmente serio y decidido, Law se quedó en silencio simplemente observando al impresionante hombre sobre él y agradeciendo enormemente el peso que le había ayudado a quitarse de encima. Separarse de él parecía ahora una tarea imposible.

 

—No pienso dejar que eso pase— dijo entonces Kidd— ninguno de los dos va a morir—sentenció mortalmente serio.

 

Y era la verdad. Nadie les iba a separar ahora que había conseguido al moreno. La iglesia debía dar las gracias porque les dejase siquiera vivir después de lo que habían hecho a su pareja. Kidd aún sentía la furia hervir en sus venas y el ansia de venganza después de cada palabra que el otro había dicho. Después de ver cada mirada de dolor que había puesto. Pero necesitaba contenerse, Law le necesitaba ahora, necesitaba su apoyo y su compañía, no podía dejarle solo para ir a por venganza. Ya habría tiempo para aquello.

 

Law volvió a sonreírle de aquella forma que derretía todo su cuerpo sabiendo seguramente lo que pasaba por su mente.

 

—Lo sé—dijo Law alzando las manos hasta hundirlas en su pelo rojo de nuevo, y para empujarle hasta su boca— sólo te estoy avisando para que estés alerta— sus labios volvieron a rozarse haciendo que ambos suspirasen.

 

—Entiendo—murmuró Kidd contra los suaves labios del otro con una pequeña sonrisa. Law confiaba en él, sabía que le protegería de cualquier cosa de la misma forma en que Law le estaba avisando y protegiendo a él—en ese caso ¿deberíamos prepararnos y formarnos para la batalla?—preguntó sarcástico.

 

Law, sin embargo, sólo se quedo pensando en las palabras del dragón mientras este mordisqueaba de nuevo su labio inferior como había cogido el gusto de hacer últimamente, sacándole escalofríos cada vez que sus labios entraban en contacto. Con un dragón de su parte Law dudaba que tuviese ningún problema, pero aun así...

 

—Debería recuperar mi espada—le dijo por fin a Kidd. Porque en el fondo se sentiría más protegido con su vieja espada a su lado, con el arma que siempre había tenida encima y le había acompañado todos estos años.

 

Con el único recuerdo que tenía de su padre.

 

Kidd, sin embargo, se congeló en el sitio como Law había previsto. Había vuelto a sacar un tema delicado y Law se esperaba de nuevo la pelea entre ellos dos como la última vez que había pedido salir fuera de la cueva, sin embargo esta vez se mantendría en su sitio, necesitaba su espada y iba a conseguirla. Sin embargo, para su sorpresa, esta vez Kidd no entró en pánico ni pareció estallar de furia, sino que sólo se le quedó mirando como si de verdad se lo estuviese pensando. Law abrió los ojos sorprendido ¿En serio le iba a dejar irse de la cueva? ¿En serio le iba a sacar?

 

—Está bien, te llevaré al pueblo y a la cabaña— anuncio Kidd mirándole fijamente y bajando ligeramente la cabeza para atrapar los labios de Law por fin en un beso profundo.

 

Law sintió de nuevo el calor en su pecho ante la muestra de confianza que le profesaba Kidd, al saber que el dragón había accedido a su petición a pesar de que claramente le resultaba difícil sacarles de la cueva y ponerles en peligro. Sonriendo de nuevo Law solo abrazó al pelirrojo y simplemente volvió a unir sus bocas mientras la erección del pelirrojo volvía a frotarse contra su cadera en una insistente y perfecta cadencia.

.

.

.

El vuelo como siempre fue impresionante, solo que esta vez, a diferencia de las anteriores, Law por fin tenía la mente tranquila y disfrutó por primera vez del sentimiento de libertad que provocaba el hecho de atravesar las nubes a una velocidad sobrehumana. En las anteriores ocasiones el moreno había envidiado la libertad que parecía poseer el dragón mientras volaba haciendo giros imposibles, pero esta vez el sentimiento le invadía y era suyo totalmente, por primera vez era libre de verdad y Law no tardó en disfrutarlo y en llenarse los pulmones del helado aire del día y de cada sensación que podía sacar de su entorno.

 

El cielo volvía a estar gris y oscuro como cuando había llegado al valle, ahora no entendía cómo siquiera había podido salir el sol hacía unos días entre las densas nubes que siempre cubrían el lugar. Gracias a dios ese día no llovía, ni tampoco hacía un viento demasiado intenso, sólo estaba amaneciendo, pero aun así todo el mundo, desde las montañas oscuras a sus espaldas hasta el pequeño pueblo de humeantes chimeneas, parecía estar totalmente en calma.

 

El silencio les rodeaba mientras volaban suspendidos en el aire, los colores parecían más apagados, el verde brillante de los árboles y la espesa hierba de los campos estaba ensombrecido, el azul del cielo se encontraba oculto y hasta las brillantes escamas rojas del dragón sobre el que volaba tenían una tonalidad grisácea. Todo simplemente estaba demasiado quieto y era demasiado inquietante. No había pájaros en el aire a su alrededor, no vieron ciervos correr entre los altos pinos de las montañas ni a ningún granjero cultivando un huerto alrededor del pueblo. Todo estaba vacío. El mundo prácticamente parecía estar esperando a que algo pasase, a que la tormenta se desatase mientras todo ser vivo se refugiaba intentando que el golpe le afectase en lo más mínimo.

 

Law a lomos de la bestia apretó la espada que había recuperado de su cabaña hacía apenas unos momentos, y se revolvió sobre el lomo plagado de escamas de Kidd mientras este seguía batiendo las enormes alas a sus espaldas con un ritmo tranquilo acercándose cada vez más al pueblo. Estaban tomando precauciones para evitar algún conflicto, Kidd volaba entre las nubes ocultando su enorme cuerpo de la vista de cualquiera que mirase al cielo, Law había instaurado un hechizo de camuflaje en torno suyo y habían planeado aterrizar lejos del pueblo para que nadie pudiese ver al dragón por alguna casualidad. Todo estaba planeado, nadie sería capaz de descubrirles ni cuando llegasen al lugar gracias a las pesadas capas con capucha que habían tomado para ocultar sus rostros y que nadie les reconociese, todo estaba listo, no iba a pasar nada.

 

Sin embargo Law seguía sintiéndose incomodo. Algo no andaba bien. Su instinto le gritaba que volviese a la cueva, que algo malo iba a pasar, era una corazonada que había tenido desde que habían retomado el vuelo desde su cabaña. Law al instante había estudiado su entorno, había plantado hechizos y había estado alerta desde entonces, pero nada había llamado su atención. Su mente racional le decía que allí no había nada de qué preocuparse, que se estaba poniendo paranoico, pero el sentimiento de incomodidad seguía sin desaparecer y solo aumentaba a cada segundo que pasaba y se acercaban más al pueblo. Hasta que al final no pudo más.

 

‘Kidd’ murmuró en la mente del dragón ‘volvamos a la cueva’

 

El dragón al instante detuvo ligeramente su avance y volvió su enorme cabeza para mirarle. Ojos dorados y enormes chocaron con los suyos y una oleada de aire caliente revolvió su pelo cuando el dragón abrió la boca dedicándole una sonrisa plagada de dientes del tamaño de su pierna.

 

‘¿Por qué?' cuestionó la criatura ‘ya estamos llegando, solo será un rato, yo también necesito hacer algunas cosas allí, así que no te preocupes’

 

Y sin más volvió a batir sus alas en el aire impulsándose entre las corrientes que les rodeaban y comenzando a descender hasta un enorme claro en medio del denso bosque al norte del pueblo. Law se mordió el labio, dudando. Realmente aquello no tenía sentido, habían llegado ya al pueblo, ambos tenían cosas que hacer y Law necesitaba hablar con otra gente a parte del milenario dragón después de semanas de cautiverio, a ambos les vendría bien, ya estaban allí, sería una estupidez volver ahora. Además, aun seguía sin identificar el problema, aun no sabía si eran paranoias suyas. ¿Iba a hacer volver a Kidd por una suposición? ¿Ahora que por fin Kidd había accedido a llevarle al pueblo? No, aquello era estúpido.

 

Guardándose sus pensamientos e inquietudes, Law se calló y simplemente se agarró a una de las escamas de Kidd fuertemente mientras este comenzaba a caer en picado hacia el suelo.

 

Era uno de los juegos que más divertían a Kidd. Law nunca había volado y, aunque disfrutase de la sensación de libertad y de las impresionantes vistas y persecuciones, aún había cosas que no llevaba muy bien. Caer en picado viendo como el suelo se aproximaba en segundos hacia ellos, volar boca abajo sintiendo que podría caerse en cualquier momento o algunos de los giros y frenazos que pegaba de repente Kidd en el aire, eran algunas de ellas. Le gustaba volar, pero definitivamente no era un amante del riesgo y no le gustaba ver cómo podía romperse el cráneo con una de las estupideces del dragón.

 

Kidd por supuesto se había dado cuenta al instante al ver como el corazón del humano se aceleraba en un ritmo frenético y como su cuerpo se tensaba apretándole entre sus piernas hasta prácticamente estrangularle y, como buen novio que era, no había dudado en aprovecharse de ello al máximo. Law juraba que nunca había maldecido a alguien  tanto en su vida como cuando el dragón simplemente caía en picado tras picado metiéndose con él hasta ponerle histérico.

 

Aquella vez no fue muy distinto, y, cuando en el último momento Kidd abrió las alas para frenar la caída libre que estaban realizando y Law sintió como el aire abandonaba sus pulmones violentamente dejándole mareado, el moreno juro que cuando se bajase del maldito dragón realmente le iba a estrangular. Cuando por fin Kidd plantó los pies en la tierra aplastando la hierba y la tierra bajo su peso, Law bajo de su cuello de un salto y casi dudo en si besar el suelo. Una cosa era volar, otra muy distinta era volar con un dragón cuya única motivación en esta vida era matarle de un infarto. Kidd a sus espaldas rió mientras se transformaba de nuevo en el enorme humano de pelo rojizo, Law le fulminó con la mirada y le lanzó la capa de piel que llevaba entre sus brazos para que se ocultase.

 

—La próxima vez te voy a poner una silla y un arnés para controlar tus impulsos suicidas—le dijo aun con el pulso yéndole a mil por hora tras la última “broma” del pelirrojo.

 

Kidd solo rió acercándose a él mientras se colocaba la capa sobre los hombros y se cubría el brillante pelo rojo con la capucha, sus ojos seguían brillando inquietantemente entre las sombras de su cara, pero aun así, la capa ocultaba su potente musculatura y las extrañas ropas oscuras de tela y corte exquisito que alguien como él no debería estar llevando. 

 

Kidd se le acercó entonces por detrás y le abrazo por los hombros con un brazo mientras que con el otro volvía a colocarle la capucha de piel oscura que se le había caído con el descenso. Law solo gruño ante el gesto pero no hizo nada por quitarse al dragón de encima cuando este le abrazó y apoyó su barbilla en uno de sus hombros.

 

—Hay otras formas mucho más...estimulantes y fáciles de controlarme Law—dijo el dragón con voz ronca contra su oreja mientras sus labios acariciaban lentamente su lóbulo sacándole otro escalofrío de placer.

 

Desgraciadamente Law aún sentía la adrenalina de la caída y el cabreo en sus venas como para caer en el truco barato del dragón. Puede que al principio el sexo le hubiese servido al pelirrojo para manipularle ya que Law había sido virgen y no había tenido mucha experiencia como para resistirse, pero Law aprendía deprisa y estaba comenzando a aprender a leer al dragón demasiado bien.

 

—¿Me estás hablando de sexo ahora Eustass?—preguntó con ironía y la mirada plagada de cabreo—¿Quieres que te deje sin tu querido sexo por intentar matarnos?—preguntó inocentemente.

 

Al instante Law sintió con regodeo al dragón tensarse a sus espaldas y vio de reojo como este empalideció y contenía el aliento viendo el lío en que se había metido él solo. Law quiso reír malignamente.

 

—La verdad es que soy más partidario del refuerzo positivo—explico rápidamente el pelirrojo—¿qué tal una sesión de sexo contra la mesa de la cocina si me porto bien? La última vez pareció gustarte—preguntó el otro con una sonrisa arrogante.

 

Law rodó los ojos y se deshizo del agarre del pelirrojo comenzando a andar en dirección al pueblo sin esperar al otro en los más mínimo. Aquella vez en el comedor se les había ido la situación de las manos ligeramente y Law aún se castigaba mentalmente por algunas cosas que había hecho y que le había hecho al dragón. Lo de las esposas no había sido buena idea desde el principio y menos en una maldita mesa como si fuese un banquete y con el dragón libre de hacer lo que quisiese. Law aun sentía su pulso acelerarse y su boca secarse solo de recordarlo. Lo repetirían, por supuesto que lo harían, pero la próxima vez sería él el que encadenarse al arrogante dragón y el que le torturase durante horas hasta que suplicase de la forma más degradante por llegar al maldito orgasmo.

 

—Creo que no, en este momento la verdad es que prefería castrarte y así enseñarte que pasa cuando gastas bromitas estúpidas—le respondió elegantemente ignorando lo que pasaba por su mente.

 

Kidd gruño por lo bajo y sólo corrió detrás suyo tomándole de la mano y pegándose a él sin poder estar más de dos minutos sin tocarle al parecer.

 

—Venga Law, no te enfades, sólo ha sido una broma— murmuró mirándole realmente preocupado. Aunque Law no sabía si era por el hecho de que le acaba de negar el sexo, o porque se arrepentía realmente de lo que había hecho y estaba preocupado por su enfado.

 

Cuando el dragón le tocó el trasero con ganas como si temiese no poder hacerlo nunca más, el moreno tuvo muy claro que era la primera opción.

 

—Te jodes—susurro Law cabreándose aún más por momentos y apretando la mano del dragón hasta que prácticamente le trituró los huesos y Kidd maldijo por lo bajo.

.

.

.

 

Los dos hombres sentados en la oscura estancia levantaron la cabeza la vez. El fuego de la chimenea enfrente suyo se reflejó en sus ojos y estos brillaron con la victoria en ellos.

 

Llevaban horas esperando, sentados en aquel pequeño sótano que habían conseguido hacía unos días antes, alrededor del casi extinto fuego y en la absoluta oscuridad. Era una mazmorra que hacía años había sido convertida en una pequeña habitación del ayuntamiento, pero que, aun así, conservaba las paredes de piedra húmeda y mohosa y los catres de madera con unas pocas mantas. Era lo que les había ofrecido el alcalde cuando no habían encontrado ningún otro lugar en el pueblo donde quedarse. Seguramente el alcalde había querido vengarse de alguna forma de ellos ofreciéndoles el horrible lugar, seguramente había creído que no aguantarían vivir en aquellas condiciones de humedad y oscuridad absoluta.

 

Desgraciadamente no había funcionado. Ambos hombres habían estado en situaciones mucho peores.

 

La habitación había servido sin ningún problema para su propósito, les había permitido dormir, secarse las empapadas ropas en el fuego y realizar los innumerables hechizos de búsqueda y protección lejos de los ojos de la gente del pueblo.

 

Y justamente eran dos de estos hechizos los que les habían hecho levantar en ese momento las cabezas y entrar en alerta.

 

El primero servía para encontrar a la gente, un pequeño péndulo que se balanceaba en la dirección en que se encontraba la persona. Era algo útil pero que definitivamente presentaba limitaciones ya que se necesitaba algo que hubiese pertenecido a la persona y solo actuaba en un área proporcional al poder que tenía el invocador. En este caso habían usado unas vendas cubiertas de sangre de Law que habían encontrado en la cabaña y que sin ninguna duda funcionaria sin problemas, desgraciadamente ninguno de los dos presentaba demasiado poder para realizar el hechizo y el área en que el hechizo funcionaba solo había abarcado la pequeña ciudad sin ningún resultado hasta ahora.

 

El segundo hechizo era diferente, eran solo unas palabras murmuradas en latín que no necesitaba más que el conjuro. Era una simple alarma. Cuando alguna criatura de las que debían matar atravesase la barrera invisible que creaba el hechizo, la alarma se activará en sus mentes avisándoles en segundos. Era un hechizo que todo exorcista usaba cuando se enfrentaba a un monstruo, evitaba siempre sorpresas innecesarias y además, lo bueno era que informaba del poder de la presa, cuanto más fuerte sonase, más poderosa sería el enemigo a abatir.

 

Y en esos momentos ambos hechizos estaban activados con insistencia, el péndulo señalaba una dirección desde donde estaba colgado intentando prácticamente salir volando hasta encontrar a Law, y la alarma en su mente sonaba con fuerza hasta prácticamente romperles el cráneo dolorosamente con sus gritos.

 

Los dos se habían activado a la vez después de horas de espera. Justo y exactamente en el mismo momento. Y aquello era demasiada coincidencia. Ambos hombres se miraron sin saber muy bien qué pensar de aquello, podía haber muchas teorías, que Law se hubiese aliado con el enemigo, que el enemigo tuviese prisionero a Law, que el maldito dragón se hubiese comido a Law...desgraciadamente aquel no era el momento para ponerse a pensar hipótesis absurdas.

 

Era momento de cazar.

 

Levantándose a la vez sin decir palabra, ambos hombres se dirigieron hasta su ligero equipaje y comenzaron a armarse. Dagas envenenadas en las botas, cuchillos y agujas en los antebrazos, las espadas, las flechas, todas las armas que tenían se las pusieron encima con una velocidad entrenada después de años haciendo lo mismo una y otra vez.

 

Los exorcistas podían fallar una vez, pero nunca lo hacían dos. Así lo decía el código y así era su deber llevarlo a cabo. Law podía haber fallado, pero ellos dos no lo harían. Asique, cuando ambos acabaron de armarse hasta los dientes en meros minutos de una forma que a vista de la gente parecerían asesinos en serie, salieron de la sala con mente clara y decidida. Sólo había una cosa que hacer, el resto no importaba, las órdenes habían sido claras y no había que preocuparse por nada más.

 

Recuperarían a Law. Vivo o muerto.

 

Notas finales:

Bueno, espero que os haya gustado por que ahora, como supongo que ya sabeis, viene lo divertido, aun asi, lamento deciros que entro en epoca de examenes, lo que significa que puede que no lo llege a colgar a tiempo las proximas semanas y que me retrase.


Lamento haceros esperar pero me tengo que poner en serio con los examenes.

En fin, gracias por leer, nos vemoos guapos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).