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Ignis Draco por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Buenas de nuevo mis amores, aqui estoy de nuevo, espero que no me mateis depues de lo que he hecho por que aun queda bastante "drama" aun asi, paz y amor, que como os dije, esto acabara bien n_n


Muchas gracias como siempre a los que dejais reviews (os contestare en cuanto pueda), y a los que no dejais un mireso comentario...traidores chupopteros, moved el culo y dejarlo ¬¬

 

 


Law abrió los ojos al sentir de nuevo una nueva herida abrirse en su piel con un nuevo golpe del látigo de púas. Lo que hacía unos días había sido su piel. Ahora, aquella sanguinolenta superficie cubierta de sangre reseca y cicatrices, no podía siquiera considerarse piel. Pero en el fondo daba igual, aquella nueva y pequeña herida no era nada comparado con lo que le habían estado haciendo aquellos días, Law incluso agradecía aquel pequeño pinchazo en su espalda, era una distracción del dolor que soportaba el resto de su cuerpo.


Aún así, aquella pequeña sensación de alivio no duraría mucho. Se había despertado después de pasar horas inconsciente tras la última sesión de Moria, y aquello solo significaba que su pesadilla personal volvería a repetirse otra vez. Moria volvería a torturarle y a dedicarle una nueva sesión y el moreno ya sabía que el enorme hombre de cara pálida y figura deforme era creativo y meticuloso con sus experimentos.


Porque estaban experimentando con él.


Lo que le estaban haciendo no podía considerarse otra cosa, y los continuos comentarios del desagradable hombre que día tras día se cernía sobre él con una nueva arma no dejaban de recordárselo. “No eres más que una herramienta rota, Law, pero gracias a tu sacrificio mejoraremos la orden” le decía una y otra vez mientras volvía a destrozarle la cara a puñetazos en otra nueva sesión “Aunque no valgas nada y mueras con todo esto servirás para algo Law, deberías alegrarte”.


Día tras día le repetían que no valía nada, que era casi mejor que muriese y limpiará este mundo de su sucia presencia. Día tras día Law se sumía en un dolor insoportable hasta caer en la inconsciencia, con aquellas frases grabadas a fuego en su debilitada mente.


Law sabía que no iba a aguantar aquello mucho más.


Puede que su mente y su alma quisiese resistir y oponerse a la tortura, demostrar que estaban equivocados y que si que valía para algo, pero en el fondo sabía que al final sus instintos de supervivencia acabarían tomando el control de su cuerpo y al final acabaría cediendo y sometiéndose. O con un poco de suerte conseguiría suicidarse antes de que todo acabase. Law incluso lo había ya pensado varias veces cuando la situación simplemente era imposible de aguantar, cuando todo su cuerpo quedaba reducido a una palpitante masa de dolor ya sin forma alguna, cuando su mente estaba tan saturada de aquella horrible emoción que solo podía gritar con las cuerdas vocales destrozadas. Sería tan fácil matarse, tragarse la lengua, ahogarse en su propia sangre... pero no podía matarse a sí mismo, aquello sería la traición definitiva, el acabar con una vida que ahora le pertenecía a un dragón. No podía hacerle eso a Kidd, no podía destruirse de aquella simple manera.


Solo le quedaba rendirse.


Lo que le aterraba.


Someterse a sus captores sería prácticamente como traicionarse a sí mismo y todo en lo que creía y amaba. Se convertiría en una marioneta perfecta y fácil de manejar. Sin emociones, sin moral y sin opinión. Haría todo lo que sus superiores le dijeran sin siquiera dudar, podría matarse a sí mismo si se lo pedían. Podrían ordenarle masacrar familias enteras, ordenarle hacerle crímenes inimaginables y Law ni siquiera parpadearía. Sería el arma perfecta.


Podría incluso matar a Kidd.


Así que Law siguió luchando sesión tras sesión. Día tras día, hasta que el dolor se convirtió en una parte de su mente, en algo casi agradable que le demostraba que seguía vivo, que seguía sintiendo y que no había caído. Los días pasaron y a Law le parecieron semanas, meses, aunque también podían haber sido horas. No tenía ni la más mínima esperanza de que le rescatasen, o de que alguien se compadeciera de él. Law sabía que iba a morir allí de una forma o de otra.


Le torturaban, le curaban y luego volvían a empezar. Tortura, cura, tortura. Al cabo de un tiempo le encerraban en una mugrienta celda y le dejaban allí unas horas desangrándose y temblando de frío y dolor hasta que al día siguiente volvían a por él y la canción volvía a empezar tortura, cura, tortura.


Al cabo de un tiempo sin resultados en su condición, sin la más mínima muestra de que fuese a rendirse, Moria se aburrió y decidió probar en él algunos de los venenos con los que la sección de Vegapunk estaba experimentando. Law sintió sus venas arder, sintió su carne volverse negra entre espasmos y su corazón ralentizarse hasta casi pararse. El moreno lamentó que no lo hiciese. Moria mientras tanto reía fascinado con aquellos efectos mientras apuntaba fórmulas en unos papeles, echaba una nueva sustancia al veneno, y volvía a hacérselo beber con una mirada de fascinación. Law siempre gritaba hasta quedarse afónico, y seguía gritando hasta que le daban la cura y su cuerpo volvía a sanar por arte de magia para de nuevo romperse en mil pedazos.


Al cabo de un tiempo el científico se cansó también de los venenos y decidió probar con distintos tipos de ácidos. Luego pasaron a los combustibles. Arma tras arma de la orden fue probada en su cuerpo en un intento de mejorar sus propiedades.


Al cabo de un tiempo Law ya ni gritaba. Solo observaba su carne arder y sus huesos romperse como quien observa el fuego de su casa devorar la leña. Sin la más mínima emoción. Su mente dejó de sentir el dolor y solamente contaba los segundos y minutos del día hasta que volviesen a dejarle en la asquerosa celda y volviese a quedar inconsciente.


Era entonces cuando su mente se sumía en la oscuridad, y el dolor, sus problemas y todo el mundo dejaban de existir. Era en aquel corto espacio de tiempo donde su mente desconectaba de la realidad, y se encontraba solo y rodeado de aquel acogedor y protector manto negro. Allí el moreno no sentía nada, no veía ni oía nada. Pero Law lo agradecía. Después de día tras día de sentir demasiado, Law simplemente se hundía en la perfecta nada.


Hasta que le despertaban al día siguiente de nuevo en la sala de torturas entre espasmos de dolor.


Aunque para Law lo peor de todo aquel juego no era aquella tortura física, sino las cortas visitas de su abuelo cada tarde a la misma hora. Sabía que en la reeducación la tortura no era solo física, sino que también intentarían romperle psicológicamente. Law había pensado que aguantaría aquella parte sin problemas, nunca había creído a su abuelo y nunca había hecho caso de nada de lo que le había dicho, pero tras la primera conversación que habían tenido, después de todo un día de mortales sesiones y sufrimiento, el moreno se había dado cuenta de su error.


Con su mente sumida en el dolor y la oscuridad después de horas y horas de castigo, esta no tenía las defensas necesarias para defenderse de los comentarios de su abuelo. Cada uno de los golpes que este le mandaba, aquellos que apenas hacía unos días no le hubiesen hecho nada, ahora eran como puñetazo contra su persona que le herían en lo más hondo.


Law sabía perfectamente lo que el anciano intentaba, pero su mente no lo entendía, las barreras que le protegían estaban destrozadas, y Law podía tirarse horas dándole vueltas a cada una de las frases de su abuelo como si realmente fuesen ciertas.


—Corazon se sentiría tan defraudado si te viera ahora Law—repetía día tras día—Murió por tu culpa, lo sabes ¿verdad? Tu le hicistes romper el código, sino hubiese sido por ti aún seguiría vivo—


Law siempre lo negaba, Law siempre se negaba a creerlo, pero día tras día las palabras al final acaban por entrar dentro suyo y cobrar otro significado. Al final se convertían en algo que acababa por creerse. Doflamingo siempre le había dicho que Corazón había tomado la decisión por sí mismo, que Law no había tenido nada que ver. El joven exorcista no podía evitar tener remordimientos por lo que había pasado hacía años, no podía perdonarse el no haber sido capaz de salvar a su mentor.


Y Akainu lo sabía y no dudaba en aprovecharse de ello.


—Todo es por tu culpa, pensar que alguien tan grande como él moriría por una escoria como tú, por la puta de un dragón—podía seguir su abuelo durante día tras día, semana tras semana, sin que Law pudiese hacer nada por refutarle aquella amarga verdad.


Porque Cora había roto el código por su culpa y habían acabado matándole por traidor.


Aunque aquellos días no eran los peores, otras veces el viejo comandante hablaba a Law de su familia. Le recordaba a su madre, a su padre y todo lo que había pasado, les insultaba y despreciaba sin que Law pudiese siquiera responderle a los comentarios de lo cansado que estaba o de lo afónico que le habían dejado sus gritos.


 —¿Sabes que cuando ordenó que mataran al bastardo de tu padre tu madre esta estaba embarazada? ¿Que tenías una hermana?—preguntó un día en anciano, acabando de congelarle la sangre en las venas a Law—pero que como ya te teníamos a ti y el bebé era una niña decidimos que no era necesaria y ordene su muerte— dijo el hombre haciendo que Law, a pesar de haber estado gritando todo el día, volviese a dirigirse a su abuelo entre insultos y gritos.


Le estaba mintiendo, aquello no era posible.


—Tal vez teníamos que haberte matado a ti en vez de a ella—seguía ignorándole el anciano y llenándole la cabeza de pensamientos negros— seguramente hubiese sido mucho mejor exorcista que tu, seguramente si no hubiese sido por ti seguiría viva—


Aquella noche cuando le dejaron en la celda Law no pudo dejar de gritar y retorcerse entre pesadillas y horribles ideas. Había intentado negarlo durante horas, había jurado que aquello era una mentira, pero su mente estaba demasiado débil y veía perfectamente a su abuelo matando a un bebé sin el más mínimo remordimiento.


Aquello había sido lo peor.


Aquel había sido el golpe de gracia, su abuelo no había vuelto a sacar el tema, pero Law desde entonces no había sido él mismo, había dejado de resistirse, había dejado de gritar y simplemente había comenzado a sumirse en aquella vacía agradable oscuridad.


—¿A quién le debes lealtad?— le preguntaba cada noche Akainu antes de marcharse y dejarle en la celda.


Los primeros días Law siempre había respondido con pasión, los primeros días le había insultado y gritado que se fuese a la mierda, que sólo se debía lealtad a sí mismo y a Kidd. Pero día tras día, sesión tras sesión, su voluntad y fuerza se iban consumiendo.


Ahora sus palabras eran prácticamente un susurro en la oscuridad de la celda.


.


.


.


Doflamingo se detuvo en frente de la celda de oxidados barrotes apretando los puños y sintiéndose totalmente impotente ante lo que veía sus ojos.


Law estaba tumbado en el suelo rodeado de su propia sangre y apenas respirando.


Como siempre, le habían dejado en aquel apestoso lugar sin curarle ni darle ningún calmante, obligándole a sentir el dolor incluso mientras dormía. Aunque al menos había sido mejor que otras veces donde su cuerpo era casi irreconocible o que aquella noche donde había estado gritando todo el rato como si le hubiesen arrancado una parte de su alma.


Doflamingo sólo temblaba de recordar los desgarradores gritos de dolor.


Iba a verle cada noche, podía tirarse horas solamente escuchando al chico respirar y sabiendo que estaba vivo. El sólo verle de nuevo aunque fuese en aquel horrible estado calmaba una parte de su ser que hasta hacía pocos años no había conocido.


Law era lo único que le quedaba.


Después de perder a su hermano Corazón, aquel chiquillo asustado era lo único que le había quedado. Aquel niño era el legado de su hermano, la única persona en quien podía confiar, la que le ayudaba a despertarse cada mañana y seguir con aquella farsa. La que le ayudaba a no caer en la locura.


Enviarle en aquellas misiones suicidas ya era de por sí complicado, Doflamingo sufría cada vez que veía al niño alejarse sin saber si volvería con vida. Haber perdido su rastro en la última misión con el dragón casi le había acabado matando.


Y aún así, a pesar de querer protegerle y querer sacarle de aquel infierno que era la orden, el rubio le estaba perdiendo. El chico yacía ahora a sus pies en un charco de sangre reseca y sin poder siquiera moverse. Justo como hacía años lo había estado su querido hermano. Estaba perdiendo la batalla. Otra vez. A pesar de los años que habían pasado Doflamingo seguía viendo a la gente que quería morir sin que él pudiese hacer nada más que quedarse sentado y mirar. Por mucho que entrenase, por mucho que ascendiese en aquella podrida orden, el resultado seguía siendo el mismo.


No importaba cuánto intentase luchar, no importaba lo mucho que quisiese protegerles, simplemente no podía hacer nada.


Ahora Law iba a morir.


Y él se quedaría sólo.


Arrodillándose enfrente de la puerta de metal ya sin más energía, sin saber que mas hacer, comenzó a llorar en silencio ante el cuerpo mutilado de quien se había convertido en un pequeño sobrino para él. No quería verle sufrir más, no quería verle gritar desesperado ni quería tener que volver a enterrar un cuerpo sin vida.


—...Law—susurró con la voz rota en el silencio de la noche y del grupo de celdas. —Law por favor, sólo dales lo que quieren, sólo...acepta y te dejarán en paz—pidió sin poder aguantarlo más.


Había estado cada día al otro lado de la puerta escuchándole gritar, escuchando cada chasquido del látigo y cada hueso quebrándose. No podía más. No aguantaría otro día ahí parado sin hacer nada, no podría quedarse parado viendo como Akainu entraba con aquella sonrisa victoriosa.


Tenía que acabe de una vez.


—...no...pue-do...—escucho de repente el rubio murmurar en aquel denso silencio, con voz afónica y monótona, como si el mero hecho de respirar le costase un esfuerzo—Kidd...ellos le...no puedo—-


Doflamingo apretó los barrotes oxidados entre sus manos y apoyó la cabeza en ellos. Solo escucharle así tan destrozado rompía el último reducto que tenía de corazón. Aquel niño siempre había sido tan fuerte, siempre había estado plagado de tanto orgullo y fuerza por vivir. Y ahora estaba tan destrozado, tan indefenso y desprotegido.


—Lo siento—murmuró al fin cerrando los ojos presa del dolor.


Porque esto era culpa suya, si fuese más fuerte, si tuviese más poder, si hubiese sido más valiente, habría conseguido rescatarle de aquella tortura. Si hubiese sido como Corazón, si hubiese tenido su fuerza de voluntad hubiese podido alzarse contra la orden y sacarle de allí. Pero no podía, Doflamingo no era como su hermano, él no peleaba con pasión y por lo que quería, Doflamingo usaba la lógica, y era esa misma lógica la que le decía que aquella era una batalla perdida.


—No es...tu cul-pa...—siguió Law, intentando como siempre consolarle, intentando quitarle el peso de encima y protegiéndole de aquella forma que siempre tenía—sabía...lo que...estaba haciendo...sabía...las consecuencias—


Doflamingo lo entendía. Según había oído en el reporte Law había roto el código por querer estar con alguien, por un chico al parecer. Law no sólo había roto el voto de la orden, sino que había cometido uno de los mayores pecados. Doflamingo no quería cuestionar al moreno sobre el hombre que le había hecho hacer aquello. No quería reabrir la herida, que seguramente seguía abierta, el también se había enamorado en su día y entendía totalmente el por qué Law había hecho lo que había hecho.


Que lo hubiese hecho de alguien del mismo sexo le daba exactamente igual. Sí Law era feliz aquello estaba bien para él.


Pero desgraciadamente ahora también le habían arrancado de los brazos de aquel chico. Ahora le había devuelto a la realidad y le estaban castigando por ello. Incluso el chico que había estado con él también sería castigado y repudiado por sus tendencias. La sociedad simplemente no entendía aquello.


Doflamingo respiró hondo intentando calmarse. No podía desmoronarse, no podía cargar a Law con más con más problemas, necesitaba ser fuerte por él.


—Todo saldrá bien Law—susurró al fin forzándose a sonreír al chico boca abajo en el suelo —sólo aguanta un poco más—


Y sin más se levantó y se alejó del lugar decidido. Law no se rendiría y él encontraría la manera de sacarle de allí y esconderle para siempre junto con aquel chico de la historia. Les haría felices a ambos, se lo debía, por todo lo que Law había hecho por Corazón, por todo lo que había hecho por él. Frustraría las misiones en su búsqueda, mataría a todo aquel que investigase el caso y solamente les daría a los chicos la vida que se merecía.


Era lo que Corazón hubiese hecho, y era lo que él debía hacer.


Sus pasos resonaron imponentes sobre el suelo adoquinado, sin embargo, mientras se alejaba, el rubio no sabía lo equivocado que iba a estar.


.


.


Tres días después.


Estaba amaneciendo y el mundo comenzaba a teñirse de dorado y colores anaranjados cuando Kidd divisó la ciudad alta y enorme, esparciéndose durante varios kilómetros entre los campos de olivos y vides, como un pequeño hormiguero creciendo cada vez más grande. Con aquel río ahora brillando bajo el caliente sol del mediterráneo y serpenteando entre las casas de piedra y los palacetes de la nobleza.


Kidd nunca había pisado Italia en sus largos años de historia, las ciudades y conglomeraciones siempre suponían un peligro para alguien de su raza, pero definitivamente aquella ciudad era una de las maravillas de la humanidad.


Mientras se acercaba al centro cultural de Europa, Kidd comenzó a divisar las casas y las altas catedrales ahora teñidas de rojo por el sol. La redondeada figura del coliseo al lado del foro romano en ruinas y los miles de antiguos palacios dedicados a antiguos dioses paganos, se alzaban a duras penas del suelo como antiguos huesos enterrados tras la caída del imperio. Aquella ciudad era el centro de toda la cultura occidental, una mezcla de lo nuevo y lo viejo, de la magia y la ciencia. Los mercaderes de verduras y quesos se mezclaban con los clérigos de las iglesias y con los estudiantes que salían de las clases de una de las primeras universidades del mundo. Los artistas discutían con sus mecenas sobre la nueva obra que habían compuesto y la vieja ciudad simplemente comenzaba a despertar a su ajetreo habitual.


Kidd planeó sobre la ciudad estudiándola. Alto en el cielo donde la probabilidad de que le vieran era más pequeña, y donde podría ver con tranquilidad cada mínimo ataque que pudiesen lanzarle.


Al fin había llegado a Roma.


Tras días de vuelo, tras noches de insomnio -por miedo a tener otra de aquellas pesadillas donde veía a Law siendo torturado- y tras arriesgar su vida en aquella persecución suicida, al fin había alcanzado su objetivo. Abriendo sus alas Kidd descendió en el aire y comenzó a planear sobre la vieja ciudad del Vaticano con su vista dorada fijada sobre la vieja cúpula blanca de San Pedro.


Law debía estar allí dentro, o al menos alguien de allí dentro sabría donde estaría y podría guiarle. Porque a pesar de sus esfuerzos y su concentración, a pesar de estar a meros metros de su otra mitad, Kidd seguía siendo incapaz de volver a detectar el vínculo y encontrar a Law. Kidd aún seguía ciego en cuando a Law se refería, es más, incluso sentía que cada vez se estaban alejando más.


Allí la magia era más fuerte, allí había demasiados hechizos de protección contra los suyos que nublaban sus sentidos y atontaban su mente.


Kidd era la criatura más fuerte del mundo, pero aún así sentía su propia magia disminuir bajo los potentes hechizos. Y si él sufría, cualquier otra criatura ligeramente inferior, como un cambiante o algún duende, seguramente acabará pereciendo sin fuerzas por simplemente acercarse al lugar.


Aquella catedral no parecía un lugar de culto y oración, pensó Kidd desde su posición en el aire, sino que más bien parecía una fortaleza. Con la enorme plaza de columnas blancas rodeándola cual muralla y permitiendo a la gente entrar al lugar solamente por único punto, con los altos edificios donde sería fácil disparar al enemigo y con la enorme catedral al fondo como punto defensivo. Puede que la iglesia pudiese engañar a sus feligreses, pero Kidd tras haber peleado en miles de batallas en sus largos siglos de vida, distinguió perfectamente las ventajas de aquel monumento arquitectónico.


Pero no estaba aquí solamente para admirar la belleza de aquella vieja ciudad, lo que Kidd quería era recuperar algo que le habían robado. Así que, sin pensar realmente en lo que estaba haciendo y sin querer pararse a planear el ataque después de volar durante tanto tiempo y de perder a Law, Kidd simplemente se lanzó en picado contra la cúpula de San Pablo.


Las brillantes piedras de mármol no aguantaron su embestida y rápidamente se quebraron dándole paso al oscuro interior. Kidd rápidamente abrió las alas para parar su caída y voló por el enorme interior del lugar sin problemas a pesar de su tamaño, planeando entre enormes columnas y levantando corrientes de aire por el polvoriento lugar.


Las piedras del techo cayeron sobre el marmolado suelo y los bancos de madera astillándolos y rompiéndolos irreparablemente, algunas estatuas se quebraron y seguramente la decorada cúpula por donde había entrado jamás podría repararse para quedar como estaba. Nubes de polvo se levantaron tras su vuelo y Kidd furioso solo rugió mientras daba vueltas entre los enormes pasillos.


Y entonces les vio, dos figuras enfrente de aquel extraño altar en medio de la cruz que formaba la catedral. Un rubio vestido con uniforme que parecía haber estado discutiendo con un anciano de pelo negro que parecía ser su superior. Ambos le miraban asombrados y con mirada asustada.


Kidd les rugió abalanzándose al instante a por ellos.


El hombre rubio al instante sacó una pistola de su uniforme y le apuntó mientras comenzaba a murmurar uno de aquellos cánticos plagados de magia. Kidd quiso reírse de él, después de lo que le había hecho Law la primera vez que habían peleado, ya no iba a volver a subestimar a los exorcistas. Ahora no bajaría la guardia, y ahora iba a ser imposible derrotarle. Sobre todo con balas y con aquellos pequeños hechizos.


Sin embargo, lo que si le inquietó fue la mirada que le dedicó el anciano.


En vez de correr o intentar defenderse como el rubio, el viejo hombre solo se cruzó de brazos y le sonrió satisfecho. Como si le hubiese estado esperando. Como si fuese su siguiente juguete o su siguiente presa. Nunca le habían mirado así, los humanos siempre le temían o intentaban huir de él, nunca sonreían. Al instante una sensación de inquietud se adueñó de él, pero tampoco tenía tiempo para analizarla.


Parándose en pleno vuelo frente a los dos hombres, Kidd les enseñó los dientes intimidantemente y finalmente se transformó de nuevo en humano y cayendo al suelo de un elegante salto. El hombre rubio jadeo sorprendido al verle y solamente se quedó paralizado con la pistola en el aire, incrédulo de que una criatura tan imponente como un dragón pudiese transformarse en un humano como ellos.


El anciano solo amplió aún más su sonrisa satisfecho.


Kidd no les dio tiempo a decir ni hacer nada, rápidamente recorrió con largos pasos la distancia que les separaba, tomó al anciano de la extraña túnica blanca que llevaba y le alzó en el aire en un intento de intimidarle con su fuerza.


Kidd sabía que sus ojos expresaban la más pura rabia, que sus labios estaban apretados en una fina línea tensa y que todo en él gritaba violencia. Su aspecto seguía siendo el de un loco sin cerebro armado hasta los dientes y aún cubierto de sangre, su pelo estaba revuelto tras el vuelo y cada músculo en su cuerpo estaba tenso y listo para atacar.


Varios hombres se habían desmayado solo de verle así.


—¿Dónde está Law?—preguntó entonces con una voz que indicaba que si no obtenía rápido la respuesta alguien moriría.


El anciano colgado del aire por su agarre no pareció afectado en lo más mínimo por su acto de intimidación y simplemente siguió sonriendo con la victoria en sus ojos.


—No creo que Law esté muy contento de que trates así a su abuelo—dijo entonces el hombre con voz ligeramente estrangulada, pero firme y poderosa de quien ha tenido poder durante toda su vida.


Kidd abrió al instante los ojos sorprendido y soltó al hombre bruscamente. Alejándose unos pasos, observo al anciano sin creérselo, pero al instante se dio cuenta del parecido que ambos tenían, del pelo negro, de los rasgos elegantes, los ojos inteligentes... Law. Su familia. Aquel hombre era su abuelo. Law tenía familia. A diferencia de él quien la había perdido toda la suya hacía varios siglos, Law aún tenía alguien que se preocupaba por él. Tenía alguien a quien proteger.


Sin poderlo evitar se quedó con la mente en blanco sin saber qué hacer. No podía atacar a la familia de Law, Kidd sabía lo que suponía perder a un ser querido, no quería hacerle daño al moreno, no podía herir a aquel anciano por mucho que quisiese ayudar a Law.


El viejo hombre enfrente suyo, se frotó el cuello dolorido donde Kidd le había agarrado y volvió a sonreír de medio lado. Kidd no pudo evitar sentir que aquel hombre le estaba estudiando de pies a cabeza, como si estuviese estudiando el poder que tenía, como si quisiera comprarle como un arma.


Kidd sintió otro escalofrío recorrerle por culpa de aquel hombre, pero su mente simplemente seguía analizando la situación sin comprenderla y no le dio mucha importancia a lo que su instinto le gritaba. El otro hombre rubio seguía también apuntándole con el arma y enervándole, pero ahora el rubio tenía el ceño fruncido y les miraba a él y al anciano con cara de preocupación y duda.


Finalmente, como tomando una decisión, el anciano avanzó hacia él y mirándole directamente a los ojos murmuró.


—Creo que tu y yo tenemos que mantener una pequeña conversación ¿no crees?—anunció con voz llena de autosuficiencia y casi desprecio.


.


.


.


Law cerró los ojos y respiró hondo sintiendo sus pulmones presionándose con dolor contra varias costillas rotas. La sesión había acabado. Pero desde hacía unos días ni siquiera le dejaban volver a la celda a descansar el final del día. Ahora todo era permanente, la tortura física, la psicológica, no había descanso. Law no podía librarse ni por segundo del dolor.


Y estaba perdiendo la batalla.


El moreno ya se había encontrado varias veces queriendo someterse, queriendo rendirse y olvidar toda su relación con Kidd, por el mero hecho de que todo parase. Simplemente no podía más. Su mente cada vez se sumía más en aquellas extrañas pesadillas negras donde no existía nada y donde no tenía que aguantar más sufrimiento.


Su mente comenzaba a intentar liberarle de la realidad que le inundaba.


Law cada vez lo buscaba más, el deshacerse de todo, el acabar con todo aquel sufrimiento y todo aquel horror, el dar final a todos sus problemas. Olvidaría a Kidd y todo lo sentía por él, dejaría de preocuparse por lo que pudiesen hacerle y dejaría de tener las pesadillas. Olvidaría a su familia, a su hermana, a Corazon, los remordimientos desaparecerían, el dolor por su pérdida, las ganas de formar una familia y recuperar la felicidad. Todo desaparecía. Su vida solo consistiría en obedecer o morir. 


Era simplemente tan fácil. Tan tentador. Solo requería unas pocas palabras y todo acabaría.


Moria volvió a cernirse sobre él con un aparato extraño cubierto de runas en sus manos y aquella mirada curiosa que Law había aprendido a asociar a una sesión de puro dolor. El suelo a su alrededor estaba cubierto de sangre de nuevo, y el moreno solo observo el techo desde donde colgaban las cadenas que le mantenían erguido a duras penas.


—¿Cuántos voltios crees tú que aguantara el cuerpo humano?—preguntó con aquella repelente voz aguda el desagradable hombre.


Law cerró los ojos gimoteando. No podía más. Aquello tenía que acabar. Iba a morir o volverse loco si aquello seguía. No quería morir. No quería desaparecer en el vacío de la orden y ser recordado como otro de los experimentos fallidos.


Pero no podía más.


Cuando aquella extraña pieza metálica toco su estomago y una potente corriente eléctrica le recorrió de pies a cabeza haciendo que sus músculos se contrajesen espasmódicamente y que cada terminación nerviosa gritase de dolor, sus instintos de supervivencia al final tomaron el control de su mente.


Law sintió la oscuridad empezar a tomar forma en su mente. Creciendo y destruyendo cada recuerdo y cada emoción que tenía y que nunca había tenido, el dolor desapareció, su preocupación y sus ganas de ver a Kidd se sumieron en la oscuridad y simplemente todo lo nunca había sido Law desapareció.


Solo estaba el código y la orden. Solo había oscuridad.


Law soltó una bocanada de aire aliviado.


Se había acabado. Todo había acabado.


Ya estaba.


Como un niño recién nacido, Law abrió los ojos y miró a su alrededor sintiendo como todo parecía distinto. Más claro, más limpio. Mejor. Su aliento seguía creando nubes de vapor en el aire, su sangre seguía esparcida en el suelo y él seguía colgado del techo en una postura poco práctica.


Pero no había dolor, no había frío, no había cansancio. No había nada.


Moria había parado de repente la sesión y ahora le miraba curioso y casi sorprendido. Law con la mente ahora limpia, al instante analizó la situación como dicta el código y se dio cuenta entonces de que el hombre expresaba emociones. Llevaba toda la tortura expresándolas. No cumplía el código.


—¿Chico?—preguntó entonces el hombre. Pero esta vez su voz no le provocó desagrado al moreno, solamente era demasiado aguda. Nada más. No había ninguna emoción asociada.


No había nada. Simple y perfecta nada.


¿A quién le debes lealtad? escuchó entonces a su abuelo murmurar en aquella cantinela repetitiva que siempre repetía antes de dejarle en la polvorienta celda.


Y esta vez Law no dudo en murmurar.


—A la orden—


 

Notas finales:

Bueno, ha sido largo e intenso, no os podeis quejar XD

Se que tardo mucho, pero ando ocupada, ademas acepte un reto para escribir fics  sobre One Piece (en tumblr) y ando escribiendo un nuevo fic que os colgare por abril cuando sea la fecha y que espero que os guste n_n

Tambien me gustaria deciros que hemos abierto un chat sobre KidLaw en skype, algunos escritores del fandom (en ingles unicamente) y que si quereis uniros me mandeis un mensaje para que os pase el link.

En fin, paz y amor, repito, PAZ Y AMOR, seamos gente civilaza.

Hasta el proximo n_n


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