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Ignis Draco por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Bueno, lamento lo que ocurrio en el anterior capitulo, tuve un pequeño desliz y alguien acabo muriendo, cosas que pasan.

Pero bueno, ha sido divertido, nos lo hemos pasado bien, espero que este tambien os guste, he intentando no tener ningun desliz esta vez, pero bueno, los accidentes pasan.

Kidd le vio caer. Lentamente Como una última y cruel broma del destino obligándole a observar cada más mínimo detalle sin perderse absolutamente nada de la escena. Mientras él solamente se quedaba paralizado demasiado sorprendido e incrédulo como para poder hacer nada.

 

Law le estaba sonriendo en un momento, tendiéndole la mano para que Kidd la tomase y pudiesen volver a la maravillosa vida que Kidd prácticamente ya estaba tocando con sus dedos. Todo había acabado, había recuperado a su pareja, ahora le tocaba ser feliz, tener una vida y dejar de preocuparse por el mundo.

 

Cuando la brillante espada había salido del pecho de Law, atravesándole de parte a parte sin el más mínimo aviso, Kidd simplemente no había entendido lo que estaba viendo.

 

No lo entendió hasta que vio la cara de horror de Law, hasta que un sonido ahogado salió de su boca cuando la espada giró en su pecho desagarrando su corazón con un pequeño movimiento. No fue hasta que la sangre roja escarlata descendió por la cara de su pareja  que Kidd entendió lo que estaba ocurriendo, no fue hasta que los ojos de Law perdieron aquel precioso brillo que el dragón tanto adoraba, que Kidd reaccionó.

 

Alzándose del suelo rápidamente, Kidd aferró a su otra mitad con el único brazo que ahora tenía, impidiendo que Law chocase con el sucio y repugnante suelo en su caída haciéndose aún más daño.

 

Sin embargo, cuando el peso del moreno descanso seguro y protegido sobre su brazo, Law ya había dejado este mundo.

 

Kidd lo sabía sin necesidad de comprobar su pulso, sin necesidad de escuchar su respiración, u observar su preciosa cara. Law estaba muerto. La soledad rodeaba a Kidd de nuevo. El vínculo se había roto. No quedaba absolutamente nada.

 

Estaba solo.

 

Kidd rugió en la más absoluta oscuridad y sintió toda la ciudad temblar a su alrededor. Respirando pesadamente Kidd comenzó a temblar en un impresionante ataque de pánico. Sus ojos se nublaron por las lágrimas al no poder respirar. Se estaba ahogando, se estaba muriendo, estaba siguiendo a su pareja al otro mundo y todo parecía haber acabado.

 

Su mente pareció disociarse de su cuerpo mientras, temblando entre espasmos, Kidd aferraba el cuerpo ahora sin vida del moreno contra el suyo propio. Posesivo. Negándose a dejarle marchar.

 

Enfrente suyo, Killer por fin alcanzó a Akainu y al instante siguiente, el cuerpo de este rodaba por el suelo partido por la mitad en un violento ataque. Al otro lado de la enorme plaza, Shanks, aun transformado en un enorme y elegante dragón rojo, rugía y gimoteaba de pena respondiendo al rugido roto de Kidd. Doflamingo aun sentado entre las ruinas tenía sus ojos fijos en el cuerpo de Law entre los bazos de Kidd con ojos de sorpresa y el más puro horror.

 

Todo parecía haberse detenido en aquel momento para contemplar la escena. No había el más mínimo sonido en la plaza, ni el más mínimo pájaro cantaba ni se oían mas explosiones de las batallas. Todo parecía haber acabado con la muerte de Law.

 

Kidd volvió a rugir tristemente mientras su cuerpo volvía a temblar en un espasmo del más puro dolor. No lo entendía. Su mente no conseguía asimilar la idea, Law no podía estar muerto. Como un niño perdido, Kidd seguía buscando el vínculo en su mente cada vez más desesperado, pero convencido de que seguiría allí, de que no podía haber desaparecido, no después de todo por lo que habían pasado.

 

El cuerpo de Law seguía inmóvil contra el suyo propio, enfriándose, con la sangre manando de la enorme herida en su pecho e inundando todo de aquel horrible rojo carmesí. Todos los signos indicaban que le había perdido, pero Kidd se negaba a rendirse. Siguió buscando. Perdiéndose en su propia mente. Llorando de desesperación al estar de nuevo en la más absoluta oscuridad.

 

Negándose a dejarle ir, Kidd besó la cara pálida e increíblemente inexpresiva del moreno ahora con los ojos cerrados en paz. Le llamó, le suplicó que volviese y no le dejase solo. Pero Law no le escuchaba, la oscuridad simplemente iba creciendo amenazando con devorarle.

 

Law no respondía. Nunca jamás lo haría.

 

El mundo pareció temblar cuando Kidd entendió al fin que se había vuelto a quedar solo. Su mente pareció romperse en mil añicos, el inmenso poder que tenía quedo libre y la plaza y todo el centro de Roma se convirtieron en la pura definición del caos.

 

Killer le estaba gritando algo mientras huía de su lado incapaz de acercarse a él, Doflamingo seguía inmóvil observando a Law e ignorando a otro exorcista que tiraba de él y pidiéndole que se fueran de allí. Shanks había desaparecido.

 

Kidd abrazó a Law contra sí mismo mientras sentía las lágrimas bajando por su cara sin intención de parar, mientras de su boca escapaban gemidos de la más pura soledad.

 

El poder del pelirrojo inundo el aire a su alrededor.

 

Las rocas del Partenón, las ruinas de la ciudad, las paredes de las casas e incluso los adoquines del suelo de alzaron en el aire al poco rato, temblando suspendidos en la nada como si un campo magnético los mantuviese allí. Después, empezaron a girar, en un amplio circulo cuyo epicentro era el propio dragón y su pareja, girando y girando cada vez más rápido, golpeando árboles, a  gente, chocando unas con otras y creando al instante un impresionante remolino de aire y piedras que rodaban a la pareja como una muralla protegiéndoles del mundo.

 

Un remolino que prácticamente acabó con media ciudad mientras el dragón lloraba ajeno a lo que el mismo estaba provocando. Demasiado sumido en la desgracia.

.

.

.

Doflamingo observó la tormenta desde un lugar seguro a varios Kilómetros de la ciudad. El sol de había puesto y se había alzado tres veces en el cielo desde que aquel desastre natural había comenzado invocado por el propio dragón. Desde que el enorme remolino de arena y escombros de había alzado alto y enorme en el cielo hasta perderse en una enorme nube de tormenta, que lo había iluminado de noche con sus rayos creando un espectáculo macabro y que había sumido al mundo en la sombra durante aquellos largos días.

 

Doflamingo nunca había visto nada igual. Ni siquiera las tormentas del desierto que había presenciado en varias de sus misiones al continente africano se podían comparar con aquello. Las tormentas de arena pasaban. Te podías proteger de una tormenta de arena. Pero aquel extraño fenómeno climático parecía tener una mente propia que la guiase.

 

La tormenta había arrasado con todo a su paso cuando había comenzado, sin distinguir amigo de enemigo había aniquilado media ciudad creando un círculo perfecto desde la que se alzaba alta e imponente en el aire, rugiendo tristemente como los lamentos de un dragón. No se movía en lo más mínimo, siempre en el mismo sitio, girando en el mismo sentido, cortando con la precisión de una espada a todo aquel que osase adentrarse en ella.

 

Doflamingo la contemplaba cada noche desde que había acabado la batalla y esperaba.

 

Un poder semejante no podría mantenerse por mucho tiempo, el dragón no podría sostenerla mucho más tiempo por mucho poder que tuviese, cuando la tormenta acabase y volviese a deshacerse en el aire, Doflamingo sabía que sería cuando el dragón muriese.

 

Así que Doflamingo esperaba. Cada noche observaba la impresionante y sigilosa tormenta esperando por el milagro o por el trágico final que definiría el futuro del mundo. Doflamingo esperaba, al igual que lo que quedaba del ejército de bestias también lo hacía.

 

Kidd era el líder de aquellos hombres, el más fuerte de todos ellos, todos habían depositado su esperanza en él, y si Kidd perecía en aquella batalla, la esperanza también desaparecería con él esfumándose como si esta nunca hubiese existido. Ellos habrían ganado la batalla y la libertad, pero Kidd, el símbolo y cabeza de la rebelión, perecería y el precio sería simplemente demasiado alto.

 

Otra guerra estallaría pronto, aunque esta vez interna.

 

Sin rey que los gobernase, la asamblea de dragones volvería a pelear por conseguir el trono ahora vacío. Shanks y Marco habían llegado a los puños la tarde anterior, la tensión demasiado grande, el dolor por la pérdida demasiado reciente, y cualquier comentario subido de tono demasiado insultante en aquellos momentos. A este paso una guerra no tardaría en estallar.  La propia Europa entraría en caos, unas razas peleando contra otras por conseguir el control que antes Kidd había mantenido durante siglos, sin un gobernante, los clanes de criaturas se abalanzarían unos sobre otros, sin sucesor al trono, el conflicto era inevitable.

 

Podían haber ganado una guerra, pero aquello no serviría de nada si Kidd moría.

 

Le necesitan más que nunca, no solo para mantener el control, sino por lo que Kidd y la relación que tenía con Law significaba para aquel mundo. La alianza entre humanos y bestias. La esperanza de que todo podía salir bien. Aquel podía ser el principio que muchos esperaban, el inicio de un nuevo mundo.

 

Pero aquello tal vez sería pedir demasiado.

 

Kidd había sido herido de la peor forma posible. Pedirle que se levantase y siguiese luchando sería demasiado. Sería algo cruel. Así que Doflamingo no dijo nada, durante aquellos días intento ayudar y resolver los conflictos que surgían en el improvisado campamento que habían montado al sur de la ciudad en uno de los bosques que rodeaban Roma, entre el mar y aquella enorme tormenta. Día tras día intentaba mantener la paz, y aplacar las rivalidades, noche tras noche se sentaba en su improvisada tienda a las afueras del bosque entre las altas hiervas y espigas de los campos, y observaba la tormenta mientras rezaba a cada Dios que conocía allí arriba por un milagro que ni siquiera el mismo entendía.

 

Doflamingo se había negado a pensar en su sobrino, en las imágenes que seguían grabadas a fuego en su mente de su cuerpo sin vida cubierto de sangre. Law no iba a morir. El dragón seguía vivo, y mientras Kidd viviese, Doflamingo conservaba la esperanza.  Ya había visto los milagros que el vínculo podía hacer, como Law había sobrevivido a la reeducación y vuelto con ellos gracias al dragón. Había esperanza, aun podía ocurrir otro milagro. Doflamingo se negaba a dar todo por perdido, se negaba a pensar en el apocalipsis que ocurriría en el mundo si el dragón moría.

 

Doflamingo se negaba a dejar de rezar cada noche por que Law volviese con ellos.

.

.

.

Cuando la tormenta de desvaneció en la nada, Killer estaba a varios kilómetros de la ciudad, observándola desde lo lejos en silencio. Siete días. Kidd había aguantado siete días. Más de lo que nadie nunca lo había hecho tras perder a su otra mitad. Siete como los siete dragones, como los siete continentes y como las siete estrellas.

 

Siete era el número de la magia.

 

Killer cerró los ojos torturado sintiéndose increíblemente perdido. A diferencia de muchos en el campamento, el no había guardado la esperanza, Kidd ya había perdido a su familia una vez y el golpe le había cambiado totalmente, era imposible que sobreviviese a una segunda perdida. Killer había visto la pasión en los ojos del pelirrojo al hablar de Law, había visto su amor y su desesperación ante la situación del chico.

 

Killer conocía a su amigo y conocía lo cruel que era el mundo. Kidd no sobreviviría esta vez. Los milagros no existían.

 

Por eso él había estado preparándose para esto durante estos largos y silenciosos días donde todo el mundo había estado demasiado tenso. Lentamente se había preparado para el día donde su amigo no diese más de sí y cayese en el abismo siguiendo a su adorada pareja. Se había estado preparando mentalmente para poder recoger el cuerpo sin vida de su amigo y hermano, y de Law, para poder enterrarlos como merecían, como los héroes de la tragedia.

 

Pero en el fondo el rubio sabía que nunca iba a estar preparado para algo así. Kidd era su última familia, enterrarle y perderle para siempre después de todo lo que habían pasado juntos destruiría una parte de su alma. El propio Killer no sabía si sobreviviría aquella última perdida.

 

Así que, cuando la tormenta de desvaneció en el aire, deteniéndose tan rápido como había empezado, Killer camino hacia la desértica ciudad de Roma, con paso lento sin querer enfrentar lo que sabía que encontraría allí.

 

Mientras la tormenta desaparecía del lugar cubriendo la ciudad de una fina arena negra, Killer paseó entre las desordenadas calles ahora desérticas y en ruinas de la vieja ciudad, sintiendo el impresionante silencio congelarle los huesos. No había nadie, ni animales, ni plantas, ni el más mínimo rastro de vida tras la destructiva tormenta, los palacios y antiguas dependencias que antes se habían alzado imponentes y hermosas en la ciudad estaban ahora destruidas y cubiertas por aquel polvo negro que surcaba el aire ennegreciendo todo y cayendo al suelo como la ceniza detrás del devastador incendio.

 

Era como si el mundo se hubiese vuelto más siniestro en aquel lugar tras la tragedia que allí había ocurrido.

 

Pero la ciudad exterior no era nada comparado con la enorme explanada yerma que la tormenta había escavado en el centro de la ciudad. Los edificios habían desaparecido por completo, las fuentes, las calles, todo erradicado hasta crear un círculo perfecto de varios kilómetros donde solo había enormes dunas de tierra negra que se levantaban y ondulaban en el suelo con el viento tras la tormenta.

 

Y allí, justo en el centro, en un pequeño y diminuto círculo de piedras, dos figuras seguían paradas en la misma posición que Killer recordaba haberlas visto la última vez hacia siete días.

 

Kidd seguía de rodillas, con la cabeza baja y su único brazo rodeando el cuerpo de Law sosteniéndole contra su pecho protectoramente sin moverse en los mas mínimo, con su cara inclinada sobre la de Law como si fuese a darle un último beso. El moreno ahora estaba pálido, su cuerpo tumbado parcialmente sobre las rodillas del dragón y el suelo de rocas, con la sangre de su cuerpo ahora esparcida por los adoquines que les rodeaba volviéndoles del puro negro.

 

Killer se paró al borde de aquel pequeño círculo de adoquines y, dándose cuenta de que alguien le había seguido, se giró a mirar a un exorcista moreno que jadeaba detrás de él y observaba el cuerpo de Law con horror desde la distancia de las dunas de arena casi al borde de las lágrimas.

 

La mente de Killer al instante le identifico como “amigo”, Pinguin, uno de los compañeros del moreno fallecido. No representaba ningún peligro. Sin embargo, al instante de verle, algo dentro suyo le gritó que aquel niño era alguien importante para él y que debía prestarle atención, pero su preocupación por Kidd en aquellos momentos era superior y simplemente ignoro aquella advertencia centrándose de nuevo en su querido hermano.

 

Kidd era su familia, el niño podía esperar.

 

Killer se acercó entonces lentamente a la pareja inmóvil en medio de aquel paramo, pero Kidd no reacciono a su presencia como siempre hacia, no se movió en lo más mínimo y Killer se temió lo peor. Haciendo de tripas corazón, el rubio se arrodilló enfrente de su amigo  y el cuerpo sin vida de Law, y observó su cara con cuidado.

 

Los ojos de Kidd estaban rojos, casi tanto como su pelo, tenía enormes círculos negros de agotamiento y falta de sueño bajo ellos, y rastros de lágrimas y sangre en sus mejillas. Todos sus músculos parecían estar en tensión y entumecidos tras pasar días en la misma postura sin moverse en lo más mínimo, pero aun, así el agarre que el pelirrojo tenía sobre el cuerpo de Law seguía siendo firme, y su pecho seguía alzándose y descendiendo en una débil respiración.

 

Kidd estaba vivo, o al menos todo lo vivo que alguien en su situación podía estar. Su mirada en cambio destruyó algo dentro del rubio, era simplemente tan vacía, tan perdida, tan…débil.

 

Killer sintió el nudo en su garganta tensarse.

 

Necesitaba sacar de allí a su amigo, necesitaba darle una cama, comida, sacarle de la miseria por la que estaba pasando. El instinto y todo su ser le gritaba por que ayudase a su familia. El ver así a Kidd, quien siempre había sido alguien tan fuerte, quien siempre había sabido sobrevivir, quien era el modelo a seguir de todos ellos, destruía por completo el mundo de Killer.

 

Abriendo la boca y hablando con toda la delicadeza y cuidado que pudo, Killer intentó devolverle al cruel mundo en el que vivían. No podía perderle. No de esta manera.

 

—Kidd, vámonos—susurró bajo sin atreverse ni siquiera a tocar a su hermano quien parecía a punto de romperse—los otros siete están esperando por ti—

.

.

.

La tormenta seguía rugiendo dentro de Kidd, el dolor, la rabia, la frustración, la decepción, la tristeza, la desesperación…todo se mezclaba en su cabeza girando y girando en un mismo sentido sin dejarle pensar. Kidd no supo cuánto tiempo paso en aquel estado, el tiempo no importaba, el tiempo se podía cambiar, alargar y acortar si a él le daba la gana hacerlo, el tiempo no importaba.

 

Lo que importaba era que Law ahora estaba muerto.

 

La tormenta rugió largo y tendido, arrancándole la energía, debilitándole y ayudándole a pelear contra la oscuridad que le había rodeado en el vacío de su mente. Kidd había peleado contra aquella profunda nada, pero, como siempre, no había podido aguantar y otra vez había perdido. Había perdido. Con el último aliento de energía, Kidd había visto a la barrera desvanecerse y exponerle a la oscuridad, a la tragedia, a la cruda realidad.

 

Law estaba muerto.

 

Durante un momento, Kidd no supo cuánto, el tiempo no importaba, el tiempo se podía cambiar, Kidd solo observó a la oscuridad acercarse y rodearle lentamente, cercándole y destruyéndole lentamente, extinguiendo su vida en un avance lento y doloroso. Pero a Kidd no le importo, ya nada importaba, si moría tal vez se reuniese entonces con Law en el otro mundo, ya no había nada por lo que luchar, ya no quedaba nada.

 

Con paciencia y sin miedo Kidd esperó a su final.

 

Fue entonces cuando las palabras entraron en su mente retumbando con el eco de una voz que ya no conseguía recordar a quien pertenecía. La oscuridad había devorado aquel recuerdo hacía ya tiempo.

 

“Los otros siete están esperando por ti”

 

Siete. Siete estrellas. Siete continentes. Siete dragones. Pero Kidd solo conocía a seis. Shanks, Marco, Jimbe, Hancock, Dragon y él mismo. América, Australia, Atlántida, Asia, África y Europa. El séptimo nunca aparecía, el séptimo era un misterio envuelto en mitos y leyendas más viejas que el propio mundo, el séptimo…el séptimo era la magia.

 

Su madre le había contado historias y cuentos de niños sobre aquel dragón, y ya en aquel entonces se habían considerado leyendas y patrañas que no debían creer. Hacia miles de años atrás aquello ya ni siquiera se había considerado verídico, historias de viejas, historias de miedo... Kidd se había reído al ver el séptimo asiento por primera vez en los concilios.

 

En la actualidad ya nadie siquiera recordaba las historias ni sabían a quien pertenecía el asiento.

 

Pero en el final de su vida, todas aquellas leyendas vinieron a la cabeza del pelirrojo, mientras volvía a revivir aquellos momentos, sentado en el lomo azul cielo de su madre, mientras esta le contaba las historias proyectando mentalmente las imágenes en su cabeza.

 

Mientras le contaba como el séptimo dragón podía…

 

Kidd se levantó de un salto aferrando a Law fuertemente contra su cuerpo sin atreverse a separarse de él para mantener aplacada a la oscuridad. El cuerpo del moreno se había vuelto frio, su pulso congelado en sus venas, su piel más pálida que la del propio Kidd…

 

Pero Kidd ya no podía llorar más por Law. No era físicamente posible. Kidd se negaba a llorar ahora. Daría todo lo que tenía por Law hasta que ya no quedasen más opciones, hasta que se le acabase el tiempo, hasta que la oscuridad se le llevase por delante.

 

La ciudad había desaparecido a su alrededor curiosamente dejando paso a una inmensa explanada de arena negra. Kidd parpadeó sintiendo su cuerpo entumecido y dolido. A su lado Killer y otro chico le miraban sorprendidos y con algo parecido al miedo y la preocupación en sus ojos. Kidd les ignoró. No había tiempo. La oscuridad cada vez les estaba consumiendo más y el viaje le llevaría su tiempo.

 

Sin dudarlo se transformó en la enorme bestia de escamas rojas que a tanta gente había aterrorizado. Aquella forma con la que había visto a Law por primera vez y todo había comenzado.

 

Esta vez el cambio dolió, Kidd sintió sus huesos estirarse, su piel romperse para dar paso a las brillantes escamas y a las enormes alas, y a duras penas contuvo el grito de dolor. No le quedaba magia, no le quedaban fuerzas y su mente estaba demasiado destrozada para aquello. Pero lo ignoró. Tenía que dar todo. No había otra oportunidad. Aquello podía ser un suicidio, la leyenda solo podía ser una leyenda, pero Kidd no podía rendirse, no ahora.

 

Ignorando los gritos de su amigo por que parase, Kidd tomó el cuerpo de Law con cuidado en una garra y alzó el vuelo alto en el aire cargado de su propia magia. Todo su cuerpo dolía, y no sabía si podría aguantar el viaje, no sabía si podría llegar antes de que la oscuridad le consumiese, no sabía si la leyenda siquiera era cierta, pero no había otra opción.

 

Girándo en el aire, Kidd estableció su rumbo, al sur, a la vecina ciudad de Nápoles.

 

Al famoso monte Vesubio.  

Notas finales:

En primer lugar quería decir que este es antepenultimo cap y que ya queda poco para acabar, muchas gracias por seguir la kilometrica historia hasta aqui guapos y por aguantar mis lios.

En segundo lugar me gustaria pediros a todos que NUNCA, en la vida, le pidais a un escritor que le dedique una escena a una determinada pareja sobre la que actualmente no esta escribiendo. Si yo estoy escribiendo KidLaw y no dejais de pedirme MarcoAce la sensacion que me estais dando es que no os gusta el KidLaw que estoy escribiendo y me desanimais a continuar el fic. Abandone una vez un fic por este mismo motivo y no hay nada que me fastidie más, se que cada uno teneis vuestras preferencias, pero no se las impongais al resto. 

En tercer lugar deciros que el chat de KidLaw sigue abierto para quien quiera entrar, ya he capturado a Korone Lobstar, Lukkah, y más autores y artistas, aun asi cuantos mas seamos mejor (https://join.skype.com/AIzXH03EKyJo)


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