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Ignis Draco por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Alojaaaa, bueno chicos, veo que os esta gustando el fic n_n me alegro me alegro, en fin, este capitulo es un poco mas brebe que los otros pero aun asi es fundamental en la historia ya vereis el por que. 

Y sin mas aqui os lo dejo puntual y todo. 

Espero que os guste.

 

Kidd dormía como hacía tiempo que no dormía. La cama que hacía años que no usaba, se sentía enorme y demasiado blanda contra su cuerpo y prácticamente parecía que flotaba entre sábanas y almohadas. El dragón, no sabía exactamente porque estaba durmiendo allí en vez de con su despampanante tesoro, pero curiosamente el cambio no le era resultaba tan desagradable como pensó que le resultaría.

 

El pelirrojo se sentía satisfecho y contento, y en eso tenía mucho que ver el hombre de ojos grises encerrado en sus mazmorras. En su cueva. En su casa. Era como si un instinto posesivo que no sabía que tenía hubiese surgido de repente en él al encontrarse con el hombre, y solo hubiese podido calmarlo cuando por fin le había tenido atrapado en su cueva.

 

Era un sentimiento estúpido y lo sabía, y sabía también que tendría que empezar a preocuparse por lo que sentía, pero en aquel momento solo quería dormir profundamente y descansar por fin después de varios días de búsqueda, captura y tortura psicológica.

 

Gruñendo de placer se dio la vuelta en la gran cama que en comparación con su enorme cuerpo seguía pareciendo diminuta. Adoraba su cama casi tanto como su tesoro. Casi. Las sábanas eran de seda china de un intenso color escarlata con rebordes de oro. Los edredones nórdicos estaban rellenos de plumas de ganso y tejidos por las manos de las sacerdotisas de los templos del norte, e incluso el cabecero de la cama tallado en nácar indio costaría un imperio entero. Aquella habitación simplemente sería el sueño de cualquier hombre, cubierta de alfombras de pieles, con arcones llenos de trajes extravagantes y cortinas y cojines en cada rincón que permitirían a cualquier persona retirarse con comodidad sin preocuparse por el dinero nunca más. Y sin embargo el pelirrojo pocas veces la usaba prefiriendo generalmente el frío contacto del oro contra su piel.

 

Nunca había entendido aquella obsesión que tenían los dragones por el oro. Sabía que era una obsesión problemática que le hacía arriesgar la vida más veces de las que debería, sabía que era más cómodo y sano dormir en la cama que sobre una pila de monedas, lo sabía y siempre evitaba deshacerse de la fascinación que le provocaba el metal y comportarse como el ser inteligente que era y no como el animal que le suponían muchos.

 

Por ahora la cosa no había funcionado del todo.

 

Aquella noche de todas formas había algo que le decía que no debía bajar a su santuario, y el mismo presentimiento, le impedía dormir tan profundamente como él deseaba. Asique, incómodo, siguió tumbado en la cama esperando dormir y con sus sentidos inútilmente alerta.

 

Y fue entonces, mientras se giraba de nuevo quedando de costado y metiendo la mano bajo la esponjosa almohada, que lo escuchó. No fue ni siquiera un susurro, ni siquiera un roce de ropa, solo el aire moviéndose cuando debía de estar absolutamente quieto.

 

Si Kidd no hubiese sido quien era y no tuviera un oído tan agudo seguramente no se habría dado ni cuenta, seguramente si hubiese estado ligeramente más distraído ni siquiera lo hubiese escuchado.

 

Pero una vez que se dio cuenta ya no lo pudo obviar más.

 

Fingiendo que aún dormía y que no se había dado cuenta de nada, reguló su respiración, tensó los músculos y aguardó inmóvil. El aire siguió desplazándose en silencio alrededor de su cama lentamente, avanzando hasta que el intruso quedo enfrente suyo, como un verdadero depredador acechando a su presa y estudiándola antes de atacar.

 

Sólo que él no era una presa. Él era un dragón.

 

El brillo afilado del metal brilló en la oscuridad. Y Kidd abrió los ojos mientras el arma dibujaba una curva en el aire acercándose a su cuello.

 

Todo pasó en un instante.

 

Kidd giró en el aire apresando a su atacante con un movimiento rápido y fluido antes de que este lograra su objetivo. Un jadeo de sorpresa sonó en medio de la oscuridad mientras Kidd empujaba al hombre a la cama y le inmovilizaba al instante sentándose encima de él y sujetándole las muñecas por encima de la cabeza. El atacante se revolvió al instante debajo de él intentando escapar de su agarre y volver a atacar, pero, al darse cuenta de la fuerza del pelirrojo y de la posición en la que estaba, se quedó quieto sabiendo que era imposible huir.

 

Kidd hizo que su poder envolviese entonces la estancia y las numerosas velas en la pared y estanterías parpadearon inundando la habitación de miles de puntos brillantes que arrojaron luz sobre la situación.

 

Como el dragón se había temido, su querido prisionero estaba en su cama con un cuchillo aún en su mano y una mirada ofendida en su rostro. Kidd le tenía inmovilizado el cuerpo y las muñecas, pero no dudaba que el más mínimo despiste podría costarle la vida bajo las hábiles manos del chico.

 

El pelirrojo y el moreno se miraron a la cara como la primera vez que se habían encontrado: con odio, con enfado y una ligera curiosidad en ambos.

 

— ¿Que te crees que haces?—pregunto el pelirrojo mirando fijamente en aquellos pozos grises que eran los ojos del otro, levantando una ceja sarcástico mientras esperaba la respuesta.

 

—Matarte—dijo llanamente el otro con odio, aún haciendo fuerza contra su agarre en búsqueda de la libertad.

 

Y Kidd no supo si reír por la estúpida sinceridad del otro, o si sentirse ofendido porque creyese que podía matarle tan fácilmente. Al final solamente decidió burlarse de él.

 

—Vaya, pues se te da bastante mal ¿no crees?— respondió con una sonrisa arrogante.

 

Y curioso, observó la sorpresa en los ojos del humano ante el comentario provocativo, y como estos brillaban con rabia ante el orgullo herido.

 

—No te preocupes, con la práctica se aprende—respondió el prisionero en el mismo tono juguetón pero asesino—la próxima vez no fallaré—

 

Kidd esta vez no pudo contener la carcajada.

 

Vale, había que admitirlo, desde que había capturado al otro se lo estaba pasando en grande sacándole información y humillándole tan fácilmente. Había conocido a pocas personas con un orgullo tan grande como el suyo.

 

—Me ofende que creas que habrá una próxima vez chico—dijo de nuevo el dragón con aquella sonrisa arrogante en una suave amenaza.

 

El humano solo le sonrió en respuesta mientras se alzaba sobre sus inmovilizados codos acercándose a su cara en un supuesto gesto intimidante. Gesto que únicamente hizo que la mente de Kidd volviese a desviarse a temas inapropiados en aquella situación.

 

—Oh, la habrá, no tengas dudas—dijo el moreno sonriendo también con una seguridad inquietante.

 

Y la falsa charla inocente desapareció para convertirse en la oscura verdad. Se miraron con odio y rabia el uno al otro. Hasta que Kidd se cansó del jueguecito y empujó de nuevo al moreno contra el colchón siendo entonces él, el que se inclinó sobre el otro adentrándose en su espacio personal sin el más mínimo remordimiento.

 

— ¿Cómo has escapado?—preguntó a centímetros de su cara.

 

Y esta vez fue el turno del chico de reír divertido y arrogante.

 

—Magia—respondió con una sonrisa malvada.

 

El dragón apretó la mandíbula volviéndose a enfadar, tan fácilmente, que daba pena. Luego clavó los dedos en las muñecas del otro dolorosamente intentando conseguir someter al otro, pero el chico ni se inmuto, y solamente volvió a reír en su cara burlándose de él mezquinamente.

 

Kidd no sabía que pensar, ¿decía la verdad? Se había curado las heridas, así que era un ser mágico y podía decir la verdad. Pero entonces ¿por qué no había escapado antes? ¿Por qué no le había intentando atacar cuando le había sacado de la mazmorra? ¿Y qué se suponía que tenía que hacer ahora? Si le volvía a encerrar en la mazmorra el chico se volvería a escapar y puede que la siguiente vez sí que consiguiese matarle.

 

Kidd miró intensamente al chico debajo suyo en la cama preguntándose cuál sería su siguiente paso. El chico le devolvió una mirada rabiosa intentando aún, de vez en cuando, quitárselo de encima.

 

— ¿Te vas a quedar todo el día así mirándome o vas a hacer algo? —preguntó entonces el exorcista cabreado por la falta de acción de todo aquello y la mirada que le dedicaba el dragón.

 

Porque eran enemigos: o se mataban en cuanto se veían o estaban planeando en cómo hacerlo. Sin embargo, por lo que podía ver, el dragón solamente se le estaba quedando mirando embobado a centímetros de la cara. Cosa que le ponía demasiado incómodo y le daba aún más mala espina.

 

Al final el dragón inclinó la cabeza hacia un lado de una forma felina y sonrió malignamente. Y Law supo que no tenía que haber abierto la boca.

 

— ¿Por qué lo preguntas?—dijo de repente la bestia— ¿Acaso tienes algún problema? ¿Te incomoda la situación?—

 

Y para joder la situación aún más, el moreno sintió como el pelirrojo se movía encima suyo hasta situarse entre sus piernas, y como su muslo se apretaba provocativamente contra su entrepierna sin que él pudiese hacer nada para evitarlo.

 

Law apretó los dientes y fingió una sonrisa inocente mientras en su mente insultaba al dragón en mil idiomas conocidos. El hombre le sonrió en respuesta sabiendo perfectamente lo que pasaba por su mente a pesar de la sonrisa falsa en su boca.

 

—Sí, tengo varios problemas—respondió sin querer que el monstruo ganase aquel asalto no verbal— entre ellos tu olor corporal con el que me llevas asfixiando desde hace un rato. Por favor quítate de encima—mintió vilmente con lo primero que se le ocurrió.

 

Porque la verdad es que el hombre encima suyo olía de todo menos mal. Es más, olía mejor que cualquier humano que hubiese conocido nunca, ya que, en esta parte del mundo, lo de los baños regulares por higiene no se entendían del todo bien. Sin embargo el dragón tenía un aroma extraño que nunca había conocido, era una mezcla de madera quemada y magia que nublaba sus sentidos. Y eso sin contar con el absurdo calor que desprendía su cuerpo, Law muy a su pesar comenzaba a excitarse y se odiaba por ello como nunca en su vida.

 

Él era un exorcista. Un mensajero de dios, y como tal, el voto de castidad lo cumplía sin dudar. Y más si el que le excitaba era un hombre.

 

El dragón encima suyo en cambio alzó una ceja sarcástica ante su comentario sobre su olor corporal.

 

—Vaya, no sabía que fueras tan sensible...—empezó el dragón de nuevo con la pelea verbal y sin moverse en absoluto.

 

— ¡Quítate de encima!—ordenó esta vez Law al sentir como el pelirrojo volvía a frotar su muslo contra su entrepierna, calentándole y provocándole cada vez más.

 

Y en el instante en que su grito retumbó en la habitación, supo que había perdido.

 

Kidd al fin soltó una carcajada sintiéndose curiosamente feliz de haber ganado una batalla contra el hombre. La parte encadenada de su mente prácticamente comenzó a ronronear como un adorable gatito.

 

—Lo siento pero no puedo hacer eso ¿Que me garantiza que no vuelvas a intentar agujerearme con tus cuchillos?—dijo sonriendo feliz.

 

—Oh, te agujerearé, te lo aseguro—dijo Law con rabia al observar como el dragón no hacía ningún intento por alejarse de él— y te diseccionaré y colgaré tu cabeza en mi chimenea—

 

Kidd solo rió.

 

—Qué romántico eres, seguro que eso se lo dices a todos—

 

—No, solo a los que consiguen tocarme lo suficiente las narices—

 

—Oh, ¿he de considerarme especial entonces?—

 

Law rodó los ojos desesperado. Si hubiese sabido que acabaría así se hubiese quedado encerrado felizmente en la mazmorra. Lo juraba. ¿Es que no podían mantener una conversación normal? ¿Y porque seguía teniendo al otro encima?

 

— ¿Qué narices quieres?—le soltó con un tono cansado sin saber qué más hacer.

 

La bestia en cambio sólo siguió mirándole divertido, como si fuese lo mejor que le hubiese pasado en mucho tiempo y no quisiese que el momento acabase. Pero no se podían quedar así eternamente y ambos lo sabían.

 

—Quiero hacer un trato—dijo por fin Kidd poniéndose serio pero aun sin apartar los dorados e intensos ojos de su cara.

 

Law frunció el ceño, molesto y cada vez más incómodo. Aunque hubiera dejado de moverse, Law aún podía sentir la caliente pierna del otro apretándose firmemente contra la parte más vulnerable de su anatomía con insistencia. Y dicha parte comenzaba a erigirse tristemente entre ambos.

 

Law sabía que le faltaba tiempo para que el dragón se diese cuenta de lo que pasaba. Si es que no lo había hecho ya.

 

—Yo no hago tratos con los de tu clase—respondió Law cada vez más incómodo y sin pensar muy bien en lo que había dicho.

 

Y nada más decirlo algo brilló en los ojos del dragón que le puso los pelos de punta.

 

¿Los de mi clase? preguntó el dragón a la mente de Law mientras su cara se acercaba a la suya con toda aquella intensidad y seriedad.

 

Hasta que sus alientos prácticamente se mezclaron en uno solo.

 

Esta vez Law tembló sin poderlo evitar y contuvo la respiración mientras por primera vez en mucho tiempo se sentía realmente como la presa. Aquello simplemente era demasiado íntimo: con el otro tan pegado, con su pierna sobre su creciente erección y con la conversación en su mente.

 

Era algo que no debería estar ocurriendo entre ellos dos.

 

Así que el moreno no hablo. Ni física ni a través de la telepatía, simplemente no se atrevió a profundizar el momento, no se atrevió a hacer nada que se pudiese malinterpretar como consentimiento de su parte. Al final el dragón se separó de él con una mirada que Law no supo cómo descifrar pero que parecía...decepcionada.

 

—Tal vez es hora de que cambies algunas costumbres, Trafalgar Law—susurró el dragón, mirándole directamente a los ojos.

 

 Y antes de que se diese cuenta, el moreno volvía a estar de pie. Instintivamente intentó golpear al otro con una llave de artes marciales. Con una de las miles que había aprendido para conseguir escapar. Pero de nuevo su cuerpo volvía a estar inmovilizado con un brazo retorcido en su espalda y la otra mano del dragón apretando su cuello y prometiendo sangre. 

 

Law se quedó quieto como antes, sabiendo que el más mínimo movimiento podría costarle la vida.

 

—Buen chico—dijo el dragón en su oído mientras los dedos en su cuello acariciaban la piel encima de su desbocado pulso de forma posesiva — ahora camina, tengo algo que quiero enseñarte—

 

Law gruñó frustrado y confuso por la repentina actitud del pelirrojo. Aún así tuvo que moverse cuando el otro le empujó ligeramente, con su agarre apretándose fuertemente. Era difícil andar así y, mientras salían de la habitación y recorrían los pasillos de de piedra negra, tropezaron varias veces sin poderlo evitar. Y en cada una de ellas Law por supuesto intentaba escapar, aunque el dragón no era idiota y cada vez que aquello pasaba le retorcía el brazo hasta que sus articulaciones crujían inquietantemente.

 

Al final llegaron a la entrada de la cueva y Kidd se detuvo en medio del balcón que daba al precipicio y sobre el que él solía aterrizar. Soltando a su prisionero bruscamente para que no consiguiese darle un golpe por sorpresa, se alejó de él y alzó un brazo abarcando todo el lugar.

 

—Esta es mi guarida—anunció orgullosamente— la diseñe específicamente para que nadie pudiese entrar y nadie pudiese salir—

 

Su prisionero le miró con cara de aburrimiento y sin pizca de sorpresa. Había adoptado una postura de pelea y claramente esperaba poder abalanzarse encima suyo y machacarle a puñetazos en cuanto bajase mínimamente la guardia.

 

Kidd se relamió los labios inconscientemente. Había sentido la excitación del moreno hacía un momento, había visto sus pupilas dilatarse y su cuerpo reaccionar ante cada movimiento que él hacía. Simplemente había sido perfecto, parte de su ser había sentido lástima cuando se había separado del moreno, parte de su mente quería volver a tenerle debajo suyo en aquel estado.

 

Ya no se tragaba la actitud de aburrimiento del otro.

 

—El barranco detrás tuyo tiene una caída en picado de un kilómetro —empezó a señalar el dragón mientras contenía lo impulsos que le hacían querer abalanzarse sobre el otro— abrasé la piedra alrededor de la guarida para que esta se derritiera en una superficie lisa, por lo que tampoco se puede llegar escalando. En otras palabras, solo se puede salir de aquí volando—

 

Y ambos sabían que el moreno no podía volar. Si no, su pelea en el pueblo hubiese sido muy distinta la última vez.

 

— ¿Y qué me quieres decir con eso?—preguntó el hombre mirándole indiferente, pero aun con su pulso latiendo acelerado y las pupilas aún enormes.

 

Kidd gruño molesto por aquella falsa actitud, solo estaban hablando, por dios, ¿por qué tenía que ponerse a la defensiva? ¿Por qué siempre tenía que mostrar aquella actitud de desprecio y desagrado? ¿Por qué no podía simplemente reconocer lo que acababa de pasar y dejar que le violase?

 

¿Que mierda estoy pensando? Se dio cuenta Kidd.

 

—Si me matas no podrás salir de aquí nunca— explico al fin el objetivo de todo aquello decidido a dejar aquellas perspectivas para más tarde y centrarse en la conversación.

 

Su idea había sido que el otro entendiese que le necesitaba de alguna manera y que no volviese a intentar una de aquellas estratagemas para cortarle la cabeza.

 

— ¿Y qué?— preguntó, sin embargo, el de ojos grises con indiferencia, como si aquello no cambiase nada— me da igual morir si puedo matarte a ti primero—dijo con odio.

 

Kidd rodó los ojos, cansado y frustrado con todo aquello. ¿Por qué la gente lo odiaba tanto? Tampoco había hecho nada malo, solo intentaba sobrevivir, por el amor de dios. Los humanos habían extinguido especies enteras, él solo había matado a gente y se había comido algunas ovejas. Tan malo no podía ser. Kidd volvió a observar a su prisionero pensando en cómo convencerle para que dejase de intentar matarle.

 

Al final supo que no tenía opción: si quería recibir, primero tenía que dar.

 

Por eso había dicho lo del trato en primer lugar.

 

—Vale, haremos esto—comenzó mientras observaba al chico de ojos grises al borde de su barranco — si tú me prometes que no volverás a intentar matarme yo no volveré a encerrarte en la mazmorra y podrás andar por la cueva por donde quieras—

 

El hombre abrió los ojos ligeramente sorprendido por aquella oferta, claramente tentado. Sin embargo al instante volvía a mirarle con la sospecha y desconfianza en el rostro. Kidd solo le observó divertido. ¿Por qué era siempre tan divertido hablar con aquel hombre? ¿Por qué aquella parte de su mente seguía ronroneando cada vez que descubría una nueva expresión del de ojos grises?

 

— ¿Cómo sé que tú no me intentarás matar a mí en algún momento? Después de todo no creo que me hayas traído aquí para charlar y tomar el té—

 

Kidd sonrió sin poderlo evitar por el comentario. No, definitivamente no le había traído aquí para aquello, aunque la parte contenida de su mente le estaba empezando a mandar, emocionada por los recientes acontecimientos, ideas de lo que podía hacer con el hombre, ideas mucho más... interesantes que la tortura que había planeado en un primer momento.

 

Se golpeó mentalmente y se obligó a centrarse. ¿Por qué cada vez le costaba más controlar a aquella parte de sí mismo?

 

—Está bien, yo no te mato si tú no me matas—aceptó al fin.

 

—Y me dejaras libre—insistió el hombre negociando como si llevase toda su vida haciéndolo.

 

Kidd frunció el ceño pero al final asintió conforme. Quería acabar con aquello ya e irse a su habitación a descansar y analizar lo que estaba pasando.

 

—Y te dejare libre—secundó.

 

Curiosamente tenía la sensación de que estaba perdiendo con aquel trato, pero le daba igual.

 

El moreno entonces deshizo la postura de guardia y se acercó a él con precaución. Kidd le observó curioso. La parte retenida en su cabeza volvió a ronronear al verle acercársele sin la agresividad ni el odio de antes, solo con curiosidad y desconfianza. El chico se paró entonces enfrente suyo y alzó una mano para cerrar el trato. El dragón siguió observándole curioso por el repentino cambio de actitud de "te voy a matar lenta y dolorosamente" a "no te aguanto pero esto es mejor que nada".

 

—Como rompas el pacto juro que te atormentare por el resto de tu vida—siseó el chico aún con la mano alzada.

 

 Kidd sonrió divertido. Tan arrogantes y orgullosos estos humanos, como si pudieran matarle a él. Pero en aquella situación no podía esperar nada mejor. Una parte de sí mismo saltaba de alegría cuando estrechó la mano del chico y sintió sus largos dedos apretarle en un agarre firme.

 

 La otra se preguntaba qué cojones estaba haciendo. 

 

—Y como tú no cumplas el trato, te castigaré—respondió el dragón a la amenaza del moreno inclinándose de nuevo para susurrarle las palabras al oído.

 

Y mientras una parte de la mente del dragón le bombardeaba al instante con castigos que envolvían una cama, esposas y al hombre enfrente suyo con mucha menos ropa, el chico de ojos grises tembló de nuevo ante la mirada confiada y la sonrisa extraña que le dedicaba el dragón.

 

Notas finales:

Pues ya estaaa, como veis han pasado de enemigos de por vida a convivencia mas o menos pacifica XD en los proximos capitulos os lo pasareis mejor supngo ya que ya empiezan a "congeniar" aunque como veis no es como si a Kidd le estubiese costando mucho. Law va a estar mas reprimido creo yo, ya que va a tener que romper algunas normas que le enseñaron desde niño U_U

Pero ellos lo conseguiran y yo conseguire aprobar los examenes de la uni.

En fin, espero que os haya gustado guapos, feliz navidad, feliz año nuevo y muchas gracias por leer y por los reviews. 

Nos vemos.


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