Infancia
Versión Tachibana Makoto.
Él era el primogénito de la familia Tachibana, su familia no era ni rica ni poderosa o influyente, solo era una típica familia japonesa común y ordinaria.
Si alguien le preguntara a Makoto que era lo que más recordaba de su tierna infancia probablemente el respondería sin dudar que se trataban de las cómodas y divertidas tardes en las cuales su madre lo llevaba a jugar a un pequeño parque cerca de su casa, allí podía divertirse entre los diferentes juegos que el lugar ofrecía y sin duda alguna uno de sus favoritos eran los columpios, el simple subir y bajar del columpio le era agradable.
Otro recuerdo que tenía era el de conocer a su amigo Nagisa, un pequeño rubio revoltoso pero de muy buen corazón solo un año menor que él, en ese entonces el rubio tenía 5 años y el 6. Aun con el pasar del tiempo, ambos continuaron siendo muy buenos amigos.
Pero si Makoto estrujara aun mas su memoria, quizás encontraría un pequeño recuerdo, uno que quizás mientras fue creciendo no recordaba pero si tal vez se esforzara un poco podría recordar el día en el que defendió a un pequeño y callado niño pelinegro de ojos azules.
Makoto no lo recuerda, pero si lo hiciera sabría que esa fue la primera vez que vio a Haruka Nanase.
Infancia
Versión Nanase Haruka.
El nació en el seno de la familia Nanase, fue hijo único ya que poco tiempo después de su nacimiento su padre obtuvo un puesto muy importante como sub presidente de una gran compañía de alimentos marinos; él fue cuidado y tratado como un pequeño príncipe y criado bajo una tradición japonesa impecable, aunque, si alguien le preguntara a Haruka el no hubiera pedido toda esa vida llena de lujos y riquezas, el solo hubiera pedido una cálida y normal familia que estuviera a su lado.
Uno de sus primeros recuerdos es el de sus padres discutir, sobretodo siendo si mismo el problema central de dichas discusiones, posteriormente fue como sus padres dejaron de verse y de hablarse hasta escuchar a su madre decir que irían a vivir con su abuela.
Haruka nunca fue un niño problemático pero era callado, extremadamente callado, al grado de que la gente creía que él era mudo. Para animarle, su abuela le llevaba de vez en cuando a un pequeño parque que había cerca de su casa, mas Haruka no se despegaba ni un momento de su abuela y las pocas veces que lo hacía solo era para ver alguna cosa que le pareciera curiosa mas nunca para ir a jugar con otros niños.
- Haru-kun ¿Quieres un helado? – había preguntado su abuela a lo cual solo negó con la cabeza haciendo que esta solo le sonriera con tristeza – Iré por uno ¿Por qué no intentas jugar con alguien?
Haruka solo observo como su abuela se alejaba del lugar y el escuchaba lo que los otros niños decían “Mi mama dice que sus padres no viven juntos” “Es muy extraño, el jamás habla” “Una vez vi como se caía y ni siquiera se quejo” “Quizás no siente”
Por motivos como ese era que el odiaba ir a aquel lugar y ese día antes de ir se lo había dicho a su abuela pero ella insistió en llevarle, estaba a punto de correr hacia donde estaba su querida abuela cuando una voz le detuvo: “¡Déjenle en paz!”. Una persona, un niño, le había defendido, el solo se le quedo viendo, aunque su carita se viera seria sus ojos expresaban una gran sorpresa al ser defendido vio como los niños comenzaban a pelear entre ellos pero el castaño que le estaba defendiendo no se inmutaba, seguía pidiendo que fueran amables con él.
Su abuela regreso tan pronto como escucho a los niños discutiendo para tomar al pequeño pelinegro de la mano y llévaselo a casa “Los niños pueden ser tan crueles.” Pensó.
Desde aquel día no volvieron a ir al parque, pero Haruka jamás olvidaría el primer recuerdo grato de su infancia, un joven de cabello castaño y hermosos ojos verdes defendiéndole.