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Los ojos de Pablo por Diego0402

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Notas del capitulo:

La historia es relatada por Mateo Effner, un muchacho de ascendencia judía y de sangre mexicana.

Básicamente el relato se centra en la súbita relación que sucede entre los dos protagonistas; Pablo y Mateo. 

No diré más. Disfruten. 

"Levanta hacia mí tus ojos, tus ojos lentos, y ciérralos poco a poco conmigo dentro." -Gerardo Diego (poeta español)

-Mis abuelos me sacaron de casa a los veintiún años. La relación que tenía con mis padres realmente nunca fue muy buena, yo siempre quise huir de casa pero nunca tuve las agallas. Cuando por fin terminé los estudios mis abuelos me ofrecieron irme a vivir a un cuarto que ellos usualmente rentaban a estudiantes o extranjeros que venían de paso. Hubo mucha tribulación ya que mis padres estaban en contra de la idea, pero mis abuelos supieron controlarlos y por primera vez en mi vida decidí enfrentarme a quienes más me habían hecho daño en la vida.

>>Por fin corté con los lazos que me mantenían unido a mis padres y me fui al cuarto que mis abuelos me habían regalado, por así decirlo, comencé a trabajar en una pequeña empresa turística e hice algunos amigos. Uno de ellos se llama Roger y hasta el momento seguimos teniendo una buena relación, digamos que ahora es mi casero.

>>A los veinticuatro años le di a mis abuelos las gracias por dejarme vivir en su habitación y les expliqué que por fin era hora de que yo me marchase y comenzara a vivir mi vida. Entre lágrimas me despidieron y me dieron su bendición. Mis abuelos fueron más padres para mí en solo 3 años de lo que fueron mis padres realmente.

>>Roger es ahora dueño de un hotel, el hotel Albion, y al ver que no encontraba lugar para quedarme me ofreció una oferta. Quedarme en su hotel en una de las habitaciones tipo hostal por un precio bastante razonable. Y hasta ahora sigo viviendo ahí, y ahí es hacia donde nos dirigimos. -

- Vaya, es una historia bastante interesante y bueno… trágica-

-Sí, pero no busco darle demasiadas vueltas al asunto. Mi madre me educó para ocultar mis sentimientos, ella me dijo que los sentimientos no valían nada y que solo te debilitaban. Personalmente no creo en ello, además mi abuela decía todo lo contrario y trato de corregir todos esos años de mensajería subliminal que mi pobre cerebro captó en su infancia. De hecho me sorprende que esté contándote todo esto, es decir, no suelo hablar tanto. Nunca. –

- Bueno, me han dicho que todos se sienten en confianza cuando hablan conmigo. No lo comprendo muy bien pero supongo que es como un don. –

Pablo y yo seguimos caminando, habíamos caminado fácilmente por cuarenta minutos. No podía creer que lo acabara de conocer justamente una hora antes, en una esquina, esperando mi camión. Tuve que mandarle un mensaje por teléfono a mi padre para avisarle que llegaría más tarde a casa con el pretexto de que me había encontrado a un amigo en la calle y que éste me había invitado un café. Siempre fui bueno en las mentiras piadosas.

- Bien, hemos llegado Mateo. –

Efectivamente, habíamos llegado, el hotel era grande pero no alto, quien quiera que lo hubiese construido sabía lo que hacía al comprar el terreno donde se encontraba. Se trataba de un sitio muy bien ubicado, céntrico, frente a una carretera; perfecto para atraer turistas. El edificio era un tanto cursi, las paredes eran color melocotón y los marcos de las ventanas, los balcones y las puertas eran blanco hueso. La puerta principal era bastante grande, de madera tallada y con unas ventanas muy bien detalladas en cristal en cuyos detalles resaltaba una letra “a” exquisita. La entrada estaba adornada con pequeños pero muy hermosos jardines que parecían dirigirte hacia la puerta de una manera elegante y deliciosa.

Comencé a sentirme un poco incómodo, no estaba vestido correctamente para un hotel tan hermoso, es decir: iba con jeans, una playera azul obscuro, una sudadera bastante corriente y un par de deportivas muy simples. Pero de alguna manera eso no me impidió entrar con Pablo, realmente tenía ganas de entrar y conocer su casa, bueno, su cuarto. Oh vaya, eso sonó mal.

- Es un hotel en verdad maravilloso, Pablo. El piso es de mármol blanco y puedo ver a todos reflejados en él. Y hay tanta gente moviéndose…-

-Sí, mi primera reacción fue similar, después terminas acostumbrándote. Por acá-

Penetramos el lobby y cruzamos una fuente central a la cual no pude ponerle la atención que merecía ya que Pablo comenzó a caminar más rápido de lo que habíamos caminado anteriormente. Se desvió y caminamos por un pasillo con el techo bajo y paredes angostas, pero que de cierto modo aún era tan bello como el resto del lugar.

El pequeño pasillo se transformó en un segundo lobby en cuya entrada relucía un letrero simple con letras doradas y fondo negro, donde se leía “Área Hostal”. Se trataba de una zona con muchos sillones y sofás sobre un piso de alfombra color caqui que más hacia el fondo se volvía loseta blanca, donde se asentaban múltiples mesas redondas para cuatro y seis personas. A un lado de dichas mesas estaba un área muy similar a lo que sería una cocina comunal con cuatro refrigeradores, una alacena enorme y dos estufas.

- Esta es la sala y el comedor de mi muy “gloriosa” casa – Dijo en un tono sarcástico. – realmente no paso mucho tiempo aquí, pero aquí es donde conozco a la mayoría de los extranjeros o adolescentes que escapan de casa. Es hasta cierto punto entretenido.

- Pues para mí no suena tan mal. –

Nos desviamos nuevamente hacia donde estaba lo que sería la sala común llena de sofás y sillones que mencioné anteriormente y comencé a ver lo que serían fácilmente como 10 puertas, cada una con su propio número colocado arriba y al centro de las mismas. La habitación siete parecía ser la de Pablo. Entramos.

- Bien, esta es mi habitación, perdona el desastre pero no había tenido tiempo de arreglarla. Justo antes de que te cruzaras por mi camino planeaba ir al centro a comprar unas cosas y volver para arreglarla; pero creo que nada está completamente seguro en el futuro – dijo entre risas.

Tenía un buen punto, estaba yo en su cuarto y era la primera vez que lo conocía. Si no hubiese tenido suerte, Pablo pudo resultar una especie de asaltante o secuestrador y supongo que le hubiere sido fácil hacer lo que quisiera conmigo. Sin embargo, el aura de Pablo me otorgaba cierta confianza que con nadie más había sentido, hasta me sentía seguro, como si ya lo conociera desde hace mucho tiempo atrás.

- Es pequeña y acogedora, y ciertamente lo que me gustó más es el baño – dije riéndome.

- Bueno pues puedes dormir en el baño si gustas – rió más. – Tengo hambre, ¿me acompañas a desayunar? Si… sé que son las doce del día, pero no he desayunado. Anda.

Nos dirigimos de nuevo a la cocina comunal, me senté en una de las mesas y Pablo me preguntó que si quería algo para desayunar, estaba a punto de negarlo cuando mi estómago soltó un rugido que se pudo haber escuchado fácilmente por todo el lobby del hostal.

- Bueno creo que tu estómago me acaba de dar una respuesta clara. Puedo ofrecerte… pan dulce, pan dulce, leche, ah! Y más pan dulce. Qué raro, el hotel debió llenar la alacena para este fin de semana y los turistas que vengan. O tal vez yo me confié en que tendrían de comer siempre, creo que debería ir apartando una nevera solo para mí y comprar mi mandado. ¿No crees Mateo? –

Yo solo me reí, le di el visto bueno a su comentario y después le pedí que me regalase una dona de chocolate.

Nos sentamos y seguimos hablando.

- Entonces desde que saliste de casa ¿no has hablado con tus padres? –

- No. – Bue una respuesta corta pero llena de nostalgia, lo pude notar, sus ojos se desviaron a otro lado junto con su rostro. Parecían estar viendo a lo lejos cuando realmente solo había una pared que admirar. No obstante al girar su rostro tuve la oportunidad de contemplarle más; su piel rosada y limpia, sin ningún rastro de imperfección, sólo un pequeño nevo sobre el final de su ceja izquierda. Su cabello ligeramente ondulado, color oro en las puntas y un dorado oscuro en las raíces, todo de un brillo muy particular: alguien podría decir que se cuidaría su cabello con tónicos y óleos especiales, pero yo estoy seguro de que no lo hace ya que hasta ahora solo me ha mostrado que es una persona sencilla. Pablo era alto, de unos 10 centímetros más que mi altura que es superior a la media. Él era grande, no gordo, pero grande; claro que con la playera que llevaba puesta apenas y podía distinguir qué había debajo de esa tela ya que la prenda le quedaba algo holgada. Lo que sí pude ver es que sus jeans denotaban unas piernas trabajadas, como si subiera y bajara muchos escalones al día. Pero lo que más me cautivó de él, desde el inicio en que le vi fue su rostro. Ojos color miel pero que fácilmente podías perderte en su profundidad, eran puertas abiertas a su interior; probablemente Pablo se jactara de no abrirse con nadie o de no hablar con nadie pero para mí me era muy sencillo ver su verdadero yo a través de sus ojos, en ellos había nostalgia, vacío, tristeza pero un destello de esperanza, bondad y empatía. Supongo que Pablo debió haber sufrido un largo infierno con sus padres y un pequeño cielo con sus abuelos, cielo que debió regalarle el don de la caridad y la empatía.  

Volteó de nuevo para mirarme y ahora esbozó una sonrisa. – Me gustó mucho hablar contigo, es realmente fácil hablarte. –

- Gracias, y bueno tú no te quedas atrás, tienes una muy buena aura me inspiró confianza desde un inicio, es decir, ¿cuándo terminas en la casa de alguien que acabas de conocer? – reí.

- Pues, cuando buscas sexo casual supongo… -

- Bueno, sí, pero éste no es el caso. Tú eres diferente. –

Terminamos en silencio viéndonos el uno al otro, no estaba seguro que tenía yo de interesante para él pero parecía determinado a ver cada rincón de mi rostro con detenimiento hasta que, casi por salvación el grito de tres mujeres abrió el silencio.

- ¡PABLO! – dijeron al unísono.

Pablo volteó y su expresión cambió radicalmente, ahora su cara se veía radiante de felicidad y comenzó a reír y saludar con igual emoción a las tres jóvenes.

- Mateo te presento a mis tres “compañeras de piso”, Aida, Natalia y Sandra. Chicas, les presento a Mateo, una persona muy amable que acabo de conocer hace a penas…. Como ¿cuánto tiempo Mateo? –

- Unas dos horas y media. –

- Eso. Unas maravillosas dos horas y media. -  Las tres chicas rieron juntas y lanzaron vistazos de complicidad hacia Pablo, después muy educadamente (tal vez demasiado) con un beso en la mejilla, me saludaron.

Pasamos más tiempo los cinco sentados en una mesa hablando de todo y de nada. Las tres chicas resultaron muy amables y risueñas. Me fue fácil hablar y crear confianza con ellas al igual que con Pablo y eso me agradó bastante. Intercambiamos números telefónicos y seguimos hablando hasta que dieron las seis de la tarde.

- Vaya Pablo, creo que ya es tarde, y mi casa está algo lejos, creo que ya es una hora prudente para irme. –

- Desearía que no fuera así, realmente lo desearía Mateo. Pero sé que no será la última vez que nos veremos; afortunadamente vivimos en el siglo de la información y contamos con nuestros teléfonos “inteligentes” – dijo haciendo un ademán de comillas con las manos.

- Mucho gusto chicas, me despido, espero verlas pronto también – dije cordialmente.

- Hasta luego Mateo – dijeron, sí, al unísono de nuevo.

Pablo y yo caminamos hasta la entrada del hotel donde al abrirse la puerta una ráfaga de viento nos aturdió inesperadamente. El clima se había vuelto loco. Había viento que resoplaba con mucha fuerza y prácticamente deshizo mi peinado y el de Pablo. Volteamos al cielo y éste se encontraba gris oscuro por las nubes más densas que había visto en muchos años. Mi cara expresó innegablemente una sensación de inseguridad, y puede que también miedo.

- Mateo, estás seguro de que deseas volver con este clima, mira allá, hacia el centro está lloviendo torrencialmente, apenas y podemos ver los detalles de la ciudad. – dijo Pablo con preocupación.

- Bueno… yo… esto… creo que entonces debería hablarle a mi padre por teléfono para avisar que volveré hasta mañana a casa. – dije algo inseguro. Cuando realmente me encontraba por dentro muy seguro y feliz de que ello haya sucedido. De alguna manera algo dentro de mí no quería apartarme de Pablo ni un segundo.

Entramos y llamamos a mi padre desde el lobby, Pablo se había hecho amigo de la mayoría del personal del hotel y pudo conseguir una llamada gratis: o al menos eso es lo que creí hasta que de vuelta al hostal me explicó que poco después de decidir vivir aquí, su amigo Roger le propuso trabajar como un gerente administrativo del hotel, lo que explicaría por qué vive aquí con un precio tan modesto de renta y a su vez porqué conoce a casi todo el miembro trabajador del mismo.

- Bien Mateo, eres afortunado de que mi cuarto cuente con dos camas, así podremos estar juntos y hablar cuanto queramos en la privacidad de un cuarto, y bueno así tampoco le quitamos una posible habitación al hotel. ¿No crees? –

- Vaya que lo creo. – aunque por dentro la idea de dos camas separadas no me convencía mucho. Espera, ¿qué estoy diciendo? Acabo de conocer a Pablo y es una persona sumamente pura y bondadosa, debería avergonzarme por la clase de pensamiento que acabo de tener.

Como sea, vimos la televisión un rato, hablamos de nuevo y nos dieron las 10 de la noche. Ese día era viernes así que me propuso ir al bar a distraernos un poco. Acepté sin dudarlo, hasta que después recordé que no estaba vestido apropiadamente.

- Descuida, sé que soy mucho más grande que tú, pero tengo una camisa de vestir de cuando era más joven y no iba al gimnasio, posiblemente te quede bien. – Gimnasio. Eso me daba una idea de lo que podía esconderse en su playera. Está bien, detente Mate, nada de malos pensamientos, estas solo con un buen amigo.

Efectivamente me quedó a la perfección, y no lucía mal con mis jeans. Solamente mis deportivas eran las que no iban con mi atuendo, y fue entonces cuando Pablo me prestó un par de zapatos, que me quedaban algo grandes. Tuvimos que rellenar la punta con algodón para que me pudiera mover sin parecer un pato o un payaso con zapatos enormes.

Nos dirigimos al bar. Era un lugar radicalmente diferente, de alfombra roja y en ciertas partes piso de madera. Las paredes eran de cedro y había múltiples cortinas de terciopelo rojo. Un pequeño escenario donde muy posiblemente los jueves se sentara un artista de color a tocar jazz con su saxofón. Las mesas estaban muy bien repartidas, había cubículos en la pared para parejas y una barra amplia donde servía directamente el bar-tender. Pablo y yo nos sentamos precisamente en la barra, me invitó una cerveza para empezar y terminamos con bebidas un poco más fuertes al final.

 Ya íbamos por nuestro sexto coctel cuando empecé a sentir como mi cara comenzaba a hormiguear. Seguramente ya estaba poniéndome rosado de las mejillas, y entre en pánico. De pronto decidí revisar la cara de Pablo y para mi agradable sorpresa su cara estaba mucho más roja que la mía, y ésta esbozaba una sonrisa enorme con unos ojos que ahora, más que nostalgia demostraban paz.

-¿Estás bien Pablo? Te noto… demasiado feliz. –

- Claro que estoy bien, estoy réquete-contra-bien, es más ¡mírame! – se puso de pie e intentó hacer un cuatro parado sobre un solo pie. Evidentemente se tambaleó, casi cae al suelo y comenzó a reír de una manera algo exagerada. Debo admitir que yo también me reí, pero debido a la evidente diferencia de experiencias con el manejo del alcohol, decidí que ya era suficiente para él. Lo tomé de uno de sus brazos y le dije:

- Ya vale, súper bebedor irlandés, creo que ya es hora de irnos a dormir. – Pablo solo se rió, me pidió una disculpa por ponerse ebrio tan pronto y me quitó de las manos su brazo para ponerlo alrededor de mis hombros, sobre mi cuello. Se me erizó la piel y me puse pálido en un segundo; podría jurar que en ese momento mi borrachera se desvaneció. Tenía su cara muy cerca de la mía, podía sentir el radiante calor de su piel, más aun, su torso estaba apoyado sobre el mío de tal manera que podía sentir también su calor y hasta los latidos de su corazón.

- Mateo, éste día fue muy especial para mí. Nunca creí que alguien a quien acabara de conocer, se volvería tan amigo mío en un solo día. Es decir, siento que conectamos en algún sentido supernatural, ¿me entiendes? Creo que estábamos predestinados a esto supongo, no lo sé. El destino siempre ha jugado malamente conmigo así como la última vez con Rodrigo. Ese maldito Rogrigo… no debería contarte de él, es shólo un maldito…-

-Llegamos a tu habitación Pablo, saca tu llave- dije de una forma inesperadamente seca. De alguna manera ese Rodrigo, había provocado el mismo efecto que una lanza al rojo vivo si hubiese sido encajada en mi vientre. ¿Por qué me pasaba esto?, era solo Pablo hablando de un posible amorío pasado suyo, no tenía por qué hacerme sentir menos o enojado, acabo de conocer a Pablo hoy hace trece horas. Yo no tenía derecho a sentirme mal.

Abrió la puerta, seguramente se dio cuenta de mi frialdad. Apartó su brazo de mi cuerpo lentamente y se sentó en la esquina de su cama. Tenía hipo, y ciertamente se veía tierno desde mi punto de vista, aunque ya no tenía la sonrisa de hace unos momentos, ya no había paz en sus ojos.

A veces odio mi complejo de curandero: siempre de los siempres, a cada gente que me encuentre lastimada, llorando o sufriendo de algún modo, ya sea físico o emocional; me surge de pronto la urgencia de calmar su sufrimiento de una u otra forma, y con Pablo no era la excepción, es decir hasta me sentía el triple de obligado a hacerlo. Me acerqué y me senté a un lado de él, le tomé la espalda y comencé a sobarla tranquilamente en forma de círculos. En ese momento Pablo se encorvó y apoyó sus codos en sus rodillas colocando su cara entre sus manos. Seguí acariciando su espalda, su grande y tonificada espalda. Para pasar después a su cabellera. El alcohol había hecho que la sangre migrara a su piel y esta se tornara aún más caliente y ruborizada, sin excluir a su cuero cabelludo, del cual noté una aumentada temperatura al acariciar sus suaves cabellos rubios.

- No sé quién sea ese tal Rodrigo, ni me interesa, pero lo único que me interesa es que estés bien y que no sufras por cosas del pasado. Hoy me di cuenta de que vives atormentado por muchos recuerdos tuyos, como si tu pasado consciente te asechara a cada momento. Pero dentro de ti tienes una persona altamente capaz y bondadosa, Pablo, y por lo que vi hoy en todo el día, no ha habido experiencia suficientemente horrible que te destruya porque nunca lo has permitido. No permitas que pasados tan vanos como amoríos deshechos te consuman así, ¿está bien? Yo estoy aquí contigo esta noche, y si deseas llorar y desahogarte puedes hacerlo conmigo, pero con la condición de que no vuelvas a hacerlo de nuevo. No por él, no por nadie. -

Pablo había comenzado a llorar a la mitad de mi discurso pero al terminarlo se reincorporó, se quedó viendo al frente, limpió sus lágrimas y me volvió la mirada.

- Tienes razón Mateo, aún hay gente allá afuera que puede ver el valor que tengo, así como mis abuelos.- Su mirada me intimidó un momento, ahora era una especie de mezcla entre seguridad, sabiduría y otra cosa que aún no podía adivinar por completo: fue entonces cuando su cara comenzó a acercarse lentamente hacia mí. Podía oler el alcohol que habíamos bebido, pero también podía oler su propia esencia, una que me era hipnotizante, que me seducía y me incitaba a no escaparme de lo que pudiera suceder a continuación.

Pablo pareció recuperar el sentido y alejó su rostro, se paró algo tambaleante, limpió de nuevo sus ojos y dijo que ya sabía lo que necesitaba: un baño caliente.

Debo admitirlo, yo estaba aturdido, mi mente daba vueltas después de haber olido ese néctar suyo expelido desde su piel. No pude más que decir que sí de una manera algo tórpida y quedarme sentado en la cama, cuando mis ojos se desviaron a un acto del que Pablo probablemente no estuviese consciente, o tal vez sí, no lo sé bien; pero pablo estaba mudando de prendas frente a mí. Fue desabotonando su camisa lentamente, o al menos a mí me pareció que lo hacía en cámara lenta, descubriendo su rosado cuello hasta llegar a su pálido pecho y su aterciopelado vientre. Dejó caer la prenda y pude admirar su torso desnudo, color claro y tapizado de una especie de lanugo suave y rubio que cubría su pecho y su abdomen dando la sensación de que muy posiblemente al tacto, su piel se sintiese como seda.

Pablo me volteó a ver, y yo puse cara de sorpresa, tenía miedo de que me sorprendiese viéndolo de la forma en que lo estaba contemplando así que evité lo más rápido que pude el contacto visual. Aun así no pude quitarme de la mente la imagen de su cuerpo y de sus ojos descubriendo mis malas intenciones, no me miraba asustado ni con susto ni con enfado, parecía que no le importaba que lo mirase, así que tomé aire y volví mi mirada a donde se supone que debía seguir él. Para mi sorpresa ya no estaba: sus pantalones y su ropa interior estaban en el suelo cuando comencé a escuchar la perilla de la regadera girar y el agua caer al suelo; Pablo estaba desnudo en el baño, baño que había dejado con la puerta abierta de tal manera que podía ver la luz escapar por un pequeño espacio, y que a su vez dejaba escapar ahora vapor. Mi mente comenzó a volar, no estaba seguro de que Pablo dejase la puerta abierta para que yo entrara, para que lo espiara, para que no se juntara el vapor o simplemente porque así siempre se había bañado; es decir, él había vivido estos años solo en este cuarto, muy seguramente dejó la puerta abierta por ello, ya debía estar acostumbrado a dejarla así.

No pasaron más que diez minutos cuando dejé de escuchar al agua caer, Pablo había dejado de bañarse y mis manos comenzaron a sudar. Por lo que vi, Pablo no había tomado ropa para cambiarse directamente en el baño, lo que tendría que significar que saldría de él desnudo o con una toalla amarrada a su cintura. La puerta se abrió más y dejó escapar aún más luz y solo pude distinguir una silueta bien formada, alta y grande, la silueta noble de Pablo que fue distinguiéndose más conforme se acercaba a mi persona. Pablo en efecto tenía una toalla amarrada a su cintura y ya no estaba rosado de las mejillas ni del cuello. Ahora todo su cuerpo volvía a ser pálido, de un color claro, pero un color que daba vida. Se sentó al otro lado de la cama y comenzó a secarse el pelo con una toalla más pequeña.

- Puedes bañarte tú también si así lo deseas Mateo, no sé si prefieras dormir en ropa interior, pero en mi ropero puedes encontrar un pijama color negro si gustas. Adelante con confianza. –

Tomé la palabra de Pablo y también me dirigí a bañar, solo que yo no me desnudé frente a él. No quería dar malas interpretaciones, seguramente él lo hizo porque ya estaba acostumbrado y porque de él era la habitación.

Entré al baño y titubeé en cerrar la puerta: decidí no cerrarla. Me desnudé y abrí la regadera, el agua caliente salió rápidamente debido a que no había pasado mucho tiempo desde que Pablo se lavara. Entré y comencé a enjuagarme mi cuerpo. Nunca amé completamente mi cuerpo, no está trabajado como el de Pablo o como el de otros amigos míos ya que a mí nunca me gustó el deporte, y nadie tuvo la delicadeza de informarme en mi adolescencia de que el ejercicio que no hiciere en esa edad se acumularía como tejido adiposo difícil de eliminar conforme creciera. Ahora a mis veinticuatro años esa grasa se había acumulado en lugares algo indeseables. Afortunadamente mi metabolismo es rápido y no he dejado que se acumule de más, me he mantenido delgado pero no estoy ni marcado ni fornido como otros hombres de mi edad. En cuanto al vello, Pablo y yo sí somos muy diferentes, mientras que él tiene apenas un esbozo de lanugo en su piel y acaso un pequeño remolino de vello rubio en su vientre, yo contaba con cabello castaño obscuro y vello negro: afortunadamente no cubre toda mi superficie corporal como la de un oso, y sólo se asienta en lugares adecuados y sensuales dejando ver al menos un pequeño saludo de virilidad en mi cuerpo delgado, y no trabajado como el de Pablo. No pude ver los genitales de mi muy reciente amigo y ahora anfitrión pero supongo que deben de ser diferentes a los míos, provengo de una casa de ascendencia judía por parte de mi padre y fueron por ellos que decidieron hacerme la circuncisión, algo poco practicado en este país lleno de tabúes; por lo que creo que Pablo debe de ser de esos “completos” a los que no les han cortado nada, además, a juzgar por su lampiñez no creo que deba de tener mucho vello en esa región, y si lo tiene, muy seguramente sean vellos color caramelo como las raíces de su cabellera.

Muy bien, me he dado el lujo de viajar demasiado por mi mente descarriada y lujuriosa, podría apostar que mi ducha ya llevaba mucho más de diez minutos. Decidí apresurarme, pensar en otras cosas como responsabilidades o matemáticas para deshacer el símbolo del priapismo que mis pensamientos dibujaron en mi entrepierna. Terminé de enjuagar todo el jabón de mi cuerpo y cerré la llave de la ducha. Me sequé y me di cuenta de un pequeño error que cometí al entrar al baño; se me había olvidado sacar el pijama del ropero de Pablo, ahora tenía dos opciones: salir como él salió con una toalla amarrada en la cintura, o ponerme mis licras y salir así por el pijama. Cualquiera de las dos opciones era demasiado provocadora pero la más inocente era la que incluía ropa interior. Opté por ella.

- Oh que descuido, olvide el pijama en tu ropero, así que solamente saldré en calzoncillos, no se te ocurra voltear Pablo – dije sonriendo en un tono juguetón, pero vi a pablo sentado al borde de su cama del lado de la ventana por donde se podía dibujar apenas por la luz de los rayos de la tormenta su triste silueta, pensativa y callada. 

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Notas finales:

Espero que les haya gustado el primer trozo de mi relato. Realmente no se trata ni de una novela ni de un cuento corto, sino que se trata más de un cuento largo ya que tiene más de 20 cuartillas por lo que trataré de separarlo en partes para que puedan disfrutarlo sin quemarse los ojos en la pantalla. 

 

 

 

Gracias por leerme. 


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