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Ordinary Day: Afterwords por Kang Ji Hye

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Notas del capitulo:

¡¡¡TANTO TIEMPOOOOOOOOO!!! ;;;______;;;

¡¡GENTE, HE VUELTO DE MI TUMBA DE EXO-L(??)!! ¿Cómo están? ¿Han dejado de reproducir el MV de Call Me Baby? ¿Han superado el álbum de EXODUS? ¿No? Entonces únanse a mí 7u7

No, ya en serio: me pasé de lanza con el tiempo :c

Pero si checan mi blog, verán mi mala suerte de los últimos meses;; /¡te maldigo vida! >__</

ACTU: Tengo Twitter recién salido del horno, vayan a seguirme(??)

Finalmente, aquí está el KaiSoo, hasta escribí un buen pilón de palabras xD Estaba planeado para ser de 4000 palabras y terminaron siendo 5000... espero que eso me lo reconozca AmorYaoi eue

Pero bueno, sin más que decirles... ¡¡A LEER!! OuO

EPÍLOGO 2

 

Kyungsoo hacía un esfuerzo enorme por mantener sus ojos cerrados, pretendiendo estar dormido desde hace cinco minutos, pero lo hace por diversión. Jongin acaricia el cabello revuelto de todas las mañanas de su adorable marido que, aunque parece que está dormido, sonríe como un tonto y sabe qué es lo que necesita hacer para acabar con esa broma.

 

—Cariño, despierta ya —le dijo en un susurro al mayor, a quien las comisuras de los labios empezaron a temblarle—. No finjas más, sé que quieres reírte.

 

—Es domingo —respondió Kyungsoo en tanto se acurrucaba en el pecho de Jongin—; no tenemos que ir a trabajar y no hay nada por hacer… Quedémonos así un rato más, ¿sí?

 

El moreno pudo haber muerto de ternura en ese momento: su esposo no sólo le estaba rogando por no levantarse de la cama, sino que se aseguró de apegarse lo suficiente como para que su fragancia pudiese ser disfrutada plenamente por su marido. Después de acomodarse bien y abrazar apropiadamente el menudo cuerpo de Kyungsoo, el joven Kim habló de nuevo.

 

—Muy bien, hagámoslo —depositó un beso fugaz en la frente del pelinegro—. Pero con una condición.

 

—¿Cuál?

 

—Tengamos una cita hoy —la mirada extrañada y medio adormilada del mayor se estacionó en la suya—. Ya tiene tiempo que no lo hacemos, hay un buen clima y no tenemos pendientes, ¿verdad?

 

—¿Es en serio, Jongin?

 

—Muy en serio, hyung; por favor, acepta.

 

Una pequeña sonrisa se terminó de formar en la boca de Kyungsoo cuando vio la actitud tan infantil de su esposo.

 

—Está bien —lo besó de pico en los labios—. Salgamos desde la tarde hasta la noche.

 

—Como tú quieras, hyung —canturreó victorioso el menor, besando otra vez al pelinegro.

 

El joven Do bajó su cabeza al hueco que había entre la barbilla y el pecho del moreno, provocándole unas ligeras cosquillas a éste. Las manos tan cálidas de Jongin esparcían toques llenos de amor y cariño a su marido, arrullándolo rápidamente entre sus brazos; todo esto fue acompañado, por supuesto, de besos tiernos que caían en distintas partes del cuerpo de Kyungsoo: sus mejillas, sus hombros, sus brazos, incluso sus manos cuando se entrelazaron antes que el mayor se entregara al sueño. Mientras admiraba la blanquecina piel de su esposo, Jongin hizo un recuento de cuántos amaneceres ya habían sido iguales a ése mismo y llegó a la conclusión que fueron demasiados, eran tantos que ni 365 días de un año podrían encapsular esas mañanas juntos. Dentro de unos meses iba a cumplirse su tercer aniversario de bodas, por lo que tenía que empezar a planear todo para aquel día tan especial… Claro, después de arreglar una reunión de opiniones con sus amigos y armar un prototipo de celebración.

 

Por ahora, se preocuparía por hacer algo lindo para la cita que quería con Kyungsoo.

 

*

 

Aunque Kyungsoo lo negaba, era igual de dormilón que su esposo; a veces parecía caer en estado de coma y eso era algo que Jongin guardaba recelosamente para los demás porque creía que era un detalle muy tierno en él.

 

—¿Jongin…? —murmuró el pelinegro despertándose recién.

 

Cuando tanteó la cama en búsqueda de su marido, no encontró nada, lo que le pareció muy raro; llamó a su nombre una, dos y tres veces más con un volumen de voz más alto en cada ocasión. Finalmente, quitó las sábanas de su cuerpo y se levantó, recorriendo fugazmente su departamento para hallar a su escurridizo marido. Exasperado por no saber el paradero de Jongin, gritó su nombre, amenazándolo con matarlo cuando lo encontrara.

 

La puerta sonó.

 

—Estoy buscando al joven Do Kyungsoo —se escuchó del otro lado de la puerta—. Hay una entrega para él.

 

—Tiene que ser una broma —gruñó en voz baja el interpelado al ver que seguía en ropa de dormir y sin una buena pinta; decidió medio peinar su cabello con sus manos y abrir—. Disculpe, pero--

 

—¡Sorpresa!

 

Lo último que Kyungsoo esperaba ver afuera de su departamento era a su esposo perfectamente bien vestido sosteniendo un pequeño ramo de farolillos blancos, ofreciéndoselo con una sonrisa de oreja a oreja.

 

—¿Qué es esto? —dijo, todavía incrédulo y aceptando las flores.

 

—El inicio de nuestra cita —respondió, entrando a su departamento completamente feliz.

 

Kyungsoo soltó una corta carcajada.

 

—¿En serio? —el moreno asintió—. ¿Qué pasa contigo hoy, Kim Jongin? Primero te quedas en cama conmigo, me pides una cita y ahora esto… ¿No estarás enfermo?

 

—Para nada, hyung, estoy completamente bien.

 

—¿Entonces?

 

Jongin se acercó a Kyungsoo, colando sus manos entre su cintura y los huecos de los brazos del contrario para atraerlo hacia él, aunque las flores le estorbaban un poco; ambos sonrieron tiernamente y se miraron fijo a los ojos.

 

—¿No puedo ser cariñoso con mi amado esposo? —ronroneó el más alto.

 

Finalmente, Kyungsoo cedió.

 

—Claro que sí, siempre puedes —y lo besó fugazmente, parándose en la punta de sus pies—. Entonces, ¿desde ahora estamos en una cita?

 

—Sí, lo tengo todo listo para ti, amor; así que ve a arreglarte para una noche que no olvidarás.

 

—Qué línea tan cliché…

 

Entre risas casi inaudibles, Kyungsoo fue a poner los farolillos en un jarrón para después Jongin colocarlos en la mesa de su sala; entonces, el pelinegro se dio una ducha un tanto larga, esperando que su marido sufriera de ansias por verlo. Una vez que salió del baño de su cuarto, el joven Do se dirigió a su clóset, viendo sus mejores opciones de conjuntos para esa noche; al final, eligió ropas similares a las de Jongin: un abrigo, camisa y pantalones oscuros. En cuanto salió, Jongin lo admiró de pies a cabeza, escapándosele un inocente cumplido por su excelente apariencia; la tonalidad rojiza del cielo les advirtió lo rápido que se haría de noche, por lo que la pareja de casados salió de su departamento casi de inmediato, dirigiéndose al auto estacionado del menor. Recorrieron varias calles hasta llegar a un restaurante elegante pero con ambiente familiar, donde aprovecharon para sentarse al lado de una ventana para ver las estrellas titilando una a una en el oscuro anochecer, justo como a Kyungsoo le gustaba. Con el menú en las manos, la pareja intentaba decidir qué cenar entre risa y risa; sin embargo, había algo que robó la atención de Kyungsoo por completo: eran las carcajadas de unos niños que estaban sentados cerca de su mesa, cuyos padres hacían su mayor esfuerzo por controlar a los infantes, terminando por unírseles a su diversión. Los grandes ojos del joven Do vieron esa escena; luego, suspiró. ¿Así de divertido era tener hijos, una familia propia? Kyungsoo nunca se preocupó por eso al casarse con Jongin, pero tampoco era una idea por descartar para él.

 

El moreno se dio cuenta de lo mucho que se había distraído su esposo cuando no le reprochó una mala broma que hizo.

 

—¿Kyungsoo? —le llamó.

 

—¿Eh? ¿Qué pasó, amor? —respondió, regresando a su realidad.

 

—De repente dejaste de contestarme; ¿está todo bien? ¿Te sientes mal?

 

—No, nada de eso —el pelinegro iba a ser sincero con el menor—; es sólo que--

 

—¿Están listos para ordenar? —interrumpió el mesero, sin haber escuchado que Kyungsoo en realidad seguía hablando.

 

—Claro —dijo animosamente Jongin, perdiendo el hilo de su conversación con su marido.

 

Mientras tanto, Kyungsoo miró de reojo a la mesa donde estaba la familia, comiendo postres. De nuevo, los pensamientos de tener una familia atacaron al pelinegro, regresando a tiempo a su mundo y pedir su cena; intentó distraerse con temas al azar para platicar con Jongin, pero entre más profundizaban en su plática, más se acercaba a Kyungsoo una pregunta indecente. Sí, llevaba dos años de casado con el moreno y estaba seguro que lo amaba con toda su alma; pero, ¿sería un tema acertado de conversación con Jongin? La verdad ni siquiera sabía si él estaba dispuesto a cuidar a un niño.

 

En la cena, el mayor de ambos evitó a toda costa hacer comentarios aparte de la comida.

 

Una vez satisfechos, pagaron la cuenta y, a petición de Jongin, salieron del restaurante a dar una pequeña vuelta a un parque cercano a “bajar la comida”. Iban fuertemente tomados de la mano, disfrutando el frío aire nocturno; se reían de cosas sin sentido, encontrándole el chiste hasta al más mínimo detalle de lo que se les ocurriera.

 

Pero de nuevo, algo distrajo a Kyungsoo.

 

—¡Mamá! —lloriqueó un niño.

 

Ahora lo que pasaba era que el pequeño que lloraba se había caído y se había lastimado una rodilla y las manos; su madre fue a socorrerlo, limpiándole los raspones que se había hecho y consolándolo con palabras de amor y pequeños besos que esfumaron el dolor de su hijo. Pronto, el padre del pequeño se lo llevó cargando y jugando como si fuera una película de cowboys.

 

—Kyungsoo… Kyungsoo…

 

—¡Ahh! Lo siento, ¿qué me decías, Jongin? —preguntó, preocupado por no saber cuánto se había perdido de la plática.

 

—Hyung, has estado muy distraído… ¿Acaso hice algo para que te molestaras? —interrogó inocentemente el moreno.

 

—¿Qué? ¡No! Para nada, amor —se apresuró a contestar—. Es sólo que estoy con muchas cosas en la cabeza y es difícil explicarlo…

 

Jongin se detuvo justo enfrente de su marido, tomándolo de los hombros.

 

—Si es complicado, ¿por qué no compartirlo y dividir tus preocupaciones conmigo?

 

—No es ese tipo de preocupación, Jongin —las manos del pelinegro subieron hasta el rostro del menor para acariciarlo gentilmente—. Te diré pronto, cuando haya esclarecido mi mente, ¿de acuerdo?

 

El menor hizo un puchero casi por instinto, lo que hizo sonreír sinceramente a Kyungsoo.

 

—Muy bien, hyung, esperaré —dijo para después besarle la frente al otro.

 

Kyungsoo tuvo la iniciativa de buscar los labios de su esposo con los suyos, dándole un beso recargado de amor, asegurándole que todo estaría bien; luego de eso, se encaminaron a buscar y subirse al auto para irse de regreso a su departamento. En el camino, dejaron de platicar continuamente, ya que Jongin quería que su marido aprovechara ese tiempo para pensar lo que tuviese que pensar con calma.

 

Y vaya que Jongin conocía el corazón de Kyungsoo, porque eso era lo que necesitaba: tiempo.

 

*

 

—Quiero tener un hijo.

 

Casi se va de espaldas con todo y silla; claro, no sin antes ahogarse con su jugo de naranja.

 

—¿Qué? —tosió.

 

—Quizás dos, aunque siento que eso ya sería mucho…

 

—Do Kyungsoo, ¿estás seguro de lo que estás diciendo?

 

—Bueno… sí —le respondió—. He estado pensando en esto desde hace un tiempo y quería, antes que nada, saber qué pensabas sobre ello. No importa si no quieres, yo lo respetaré.

 

Un par de meses después de la cita que había tenido la pareja de casados, finalmente Kyungsoo decidió externar su deseo de tener un hijo, lo cual aparentemente Jongin no podía digerir por completo. Aunque el pelinegro se esperaba aquella reacción, nunca pensó que le daría tanto pánico el no obtener una respuesta inmediata; no obstante, no mentía cuando decía que no importaba obtener una negativa: si no era algo que Jongin quisiera, no funcionaría, ¿y cuál era el caso de hacer algo por gusto unilateral?

 

—S-sinceramente n-no lo sé, amor… —comenzó a decir el moreno, recuperándose de su shock emocional, intentando salvar su desayuno de lo poco que escupió de su bebida—. Es decir: ¿niños? Claro, siempre quise tenerlos, pero la idea me aterra, ¿entiendes? Tal vez tenga una pésima mentalidad como padre y los malcríe o algo así; sólo--

 

—Entiendo a la perfección, Jongin —contestó Kyungsoo, agarrando la mano de su marido sobre la mesa en tanto sonreía dolorosamente.

 

Jongin pudo ver a través de los ojos de su esposo, encontrando la decepción tatuada en su corazón.

 

—Kyungsoo, tú--

 

—Me voy a trabajar, se me está haciendo tarde —rápidamente, el pelinegro tomó lo que necesitara para ir al consultorio y se volvió con prisa hacia la mesa de desayuno para darle un pico en los labios a Jongin—. Te aviso en la tarde si tengo que hacer doble turno, Suho hyung no se ha sentido bien últimamente.

 

—Está bien, cariño —dijo el moreno en un hilo de voz.

 

—Nos vemos.

 

Kyungsoo procuraba darle una lenta y cariñosa despedida a su marido cada que se iba a trabajar temprano; sin embargo, la rapidez y frialdad con la que salió, dejó a Jongin pasmado, incrédulo de lo que había sucedido. ¿Acaso no había dado a entender que sí quería formar una familia, pero que estaba inseguro del momento adecuado de hacerlo? A lo mejor su marido tenía la idea de que su respuesta sería definitiva el resto de su vida, en especial con esa pinta de que le urgía que le dijera que sí.

 

¿Pero cómo podía Jongin simplemente mentirle a Kyungsoo, contestándole descaradamente que sí quería criar un hijo a pesar de sus inseguridades y miedos? No sería justo para ninguno de los dos.

 

Tratando de idear una manera de salirse de aquel aprieto, Jongin terminó su desayuno por completo, dejando los platos en el fregadero de la cocina para después tomar una mochila con lo necesario para marcharse a su trabajo; luego, al comprobar que Kyungsoo había tomado el auto para irse al consultorio, Jongin se vio obligado a caminar hasta la parada de autobuses más cercana y de ahí subirse en el transporte que lo dejaría a un par de calles hasta su lugar de trabajo. Su más estimado estudiante lo recibió.

 

—¡Sunbaenim!

 

—No me digas así, Yixing hyung —respondió el tímido moreno a la cálida bienvenida que le dio el unicornio—; ni siquiera soy mayor que tú.

 

—Pero eres quien me enseña a bailar: te debo cierto respeto —se explicó Lay—. Quizás afuera ya pueda dejar de usar el “nim” y sólo llamarte “sunbae”.

 

Ambos rieron.

 

—No tienes remedio.

 

—Tal vez, ¿pero sabes qué no tienes, sunbaenim? —le interrogó juguetonamente el bailarín aficionado, a lo que su instructor negó—. Una sonrisa sincera.

 

Jongin sintió cómo su corazón dio una vuelta al ser leído con tanta facilidad por Yixing; incluso pudo percibir la manera en la que su respiración se cortó en tanto recordaba la frialdad con la que Kyungsoo lo trató antes de salir de su departamento. Hacía tanto tiempo que no se sentía así…

 

—No es na--

 

—Sí es algo —fue interrumpido por el chino—. ¿Kyungsoo?

 

Cuando el moreno era puesto entre la espada y la pared en cualquier situación, sabía que tenía dos opciones: cambiar de tema irremediablemente o admitir sus sentimientos. La primera solución le sirvió mucho en sus días de playboy cada vez que era descubierto coqueteando con más de una persona a la vez o algo por el estilo, casi nunca recurría a la libre expresión de su sentir; sin embargo, Yixing no era una conquista a la cual podía engañar. Eso sin contar que ya había sentado cabeza.

 

—Es que… Kyungsoo me dijo que quiere que tengamos hijos —confesó el instructor de baile dejando sus pertenencias en una esquina del salón; Yixing simplemente abrió los ojos, incrédulo de lo que acababa de oír—. Hoy en la mañana, mientras estábamos desayunando me dijo que podían ser uno o dos y que lo consideró desde hace tiempo, pero que quería saber mi opinión.

 

—Ohh no… —Yixing se cubrió la boca con ambas manos—. ¿Le dijiste que no?

 

—Sí… Bueno, no… ¡Ahh! Ya ni siquiera estoy seguro de lo que le dije —mentalmente, Jongin trataba de repasar la conversación que sostuvo con su esposo a la vez que intentaba no perder la cordura—. Sé que le expliqué mi miedo a ser padre, pero no creo que me haya entendido bien.

 

—Bueno: no es  ningún secreto que no sabes expresarte apropiadamente con palabras, sunbaenim —se mofó Lay, empezando a estirarse para la clase—. Quizás el error no está en lo que quisiste decir, sino en las apalabras que usaste, ¿no crees?

 

Jongin se quedó unos segundos en silencio, mirando algún punto en el piso, reflexionando lo que le acababa de platear el mayor; no tardó mucho en concluir que el unicornio tenía razón. Sí, le había expresado a Kyungsoo sus miedos, pero no se había dado a la tarea de explicarle la fascinación que sentía por los niños. Solamente entonces se dio cuenta de su verdadera equivocación. Mientras tanto, Yixing continuaba precalentando su cuerpo; sin embargo, su hoyuelo apareció tras ver cómo el joven Kim esclarecía sus pensamientos con una serie de muecas.

 

—Creo que tienes razón, hyung…

 

—Ya lo sabía —bromeó con un tono de autosatisfacción.

 

—Tengo que arreglar las cosas con Kyungsoo hoy mismo —el moreno se volteó y le dio un efusivo abrazo a su amigo y alumno—. ¡Gracias, Lay! ¡No sé qué haría sin ti!

 

—Ahh… Eso me recuerda algo importante que tenía que decirte —dijo Yixing en tanto se deshacía del abrazo sutilmente, tomando a Jongin por los antebrazos y viéndolo fijamente a los ojos—: me voy a mudar.

 

—¿Qué? ¿A dónde? —interrogó el desconcertado instructor.

 

—A… a China…

 

—¿China? ¿Por qué? —siguió preguntando—. ¿No tienes visa de trabajo aquí?

 

—Sí, pero está por expirar en el transcurso de estas semanas —empezó a explicarse el chico del hoyuelo—; lo decidimos Yifan y yo. Queremos formar una vida juntos, pero Corea no es precisamente el mejor lugar para hacerlo.

 

—Claro que sí lo es, Yixing hyung —Jongin comenzó a hacer uno de sus típicos berrinches—. Corea del Sur está clasificado como el cuarto país más feliz del mundo… o eso vi en Google.

 

Lay soltó una pequeña risa sin separar sus dientes ni sus labios ante la irremediable imagen de niño de Jongin.

 

—Eso he escuchado —como pudo, Lay calmó todo reflejo de risa para proseguir su discurso—. Pero seamos honestos: conseguir la nacionalidad en el registro civil está muy difícil, tendríamos que estar haciendo doble papeleo cada cierto tiempo para arreglar las visas de ambos… Además están nuestras familias y la vida que teníamos allí; extrañamos eso.

 

—¿Entonces… realmente se irán? —el otro asintió—. ¿Cuándo?

 

—Dentro de dos semanas… —susurró.

 

—Los extrañaré —ambos jóvenes se abrazaron fuertemente.

 

—Y yo a ustedes.

 

—Cuando estés comprando tu casa en China, estarás pensando: «Ahh… lo que más extraño es al increíblemente talentoso Kim Jongin, debería volver a Corea y quedarme».

 

Yixing terminó el abrazo definitivamente entre mudas carcajadas.

 

—Seguramente lo haré —sacudiendo un poco su cuerpo entero, Lay habló de nuevo—. Estoy muy nervioso sobre esto.

 

—Tengo la solución perfecta —un corto silencio y la perspicaz mirada de Jongin le dio un poco de suspenso a su frase, la cual acabaría de manera obvia—: bailar.

 

El instructor, junto con su sonriente estudiante, no tardó en conectar su MP3 a una base con bocinas para inundar casi de inmediato el salón forrado de espejos con una melodía movida. Los demás chicos y chicas que estaban inscritos en la clase del joven Kim llegaron después de unos minutos y se unieron a la coreografía que, con tanto esfuerzo y dedicación, Jongin había logrado coordinar con todos ellos.

 

Con las imágenes de su trabajo siendo materializado, Jongin pudo sonreír sinceramente.

 

«Tengo que hacer las cosas bien… por Kyungsoo», pensó determinado.

 

A fin de cuentas, sus vidas habían sido entrelazadas por su mutuo amor y bien sabía que no podía rendirse por un pequeño malentendido.

 

*

 

> Para: Mi Jonginnie<3

 

Suho hyung tiene fiebre, saldré a las diez; te veo en casa, ¿está bien? —16:46

 

Kyungsoo cerró su celular apenas mandó el mensaje y lo guardó en el bolsillo de su abrigo; segundos después, éste vibró.

 

< De: Mi Jonginnie<3

 

¿No quieres que vaya por ti al trabajo? Las clases en la Academia acaban a las ocho hoy. —16:47

 

Kyungsoo gruñó.

 

—Por supuesto que quiero que vengas, idiota.

 

> Para: Mi Jonginnie<3

 

No es necesario, tengo el auto. —16:47

 

El joven Do sabía que su esposo no era muy bueno expresando sus sentimientos, pero él era un experto en ocultar sus verdaderas intenciones, especialmente cuando de mensajes se trataba. Los minutos pasaron y no recibió una respuesta de Jongin; cada que desbloqueaba su celular, sentía que se volvería loco si no aparecía un mensaje no leído. Cuando pasaron diez minutos Kyungsoo se echó con todo su peso en la silla del recepcionista, usualmente ocupada por Suho, frustrado y exasperado. Zitao, al escuchar que algo había caído ruidosamente, corrió desde el cuarto que tenía asignado hasta la recepción para ver que pasó.

 

—¡Kyungsoo hyung, ¿estás bien?! —gritó en su remarcado acento chino.

 

—Sí, ¿por qué? —respondió desinteresado y mirando la pantalla de su celular.

 

—Hace un momento oí que algo se cayó y pensé que… —Tao vio que su mayor no le prestaba atención, dándole tiempo de reunir las piezas del rompecabezas para saber que él había sido la causa del ruido—. Fuiste tú, ¿verdad?

 

—Ni idea.

 

—¿Cómo que «ni idea»? —su hyung se encogió de brazos—. ¿Te sientes bien, Kyungsoo?

 

—El idiota de Jongin no me ha respondido el último mensaje que le envié.

 

Tao respiró profundamente, sintiéndose en parte aliviado y en parte estresado.

 

—Tomaré eso como un “no” —el joven practicante se apoyó en la barra de la recepción y, con un pie, giró la silla donde estaba Kyungsoo para atraer su atención—. ¿Pasó algo entre ustedes, hyung?

 

—Le dije que quería tener hijos con él, me dijo que tenía miedo de ser padre y yo me fui del departamento —Tao se sentía extrañado por lo que le contaba su mayor—; hace unos minutos le mandé mensaje para avisarle que saldría tarde, esperando a que me contestara que él vendría por mí, pero sólo me lo preguntó como si necesitara mi permiso para venir.

 

Un silencio abrumó el ambiente y le di tiempo al practicante chino de procesar la anécdota de Kyungsoo.

 

—¿No crees que estás siendo muy duro con él?

 

—Para nada —el joven Do se removió un poco en el asiento y luego se levantó pesadamente—. Es decir: fui sincero con él, como se supone que sea, ¿no? ¿No pudo él contestarme directamente «sí, quiero que lo hagamos» o «no, no quiero tener hijos»? ¿Por qué sólo me dijo que tenía miedo?

 

—Porque fue sincero contigo, hyung; quizás sólo necesita tiempo para pensar detenidamente sobre ese tema —le explicó—. Quién sabe: a lo mejor él piensa que estás molesto con él por no haber aceptado en el momento.

 

—¿Tú crees que sea así?

 

—Por supuesto —le aseguró tomándolo por un hombro—. Puede ser por eso que no obtuviste las respuestas que esperabas.

 

—No soy tan difícil de manejar —afirmó el mayor, queriendo obtener la afirmativa del otro, pero lo único que obtuvo fue un incómodo silencio y una mirada titubeante—. ¿O no? ¿Soy alguien difícil?

 

Tao se negaba a contestarle a la inquisitiva pregunta de Kyungsoo; fue salvado cuando escucharon la puerta del consultorio ser abierta.

 

—Buenas tardes, tengo cita a las 5… —dijo una tímida señorita.

 

—¡Ahh! ¡Señorita Choi! Por favor, pase, yo la atenderé —ágilmente, Tao agarró el portafolio de la paciente de la barra recepcionista y evitó ver a Kyungsoo en todo momento—. Sígame, por favor.

 

—No te salvas de esta, Zitao —susurró el mayor.

 

El acosado rubio guio a la joven lejos de la recepción para sentirse bien y a salvo para proceder su trabajo.

 

Por su parte, el mayor se quedó pensando en lo que realmente había dicho y hecho, analizando el punto de vista que eso le pudo proporcionar a Jongin incidentalmente; a fin de cuentas, la relación y las decisiones son de ambos, ¿no? Tal vez había lastimado a su ingenuo esposo con sus actitudes. Después de eso, Kyungsoo pasó cerca de media hora intentando escribir un mensaje de disculpas a Jongin, pero o no le gustaba cómo empezaba o no terminaba siendo lo que él esperaba, por lo que decidió esperar hasta llegar a su casa y decírselo todo a su amado esposo. El tiempo pasó volando y, cuando Kyungsoo menos lo esperó, vio al conserje indicándole que era hora de cerrar; el joven Do tomó sus cosas a toda prisa y le agradeció al señor por haberle avisado, se despidió de Tao rápidamente y salió sin del recinto. No obstante, por la emoción de irse, no había guardado bien unos papeles de seguimiento a un paciente y eventualmente cayeron de su portafolios; Kyungsoo respiró atropelladamente y se dispuso a ordenar el revoltijo que estaba hecho con sus documentos.

 

—¿Necesitas ayuda?

 

Kyungsoo resopló todavía más fuerte.

 

—¿Te parece?

 

—Me parece que necesitas bajar un poco tu ritmo.

 

La persona que se había detenido a “molestar” a Kyungsoo lo tomó por el mentón y lo hizo encararlo.

 

—¿J-Jongin…? —el joven Do se maldijo por dentro y detuvo toda acción, incluso su respiración—. ¿Q-qué haces aquí?

 

—No mucho en realidad —el moreno sonrió—: vine a recoger al trabajo a mi esposo, pero él salió corriendo y dejó caer algunos de sus papeles; intentó recogerlos, pero con tanta prisa no llegará a ninguna parte.

 

—Quizás tu esposo nada más quería llegar pronto a casa —respondió suavemente.

 

—Puedo esperar incluso cien años si es necesario —finalmente, Jongin besó con ternura a Kyungsoo, calmando el interior de éste; las manos del mayor de ambos se dirigieron directo al cuello del moreno para atraerlo más a él hasta que se vieron en la necesidad de parar su beso tan lento y lleno de serenidad—. ¿Estás mejor?

 

La socarrona sonrisa de Jongin hizo que su marido lo imitara y subiera las comisuras de sus labios.

 

—Mucho mejor.

 

—Eso es bueno —le contestó, mostrando sus filas de dientes blancos—. Te ayudaré con esto.

 

La pareja de casados empezó a recolectar las páginas sueltas que Kyungsoo dejó caer previamente, rozándose ocasionalmente y conectando sus miradas una y otra vez casi por inercia; cuando terminaron, guardaron todo con cuidado en el portafolio del joven psicólogo. Al pararse, Kyungsoo escuchó algo como aluminio ser movido y movido, pero fue hasta que Jongin estuvo totalmente erguido que se dio cuenta del ramo de flores que tenía escondido en su regazo y que ahora sostenía en su mano derecha.

 

—¿Y eso? —preguntó—. ¿Quién te lo dio?

 

—Yo lo compré, hyung —le dijo extendiéndole las flores hacia él—. Es para ti.

 

La fragancia que despedía el ramo se combinó con la colonia de Jongin, alcanzando exitosamente los sentidos de Kyungsoo para relajarlo todavía más; con torpeza, sus manos tomaron el regalo de su esposo, sintiéndose abrumado en menos de un segundo por tantos detalles a su alrededor. Inevitablemente, sus brazos se abrieron para envolver el cálido cuerpo del menor, quien le correspondió instantáneamente.

 

—Lo siento —murmuró contra el pecho de su marido.

 

—¿Por qué lo dices? —le cuestionó mientras le acariciaba lentamente su cabello.

 

—Fui un completo imbécil en la mañana: no debí haberme salido del departamento así nada más, debí haberte escuchado y no ser tan cabeza dura —se explicó Kyungsoo, apretando su agarre en la cintura del menor—. Lo siento, Jongin.

 

—No, hyung, yo lo siento —el joven Do alzó su mirada, confundido—. Debí haberme expresado mejor; creo que lo que dije te hirió y por eso te fuiste tan rápidamente, ¿cierto?

 

—Bueno… un poco… Supongo que yo tampoco fui el más comprensivo de todos —dijo sinceramente—. Kim Jongin, quiero formar una familia contigo, pero entiendo que estés inseguro al respecto; esos planes pueden esperar.

 

—Do Kyungsoo, yo también quiero que tengamos nuestra propia familia, sólo necesito tiempo para reunir todo lo que haga falta para ello —después de su pequeña explicación, besó en la frente al pelinegro—. Maduraré y me haré un hombre que pueda procurar y cuidar a su familia; lo prometo.

 

—Y yo prometo ser más paciente para no causar más problemas así, es frustrante estar molesto contigo —Kyungsoo se acurrucó en el pecho del más alto, causándole risa a éste mismo—. Vamos a casa, ¿sí?

 

—Vámonos.

 

Jongin tomó la mano de su marido una vez que éste acomodó el ramo y su portafolio en la misma mano; ambos caminaron media calle hasta que se subieron en su auto. Jongin condujo por varias calles, admirando de reojo la felicidad en la que se regocijaba Kyungsoo con sus flores favoritas: los farolillos. Ahh… su esposo sí que sabía complacerlo con aquellos detalles. Una vez que llegaron a su complejo departamental, los dos bajaron riendo del automóvil, en especial cuando al moreno se le ocurrió alzar al otro en brazos en estilo nupcial y subirlo de igual manera un par de pisos hasta entrar a su departamento; de inmediato, Kyungsoo botó su portafolio en algún lugar de la sala y se dirigió a la cocina para colocar sus flores en agua, aunque no contaba que su esposo se pondría cariñoso y lo abrazaría desde la espalda, besándole el cuello seductoramente. Por instinto, echó su cabeza del lado contrario a los labios de Jongin, llenándose del placer que le estaba proporcionando. No tardó mucho en girar su cuerpo y buscar la boca del menor para besarlo con deseo; mientras tanto, él era subido a la mesa de la cocina, en la que no duró mucho tiempo sentado: Jongin tomó a Kyungsoo por los muslos y enroscó sus piernas en su cadera, para después caminar casi completamente a ciegas a su habitación. Ya que el mayor estaba acostado sobre sus sábanas, habló.

 

—¿A qué se debe el… honor, señor Kim? —susurró en el oído del interpelado en tanto éste se ocupaba de besarle el cuello.

 

—Bueno, querías tener una familia, ¿no? —contestó el moreno, deteniendo su labor y clavando sus ojos en los contrarios, provocándole escalofríos a Kyungsoo—. Veamos si se puede al primer intento.

 

El pelinegro rio por lo bajo.

 

—Jongin, no puedo embarazarme, ¿lo sabes? Es biológicamente imposible.

 

—En ese caso —Jongin besó con fervor la boca de su marido—, intentemos hasta que puedas.

 

Kyungsoo no replicó ni se negó a la propuesta que le acababa de hacer su buen esposo, por lo que esa noche le permitió hacerle el amor tantas veces quisiera. El intento de formar un familia estaría ahí, ¿cierto? Al menos Jongin ya había asimilado la petición que su esposo le hizo en la mañana.

 

*

 

Kyungsoo sabía que ese día no sería ordinario desde que despertó: uno, era el día de su tercer aniversario de matrimonio; dos, Jongin le pidió que se arreglara para salir a mediodía; tres, estaba sentado desde hacía veinte minutos en el auto con Jongin conduciendo a través de medio Seúl mientras él tenía una venda en los ojos. Kyungsoo bufó casi todo el camino: él detestaba tanto misterio para una sorpresa, no importaba si Jongin le aseguraba que valdría la pena la espera.

 

—Llegamos —pronunció Jongin una vez que detuvo el auto—. Aún no te quites la venda, hyung.

 

—¿Cómo se supone que baje del carro? —Kyungsoo sólo escuchó cómo se cerraba la puerta del piloto para que unos segundos después, su marido lo fuera a auxiliar a salir del auto—. Claro… tenías que hacerlo así, Jongin.

 

—Sólo espera un poco más —paciente y lentamente, ambos dieron unos cuantos pasos hacia adelante—. Ya, quítatela.

 

Sin dudarlo un segundo, Kyungsoo dirigió sus manos hasta el nudo de la venda y fue entreabriendo sus párpados ya que se la había quitado, recuperando su campo visual poco a poco. Al principio solamente reconocía un gran edificio con fachada al estilo barroco; sin embargo, cuando su visión se volvió más nítida, pudo leer claramente la placa que estaba encima de la gran puerta.

 

—¿«Casa de Cuna»? —los ojos del mayor terminaron de abrirse al procesar lo que estaba pasando—. ¿Es en serio, Jongin?

 

—Sí, lo es —respondió sencillamente el moreno, poniendo una tremenda sonrisa en su rostro; ambos se pusieron frente a frente, con Kyungsoo reteniendo con todas sus fuerzas las ganas de llorar—. Me tomó algo de tiempo, pero finalmente me siento listo para dar este gran paso… Claro, si tú sigues dispuesto a hacerlo todavía.

 

De inmediato, el pelinegro se abalanzó a su esposo, rodeándole el cuello con sus brazos.

 

—¡Sí, sí, sí! ¡Gracias, Jongin, gracias! —exclamó, soltando un par de lágrimas en el proceso; tomó un buen respiro antes de continuar hablando, esta vez con más claridad—. Dios mío… Jongin: vamos a tener un hijo.

 

—Así es, amor, tendremos la familia que tanto soñaste —le dijo, acariciando el negro cabello de Kyungsoo—. Entremos.

 

Jongin extendió la mano gentilmente a su marido, quien después de haberse limpiado los rastros de llanto de su cara, finalmente aceptó el gesto del menor. Los corazones de ambos estaban ansiosos, acelerados por la adrenalina, fascinados por su nuevo paso hacia el futuro; Kyungsoo no podía reparar en otra cosa más que una enorme sonrisa y su pesada respiración. Quizás ninguno de los dos tenía idea lo que pasaría dentro de los próximos años o ni siquiera estaban conscientes de estar entrando a la Casa de Cuna, pero sí podían asegurar una sola cosa: la aventura que estaban por vivir iba a ser de las mejores que tendrían jamás.

Notas finales:

¡El KaiSoo va a adoptar! ¡Hala por ellos! (/*o*)/

Ahh~ Estos niños me dieron problemas con sus maneras de darse a entender: Kai que no sabe qué palabras escoger y Kyungsoo que escucha lo que se le da la gana de una conversación xD

Plz, nunca sean así o Dios los castigará con látigo(?) eue

El siguiente epílogo será Kray como algunos de ustedes lo sabrán /tal vez.../; espero tenerlo listo en el transcurso de este mismo mes, pero igual yo les aviso a través de mi blog x3

¡Atención, por favor, posibles Shawols que me estén leyendo! El 4 de abril estaré subiendo un fanfic JongKey que subiré por el aniversario del SHINee World III en México y por el séptimo año de SHINee

En fin... ¡nos vemos! ¡Los amo a tooooodoooooos! *3* Por favor, anticipen el Kray y el JongKey, me harían muy feliz<3


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