Once In a Lifetime.
Un suspiro salió de su boca, ese día había sido demasiado agitado, entre alumnos de algunas escuelas, personas mayores y algunos pervertidos lo traían loco, pero todo aquello había llegado a su fin.
Camino entre las estanterías, tocando los lomos de los distintos libros que había, desde grandes enciclopedias a pequeños diccionarios, desde historia hasta ciencia ficción, para él todos los libros eran iguales aunque eso no significaba que tuviera su sección predilecta.
Con paso apresurado se dirigió a aquellos estantes tan bien conocidos por él, incluso más que la palma de su mano.
Estando ahí sus ojos comenzaron a divagar entre la variedad de títulos y autores hasta que sus ojos se toparon con un libro que tenía memorizado al derecho y al revés pero a pesar de eso disfrutaba su lectura como si fuera la primera vez. Se paró de puntillas y lo tomo en sus manos.
Ya fuera de la biblioteca el frio le pego en la cara y logro hacerlo estremecer, enterró las manos en las bolsas de su abrigo y comenzó a caminar.
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Grandes carcajadas comenzaron a salir de su boca pero se vieron interrumpidas al ver la hora que marcaba el reloj que tenia la muñeca, era tarde, muy tarde.
Cogió la chaqueta que se encontraba en el respaldo de su asiento y se la coloco para después despedirse de sus amigos que le abuchearon para después despedirse con cierto cariño, dejo un billete el cual Kiba tomo con una sonrisa en el rostro después de todo cada quien tenía que pagar su bebida.
Fuera de aquel lugar comenzó a caminar rumbo al subterráneo.
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Bajo cada escalón para al terminar de bajar recordar que esa mañana se le habían acabado todos los boletos para poder ingresar, soltó un pequeño bufido para después caminar a la taquilla y comprar los suficientes para esa semana.
Justo cuando llego al andén el tren que se encontraba ahí cerró sus puertas y comenzó a andar.
Genial, tendría que esperar al siguiente.
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Camino hacia al andén y subió al tren que estaba ahí, por suerte era tarde y no habían muchas personas, tomo el primer asiento disponible el cual le permitía ver al tren que podría pasar. Suspiro. Saco el libro que tenía guardado en la chaqueta y se dispuso a leer.
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El siguiente subterráneo no tardo en pasar, tomo el asiento que le permitía ver la ventana y con ello los trenes que pasaban. Saco los lentes de su estuche y se los coloco para después abrir el libro que se encontraba en sus manos y comenzar a leer.
“Se les informa a los pasajeros que nos detendremos un momento debido al avance de los otros trenes, avanzaremos en breve. Lamentamos el retraso, por su atención gracias”. Sonó en ambos vagones.
Soltó un pequeño gruñido. Primero tener que aguantar a todos los pervertidos, después tener que morir de frio, atrasarse por no comprar los boletos, hoy no era su día. Todos esos pensamientos se fueron interrumpidos, una sonrisa surco su rostro.
En el tren de lado un sujeto leía el mismo libro que él.
Su cabello era rubio y estaba alborotado, rio bajito al ver las tres marquitas que adornaban cada una de sus mejillas tostadas. Para ser un varón era demasiado… ¿…? Ninguna palabra llegaba a su mente para describirle.
Su inspección se detuvo en seco al ver que los ojos azules de aquel le miraban.
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Ignoro el anuncio que salía de las bocinas y siguió su lectura hasta que algo le hizo alzar la vista de su lectura. Agradeció a ese “algo”. Frente suyo, o más bien en el vagón de enfrente, se encontraba alguien sin igual. Los cabellos eran negros, la piel era tan blanca como la nieve y sus ojos, sus ojos eran tan oscuros como el manto que le cubría cada noche. A leguas se notaba que era un doncel.
La sonrisa que surcaba su rostro se ensancho al ver el libro que sostenía en sus manos.
Sin aviso algunos ambos subterráneos comenzaron a avanzar y la sonrisa se desvaneció de ambos rostros, aquel encuentro no podía terminar así, ¿Cómo era posible?
“Pudiendo conocerse de cualquier otra manera ¿Por qué aquella?” Pensó el rubio.
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“La vida no es justa”. Pensó el azabache. Aunque nadie dijo que lo fuera. Después de aquellos pensamientos se rio de si mismo. El no podía ponerse de aquella manera por algo como eso.
Él iba y el rubio venia.
Las cosas pasan por una razón, aunque no sepamos cual. Pensaron ambos y dejaron por zanjado el tema. Una punzada en el corazón se hizo presente en ambos.
Después de todo no se volverían a ver…
¿O tal vez si?
Extra.
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-Naruto-. Dijo un castaño de nombre Kiba.
-Tanto tiempo sin verte-. Sonrió el rubio, el cual lo recibió con un abrazo-. ¿Vienes de paso?
-Sí, no me quedare mucho tiempo solo dos semanas.
Pero no venia solo.
-Oh, Sasuke, el es un viejo amigo mío se llama Naruto-. Kiba se aparto dejando ver a cierto azabache que aun se mantenia en su memoria sin intención de irse-. Naruto el Sasuke.
Una sonrisa cruzo ambos rostros.
Tal vez no sería una vez en la vida, sino toda.