Viernes, Sábado y Domingo; días de semana, los fines de semana, esos eran los favoritos del pequeño Tao de cinco años. Eso significaba que pasaría tiempo compartido con sus padres, no porque no lo tuvieran si no por el hecho de que no habría ningún celular o aparato electrónico que le separase de ellos, como pasaba en ocasiones el resto de la semana.
Su actividad favorita era salir a pasear con ellos por el parque, le encantaban los juegos aunque muchas veces temiera subir a algunos por la altura.
De entre todos los días que salía con sus padres al parque hubo uno que marco su vida. Ese día había rogado a sus progenitores por ir a los juegos que eran un poco más grandes y estos aceptaron por el hecho de que su hijo era alguien que sabía cuidar de sí mismo; además de que conociéndolo bien sabían que si no se lo permitirían este haría una rabieta durante el resto de la tarde.
Al llegar se quedó viendo los -para él- grande juegos y temió caer de alguno de ellos. Veía como los niños subían y bajaban, saltaban y escalaban, rodaban y descendían por las rampas; todo en una mezcla de olor a vómito, sudor, desechos, mascotas, helado, chuchería y media. Sus oídos eran invadidos por risas, gritos de auxilio por los padres, lloriqueos, risas, gritos – de muchas clases- y más risas.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando un chico se le acerco y empezó a hablarle.
-No es tan malo como parece, ¿sabes? Aquí lo único que puede lastimarte es Huang, quien muerde muy duro y se come el pegamento. Parece un pequeño de primer grado; a pesar de ir en mi misma clase, me da vergüenza decir que es mi compañero, aunque admito que es muy divertido- un chico más grande que Tao dijo con un semblante serio, pero tratando de sonreírle- Pareces nuevo por aquí, ¿quieres que te ayude con algo?
El menor sintió un alivio cuando se vio haciendo amigos, ¿o debería decir cuando alguien le estaba hablando? Porque de haber sido por él en cinco minutos más se hubiera ido a donde sus padres para decirles que necesitaba ser paciente y regresas a los juegos para los chicos de su edad. Abrió varias veces la boca tratando de formular alguna respuesta, pero nada salió de su boca. De seguro aún estaba afectado por haber visto los juegos. Suspiro.
-¿Seguro estas bien?- Pregunto angustiado – Oye, no necesitas estar nervioso – Puso una mano en su hombro para tratar de tranquilizarlo, lo cual no funciono – Soy YiFan, pero tú puedes decirme Kris. Así me llaman todos mis amigos en la escuela.
-Y…Yo soy Tao- dijo apenas perceptible.
-Con que Tao, ¿ehh? Pues es un gusto. Deja me guiarte por los juegos, aun luces algo joven así que yo cuidare de ti- El más alto de ambos tomo de la mano al menor y lo fue adentrando entre todos para hacerlo tener un grandioso día. Uno de muchos más por venir.