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Duplicidad por Ahmnea

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Notas del capitulo:

Separaciones:

( / ) — Señala minutos u horas de un mismo día.
( / / / ) — Señala días o meses.

0,03

a l m a   g e m e l a
capítulo final

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un inquietante silencio abundó los alrededores. Ambos no podían escuchar a la gente que estaba gritando y celebrando, cantando y riendo. Las distintas y exuberantes luces se desaparecían en el instante en que tocaban sus siluetas. Fue en un rayo de segundo donde sus expresiones coincidieron. Sus pupilas fueron vacías. Sus manos estaban sueltas y flojas. Sus rodillas temblaron y sus corazones palpitaban en cortos golpes: lentos y duros. Les fue imposible detenerse a tragar saliva y contar los centenares de segundos que se quedaron inmóviles. Mirándose fijo y repasando una y otra vez la situación en su mente. Aunque en realidad todo fue más rápido de lo que sentían.

 

El rubio fue el primero en reaccionar. Su labio inferior tembló y parpadeó repetidas veces mientras su expresión se deformaba en una mueca de inconformidad, desorientación y miedo. Su ojos fueron a dar al suelo y sintió sus pies querer perder el equilibrio. 

Abrió su boca pero palabras no salían. Para él lucía todo aquello como un raro sueño. 

 

Le habían robado el aliento en el segundo en que su mirada recorrió las facciones del moreno. Reconociéndolo. Llamándole por su nombre “Sasuke” silenciosamente dentro de su mente. 

 

Debajo de sus párpados sintió una picazón. Era dolor. Dolor implorando por ser expulsado de la mejor y peor manera en la que era conocido: lágrimas. Pero él las retenía.

 

Por el lado contrario, el chico de cabellos negros, agitados sutilmente por el viento; había perdido la mirada en uno de los rincones. Su boca formaba una línea recta muy vaga y su rostro solamente expresaba un pensamiento imposible de leer. Estaba en blanco. No pensaba en nada. Por un momento olvidó qué hacía ahí y qué era lo que estaba sucediendo. 

 

 Un frío y fuerte golpe a su mejilla fue lo que le despertó. Cerró los ojos y se dejó llevar. Restándole importancia. Palabras fijas y duras intentaban entrar por sus oídos, más él las rechazaba. Su cuerpo yacía tendido en el suelo y sobre él sintió el peso de alguien más: la misma persona que le gritaba a regañadientes. 

Su pecho dolía y frunció el ceño. No entendía ni una mierda. Cubrió su rostro con sus antebrazos y abrió los ojos, topándose con aquél rubio que llevaba por la etiqueta de una pesadilla para él mismo. Reaccionó y detuvo las manos del ojizarco. Entendía que estaba quizás desorientado y había perdido el hilo de la situación, pero el orgullo de Sasuke siempre tenía que salir a flote, y no dejaría que nadie le de una paliza sin siquiera defenderse.

 

— ¡Eres un jodido imbécil!
Y otro golpe se estampó en su rostro. Pero este era diferente. Este era fuerte. Con furia, con dolor, con resentimiento y sobretodo… odio. Naruto no se había contenido en nada como últimamente ambos lo habían hecho. No le importó si le fracturaba algún hueso o si una fuerte mancha u cortada aparecía lista para abrirse en la mejilla del azabache. 

 

Cuando Sasuke miró con rabia al rubio y que este amenazaba con escupirle, un sonoro porrazo fue a dar hasta el mentón del ojizarco. Aprovechó ese momento de desequilibrio para aventarse en contra de él y transformar la situación. Siendo así, como empezaron una cruda pelea a golpes entre ellos, donde la sangre y quejidos de dolor eran las estrellas del espectáculo. Una riña como nunca antes habían tenido. 

 

Naruto escupió a un lado la sangre que sentía en su boca y Sasuke se limpió la suya que salía por su nariz. Todo en cuestión de segundos, mientras ninguno de los dos aceptaba el soltar al otro o ser el último en dar el golpe. Se miraban con ira y sus puños lo demostraban con más violencia. El éxtasis sobre la adrenalina funcionaba como una anestesia instantánea para sus heridas. Podían seguir toda la noche tirándose desprecio y odio.

 

La personas a su alrededor miraban la escena con horror y pena. Unos tantos les gritaban y otros optaron por empezar a formar un círculo a su alrededor mientras sacaban su teléfono móvil y abrían la aplicación para tomar vídeo. Listos para subirlo en cualquier momento a Youtube. 

 

Era una pelea sublime. Golpes secos. Tanto que dolía ver el espectáculo. Su duración era rápida pero prolongada. Se notaba que sabían defenderse y atacar, en qué momento tomar un respiro y en cuál volver a tirar un golpe.

De un momento a otro y para suerte del ojizarco, tiró un puñetazo en seco y en un descuido, ambos cayeron nuevamente al suelo, donde el rubio tomó lugar y a horcajadas volvió a acomodarse encima de su oponente.

Naruto no aguantó y tomó fuertemente a Sasuke de su camisa, alzándolo un poco. Estaba exaltado— ¡Te odio! —Gritó en su rostro—, ¡definitivamente lo hago!, ¡es imposible que alguien como tú exista!, un jodido egoísta hijo de puta —Los ojos del azabache abrieron. Era la primera vez que veía a su compañero de clase hablarle de esa manera—. Eres una escoria. Eso es lo que eres —Escupió con rencor—. Siempre me cuestioné si en verdad te odiaba o si solamente eras un miserable parásito que no me agradaba. Porque sabía que no podía juzgarte completamente sin conocerte. Es verdad que nunca me has caído bien, pero nunca verdaderamente te odié. Hasta ahora. He entendido que las personas como tú me dan asco. Y que lo único que merecen es recibir odio. Pero particularmente, yo ya estoy jodido. Porque no puedo ser de esa manera. Sé que te perdonaré porque me conozco; esa es mi manera de ser. Porque aunque tú disfrutes esta farsa y el hacerme realmente sufrir, no significa que yo deba responderte con lo mismo. Yo no soy un jodido hijo de remil puta sin corazón —Una pequeña pausa invadió sus labios y chasqueó la lengua. Sus ojos se entrecerraron y sin poder darse cuenta, él ya estaba derramando pequeñas gotas.

 

Pronto, el chico que yacía anonado por tales palabras recibidas, sintió lágrimas contadas que cayeron sobre sus mejillas, sacándole del pequeño trance.
Naruto tenía los ojos rojos y aguados.
Naruto estaba llorando.
Y esa era la primera vez que se mostraba así de frágil frente a él.

 

Volvió a abrirlos para mirar fijo a los orbes oscuros del azabache y hablar severamente—. Nunca creí que fueras de esta manera, Sasuke. Y es verdaderamente decepcionante. Porque con los sentimientos nunca se juega. 

 

El mencionado había escuchado atento. Repasando las palabras en su mente. Y con aquello último, lo entendió todo. 

Bufó. Un intento de querer aguantar la risa en sus labios fue visible, hasta que no pudo más y soltó la esperada carcajada. El rubio lo miró perplejo, confundido y su sangre empezaba a hervir de ira. Antes de que Naruto dijera algo más, Sasuke se adelantó interrumpiendo.

 

— Espera, espera, ¿tú crees qué…? —Una cínica risotada volvió a salir de sus labios.—, ¿tú crees que esto es una jodida broma?, ¿que esto es mentira? —Las manos del moreno sujetaron firmemente las muñecas de Naruto, las cuales seguían tomándolo del cuello de su camiseta. El menor aflojó levemente su agarre, pues la mirada que Sasuke mostraba era realmente penetrante y amenazante, al punto de dejarlo desorientado—. El “jodido imbécil” acá eres tú, Naruto. ¿Realmente crees que me daré la privilegiada intención de perder el tiempo para una “broma” o para solamente cagarte así?, ¿que hablaría contigo todos los días para al final decirte que era una mentira y burlarme en tu cara?, anda a sentar el culo en la silla que poco me interesa el “jugar con sentimientos”.
La situación había cambiado. El chico de cabellos oscuros se había incorporado un poco hacia arriba y tenía en una de sus manos, sujetado el cuello de la ropa del ojizarco, quien intentaba seguir el flujo de la conversación y entender todo— Sí, vamos, debo admitir que nunca me esperaba que fueras tú. Y vaya que me he llevado una tremenda sorpresa. Pero Naruto, esto no es una puta broma. Ni un soberbio intento de hacerte quedar mal. 

 

Sus palabras habían sido no fuertes, pero sí seguras y claras. Quizás hasta un poco más tranquilas. Y el rubio seguía inmóvil, intentando reencuadrar todo y aceptar de una jodida vez que aquello era verdad, y que esa persona, a la que tanto había anhelado conocer, no era nadie más y menos que Sasuke, al chico que aparentemente odiaba. 

 

Abrió su boca para decir algo, pero esta emitió un sonido silencioso. No tenía las palabras. La impresión de la situación le era difícil de asimilar. Que todo aquello era real y que Sasuke estaba siendo completamente serio. Que entre toda la gente que existe en el extenso mundo, tenía que haberse topado con su mayor rival. 

 

Naruto se incorporó de golpe y el azabache le siguió el paso pero más tranquilo, estando ambos de pie, uno frente al otro en una corta distancia menos de un metro. Miraron sus rostros y como ambos tenían manchas de sangre y uno que otro tinte de negro por la misma suciedad. 

 

Antes de que Sasuke dijera algo y cortara el incómodo silencio, un grito rezongó en el lugar, haciendo que la gente expectante de tal espectáculo, se moviera a un lado en segundos. Dos oficiales de patrulla se acercaban a todo paso hacía ellos, aludiendo a que la alteración del orden público estaba prohibida y que aquellos chicos que habían tenido la tremenda riña hace unos momentos, obtendrían un castigo, así como también los que tuvieran un vídeo de tal acontecimiento. 

 

Naruto abrió en grande los ojos y antes de que pudiese reaccionar, un jalón le impidió recobrar la atención. Sasuke tiraba de su mano, y pronto la persecución se dio a escena. Ambos corrían entre todo el gentío que les rodeaba. Lo único que el rubio podía mirar era la silueta que se sabía de memoria y el cabello de fuerte tinte oscuro que se movía rápidamente en el panorama. Sus ojos azules miraron con detenimiento su propia mano y como esta era sujetada firmemente por la de alguien más. Por esa misma persona a la que había odiado toda su vida, admirado, envidiado y ahora, querido.
Sus mejillas se tiñeron de un sutil color rojizo. El tan solo pensar en eso lo había avergonzado. Cuando sus pasos se sintieron torpes, escuchó el grito de Sasuke llamándole por idiota y preguntándole qué carajos hacía perdiendo el tiempo y por qué había disminuido la velocidad cuando ambos eran perseguidos por la misma policía. 

 

Sacudió la cabeza y retirando sus pensamientos, se preocupó solamente en correr.
No estaba seguro si lo que sentía era miedo o si a ojos cerrados era que demostraba la confianza que tenía en el azabache. No preguntó a dónde era que se dirigían porque él sabía que Sasuke tomaría la decisión correcta y sabría a donde ir.  No tenía motivos para cuestionarle. Después de todo, ambos eran muy capaces. Tenían una buena condición, buenos reflejos, resistencia y la habilidad de moverse ágilmente. 

 

El menor sonrió en grande y miró por encima de su hombro; como dos hombres con rostro colérico y decisivo les perseguían a toda la velocidad que les permitía sus robustos y pesados cuerpos. Uno era más delgado que otro, pero no se quedaban atrás cuando de músculos se trataba. Era sabido que los policías tenían que ser entrenados y capacitados para situaciones parecidas, por lo que la política de ejercitarse ciertos días a la semana era muy demandada y sobretodo, obligatoria. 

 

El intento de perderse entre la multitud era casi un setenta por ciento exitoso. Sasuke miraba a los alrededores y buscaba por una rápida y eficiente salida. Recordó los caminos ya recorridos por él mismo anteriormente y pensó en sus alternativas. Efectivamente. Había encontrado una buena opción. Era imposible salir de aquél parque y evitar ser perseguidos por los patrulleros; porque eso era lo que ellos esperaban. Por lo que la mejor elección que tenía era esconderse dentro del mismo lugar y partir a escondidas al momento en que la masa de personas optara por irse al aburrirse del evento social y que este diera por finalizado. Ahí, tomarían ambos su oportunidad para mezclarse entre el gentío y huir. Pero, ¿dónde esconderse mientras tanto?

 

Escuchó una risa jocosa a sus espaldas. Era Naruto.

 

— ¿De qué mierda te ríes?

 

El rubio solo sonrió en grande y mirando nuevamente hacia atrás, con vista a los patrulleros, notó que estos eran interceptados por una carretilla de comida rápida. Claro, Naruto se las había arreglado para jalarla en el momento adecuado y que estos se retrasaran. Y claro, con ello lograr llevarse a la boca un pedazo de golosina sabor fresa. 

 

“Típico”

Pero le agradecía internamente. Le había dado el tiempo suficiente para girar en una de las veredas, donde la luz escaseaba y solo había un farol alumbrando. Soltó la mano de su acompañante, sin tomar mucha importancia a aquella acción –porque ambos no querían pensar en ello–, movió los no tan largos y anchos arbustos de su vista y se metió dentro de ellos, abriendo paso a un pequeño lugar que podía serviles como escondite. Si querían salvarse de quizás llevarse una mancha negra en su expediente y tener conflictos en el futuro por ello mismo, debían pensar positivamente y librarse de aquella apresurada persecución.

 

— Vaya, por poco nos pillan. 

Sasuke gruñó ante tal comentario. El rubio se asomaba despreocupado por sobre los arbustos en dirección a donde estaban los patrulleros, mirando hacia los lados y buscando por ellos. Jaló bruscamente de la camisa de chico, incitándolo a sentarse, al igual que él.

 

— Si te ven estamos jodidos, Naruto. Siéntate. 

Y aunque para la gran mayoría podía parecer una orden, el rubio solo se limitó a sonreír después de mirarle de reojo y con las ganas de tirarle una queja. Aceptaba que él tenía razón. Acto seguido, tomó asiento en el firme césped y recargó su espalda en uno de los arbustos. 

 

Miró con cautela como el azabache pasaba su mano por su frente, admirando los pequeños restos de sangre seca. Suspiró desganado y pasó a acariciarse la nuca.

 

— Creo que me has roto la ceja. 

Abrió en grande sus ojos azules al escuchar al moreno decir su liviana queja. No iba a disculparse, ¿debía?, claro, quizás se sentía un poco culpable por haber reaccionado de esa manera al creer que Sasuke había planeado una broma para él y que solo quería cagarle más la vida al jugar con sus sentimientos. Y pronto… una tenue ola de vergüenza apareció sobre sus mejillas al recordar todo lo que dijo y cómo había soltado pequeñas lágrimas sin quererlo.

 

El chasquido de un encendedor lo sacó de sus pensamientos. El joven de piel lechosa sostenía entre sus dedos un cigarrillo con pequeños rastros de sangre, los cuales habían manchados de sus mismos nudillos. Soltó el ligero pero visible humo blanco de sus labios y parpadeó lento, relajó sus hombros y respiró tranquilo. Había usado bastante sus sentimientos ese día. Desde la emoción, el estrés, la rabia, la inquietud, temor, nervios y ahora incomodidad. Su rostro dolía y sus músculos le hacían segunda. Pero gracias a Dios, Buda y todos los santos que su paquete de cigarrillos estaba intacto. Solo un poco sucio, nada más.

 

Miró de reojo al rubio y sin ninguna expresión preguntó que si le apetecía uno. La respuesta era más que obvia. Pronto ambos se encontraban devorándose su propio cigarrillo a toda velocidad sin darse cuenta.

 

— Yo lo que necesito es una cerveza, por la mierda —Demandó el ojizarco al aire. Sasuke le hizo la segunda al asentir ligeramente.

 

Una agradable pequeña risa invadió el ambiente. Naruto reía cómodamente mientras rascaba su frente con la misma mano en la que sostenía su pitillo. Dio la última calada y a pesar de que le quedaban una tres más para acabarlo por completo, lo apagó en la suela de su botín. El moreno le miraba con la ceja alzada y preparado para soltar cualquier porrada si se atrevía a reír o hablar más alto como para ser escuchados. 

 

Él volvió a reír. Y el otro se exasperó. 

 

— Forro de mierda, pero de qué carajos te ríes. 

Si su idea era conseguir algo con ello, lo único que logró ganar, fueron más carcajadas.
El moreno gruñó y alejó la mirada molestándose. No iba a perder su tiempo.

 

— ¿Es que a ti no te da risa, Sasuke? —Cuestionó. El mencionado le miró ahora alzando la ceja—. Conocí a este chico por internet, y aunque siempre había tenido en claro que las minas eran las que me volvían loco, decidí continuar y sin darme cuenta, ya me encontraba hablando con él todos los días —Sus ojos miraban a distintos puntos del panorama, concentrado en lo que decía; experimentando en recuerdos según lo que hablaba—. Pasó lo imposible. Me enamoré de ese amargado, egocéntrico e hijo de puta. No sé cómo, no me preguntes porque no lo sé. Pero sí estoy seguro que lo estoy porque… porque lo siento, ¿sabes? —Su voz se achicó en la última oración. Pronto continuó—. Cuando por fin decidimos conocernos en persona… yo estaba bastante preocupado y nervioso, nunca había estado en una situación así. ¡Nunca me había enamorado antes!, y tenía miedo. Miedo de que yo no le fuese a atraer, porque, vamos… no soy lo más atractivo tampoco —Una pequeña sonrisa inocente adornó sus labios. 

 

Y Sasuke quiso morirse: “¿Que no eres atractivo?, ¿que no te sube oxígeno a la cabeza, imbécil?”, pronto el moreno se encontraba avergonzado y a la vez, bastante sorprendido al tener ese pensamiento involuntario sobre su rival. Una de sus manos fue a dar hasta su boca, por la misma impresión, al igual como sus ojos delataban. El rubio no pudo darse cuenta de aquello, ya que seguía inspirado. Continuó: — Pero después pensé que, eso era lo que menos importaba, ¿cierto?, después de todo, solo habíamos hablado y nos habíamos conocido sin vernos el rostro y aún así, nos gustábamos. Entonces mi emoción subió mucho. Pero… pero cuando el día llegó por fin y cuando habíamos acordado de una manera bastante divertida el revelar nuestros rostros, yo… —El azabache ya no estaba seguro si quería seguir escuchando— No me esperaba que fueses tú, Sasuke. Es… ¡es imposible que seas tú! 

 

Inesperadamente, Naruto se colocó de pie y de su boca bastantes palabras angustiadas empezaron a salir. Seguía sin entender que aquello no era broma. ¿Cómo era posible?, en una ciudad tan grande, con miles de personas, casi millones. ¿Cómo es que de tanta gente, le tenía que haber tocado al único ser que consideró odiar?

 

Se taladraba la cabeza con ideas y conjeturas sin sentido. Pensando en que quizás sí era una broma todo aquello. Que Sasuke solo estaba esperando el momento indicado para saltarle con la verdad y arruinar todo. Que todo eso era más que imposible. Que debería ser algún cuento ficticio. Nunca antes se vio considerando a su mayor rival en condiciones de amistad, ¡mucho menos amorosas!


Todo era un total lío para él. Y seguía preguntando al aire y sacando conclusiones en voz alta mientras se movía de un lado a otro, empezando a llenarse de estrés y negar cualquier argumento que el azabache le daba.

 

— ¡Naruto!, ¡cálmate, carajo! —Ahora ambos se encontraban de pie y el moreno azotó al mencionado contra el tronco del árbol— ¡Si sigues gritando nos van a ubicar, imbécil! —Sus manos se afirmaron a los hombros del rubio.

 

— ¡Me importa una reverenda mierda! —Rugió en la cara del otro— ¡Es imposible, Sasuke!, ¿estoy soñando entonces?, ¿todo me lo he imaginado? —Su rostro era el de un signo de interrogación.

 

— Me estás cagando la paciencia, Naruto —Murmuró gruñendo— Te he dicho ya que esto no es una broma.

 

— No, no puedo creerte. Tú no eres así. Es imposible que tú seas así. Con la persona con la que hablé, él no es… él no es como tú.

 

El azabache volvió a azotarlo contra el tronco y el rubio frunció el ceño mostrando sus dientes. Empezaba a enfadarse— ¡Esa persona soy yo, Naruto!, ¡esa persona a la que dices conocer bastante bien, soy yo!, ¡¿por qué mier–

 

— ¡Porque no quiero que me gustes tú!

 

Ambos se miraban fijamente, con rabia en sus ojos. El moreno seguía sin digerir lo que había escuchado. Sus dientes tronaron e intensificó su agarre. El ojizarco seguía clavándole la mirada, hasta que se dio cuenta de la potencia de sus palabras y lo que había dicho. Su vista fuera a dar a un lado hacía el suelo. Sus labios mostraban un ligero puchero. No, no iba a retractarse, no. 

 

Sabía que si pensaba en que quizás había dañado sus sentimientos o algo, se sentiría culpable, pero nunca se mentiría a mi mismo. Era cierto. Él no quería que le gustara esa persona, ¿pero por qué?, quizás resultó ser peor de lo que él creía. A pesar de que era cierto que ya le conocía como la palma su mano, pues sabía todo acerca de él. Sus gustos, su familia, su pasado oscuro, las violentas relaciones que ha tenido que tener con cercanos, su insuperable impaciencia y su gran arrogancia. Pero también conocía que no tenía meta alguna, y que a pesar de que tuviera la capacidad de soñar, este solo la hacía a un lado, y que desde que Naruto apareció en su vida, esto había cambiado poco a poco. 

 

Las risas en común que compartían tras la pantalla no era mentira, ni mucho menos algo ficticio. Naruto quería seguir hablando con esa persona, quería verle y tener momentos especiales. Jugar videojuegos juntos, tomar una cerveza en el pub más cercano, quizás inclusive una competencia de quién tomaba más vodka en menos de un minuto; dormir hasta que la hora diera casi por la tarde del día siguiente; salir a entrenar y comer alimentos extraños juntos, darse apoyo y contar así como discutir por las cosas más triviales del mundo. 

 

Pero su mente no lo dejaba. No cuando esa persona era quien le había atormentado desde siempre. Cuando desde tiempo inmemorable quería odiarle a gusto. Su mente era todo un lío y era porque no trabaja al igual que las otras. A pesar de que no pensaba mucho las cosas, aquello era difícil cuando se trataba de cambiar la perspectiva de alguien a quien solo ha tenido enfocado en un solo camino. ¿Ahora quién sería su rival?, ¿ahora con quién pelearía?, ¿quién le daría ese empujón de seguir adelante?, de ser mejor, de sobresalir y no quedarse atrás, ¿quién le daría ese aliento?

 

— Lamentable. 

 

Esa voz le sacó de sus pensamientos. Le miró a los ojos. Se hundió en el frío negro que estos proyectaban. Su rostro se encontraba a escasos centímetros del suyo. Un poco más y la punta de sus narices rozarían. El corazón del rubio saltó y empezó a bombear con nervio. Su estomago se revolvió de golpe y dejó salir a las mariposas que yacían dormidas.

 

Mierda


Si tenía esas sensaciones al ser la primera vez que se encontraba tan cerca de Sasuke y en una situación tan imposible como aquella. ¿Será porque de verdad le agradaba a pesar de que sea alguien como él?

 

— Lamentable —repitió—. Porque a mí me gustas, Naruto.

 

Y el corazón del mencionado explotó. Sus ojos se abrieron en grande y se le dificultó el respirar. La sensación de su estomago empezó a marearle, hasta casi dolerle. Era como si ahora se hubiese tornado a una sensación más fuerte y profunda. Se había intensificado con lo que había escuchado. Definitivamente.

 Y él, él simplemente no podía comprender cómo era que su cuerpo cooperaba tan fácilmente con el azabache. 

 

Entrecerró fuertemente los ojos y preparado para deshacerse del agarre del mayor, este se vio interceptado por el mismo, pues pronto sintió la respiración ajena chocar contra la suya y como sus labios empezaban a saborear una nueva textura. A pesar de que ya había besado antes, esa era la primera vez que un beso le provocaba corrientes eléctricas. Un hormigueo entre su labio inferior y superior empezó a emerger. Su rostro apoyaba a toda aquella reacción al tornarse ligeramente caliente y pintando un tono entre rojizo y rosado por sus mejillas. Sin darse cuenta, sus músculos se habían aflojado, su respiración estaba aumentando ligeramente y su mente se había nublado por completo.

 

Un beso tan suave pero a la vez tan sencillo, tan lento pero prolongado. Era una nueva sensación, una nueva humedad. Y se sentía tan jodidamente bien. Cuando el azabache quiso profundizar sin poder evitarlo, los sentidos del rubio empezaron a hundirse por aquel aroma que solo emanaba del contrario. Una fuerte fragancia entre madera y hierbas naturales, tan fuerte pero a la vez tan agradable. Naruto se sentía en algo más allá de las nubes. Y Sasuke… Sasuke empezaba a encontrar una nueva adicción. 

 

Para él era diferente. Quizás no era nada pintado de rosa y aunque sus mejillas detonaban igualmente un poco de ese color, sus sentidos decían todo lo contrario. Era como si hubiese encontrado el dulce más delicioso de todo el mundo, aquel que solo ciertas personas eran privilegiadas de probar. En cada beso encontraba una nueva esencia, no podía soltarlo y no quería. Sentía como si él estuviera hambriento desde toda su vida y por fin había encontrado algo que pudiera satisfacerlo. Aquella boca lo tenía perdido, y podía relacionarse a él mismo con un drogadicto y su anhelada cocaína, pero Naruto no era eso, no. Naruto era más potente, mil veces más fuerte y más placentero que una jodida droga. Sasuke quería más y todos sus sentidos le decían que debía conseguir más. Que ahora que había probado lo prohibido, le iba a ser imposible dejarlo. Que él ya estaba perdido y vencido. 

 

No podía pensar en nada más. Ni siquiera estaba cuerdo en sus reacciones, aquellas que le decían a gritos que estaba enamorado, las palomillas detonando en su estomago una por una y la tortura que su pecho empezaba a tener al ser golpeado tan fuerte por su propio corazón. Sus manos apretaron firmemente los hombros del menor por temor a ser arrebatado y alejado en un momento como ese. Lo único que rondaba por su mente, era que aquél chico tenía la boca más deliciosa que alguna vez probó.

 

Y aunque las historias de amor solamente son patéticas, fantasiosas y sobretodo: falsas, sin quererlo, ambos habían experimentado el irreal verso de la magia de un beso. Porque dicen por ahí, que besar por primera vez a la persona que desde un principio ha sido hecha para ti, aquella a que le ponen de título “alma gemela”, que un choque de labios con esa persona, es el experimento más demencial, explosivo y único que un ser humano pueda llegar a sentir. Y que les haya sucedido, no solo debían agradecerle a todos los dioses de toda religión existente, sino, también inclinarse ante el karma y la suerte, porque no todas las personas llegan a toparse con su compañero/a del alma, que solamente sucede cuando los lazos son realmente fuerte entre ellos, tan fuertes que ni la muerte puede separarlos. Porque en esta y cualquier otra vida, ellos renacerán en distintas formas pero siempre encontrándose al final. Siempre pertenecientes el uno al otro, sin importar la situación, género y distancia.

 

Ahora sus nombres yacían escritos en el libro. En ese libro tan plano que solamente menos de diez hojas en fino papel y a letras doradas era lo que abarcaba. Un directorio de almas gemelas. Donde a lado de sus nombres se tachaba un número y se colocaba el sucesor a este: cincuenta y cinco. Cincuenta y cinco años volviéndose a encontrar.

 

 

— ¡Hey!, ¡ustedes, pedazos de mierda! —El hombre de contextura robusta pero firme, de prendas entre azules y negras. Los señalaba con su linterna. Este era secundado por su compañero, con las mismas prendas y un gorro simétrico, con una placa dorada en medio de este— ¡Les estoy hablando, maricones!

 

Las manos del rubio ahora estaba sujetadas suavemente a la chaqueta del moreno, teniendo su atención en todo momento por el apasionado beso. Mientras que el otro, mantenía como podía su distancia al colocar sus manos ahora sobre la superficie del tronco, hundiéndose cada vez más en la boca del otro chico. A pesar de que apenas habían iniciado su beso hace unos cuantos segundos, ninguno tenía la mera intención de separarse, sea quien fuese que los viese. No perderían ese momento. No cuando la sensación de aquello se sentía de puta madre.

 

Para su mala fuerte, ambos quedaron con las ganas en la boca, y con sus labios ligeramente rojizos y deseosos de más. Inclusive, aquello afectaba su hambre de una manera feroz. Se sentía como si estuviesen muriéndose a falta de comida desde hace días y aquella ansiedad los estaba volviendo locos. Pronto esta se vio desvanecida, pues los oficiales ya los tenían separados y firmemente agarrados de los hombros, con las esposas adornándoles sus muñecas y caminando entre las veredas de ya tan mencionado parque. 

 

Lo sorprenderte es que en todo el camino no se miraron. Cada uno hundido en sus propios pensamientos estaba.

 

 

 / 

 

 

— Pero ustedes qué carajos consumieron —Preguntó al aire el policía robusto que tenía sus manos en el volante, que poco después supieron que se llamaba Schmidt, o al menos así le decían—. Nunca en mis veinte años como patrullero miré a dos chicos como ustedes que se mataban a golpes y de un momento a otro se besaran como si fueran quién–sabe–qué —Hizo una mueca de asco—. Porque vamos, ustedes dos no tienen pinta de maricones. 

 

— No seas imbécil, no todos los maricas visten de rosa y con el rostro de payaso —Difirió su compañero.

 

— Bueno, bueno, sí, sí, tienes razón, Jenko, pero míralos a ellos, joder. Y según lo que nos comentaron los testigos, ellos estaban calmados al principio y de la nada empezaron a pelear. Efecto de una droga, de seguro. 

 

— ¿Hongos, quizás?

 

— Sí, debió ser un alucinógeno o algo. En el hospital dirán. O quizás estoy equivocado… —El conductor miró por el retrovisor a sus dos pequeños detenidos, que cada uno miraba por la ventada. El de ojos claros con un ligero puchero en sus labios y el otro con la expresión vacía, pero sin duda, ambos con un tenue sonroso por entre las mejillas y el puente de la nariz— ¡Eh, ustedes!, ¿peleas de pareja, acaso? —Carcajeó. 

 

Y durante la mayoría del trayecto tuvieron que escucharse los ridículos argumentos entre ambos policías. 

 

 

 

 

 / 

 

 

 

 

 

— ¿Qué tenemos?

 

— Aparentemente son solo dos chicos que causaron disturbio público. Nada más.

 

— ¿Ya llamaste a sus padres?

 

— Bueno, lo extraño es que ninguno de los dos tiene a sus padres vivos. Así que tuvimos que llamar a un pariente cercano.

 

— ¿Hace cuánto?

 

— Treinta minutos más o menos. 

 

— ¿Y aún no han llegado? —Chasqueó la lengua—. Este día de mierda de Halloween me tiene hasta el culo —murmuró.

 

— No. Ambos parientes viven lejos de la ciudad. Tardarán un poco en llegar —La chica de cabellos cortos y ligeramente azulados se encogió de hombros; alzó la vista por tercera vez hacia los dos muchachos que hace casi una hora les habían traído, ellos habían sido separados del resto—. ¿Crees que deba llamar a traer atención médica?

 

— No, qué estás diciendo. Están bien. Son solo unos raspones —El sujeto con apariencia seria e estricta, de cabellos grises pero meramente joven, alcanzando los treinta años, ordenó los folios que tenía en mano, los selló y se los volvió a entregar a la joven—. ¿Portaban alguna droga?, ¿consumida, quizás?

 

— No, ninguna. Aunque los oficiales señalaron que tenían un comportamiento extraño, pero nada —Después, buscó entre la pila de carpetas que tenía y sosteniendo una más pequeña entre sus manos, se las tendió al oficial—. Pero estos son los chicos que se les ha encontrado la noche de hoy bajo el efecto de alguna sustancia ilícita o portándola.

 

— Bien. Veré esto en la oficina y después le pediré a Hashirama que los despache. Avísame si me necesitas. 

 

— Por supuesto —Y Shizune se despidió con una sonrisa, siguiendo con la mirada en la espalda de su jefe de zona: Tobirama Senju, quien desapareció tras una puerta. 

 

Los días festivos eran los más difíciles, pues la comisaría solía llenarse de vándalos y sobretodo jóvenes que gozaban de una pequeña experiencia en el mundo increíble de las drogas, por lo que le daban más prioridad, pues los patrulleros aprovechaban de ese día para realizar pequeñas y rápidas cacerías por toda la ciudad, y así, retenerlos. Por ello mismo, tenían las diminutas celdas casi llenas y todos los oficiales a mando se encontraban trabajando a su mayor velocidad para llenar fichas de aquellos quienes desobedecieron la ley, así es como Sasuke y Naruto terminaron sentados en una de las salas de espera, entre el pasillo de las oficinas; pareciendo casi como si fuese la misma escuela y estuvieran por ser reprendidos por la directora. En un caso como el de ellos, era mínima la importancia, por lo que la policía en sí no se preocupaban y los dejaban ir más rápido, claro, pagando la respectiva fianza después de todo.

 

Pronto, un joven de cabellos rojizos, parcialmente largos hasta la quijada, apareció por entre la puerta principal. Se dirigió a paso tranquilo pero seguro a la pequeña recepción la cual era divida por una ventana de vidrio. Se acercó a la bocina que yacía en medio de este y miró fijo a la señorita que terminaba de guardar los archivos donde tenían el nombre de aquellos jóvenes que a media noche habían llegado. 

 

— Disculpe, detuvieron a un chico rubio hace un momento. Vengo a pagar su fianza. 

 

— ¿Cuál es el nombre del retenido?

 

— Uzumaki Naruto.

 

Y aunque la chica ya sospechaba de quién se trataba, sonrió por lo bajo, pues después de todo, la historia escrita en el expediente de esos dos, le parecía bastante curiosa y a la vez, divertida. 

 

Entre el fichero resaltó el expediente frescamente sellado por su jefe. Lo abrió y lo firmó. Imprimió un recibo y una serie de papeles abrochados por la esquina con una grapa, los cuales destacaban como un aviso y consejos, así como consecuencias y más información. 

 

— Al ser su primera vez y al no tener mucha importancia, menos hoy día porque tenemos otros asuntos en qué fijar la atención, no se le fichará en el sistema como un arresto, solo será un aviso y este aparecerá en rojo en su expediente, sin embargo, al paso de un año sin volver a repetir dicha acción, este se eliminará, de lo contrario, se quedará ahí y puede convertirse en un delito más grave.

 

Ella señalaba a medida en que iba explicando al chico que atentamente escuchaba y asentía cuando había entendido a la perfección. Básicamente explicaba que solo sería un aviso, sin embargo, había fianza que pagar, una mínima parte, pero se debía hacer. 

 

Una vez terminada la argumentación y asegurado cualquier duda, pagado lo debido y firmado uno que otro documento, la señorita dio paso a abrir la puerta la cual daba directamente al pasillo de lado izquierdo donde al fondo de este se encontraban ambos chicos. 

 

El pelirrojo caminó por el largo corredor y una vez que consiguió que el rubio y el otro chico desconocido voltearan hacia él, se detuvo. Naruto suspiró despacio, era la primera vez que le llamaba a un familiar para que le sacara de un apuro.

 

— Hey… —Intentó saludar mientras se colocaba de pie y acariciaba su nuca avergonzado. Su rostro estaba mejor. Limpio, aunque con pequeños raspones y una que otra cortada en el labio inferior. Y ni hablar de sus nudillos y de más músculos interiores. 

 

— ¿Es necesario que pasemos al hospital?

 

— No, no, tranquilo. Estoy bien. 

 

Lo que él quería era irse pronto de allí y dejar de sentir la mirada de Sasuke penetrando en su nuca. Había sido incómodo desde que habían salido de dicho parque. No se habían hablado, ni siquiera mirado. Y era que el rubio no tenía el valor de verle a los ojos sin evitar recordar lo sucedido y sonrojarse, a pesar de que tenía muchas cosas que decir y cuestionar, nada había salido de su boca. En la estación se habían sentado con dos asientos más de distancia entre ellos, y cada uno sumergido en sus pensamientos. Para vista de él, parecía que a Sasuke tampoco le apetecía romper aquel extraño silencio entre ellos.

 

Y ahora era cuando no sabía si despedirse o no. Era la primera vez que se sintió nervioso por algo tan simple como eso. Cuando se decidió por darle la cara y soltar palabras valientes, este se vio interrumpido por otra voz. 

 

— ¡Disculpe!, ¡no puede hacer eso!

 

La chica de la recepción venía casi corriendo detrás de otro chico que a paso tranquilo caminaba en dirección a ellos. Y al rubio por poco y se le caía la boca al ver el increíble parecido que ese muchacho de apariencia madura pero joven tenía con el azabache. 

 

Por otro lado, Sasuke suspiró corto y se puso de pie, quedando a un lado de su compañero de clase, todos mirando atentos la escena que se empezaba a formar. De un momento a otro, el pelirrojo, el “gemelo” de Sasuke –como Naruto ahora le apodó– y la recepcionista, se encontraban ahora discutiendo. El moreno alegaba que no había por qué pagar fianza si no habían sido fichados, que aquello había sido un acto completamente innecesario y que él no estaba dispuesto a hacerlo. 

 

Sasuke miró de reojo a Naruto y después volvió al frente.

 

— Nagato, ¿cierto?

 

— ¿E–eh? —Aquella voz lo hizo desconcentrarse de la discusión tan entretenida de al fondo.

 

— Tu primo. Es él, ¿no es así?, Nagato. 

 

— Ah, s–sí. Nagato —Repitió. Y los ojos de ambos volvieron a concentrarse en lo que anteriormente veían—. Y él… me imagino que es Itachi. 

 

— Sí, así es. 

 

— No creí que el parecido sería tan tremendo —Interiormente seguía sorprendido—. Joder. Es verdad lo que me contaste, tiene marcas bajo sus ojos.

 

— Te dije. 

 

Y ambos sonrieron. Uno más visible que otro, pero cada uno a su manera. El silencio que había entre ellos ahora se había vuelto cómodo y relajado. De una forma en que ellos lograron disfrutarlo, compartiendo el mismo espacio y el mismo pensamiento de que los dos se conocían al pie de la letra, bastante como para diferenciar y adivinar qué familiar –de los poco que a ambos les quedaban– era quién.

 

Un ligero golpe en forma de puño dio contra el hombro del ojizarco. 

 

— Nos vemos, Naruto —Dijo mientras iniciaba su camino por lo largo del pasillo—. Asegúrate de no perder en el partido, imbécil —Y una mirada seria pero burlesca y sobretodo, confianzuda, así como una tenue sonrisa en sus labios fue dedicada al rubio. 

 

Naruto se quedó mudo durante unos segundos, mientras su vista seguía ahora la espalda del moreno, quien poco a poco se alejaba con la intención de solucionar y llevarse a su hermano de tal escena.

 

— ¡Me aseguraré de no dejarte en ridículo, campeón! 

 

Sasuke sonrío al escucharlo, y Naruto rió por lo bajo.
Una caliente ola de calor les invadió el pecho y el estomago.
Era la emoción por verse pronto y continuar lo que no pudieron acabar. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Notas finales:

No tengo nada que aclarar. No estoy muy complacida pero me ha agradado. Me complacería mucho saber qué ha sido lo que más les ha gustado y lo que no;-;. 

¡Y perdón por haberme tardado!, tengo mucho tiempo ocupado ahora, no tenía horas libres, aparte de que nada me satisfacia para el final de esta historia.

No seeé. Espero que se haya entendido al final que ellos se conocen muchísimo, pero mucho mucho como para que Sasuke adivinara que él era Nagato (o que recordara la descripción que le dio Naru cuando le contó acerca de sus familiares y viceversa).

Y no. La pelea no dejó ningún ojo morado. Solo una ceja rota y el labio de Naru. Y claro, bastantes moretes en brazos, abdomen y pecho, huehue.

 

¡Gracias por haberme acompañado hasta el final de esta historia!
Y espero que les haya sacado al menos una sonrisa.

 

<3;
ahmnea

 


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