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Nuestro refugio por RanFujioka

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Notas del capitulo:

¡Aquí Ran de nuevo!

Tiempo sin actualizar la cuenta, pero estas semanas estaré más pendiente de ello :D

La idea de este one-shot me rondaba en la cabeza desde verano, y hasta hace unos días no me senté a escribirla. 

Solo decir que tenía muchas ganas de hacerla, pues casi nunca se ven fics que traten sobre la horrible guerra entre las dos coreas.

Esta historia es inventada, por supuesto, pero los hechos o situaciones contados en ella bien pueden haber ocurrido durante la guerra, y quería trasmitir lo que de algún modo sintieron esas personas.

Espero que os guste y disfrutéis la historia.

Nuestro refugio

 

Oscuridad.

 

Al comienzo de la noche había visto salir una brillante luna llena, pero ahora le era imposible incluso visualizar dónde podría estar. Miraba ansioso a los lados, esperando los esporádicos segundos que le brindaban los haces de luz de las explosiones para moverse hacia otro lugar. Podía escuchar fuertes bramidos, golpes, disparos, pero por encima había cientos de voces, lamentándose, llamando a sus seres queridos o gritando de dolor. Empezó a correr, a cada paso tropezándose con personas que como él trataban de escapar, huir de aquel infierno de vida.

 

Vio acercarse a algunos de aquellos uniformados, y rápidamente se ocultó en un pequeño callejón que pasaba desapercibido. Le pareció escuchar un agudo gemido a su lado. Un niño se hallaba junto a una mujer, probablemente su madre, y tiraba de sus ropas aterrorizado, con un llanto incontrolable, mientras ella solo permanecía ahí tirada, con sus ojos sin vida mirando al cielo, impasible, muda.

 

Se mordió el labio y, aún a sabiendas de que se arrepentiría, salió lo más rápido que pudo del callejón, continuando casi a ciegas su camino.

 

Solo quería llegar a ese lugar, solo quería verle.

 

…………………………………………………………………………………………….

 

Entró y lo buscó con la mirada. Sonrió. Allí estaba, como siempre, en la pequeña mesa para dos de la esquina, de espaldas a la puerta. Cogió aire y se acercó a él, rozándole el hombro con la mano al llegar a su lado.

 

-¿Ya te pediste el café? ¡Qué impaciente! –bromeó inflando un poco los mofletes mientras tomaba asiento- Señorita, para mí un té frío –dijo a la joven, que rápidamente apuntó su orden y desapareció tras la barra.

 

-Ya sabes que soy muy nervioso –se excusó encogiéndose de hombros- no puedo evitarlo…

 

-Ya, ya… Y… bueno, ¿a qué viene esta reunión inesperada? –preguntó- Me… sorprendiste cuando me llamaste tan… de pronto.

 

-Yo… tenía que decírtelo primero a ti… es algo muy importante…

 

-¿No me irás a decir que… vas a… casarte o algo así, no? –dijo pretendiendo no parecer ansioso por saber la respuesta.

 

-¡No! No es… eso…

 

-¿Entonces qué…?

 

-Me han llamado para unirme al ejército –confesó pesadamente, su rostro se veía molesto.

 

En esos momentos, la camarera le entregó su taza, y viendo que no recibiría ni siquiera un “Gracias”, volvió murmurando hasta el interior.

 

-Eso no… puede ser… ¡aún eres menor! –se pasó la mano por el cabello, apartándoselo del rostro.

 

-Según ellos, no.

 

-Pero… no pueden obligarte a hacerlo ahora, tienes derecho a elegir…

 

-Ellos están haciendo esto con muchos más, y ya sabes por qué… -le pasó el periódico del día, mostrándole la portada.

 

-El norte… -leyó apretando los puños con impotencia.

 

-Sí, hay rumores de que atacarán, de que están recibiendo apoyo de China y la Unión Soviética… y el sur quiere estar prevenido –resumió.

 

-Pero… aún no es seguro, ¿no? –susurró como intentando convencerse a sí mismo.

 

-Kibum –le miraba directamente a los ojos, con un intento de sonrisa en su hermoso rostro- es probable que no vuelva a verte.

 

Su corazón se paró. No quería que dijera eso, no era lo que quería, y menos con esa estúpida sonrisa que le hacía pensar en todo lo que habían pasado juntos.

 

-Eres idiota… -le reprochó seriamente, desviando la mirada.

 

-Pero sabes que es verdad –dijo con tono triste.

 

-Y… ¿por qué no… huimos? –preguntó, intentando aferrarse a esa última esperanza para estar con él, aunque supiera la respuesta.

 

-No sabes cuánto me gustaría… pero…

 

-Sí, no podemos escapar.

 

Era la realidad. Cruel. Inevitable. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el país había quedado dividido en dos. La ahora llamada Corea del Sur fue ocupada por tropas estadounidenses, mientras los soviéticos se establecieron en Corea del Norte. Fue un acuerdo tomado por las potencias aliadas ganadoras de la guerra, tomaron el territorio hasta entonces ocupado por las fuerzas japonesas y lo dividieron pacíficamente.

 

A pesar de ello, pronto surgieron conflictos. La diferencia entre los ideales políticos de cada una de las dos coreas era demasiado grande, al ser una comunista y la otra republicana liberal. Un año después de la gran guerra, empezaron las revueltas, y ahora, apenas comenzando la década de los 50, ya se auguraba una guerra interna entre las que una vez estuvieron unidas.

 

-Esto… no puede estar pasando… -impotente, dio un golpe a la mesa- si al menos… me llamaran a mí también…

 

-¡Eso ni lo pienses! –exclamó con gesto enfadado- Aunque yo me vaya… quiero tener la certeza de que tú estás a salvo… no soportaría que te pasara algo…

 

Sabía que eso era mentira. No estaban seguros en ningún lugar. Era solo que Jonghyun se sentía mejor al pensar así.

 

-¿Cuándo…?

 

-En dos días…

 

-Dos… -bajó la mirada, derrotado.

 

En dos días su mejor amigo de toda la vida, ese que había estado con él desde que tenía uso de razón, el mismo que le había apoyado en esos momentos difíciles y el que le había animado a seguir sus sueños, ese mismo iba a ser arrastrado lejos de él hacia una muerte segura, y él no podía hacer nada para evitarlo.

 

-Por ello… -continuó su amigo apretando su mano cálidamente- aprovechemos el tiempo que me queda aquí.

 

-Aprovechar… ¿cómo puedes estar tan tranquilo? ¿No te das cuenta que…? –calló antes de terminar la frase, al borde del llanto. El otro solo le sonrió.

 

-Por eso, Kibum, precisamente por eso… Ya he aceptado mi destino… ahora solo quiero vivir estos días al máximo… feliz… contigo… ¿lo harás?

 

-Eres… un completo… idiota… -tragó saliva, aguantando las lágrimas que luchaban por salir- Vámonos de aquí, antes de que todos me vean llorar como un bebé –dejó el dinero de la cuenta en la mesa y se levantó haciendo señas a su amigo.

 

-Claro… gracias, Kibum…

 

…………………………………………………………………………………………….

 

Les gustaba dar paseos por el bosque. Allí todo era calma y belleza, luz, vida, les hacía tranquilizarse y les ayudaba a aclarar sus pensamientos.

 

-Y bueno, aquí estamos de nuevo.

 

Había una zona escondida entre arbustos y árboles que nunca dejaban sin visitar. Las plantas formaban un círculo cerrado, formando un claro de hierba verde que dejaba ver el cielo entre las intrincadas ramas de los árboles.

 

-Siempre me ha encantado este lugar.

 

-¿No es raro que siempre que salimos acabamos llegando aquí?

 

-Nunca lo había pensado.

 

-Mentiroso… -le recriminó con tono divertido- Siempre ha sido como nuestro refugio…

 

-Donde nos conocimos…

 

-Te encontré llorando…

 

-Me había caído, y me dolía mucho, era comprensible… -se quejó haciendo pucheros.

 

-Siempre has sido un llorón –dijo burlón.

 

-Jong, no seas cruel, lloro porque… me duele… y porque no quiero que te vayas, idiota –se cruzó de brazos.

 

-Lo sé… yo tampoco quiero irme… -se tumbó en el césped, estirando brazos y piernas como si quisiera abarcar todo el claro- me quedaría aquí, absorbiendo el aroma de la naturaleza y respirando tranquilidad con quien más quiero…

 

-Con quien más…

 

-Kibum, ven aquí –dijo dando palmadas a su lado en el suelo. Lo obedeció, nervioso.

 

-¿Y bien? Ese alguien…

 

-Siempre… -le interrumpió- tuve miedo… miedo del rechazo, de mi familia, de la sociedad… pero… ¿sabes? Vivimos en una sociedad cruel, ya lo comprendo. Una época injusta, llena de desgracias y desesperación, llena de intolerancia, llena de muerte. No puedo esperar nada de este tipo de vida… y el destino me ha hecho entender que no puedo guardarlo más para mí mismo…

 

-Jonghyun…

 

-Eres tú… siempre lo fuiste… desde aquella vez que te vi llorar en este mismo lugar… desde entonces iluminas mi vida, Kibum…

 

Esa era ya la segunda vez en el día que hacía estallar su corazón. “Eres un asesino, Kim Jonghyun” pensó con una lágrima recorriendo su mejilla. Se sentía tan desgraciado.

 

-¿Por qué justo ahora? ¿Por qué no lo hiciste antes? –le recriminó enfadado, sentándose rápidamente.

 

-Sé que voy a morir, y no moriría feliz si no te lo hubiera dicho.

 

-¡Eres un maldito egoísta, Kim Jonghyun! ¡Idiota! ¡Imbécil! –le gritó apretando el rostro contra sus rodillas.

 

Sintió la pierna de su amigo rozar la suya, y su bien formado brazo pasar por encima de sus hombros, acercándolo más a él. Juguetón, lo zarandeó varias veces, tal cual niño pequeño, para que le hiciera caso. Descubrió su cara, mojada por las lágrimas de impotencia mezclada con culpable júbilo, y sin esperar más, cerró los ojos para recibir el que sería su primer beso de ese chico que le hacía enloquecer.

 

-¿Ves? Te dije que eras un llorón –rió aún con el rostro a milímetros del suyo.

 

-Idiota… ¿cómo quieres que viva ahora que sé que no estarás conmigo?

 

-Ahora tendrás que vivir por los dos.

 

…………………………………………………………………………………………….

 

Era el 25 de junio de 1950. El verano había llegado con fuerza, los agricultores trabajaban jornadas completas para cuidar de las cosechas, los pescadores marchaban a pescar temprano y volvían al atardecer con sus capturas listas para poner a la venta a la mañana siguiente. Los habitantes de Sur Corea vivían días agradables, dentro de la propia alerta de conflicto armado.

 

Pero ese día cambió todo.

 

¿Cómo lo hicieron? Mayoritariamente gracias a la ayuda que les brindaba la Unión Soviética. Un tremendo ataque sorpresa que las fuerzas militares del sur no pudieron prevenir ni contrarrestar. Más de un millón de soldados provenientes del norte traspasaron la frontera ese día, arrasando con todo y con todos los que había en su camino.

 

Su pueblo no fue una excepción.

 

-Tengo que verlo… tengo que… llegar…

 

Corría casi sin aliento por esas estrechas calles sin descanso, sorteando soldados de ambos bandos, cuerpos tirados en el suelo cual sacos de carne, cual muñecos, inertes a todo.

 

No quería pensar que estuviese muerto, como esos cuerpos. Prometieron que se verían antes de su marcha, pero esto fue inesperado. Sin embargo, no quería rendirse sin intentarlo. Debía llegar al refugio. Debía comprobarlo.

 

Al fin llegó al bosque. Faltaba poco.

 

-¡Allí hay alguien! ¡Eh, tú, párate y levanta las manos!

 

Escuchó voces a sus espaldas. Ni siquiera miró atrás, ni se escondió, solo siguió adelante, corriendo con desesperación, porque sabía que si obedecía, no viviría para cumplir su promesa.

 

Los pasos precipitados tras él indicaban que le seguían. Oyó varios disparos, y sintió un dolor punzante en la espalda. Pero sorprendentemente no le importaba.

 

Llegó al claro. Dejó salir el aire de sus pulmones al ver que estaba ahí, tumbado, esperándole mirándole con cariño.

 

Fue hacia él tranquilamente, sonriendo, y él le recibió con un último abrazo, eterno, lleno de ternura.

 

Ni siquiera sintieron los cañones de escopeta tocar sus cabezas.

 

Ellos ya se habían marchado mucho antes, aislados de ese mundo cruel y terrible realidad.

 

Escondidos en su refugio.

Notas finales:

¡Eso es todo!

Comentad y decidme qué os ha parecido esta historia, cualquier crítica me ayuda, de veras.

:)


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