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Hipócrita por Dante-s Hallucination

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            Uno

 

            Los días sin variantes son esos que te dan ganas de arrancarte los pelos con tus propias manos y quemarlos, pasar las horas sin hacer más que inhalar, exhalar y parpadear son una tortura, y si las clases para él no se resumen a eso, se resumen a hablar con Lyssandro. Pero vaya sorpresa, y de la literal, Lyssandro había faltado a clases y la cárcel escolar no había sido otra cosa que un sitio de lenta y dolorosa tortura en forma de lecciones y actividades que de todas formas no iba a realizar. Para Castiel, un día de escuela eran como horas de su pacifica y libre vida perdidas.

            Desperezándose con un largo bostezo, fue que se incorporó de su no tan cómodo pero conveniente lugar en el pupitre. Pero vaya, todos eran tan dulces que le habían avisado que las clases finalizaron… Aunque un vago recuerdo de Sucrette tratando de despertarle se mezclaba con las imágenes abstractas de lo que sea hubiese soñado, haciéndole dudar si realmente la había espantado con una maldición o solo se trataba de un sueño. Que más daba, solo quería trasladarse del incomodo mueble de madera a su cama, y no lograría nada sin levantarse, tomar sus cosas y salir al pasillo.         

            Genial. Una irritante visión de mechones rubios le indicaba que no era tan tarde como parecía y que probablemente, hubo algún tipo de tarea en la sala de delegados, por que era la única razón por la que el lamebotas profesional estaría aun ahí en los casilleros, acomodando sus cosas con aura lúgubre. Lúgubre, ese era un calificativo particular para él, pero de todas maneras no hallaba otro y no le importaba, aunque la idea y el detalle se le antojaran peculiares y algo inusuales. Fuera de eso parecía estar haciendo lo normal, lo que para él era importunar, pues no quería cruzárselo al recordar la tonelada de planillas seguramente le debía desde hacia semanas. La opción menos agotadora era esperar a que desapareciera… Y mientras tanto fumar un cigarrillo en la ventana del aula.

            A veces todo era demasiado extraño, cuando pensaba en cuanto tiempo permanecerían las cosas así, y quizás lo reflexionaba de una manera hipócrita, pues seguirían así mientras él no aceptara haberse equivocado con respecto a Debrah. ¿Pero que haría? El tiempo había pasado, y hablaba de mucho tiempo, eso en comparación a la poca amistad, si es que eso se denominaba amistad, que había tenido con Nathaniel era como poner un bloque de plomo contra un pedazo de madera en una balanza. De todas maneras no imaginaba al rubio perdonándole y dejándole todo por las buenas. Pedir perdón de por si ya era una patada al orgullo, y pedirle perdón a Nathaniel…

            Un bufido similar a una risa escapó de él mientras dejaba salir el humo por la nariz, dándole la última y larga calada al cigarro antes de expulsarla por su boca sin demasiado saboreo. La colilla terminó aplastada contra el alfeizar y arrojada hacia  afuera mientras hacía un conteo de cuanto tiempo habría pasado, quizás unos quince minutos.

            El pasillo estaba desierto y no oía ni un paso, totalmente como quería. Rumbo a la salida ocurrió que algo, como un pequeño pinchazo molesto, le dio curiosidad al momento en desplazar su vista por el suelo, y se trataba de un sobre bastante prolijo tirado a un lado de los casilleros. Mierda, eso era como un llamado a la profanación, por que algo tan simple daba la sensación de guardar desde la verdad del origen del mundo, hasta dinero pasando por la carta molesta de una abuela. Aun cuando ninguno de esos fuera el caso, con una primitiva curiosidad y muy en contra de sus principios de importarle una mierda todo, fue que recogió el sobre para quitarse las dudas de su contenido, viendo que no tenía nada escrito por fuera. Por dentro otro papel doblado casi a la perfección que comenzó a darle ideas desagradables sobre su origen, y como lo esperaba, la caligrafía sobre la hoja la reconocía en las planillas que tenía que firmarle a Nathaniel. Se las arreglaba para molestarle incluso ausente.

            Sus dedos estuvieron a punto de arrugar el papel bajo el fuerte pensamiento de que si se trataba de él no le importaba un comino, pero tan pronto como sus ojos recorrieron las letras la idea comenzó a remitir con lentitud. Parado en el medio del pasillo con la noche pisándole los talones, su mirada recogía cada palabra a un ritmo cada vez más vertiginoso, acompañando esa extraña sensación de frío bajando por su cuerpo. Cuando no hubo más que leer su cuerpo continuó ahí, tieso e inconscientemente reteniendo el aliento, sosteniendo la hoja por mero automatismo.

 

             Pero mierda, su cerebro se movía, si que lo hacía, y parecía que en cualquier momento colapsaría. Caso contrario, antes de siquiera dar la orden sus piernas habían comenzado a moverse de un momento a otro, sin dudarlo ni un segundo y mientras el corazón le palpitaba frenético. Fuera de la escuela, por la calle, evadiendo con lo que pudiese chocarse por arte de inercia, saltando lo que se le cruzase frente, a veces sin detenerse a mirar los autos que le alarmaban con sus bocinas. Su mente solo tenía espacio para una sola cosa.

           

            Nathaniel. Debía encontrar a Nathaniel rápido.


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