Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El sacerdote de Ishtar por Lukkah

[Reviews - 184]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola, hola, pichones! Estoy de vuelta, asombrosamente temprano. Os estoy malacostumbrando, porque cuando tarde tres días en subir un capítulo me vais a matar jajajaja.

Este capítulo es más descriptivo que otra cosa, pero se desvelan bastantes datos importantes. Como hay paisajes nuevos y diversos, os aconsejo que busquéis en Google imágenes de Babilonia, así como de la muralla y de las Puertas de Ishtar, lo que más me ha costado describir :'(.

Y sin más dilación, os dejo leer. ¡Espero que os guste! :3

Después de comer, Kid salió de aquella chabola que Franky llamaba hogar. La casa tenía un pequeño porche de una madera más que carcomida, y Kid suspiró. Aquella casa no era ni casa, ni era nada. Se sentó en una mecedora y apoyó sus pies encima de la barandilla de madera. La verdad es que se estaba realmente relajado.

 

El día era muy caluroso, más a esas horas, y había una humedad más que notable. Kid tenía frente a sus ojos la playa, de arena fina y aguas cristalinas. Los rayos de sol reflejados en el agua le hacían entornar los ojos. Miró a los lados, y advirtió que Franky era el único que vivía por esa zona: no había ni una casa por los alrededores. Como por arte de magia, el susodicho salió de casa con una caja de herramientas.

 

-Voy a reparar vuestro barco- dijo Franky, y Kid lo miró sorprendido-. Pero tranquilo, no os voy a cobrar nada. De hecho, me viene muy bien, estaba harto de pescar.

 

-El barco está en un estado lamentable… -murmuró Kid. Aún recordaba el jodido calamar gigante y la puta tormenta de los cojones. Y también recordaba lo gilipollas que había sido al no ser capaz de poner a salvo a sus compañeros. Ese sentimiento de frustración lo quemaba por dentro, su tripulación lo era todo para él.

 

-En mi isla natal, yo era carpintero, así que en un par de días estará como nuevo- sonrió Franky-. Pero unas manos de más nunca vienen mal. Kid sonrió.

 

-Mi tripulación te ayudará en lo que sea necesario. Es lo menos que podemos hacer- Y Kid hizo una pausa, como si estuviera calculando sus palabras-. Franky, he oído que en esta isla hay un gran tesoro. ¿Es eso cierto?- Franky se quedó quieto por un momento, dudando si responder o no. Pero al final asintió con la cabeza-. Imagino que un tesoro de tal calibre estará bien custodiado, ¿no?- la intensa mirada de Kid ponía de los nervios al peli-azul. Y su tono de voz, tan ronco y pausado, no ayudaba en absoluto-. Cuéntame todo lo que sepas sobre esa gente poderosa de la que hablabas antes- y Franky volvió a estremecerse ante la sonrisa de Kid.

 

-El tesoro… lo guardan en palacio, en Nínive- comenzó Franky, con cierto temblor en la voz-. Nadie lo ha visto jamás, pero todos los años hay que pagar un impuesto, y va destinado íntegramente a ello- los ambarinos ojos de Kid brillaron con fuerza, eso que estaba oyendo le gustaba-. Pero está muy bien protegido… por el sumo sacerdote.

 

Kid se rió. ¿Un puto sacerdote? ¿Un jodido sacerdote protegiendo ese inmenso tesoro? Eso era pan comido para Eustass Capitán Kid. Franky lo miró serio, no se reía en absoluto.

 

-Escucha, capitán…- comenzó otra vez-, Trafalgar Law es la persona más poderosa que he conocido en todo el mundo. Y he viajado por muchas islas, créeme- Franky hizo una pausa para dar más importancia a lo que iba a decir-. Además de ser poseedor de una Fruta del Diablo, Trafalgar tiene… el favor de los dioses.

 

Kid se quedó pensativo un momento, pero no tardó en volver a reír. Y se rió con tanta fuerza que casi se cae de la mecedora. ¿Dioses? ¿Estaba hablando en serio? Tuvo que frotarse los ojos para secarse las lágrimas. Era lo más divertido que había escuchado nunca.

 

Cuando consiguió serenarse, le contestó al peli-azul:

 

-Escucha tú, Franky- Kid también hizo una pausa, para dar más énfasis a sus palabras-. Estás hablando con Eustass Capitán Kid, el futuro Rey de los Piratas. ¿Crees que un sacerdote de pacotilla que no ha tocado una teta en su vida me va a impedir hacerme con ese tesoro? ¿Crees que les tengo miedo a esos dioses de los que hablas? ¿Es que no conoces del Grand Line? Todo lo que pasa en este mundo es extraordinario, pero no existen dioses, ni magos, ni brujos, ni hechiceros- hizo otra pausa, para hablar más calmadamente-. Lo único realmente importante aquí es saber de qué bando estás: en el de los débiles o en el de los fuertes. Y yo, personalmente, me considero alguien lo bastante fuerte como para no acojonarse con cuentos de niños- y las palabras de Kid sonaron con tanta fuerza que despertaron el interés de la tripulación, que seguía dentro de la chabola.

 

-¿Qué sucede?- preguntó Killer curioso. Kid estaba ligeramente alterado, y Franky tenía una cara de miedo que era imposible ocultar.

 

-Nada- contestó secamente el pelirrojo-. Muchachos, tenéis que ayudar a Franky con el barco. Haced todo lo que él os diga- miró a Killer-. Tú y yo iremos a la ciudad, a ver qué se cuece.

 

Todos asintieron sin ninguna queja, excepto Franky. Temeroso de lo que les pudiese pasar, intentó por todos los medios que no fuesen a Nínive. Pero fue en vano. Cuando a Eustass Kid se le metía algo entre ceja y ceja… era imposible hacerle cambiar de opinión. Suplicó y suplicó, hasta se puso de rodillas. La tripulación le miraba extrañado, ¿tan peligrosa era esa ciudad? En su idioma, un hombre no se arrodillaba por nada, ni si quiera cuando iba a morir. Siempre erguido, siempre de pie, siempre fuerte.

 

Kid se estaba poniendo de los nervios. Odiaba los lamentos. Odiaba a los débiles. Suspiró, y después de un cuarto de hora de lloros de Franky, preguntó qué podían hacer para no llamar la atención. Franky apenas lo conocía, pero suspiró aliviado: había ganado esta batalla. Rápidamente, entró a los capitanes en su casa y les obligó a cambiarse de ropa. Kid se negó estrepitosamente, le encantaba su abrigo de pelo. Aunque, ahora que se ponía a pensar, con ese clima no era nada práctico. De hecho, se estaba asando como un pollo en un horno.

 

Cuando terminaron de vestirse, el resultado fue espectacular. Aunque las ropas eran muy extrañas y no eran del gusto de ninguno de los dos, estaban adaptadas a ese clima tan caluroso y húmedo. Kid vestía una camisola de manga larga color camel (que combinaba asombrosamente bien con sus ojos ámbar y los hacían más bonitos si cabe), unos pantalones anchos hasta la rodilla marrones, y unas sandalias  de cuero (sí, se había visto obligado a ponerse sandalias). También llevaba un cinto con un machete colgando, la única arma que Franky le había dejado llevar encima. Sus gafas de ingeniero habían sido sustituidas por una cinta marrón. Killer vestía una chilaba naranja que le llegaba hasta los tobillos, un cinturón hecho con un pañuelo verde, y otras sandalias de cuero. El casco había sido imposible de quitar, por mucho que Franky se lo hubiese pedido. Por supuesto, sus cuchillas estaban bien escondidas en las amplias mangas de aquel ligero camisón. Ambos se miraron al espejo, y no se reconocieron. Se veían tremendamente extraños. ¿La gente de aquí vestía así realmente? Pero debían admitir que estaban realmente frescos: las telas eran finas, y a pesar de tener bastante cuerpo tapado (para protegerse del sol), no tenían calor.

 

Cuando salieron al exterior, la tripulación los miró asombrados. No parecían en absoluto los antiguos piratas despiadados y sin corazón, pero seguían manteniendo esa chispa y esa aura peligrosa que hacía temblar a la gente cuando pasaba a su lado. Pero no hicieron ningún comentario, no te la puedes jugar con Eustass Kid delante. Franky mandó a los muchachos al barco, y él acompañó a Kid y Killer a la ciudad.

 

Por el camino, Franky les contó curiosidades sobre la isla. Su destino era Nínive, la ciudad. Pero estaba en medio de la selva, y había que ir en barco por el río que atravesaba la isla. Kid observaba la isla desde la playa. La vegetación era espesísima, y ni él estaba tan loco como para adentrarse en una selva tan grande. También vio una montaña, bastante grande a pesar de encontrarse en la otra punta de la isla (según las explicaciones de Franky, ellos estaban en el sur, la montaña estaba en el norte, y Nínive estaba en el centro).

 

Al cabo de una caminata de unos veinte minutos, llegaron a un pequeño pueblo. Había un embarcadero, algunas tiendas, y una treintena de casas calculó Kid. Éstas estaban hechas de adobe, y parecían asquerosamente pobres. Eran cuadradas, casi todas de una altura, con el tejado plano, y casi sin ventanas. ¿Quién podría vivir en una pocilga así? Comparada con ellas, la chabola de Franky era un jodido palacio.

 

-¿Por qué viven en esos cuchitriles?- preguntó Kid. Nadie en su sano juicio viviría allí.

 

-Porque la madera es sagrada- respondió Franky-, sólo el sumo sacerdote puede usarla- Kid hubiese arqueado una ceja si la tuviera. Vaya idea más estúpida-. Y antes de que me lo preguntes, te diré que mi casa es de madera porque nadie sabe que la tengo. Si viviese aquí, ya me hubiesen condenado.

 

Los tres hombres se dirigieron al pequeño puerto. Por lo menos estaba hecho de madera, igual que los barcos. Aunque eso no eran barcos, más bien eran barcazas de unos tres metros con un par de remos y una vela. Todas tenían la proa y la popa alargadas, pintadas de azul, y un extraño ojo debajo de la primera. Franky se puso a hablar con un marinero que estaba allí, y los piratas advirtieron que el sumerio era un idioma extremadamente complicado. Parecía que hablaban a susurros, como las serpientes. Enseguida, Franky les hizo un gesto con la mano y los tres se montaron en la barca río arriba. El marinero que les había prestado la barca no se montó, y Franky les explicó que en el puerto de Nínive los esperaba su camarada, el cual recogía la barca y la bajaba. Vaya gente más confiada, o más estúpida, Kid no supo describir. En la vida se le hubiese ocurrido prestar una barca a unos piratas.

 

El río era enorme. Navegaban pegados a la orilla derecha, y no eran capaces de ver la otra orilla: veían la superficie acuática, y luego una mole vegetal impracticable. El río hacía eses, parecía una serpiente. Por una parte, eso era un fastidio porque tardaban más en llegar a su destino; pero por otra, era de agradecer, así podían ver la selva en todo su esplendor. Durante los silencios, se escuchaba el zumbido de los insectos, el ruido de las ranas, los siseos de las serpientes… incluso algún grito de mono.

 

Mientras remaba, Franky les contaba más sobre esa peculiar isla. Los habitantes de Babilonia vivían en la inmundicia, a excepción, claro está del sumo sacerdote y sus sirvientes de palacio. Pero el pueblo no se revelaba porque le tenían miedo. A él y a los dioses. Los castigos por desobediencia eran terribles, y tampoco había conflictividad social ni atracos. Y por eso odiaban a los extranjeros, porque ellos siempre traían problemas. Kid se rió, era cierto, sobre todo su banda. Franky les advirtió que no hablasen en su idioma en alto, que esperasen a llegar a palacio, pues los sirvientes sí lo hablaban. Pero la regla principal que tenían que respetar era creer en los dioses, que en su caso se reducía a fingir que creían en ellos. En este punto, el peli-azul se puso realmente serio: todo aquel que entraba en Nínive y no respetaba a los dioses, tenía los días contados. No hacía falta creer fielmente, sólo fingir que les tienes miedo y que estás a su merced.

 

Después de una hora navegando a velocidad de tortuga, según Kid, llegaron a su destino. La selva se abrió ante ellos mostrando unas imponentes murallas de ladrillo color terracota, de unos diez metros de alto. Eran una auténtica mole de ladrillos. Cada pocos metros sobresalía un torreón. Las almenas estaban hechas también con ladrillo, en forma de triángulo. Por los adarves se veían caminar a los soldados.

 

Conforme se acercaba al puerto, Kid pudo observar mejor la ciudad. El puerto era bastante grande, y había muchas embarcaciones como en la que navegaban. El embarcadero era de madera, y se unía a unas escaleras de ladrillo que conducían a la ciudad. A Kid le llamó la atención la gran actividad que tenía el puerto: comerciantes, artesanos, agricultores, ganaderos… todos compraban y vendían, transportaban y guardaban mercancías. Desembarcaron en uno de los brazos del puerto, sin llamar la atención. Y era cierto, pasaban completamente desapercibidos, pues todos vestían como ellos (aunque el casco de Killer…).

 

Siguieron a Franky hasta la ciudad, subiendo la escalinata. Y entonces, la vieron. Frente a ellos se encontraba la muralla, más imponente todavía. Era enorme. Pero la muralla pasó rápidamente a un segundo plano cuando vieron las puertas de la ciudad. La estructura era exactamente igual a la de la muralla, de ladrillo y con almenas triangulares. Asimismo, había una segunda estructura de ladrillo más pequeña que sobresalía por los torreones laterales, haciendo a la puerta doblemente grande. Por los adarves de esta segunda puerta caminaban los soldados, atentos a cualquier incidente. Pero lo más llamativo de la puerta no era su doble construcción, sino su color: los ladrillos estaban pintados en un azul fayenza muy vistoso, que brillaba con la luz del sol. Además, las paredes de la puerta tenían mosaicos de toros y algo que Kid supuso que eran dragones sin alas y patas de águila en blanco y dorado, así como estrellas en la parte superior de la muralla. Los dos piratas se quedaron anonadados, no habían visto nada así en todos sus años navegando por el mundo.

 

Sin pensárselo dos veces, atravesaron el gran arco que era la puerta y se adentraron en la ciudad. Pero para su sorpresa, sólo encontraron casas de adobe otra vez. A diferencia de aquel pueblo que Franky llamó Lagash, o algo así, las casas eran de dos pisos, y todas estaban juntas, compartiendo paredes, aunque construidas de forma irregular. A pesar de tener dos pisos, a Kid le seguían pareciendo chabolas. En la parte superior de éstas sobresalían unos tacos de madera que sujetaban sábanas de telas, las cuales se conectaban a la casa de enfrente. Franky les explicó que era para evitar que los rayos de sol abrasasen las calles a todas horas. Al final no eran tan tontos como Kid había pensado.

 

Otra cosa que llamó la atención de Kid fue la cantidad de bullicio que había en las calles. Gentes de todo género y edad caminaban por ellas, todos con esas togas largas y ropas amplias, y con pañuelos en la cabeza para protegerse del sol. Kid se rascó la suya, el sol le había dado de lleno durante el viaje por el río y el cabello le abrasaba. Ahora sí que parecían llamas del infierno, como le había dicho más de uno.

 

La gente, a pesar de su pobreza, parecía feliz. O esa impresión se llevó Kid. Aunque él no lo entendía, ¿quién coño podía ser feliz allí? Los niños correteaban por la calle, las madres se asomaban por las escasas y pequeñas ventanas de las casas para hablar a gritos, los comerciantes vendían en la calle regateando el precio, los ganaderos conducían sus animales a sus cuadras… Todo parecía muy tranquilo, eso sí, bajo la atenta mirada de los soldados de la muralla. Y Kid sonrió torcidamente: a lo lejos, imponente, se divisaba el palacio.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido? Este sí ha quedado largo, eh jajaaja. Igual me he pasado un poco, no sé, pero quería introducir en un mismo capítulo todo el paisaje de la isla y parte de la ciudad, así como la personalidad de sus habitantes. Aunque he de decir que aún quedan muchos más escenarios y paisajes que describir jajaja (os vais a hartar, ya lo estoy viendo).

¡Y por fin ha aparecido Law! Era de esperar que fuese el sumo sacerdote, ¿no? Pronto comenzará lo bueno de verdad (jiijiji *¬*). Y para aquellas que lo estáis pensando: no hay tensión sexual entre Kid y Killer. Son solo amigos.

Espero vuestros reviews con ganas :). ¡Muchísimos besos! <3<3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).