Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El sacerdote de Ishtar por Lukkah

[Reviews - 184]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola, hola pichones! Siento haceros esperar, pero llevo unos días muy ajetreada, y no he podido escribir. Además, cada vez me cuesta más escribir, supongo que será porque la historia se va complicando...

Quería pediros perdón por todas las descripciones que llevo hechas hasta ahora u.u. Sé que soy muy descriptiva, pero no lo puedo evitar. Y si algunas tenéis problemas para imaginar lo que digo, os repito, buscar en Google Mesopotamia/Babilonia/Sumeria y veréis que mis escenarios están calcados de ahí.

Y antes de empezar con el fin, agradecer eternamente a mis (fieles) seguidoras, que cada vez van en aumento y ME SIENTO MUY FELIZ Y QUIERO GRITAR Y ME VA A ESTALLAR EL CORAZÓN DE LO QUE OS QUIERO.

Y, sin más preámbulos, ahí tenéis el capítulo! :3

Kid abrió los ojos, estupefacto. Killer también, pero el casco impedía mostrar sus expresiones faciales. ¿Ese jodido sacerdote había dicho que tenían que matar a alguien? ¿Había oído bien? Ante el pasmo del pelirrojo, el moreno continuó:

 

-Vosotros no tenéis que hacer nada, sólo traerme a la víctima-Kid volvió a abrir los ojos, ¿ese sacerdote le estaba leyendo la mente?-. La diosa necesita la sangre de un niño, que sacrificaremos mañana al ocaso.

 

-¿Y cómo cojones te vamos a traer un niño para que lo mates?-gruñó Kid. Como pirata, y de los sádicos, había matado a muchos civiles… pero no tenía nada que ver con esto… ¿no? Kid comenzó a dudar, recordando los asesinatos cometidos a lo largo de su vida como pirata. Había asesinado a muchos marines, sin comparación, pero también había atacado civiles. Y puede que entre esos civiles hubiese algún crío… ¿por qué no iba a haberlo?

 

-Eustass-ya, no es la primera vez que lo haces-intervino el sacerdote, como si contestase a los pensamientos del pelirrojo. Eso hizo tensar al nombrado, ese hombre cada vez le ponía más nervioso. Además había pronunciado su nombre… le había llamado. Una gota de sudor helado le recorrió la espalda. Ante la mirada amenazadora del pirata, el sacerdote le contestó con una gatuna sonrisa, ladeando la cabeza-. La diosa lo sabe todo.

 

Kid no pudo más que bufar. Tenía razón. Era un pirata, un puto pirata. Y le encantaba demostrar su fuerza, ya fuese destruyendo, robando, o asesinando. Era verdad. Eustass Capitán Kid era un puto asesino. Y lo peor de todo, disfrutaba con ello. El sacerdote se levantó del trono, y sin dejar de mirar al pelirrojo, dijo:

 

-Robin-ya, acompaña a nuestros invitados a sus respectivas habitaciones.

 

Los ojos de Kid se posaron en la mencionada. No se había dado cuenta, pero había dos mujeres con el sacerdote. Jodido sacerdote y jodida aura magnética que despedía. Al levantarse, Kid lo pudo escrutar mejor. Era un hombre un poco delgado, pero alto (aunque no tanto como él). Sus movimientos eran lentos, parsimoniosos, como si estuvieran siguiendo una música silenciosa. Le dedicó una última mirada sibilina y bajó por las escalinatas de detrás. Mientras se perdía por el pasillo, Kid pudo advertir la constitución de sus hombros, fibrosos pero no muy grandes, como los suyos. Parecía un hombre a medio hacer.

 

-Si son tan amables de seguirme-absorto en sus pensamientos, Kid no se percató de que la mujer estaba frente a ellos, sonriendo levemente. Era alta, de piel y cabello morenos, con ojos claros y un, por qué no decirlo, buen cuerpo escondido bajo un vestido de lino blanco de palabra de honor que le llegaba hasta los tobillos. Llevaba un pequeño cinturón debajo del pecho para enmarcarlo más todavía. Los piratas se miraron un momento (algo estúpido porque Kid no podía ver la expresión facial de Killer), y la siguieron un poco inseguros.

 

Se dirigieron al mismo pasillo por el que se había ido el sacerdote (claro, sólo había uno). Al llegar al final, torcieron a mano derecha y subieron por unas escaleras de mármol. El segundo piso estaba también profusamente decorado siguiendo los motivos de la sala principal. Había varias estancias, ninguna de ellas con puerta. ¿Es que esta gente no sabía lo que era la intimidad? Robin les dirigió hacia las dos últimas habitaciones, en el fondo. Señaló una para cada uno, y se fue. Kid se fijó en que, en vez de bajar, subió hacia el piso superior.

 

Sin darle más importancia, Kid descubrió la cortina de seda trasparente que hacía las veces de puerta y entró en su habitación. Y lo que vio no le desagradó en absoluto. La estancia era amplia, dividida en tres ambientes pero sin paredes, todo diáfano. Nada más atravesar el marco de la puerta aparecías en la sala de estar, compuesta por dos sillones alargados con infinidad de cojines, hasta por el suelo encima de la alfombra, una mesita de té y un par de sillas, rodeando la mesita. Sobre ésta había velas perfumadas y un cuenco con flores secas. El dormitorio y el baño estaban elevados por un pequeño escalón, para diferenciarlos del salón. La cama de matrimonio también tenía muchos cojines. De las patas de la cama subían unas vigas de madera (como todos los muebles de la habitación) que llegaban casi hasta el techo, de las que colgaban otras cortinas de seda trasparentes. Kid se imaginó aquello como si fuese una mosquitera… después de todo, con ese clima debía haber muchos mosquitos. Su escasa cultura mobiliaria le hacía desconocedor de que eso era un dosel. A cada lado de la cama había una mesilla, con más velas aromáticas. Frente a la cama había una cómoda con cuatro cajones, cada uno decorado con estrellas y motivos vegetales. Detrás de la cómoda había un biombo de madera recubierto de tela naranja, a juego con las sábanas de la cama y el cubre-sofá. Había otro biombo, el cual separaba el baño de la sala de estar. El baño era simple: un lavabo con un espejo ovalado, una pequeña bañera de mármol claro y una taza, también de mármol. A un lado del lavabo había una estantería con toallas y sales y jabones para la bañera.

 

-Oye, Kid-la voz del rubio lo sacó de su análisis-, ¿has visto qué habitaciones tenemos? Esta gente tiene muchísimo dinero-y era cierto, pues los muebles eran lujosos, y todos los pequeños detalles estaban bañados en oro. Kid se dirigió hacia la ventana que había, encima de un sofá. Apartó las cortinas con un manotazo (odiaba las cortinas, los cojines, y cualquier objeto inútil en sí) y abrió la ventana.

 

-Parece que nos llevaremos un buen bote-contestó sin mirarlo, mientras contemplaba la enorme selva que amenazaba con tragarse la ciudad de un momento a otro. Ya había anochecido, y las estrellas comenzaban a brillar, aunque aún se percibían los últimos rayos de sol. El pelirrojo había abierto la ventana porque no soportaba el olor perfumado de las velas, presente en toda la habitación (y en todo el palacio). Se estaba ahogando con ese dulzor.

 

-Disculpen-Kid se giró, y en la puerta había aparecido un muchacho rubio que portaba dos bandejas. Kid le analizó, como siempre hacía con la gente que acababa de conocer. Era un chico alto y delgado, de ojos azules y cabello rubio, el cual le tapaba un lado de la cara. Se quedó mirando su cuerpo… le recordaba a ese jodido sacerdote… pero el moreno tenía mejor cuerpo, desde luego-. Me llamo Sanji, y soy el cocinero de palacio-prosiguió el recién llegado-. Aquí les traigo la cena.

 

Dejó las bandejas en la mesita de té y se marchó, despidiéndose con una leve reverencia. Los compañeros se acercaron a los platos, olía condenadamente bien. De primero tenían sopa de pollo, seguida de una merluza al horno a las finas hierbas acompañada por unas ostras. De postre, tarta de queso con frutas rojas. Y para beber, como no podía ser de otra forma, cerveza. Los estómagos de ambos empezaron a rugir, tenían hambre. Y sin mediar palabra, se sentaron a comer.

 

-¿Qué vamos a hacer con lo del crío?-preguntó Killer después de cenar. Estaban los dos tirados en el sofá, reposando la maravillosa cena que habían tomado instantes antes. Hacía años que no comían ostras.

 

-Mañana buscaremos a un mocoso por la ciudad-contestó el pelirrojo-. Uno que no tenga padres, que esté mendigando por la calle… seguro que hay alguno, esta ciudad es grande-aunque no quería admitirlo, Kid se sentía un poco culpable. No quería matar a nadie, y menos a un crío. Pero había que hacerlo, para cerrarle la boca a ese jodido sacerdote y poder hacerse con el tesoro. Tras haber visto más en profundidad el palacio, no había duda de que el tesoro debía ser impresionante.

 

Una muchacha peli-naranja entró en la habitación, y se sorprendió al ver a los dos juntos. Sus blancas mejillas se sonrojaron levemente, e intentó ocultarlas agachando la cabeza.

 

-P-perdón, no sabía que…-no sabía cómo continuar, su voz temblaba-. Vi-vine a por las bandejas…-y torpemente se acercó a la mesa. Los piratas la miraban extrañados-. Ahora mismo desmontaré la otra habitación y avisaré de que sólo usarán una-dijo esto último completamente roja, y con manos temblorosas recogió las bandejas.

 

-¡Espera un momento!-gritó Kid, haciendo que la muchacha se sobresaltara y casi se le caen las bandejas-. ¡Te estás confundiendo!-volvió a gritar Kid, un poco sonrojado, mientras se levantaba del sofá para alcanzar a la muchacha.

 

-¡No somos pareja!-se rió el rubio, sentado tranquilamente. Miró a Kid de reojo, no recordaba que su capitán se pusiera tan nervioso con estos temas.

 

-N-no pasa nada…-se apresuró a decir la chica-. Aquí también tenemos una pareja de hombres-sonrió forzosamente por el miedo, dando a entender que respetaba su orientación sexual. Kid la miró sorprendido, ¿podría referirse al sacerdote de mierda? Cerró los puños instintivamente y sin saber por qué.

 

-Eso está muy bien, pero nosotros no somos pareja-contestó el rubio, que ahora se había levantado del sofá y se dirigía a la puerta de la habitación-. Creo que debería irme a dormir, para que no haya más malentendidos-y salió de la puerta despidiéndose de Kid con un movimiento de mano. Éste le respondió por inercia, aún estaba un poco en trance. La chica lo miró con miedo, y salió rápidamente de la habitación con las bandejas.

 

Kid se quedó estático en su sitio. ¿Qué acababa de pasar? No entendía por qué había reaccionado así. Ya había oído más veces ese tipo de bromas, además eran frecuentes entre piratas, pero siempre se reía y bromeaba con que a Killer le gustaba que le diesen bien duro (el rubio se molestaba, evidentemente). ¿Y qué había de diferente ahora? Se frotó la cabeza, no le gustaba pensar demasiado en estas cosas. Eustass Kid era un hombre simple, demasiado.

 

Desechando esos pensamientos de su cabeza, se acercó a la cama. Estaba cansado, había sido un día duro. Se quitó las sandalias, aún no se acostumbraba a andar con ellas, pero reconocía que eran frescas y cómodas. Lentamente, se desabrochó los cordones del cuello picudo de su camisa, agarró la costura del final y tiró de ella hacia arriba, quitándosela y arrastrando a su vez la cinta marrón que llevaba en la cabeza. Se aproximó a una silla y la dejó allí, algo le decía que iba a llevar esa ropa muchos días. Iba a soltarse el cinto, pero algo lo detuvo. Miró hacia la puerta, la cortina se había movido. De hecho, le había parecido ver una sombra. Dudó en acercarse al pasillo, pero desistió. Sería su imaginación. Terminó de desnudarse y se metió en la cama, aventando todos los cojines al suelo. Las sábanas estaban frías, pero se agradecía. Y la cama era cómoda, no tardaría en dormirse.

 

Kid se revolvió en la cama. Y se dio la vuelta. Y otra vuelta. Rabioso, agarró uno de los cojines del suelo y se tapó la cara con él, como queriendo ahogarse. Pataleó, y la fina sábana naranja se escurrió hasta su abdomen, dejando libre su perfecto cuerpo musculoso. Era noche cerrada. La habitación estaba iluminada tenuemente con la luz de las velas, llenando la estancia de ese perfume floral que a Kid sacaba de quicio.

 

El pelirrojo se calmó, y cerró los ojos intentando dormir de nuevo. Apretó los puños de nuevo, no podía. Lleno de furia, propinó un puñetazo al colchón. Eustass Kid no podía dormir… y es que, cuando cerraba los ojos y parecía entregarse a los brazos de Morfeo, una suave y melosa voz lo llamaba. Kid abría los ojos, exaltado. Pero no había nadie en la habitación. Frustrado, volvía a cerrar los ojos, y entonces los veía: unos profundos orbes grises, fríos como el metal, le miraban fijamente. Entonces Kid se incorporaba bruscamente, respirando agitadamente. Escrutaba la habitación buscando esos ojos, pero otra vez estaba solo. Cando conseguía calmarse, se recostaba en la cama y volvía a dormir. Pero lo que Kid no sabía era que estaba profundamente dormido, soñando, mientras un hombre desde otra habitación jugaba con una esfera de cristal. Se mordió el labio inferior al ver el cuerpo desnudo del pelirrojo reflejado en el cristal. Le gustaba lo que estaba viendo, y mucho.

 

En otra parte del palacio, había más gente que tampoco podía dormir. Más bien, no querían dormir. En una de las paredes del patio había una pequeña habitación. No tenía ventanas, sólo una puerta de madera, custodiada por dos guardias. Dentro de la misma, una cama individual bastante vieja, una mesilla con un candelabro de dos brazos (la única luz que iluminaba la estancia), una mesa y una silla. Y en el suelo, arrodillado y atado con las manos a la espalda, un rubio engullía efusivamente el miembro del hombre que tenía delante, que lo agarraba por el pelo y lo movía hacia sí, logrando que el rubio se contrajera y emitiese sonidos guturales de ahogo. El hombre sonrió, y dejó de hacer fuerza sobre la cabeza del chico, que se apartó y tosió, escupiendo algo de líquido.

 

-Continúa-dijo con voz ronca el hombre de pie-, aún no está bien lubricada.

 

El rubio asintió temblando y obedeció. Posó su lengua sobre el miembro más que erecto de su compañero, y lamió lentamente hasta abajo. La saliva salía por las comisuras de su boca, escurriéndose por su cuello, llegando a su blanquecino torso desnudo. El rubio volvió a engullir el pene del otro. Miró hacia arriba buscando sus ojos, pero las velas no eran suficientes, y dejaban su cara en la penumbra. Se tuvo que conformar con ver cómo se mordía el labio inferior, en un intento de acallar los gemidos que salían de su garganta. Pero eso era suficiente para él, que cerró los ojos y se centró en el enorme pene que tenía en su cavidad bucal. Palpitaba con fuerza, estaba a punto. Y las mejillas del rubio se ruborizaron aún más, y sus ojos se llenaron de lágrimas, aún sin salir, como si sus ojos azules fueran un auténtico océano.

 

Mientras subía, sacó los dientes y mordió suavemente el miembro, lo que hizo que el dueño de éste se contrajera y apretase con fuerza el cabello del rubio, despejándole la cara del mechón que le solía tapar un ojo. Sanji ya sabía lo que venía ahora, así que comenzó a succionar con énfasis el glande, engulléndolo como si no hubiese comido en días. Jugaba con su lengua, moviéndola en círculos, hasta que oyó un gemido ronco. Rápidamente, su boca se llenó de semen, y el rubio dejó de jugar para tragar tan preciado líquido. Tragó todo el líquido que pudo, limpiando con su saliva el pene de su compañero. Cuando no dejó ni rastro de semen, Sanji se levantó un poco molesto, le dolían las rodillas y su pene estaba tremendamente duro. Le pedía atención.

 

-Desátame las manos por lo menos, marimo-dijo Sanji, intentando aparentar serenidad. Su voz sonaba firme, pero con un deje tembloroso. Además, no quería que su compañero viese las lágrimas que estaban a punto de emanar de sus ojos.

 

-¿Para qué me arañes la espalda como una maldita mujer?-susurró su compañero, mientras se acercaba peligrosamente a la espalda del rubio, para que notase la erección entre sus nalgas-. Para eso te dejo atado, aunque…-sopló en la oreja de Sanji, que se sobresaltó mientras un escalofrío le recorría todo el cuerpo-, me gusta que me arañes porque se nota que disfrutas, zorrita-y se rió, mientras desataba las manos del cocinero.

 

Sanji aguantó como pudo las lágrimas, que esta vez sí parecían a punto de salir. Se sentó en la cama para tumbarse, pero su compañero le indicó que esa no era la postura que tocaba esa noche. Sanji entendió y, sin mirarlo, se puso a cuatro patas sobre la cama. Sintió como su compañero se colocaba detrás de él, y con sus fuertes manos le abría las nalgas, dejándolo completamente expuesto. Sin decir palabra, se introdujo en él de una estocada. Sanji gritó, pero no de dolor, estaba más que acostumbrado. Gritó de placer, de excitación… necesitaba sentir al estúpido marimo dentro de él, lo necesitaba con ganas, como si fuese una droga.

 

El marimo comenzó a moverse, primero despacio hasta que pronto cogió el ritmo, algo que no le llevó mucho trabajo. Conocía perfectamente el cuerpo del cocinero, eran ya muchos años. El rubio intentaba contener sus gemidos, y eso no le gustaba.

 

-Déjame oír tu voz, cocinero-dijo con voz ronca, mientras clavaba sus manos en la cadera del mencionado-. Quiero oírte gemir como la maldita zorra que eres-y embistió con más fuerza, haciendo que Sanji gimiera sin poder contenerse. Zoro sonrió con malicia.

 

Las estocadas aumentaban cada vez más, y hacía rato que Sanji notaba cómo era golpeada su próstata. Sin poder aguantarse más, sus lágrimas comenzaron a brotar de sus azules ojos. Pero de su garganta no salían lamentos, sino gemidos. Gemidos que retumbaban por la pequeña habitación. Gemidos que anunciaban que el final estaba cerca. Zoro lo sabía, y aumentó aún más la velocidad de las embestidas, comenzando a gemir roncamente. Oír a Zoro gemir así volvía loco a Sanji. Estaba al límite. El rubio enterró su cara en la almohada, para intentar acallar su voz, mientras clavaba sus uñas en ella.

 

-Sé… q-que te vas a… correr… p-putita-dijo Zoro con dificultad por su acelerada respiración y por los roncos gemidos que salían de su garganta-. Tu culo es… t-tan agradecido…-y agarró el miembro de Sanji, completamente erecto, notando cómo palpitaba entre sus dedos-. V-vamos, córrete p-para mí…

 

Zoro masturbó a Sanji con fuerza, con rapidez. Subía y bajaba su mano a un ritmo frenético, casi a la misma velocidad que sus certeras estocadas. Poco después, con un sonoro gemido, Sanji se corrió. Su cuerpo se contrajo, y arañó la almohada mientras su semen se esparcía por la mano del otro, manchando también la cama. Las contracciones del cuerpo de Sanji le recorrieron de arriba abajo, y su ano presionó con fuerza el pene que tenía dentro, haciendo que Zoro llegase al clímax también, vaciándose dentro del rubio. El culo del rubio era de lo mejorcito que había probado, desde luego.

 

A Sanji le temblaban las piernas, y no pudo mantenerse y terminó desplomándose en la cama. Zoro se acercó al oído de éste, y le susurró:

 

-Lo has hecho muy bien, putita-y mordió el hombro del rubio, presionando lo suficiente como para dejarle una pequeña marca-. Y ahora vete, se supone que estoy de guardia.

 

Zoro golpeó con su mano abierta una de las nalgas de Sanji, y comenzó a vestirse. Sanji se quedó tumbado unos momentos, no podía levantarse de la cama. Tenía la cara enterrada en la almohada, pues aún seguía llorando. Contuvo sus lágrimas, y rápidamente se puso su chilaba azul, se calzó las sandalias y salió corriendo de la habitación, sin mediar palabra con el marimo, ni mucho menos mirarle. Se adentró en palacio y, cuando llegó a la sala del trono, se arrodilló debajo de un Lammasu, y comenzó a llorar desconsoladamente.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido? ¿Qué tal la sorpresa final? No me matéis, pero es mi primer lemon y no sé qué tal ha quedado (tengo un mal presentimiento al respecto, creo que le falta algo)...

Ya sé que llevo varios capítulos ya, pero aún no he introducido al resto de los Mugiwara ni a Penguin. Además, estoy pensando en hacer algún capítulo con Croco/Doffy, me encanta esa pareja <3. ¿Creéis que debería hacerlo?

Ni qué decir que espero ansiosa vuestros reviews con cualquier cosa que me queráis decir, pues estoy empezando (como ya os he dicho 9741264 veces xDDD).

¡Muchos besos, y espero actualizar pronto! <3<3<3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).