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Summer Beach Party (SBP): El primer encuentro. por OdzUke

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Notas del fanfic:

Primer título de la saga Summer Beach Party (SBP). Proximamente más historias con más personajes, síguenos.

Se acabó el verano. Había sido demasiado glamuroso como para durar por la eternidad. Empezaban las clases el 17 de septiembre. Inés, empezando el nuevo año en su nueva escuela, soñaba desesperada por poder encontrarse con aquella chica de la que había oído hablar, aquella que le había hecho sentir el cálido placer, el movimiento delicado de un cuerpo profesional impactando físicamente en otro, provocando una tensión que no podía igualarse con ningún otro sentimiento o persona, aquella chica que, según había oído, iría a la misma escuela.

 

Los alumnos entraron en clase y ordenadamente se sentaron en sus pupitres mientras el profesor se daba a conocer. Inés, extrovertida y con muchos amigos, pero un poco nerviosa, se sentó junto a un chico alto y escrupuloso, con aspecto bastante normal, cuyo nombre sabría después que era Alejandro.

 

La hora pasó, pero no consiguió reconocer la cara de la divina mujer que buscaba, no entendía cómo, a pesar de que le dijeron que estaría en su clase, se atrevía a dejar su destino en manos azarosas, lejos de su control o constancia, aun sabiendo que ella no sabía que acabarían encontrándose al fin y al cabo.

 

A segunda hora, filosofía; Inés creía que sus esperanzas de encontrar el verdadero amor con alguien a quien consideraba su semejante se agotaban cada vez más, pensando a su vez en las posibles equivocaciones que pudo haber cometido creyendo que tal sueño se haría realidad tan fácilmente. ¿Cómo pudo ser tan tonta de creer que su secreto más placentero se presentaría ante sus ojos de forma tan simple y sencilla?

“El amor, como con todo, debe trabajarse, no cae del cielo” pensaba ella.

Pero, ante la sorpresa de todos los compañeros de clase, entraba el director de la escuela, acompañando a una preciosa chica, bajita pero aparentemente carismática:

-Ésta es Liana- dijo el director.

La perplejidad de la gente no tenía comparación a lo que sentía Inés al verla. La persona que ella había buscado desde aquella noche de verano, en la que por primera vez sus labios se rozaron. Su corazón palpitaba en ese mismo instante tan rápido que no pudo hacer nada más que quedarse callada como el resto de sus compañeros, impactada por la situación que acontecía, mientras Liana se sentaba junto a Jaime, otro chico de la clase, en un pupitre alejado de ella, como si el mundo no quisiera que se unieran todavía, en esa misma hora de ese mismo día, interponiendo entre su tacto a un montón de gente ahora mismo insignificante para Inés.

El director se fue, y la profesora siguió explicando. Había pasado ya media hora, pero para Inés eso no importaba. Solo quería poder estar al lado de la persona que amaba, y el tiempo no sería otra de las cosas que estarían en medio.

 

 

Mientras los minutos volaban, Inés vislumbraba y trataba de recordar todos los detalles posibles de la experiencia más placentera de su vida.

 

Mucha gente, había mucha gente, en la noche estrellada de aquella playa, en aquella isla en la que sus padres habían decidido dedicar el tiempo de sus pequeñas pero rentables vacaciones, Inés buscaba lo que todos los jóvenes: experiencias para recordar en un lugar tan adecuado como ese.

Llegó a la terraza. En ella se encontraban multitud de simpatizantes con los que ella deseaba pasar su tiempo y contar sus historias; pero entre ellas, como un ángel destacando entre el resto de la gente de su grupo, estaba ella, la chica de la que se enamoró a primera vista, una chica tan guapa que la hizo dejar de lado su dudosa sexualidad, que le hizo olvidar todo aquello que le habían enseñado en educación sexual, lo que le habían dicho sus padres; todo para poder estar con ella, como su corazón verdaderamente deseaba.

 

Quizá es que estaba demasiado oscuro que, parecía que no se podían distinguir bien las caras de las personas, pero aun así, esa anhelosa chiquilla, de 16 años nada más, la misma edad que Inés, se levantó de su sillón, y acercándose a Inés, provocaba cada vez más en ella un sentimiento de desconexión a todo lo que le rodeaba, como si el mundo no fuera ya suficiente para mantenerla con vida, como si necesitara agarrarse a los brazos de alguien para no caer, sus brazos, cálidos y a la vez delicados, como quién labora un buen postre.

 

-Nada de nombres- Susurró al oído de Inés. La misteriosa chica parecía también estar pasando la misma experiencia que ella, de su cuerpo emanaba un sentimiento de deseo, de cariño desconocido y sobre todo, un cariño experimentado y profesional, como si todo esto estuviera planeado de antemano para unir sus corazones en uno por una noche, la noche de sus vidas.

-Acompáñame, vamos a un lugar más discreto- dijo segundos después, buscando el consentimiento de su compañera para poder estar con ella sin ningún tipo de remordimiento por todo lo que pudiera pasar en ese momento. Buscando de todas las maneras posibles la manera de no hacer sentir dudas a Inés, de poder estar segura de que todo saldría bien.

 

Ambas entraron en una pequeña tienda de paredes de caña de bambú, muy cálida, lo suficientemente grande como para dejar volar sus sueños por su interior sin que nadie les molestara.

La muchacha empujó delicadamente con ambas manos a Inés sobre la cama que se encontraba en la mitad de la habitación, mientras ella seguía embaucada con su belleza, drogada, como si no pudiera retroceder ninguna de sus acciones hasta el momento, como si todo a su alrededor produjeran sustancias afrodisíacas que no le hacían desear otra cosa que no fuera poder probar sus delicados labios antes de que fuera demasiado tarde.

 

 

-No te preocupes, todo saldrá bien- Pronunció, suavemente, con un tono más amable y cálido, aclamando la amabilidad y generosidad de Inés, y provocando en ella aún mayor sentimiento de deseo carnal, aquello que aún no había probado nunca antes y que llevaba buscando desde hacía años, lo que para ella parecían siglos. Por fin alguien iba a desenvolver la cálida manta que aún cubría su flor de loto.

 

Empezaron a quitarse la ropa; las dos, simultáneamente, como si su sincronización hubiera coincidido más de una vez, dando resultado a una experiencia común, algo que no se da en muchas personas.

 

Liana, que así se llamaba ella, por lo que supo más tarde al empezar el nuevo curso, se quitó el sujetador, la única barrera que quedaba entre su cuerpo y la intensa mirada de Inés. Posteriormente Inés también dejó a relucir su increíble figura, una escultura, esculpida por el mejor de los dioses, así era su cuerpo, y no era si no aún mejor el de Liana, escrupulosamente detallado, con las mejores curvas, y los mejores atractivos, apetitosos a la vista de cualquier simple mortal.

 

Pero Inés era inmortal, o así se sentía en ese mismo momento, detenida en la línea temporal. Para ella, la tienda no entraba dentro de las vidas normales de los demás; era algo especial.

Bajo su mirada fija, Liana se subió cual guepardo en celo a la cama, dejando escuchar sus pequeños grititos de agonía romántica, muriendo por pedir algo que alimentara sus deseos fetichistas.

Inés, que aún no se creía lo que estaba a punto de ocurrir, se dejó llevar, muy delicadamente, sobre la superficie del cuerpo de su compañera, que subía despacio, pero intensamente por sus piernas, ahora quietas, sin intención de estropear el momento.

Nerviosa, notó de repente algo nuevo, una sensación antes desconocida para ella, aquello que inconscientemente había estado buscando sin saberlo; el tacto de alguien especial, alguien profesional, que supiera darle algo que anhelar por el resto de sus días.

Los dedos de su cómplice se entrelazaron en sus muslos, como si aún no estuviera preparada, no quería que todo pasara de golpe y no poder recordar nada.

-Relájate, te gustará- contestó Liana, respondiendo a las demandas sexuales de su ahora juguete sexual, con el que podía experimentar, sentir.

Delicadamente Inés abrió sus piernas, confiando, dejando entrar todo aquello que para ella era importante, todo aquello que amaba.

Sintió al fin, una repetida sintonía melódica con su organismo, un vaivén celestial del tacto carnal en sus labios vaginales, una penetración armónica de lo que una vez en su vida fue placer de verdad, un placer indescriptible a todo parecer, algo que no quería ni podía detener, que deseaba mantener y perdurar en el tiempo.

Las habilidades sexuales de Liana, los fetiches sexuales de su tierra natal* estaban volviendo loca a Inés. Su momento era éste, su oportunidad ésta, no había otra.

 

Tenía que disfrutar lo máximo posible de esa noche o se arrepentiría toda su vida por ello.

Liana no se contenía. Su experiencia le daba el derecho a roce que tanto le entretenía. Jugar con su amiga, hacerla sentir cosas nuevas, era su único objetivo.

Inés empezó a gritar, a gemir, pidiendo la ayuda de alguien, el que fuera, para poder controlar esta nueva experiencia que estaba viviendo, mientras Liana le mostraba su cariño, su compañía y cuidado, y ella iba llegando al final de su trabajado sentimiento, de su constante y placentera repetición metódica de unos buenos dedos en sus labios, en su interior.

-¿Qué es esto?- Se preguntó. Notaba cómo le iba subiendo a la cabeza un sentido nuevo, parecía que acabaría inconsciente, mientras la sensación agrandaba cada vez más su impacto en ella, cada vez más cerca, más al alcance de su posesión, de su control.

Pero no; su orgasmo era tan fructuoso y deseado que no pudo mantenerlo en secreto. Tan pronto como empezó, Liana lo sabía, los gemidos de su compañera eran tan suaves y cálidos que de su obviedad se sacaba un placer mutuo.

El cuerpo de Liana se vio rápidamente cubierto de su eyaculación vaginal. De su cuerpo salía un fino aroma nuevo que no podía describir, mientras que su suave piel se veía parcialmente lubricada, recubierta de esa sustancia pegajosa y cálida, salida del interior de una virgen, que aún no había probado el sabor del néctar divino.

Sacó sus dedos una vez terminado el espectáculo, y se colocó encima de Inés. Sus pechos se entrelazaron, chocaron, unos encima de los otros, y posteriormente, comenzaron a besarse sus bocas.

Aún no había terminado de sentir, aún seguía algo confusa, pero aún así, Inés se apoyaba en el ritmo de su compañera, y se dejaba llevar, por la experiencia de las lejanas tierras de Liana, capaz de volver, no dos, sino más veces, a provocar placer en su cuerpo.

 

No había pasado más de un minuto, cuando, muy precavida ante lo que pudiera acontecerle en cada momento siguiente, Inés vio cómo su amor se deslizaba por su cuerpo hacia abajo, lejos de su boca, arrastrándose por su cuerpo y empapando sus senos naturales con el romántico desenlace de su primera unión.

 

Volvió a besar sus labios, ésta vez con su boca, pero no la de Inés. Ésta vez su lengua se movía dentro de ella como si buscara algo que no podía alcanzar, como si estuviera demasiado lejos.

Sus manos, apoyadas delicadamente en los pies de Inés, dejaban notar la suavidad del momento, arrodillada en el suelo, labrando su experiencia en su compañera, acostada en la cama, con los brazos agarrados a los extremos de la misma, impidiendo hasta a un huracán que la separara de aquel momento. No quería que nada ni nadie se interpusiera, quería dejarlo correr, quería experimentar, todo lo que pudiera, antes de que la noche se acabara.

 

Liana movía su lengua, dentro de la flor de su amiga, logrando cosas que no podían lograr unos experimentados dedos, provocando en Inés ese sentimiento de lujuria, de dejadez, de debilidad emocional a su cuerpo.

Un segundo orgasmo vino, esperado por ella, sabiendo que llegaría, tarde o temprano, a su cuerpo. No se molestó. Se dejó llevar una vez más por el placer del momento, se dejó mover por el tacto suave de la lengua de la chica que tenía ante ella, mientras ésta introducía dentro de su boca, cual ansioso pollito pidiendo alimento a su madre, la segunda ronda de fluidos carnales que Inés dejaba salir sin control de su cuerpo.

 

Alejaron sus respectivos cuerpos. Habían sucedido muchas cosas, y ahora Inés estaba ansiosa. Quería verse normal, pero el cansancio emocional mezclado con su cuerpo lubricado le impedía dejar sino escapar un suspiro de placer y agradecimiento.

Acto seguido, se levantaba, y abrazando a Liana, la incorporó al colchón de la cama en la que todavía no había reposado su monumentico cuerpo, mientras buscaba entre los armarios y muebles de la habitación algo que pudiera devolver el favor por doble, de una manera en la que no quedara como una simple chica virgen sin experiencia que no supiera hacer nada a derechas.

 

Liana, sentada en la cama, esperando la sorpresa que su amiga iba a dedicarle, se sentía angustiada, dolida del placer que aún no había tenido oportunidad de probar, de saborear, solo el de su compañera, que por muy cálido que fuera, no había sido suficiente para ella.

Encontró, entre los restos de una cesta, un cinturón al que iba acoplado un consolador de goma, largo, grande, lo suficientemente detallado como para ser real.

Nada más verlo, su compañera de juego lo pedía a gritos, pedía que alguien satisficiera su deseo carnal de inmediato, que alguien rozara sus delicados labios y le hiciera sentir, todo aquello que ella no había sentido en su vida como antes.

 

Se puso el cinturón, con una sonrisa en su cara, ambas, la una ansiosa por poder empezar y la otra por haber encontrado el complemento adecuado, y empezaron a unirse en uno solo.

Inés, de pie, empezó a penetrar a su compañera, mientras ella se agarraba cruzando las piernas alrededor de la cintura de su verdugo del placer.

No fue hasta pasado unos minutos cuando se vislumbraba un espeso y pegajoso líquido saliendo del cuerpo de Analía, el mismo que había embadurnado a ambas en su primer encuentro, y que venía anunciado por los gemidos de placer de la víctima en esta ocasión, incapaz de detener el orgasmo más potente que había sentido jamás.

 

Rápidamente, dejó Inés el juguete sexual en las sábanas de la cama, y colocó sus fríos labios en la flor de su amiga, apenas tocándolos, pero sintiendo ambas su roce a distancia, su tacto especial y mágico.

Empezó a introducir la eyaculación en su boca, poco a poco, según se dejaba ver en el mundo, y no esperó hasta el último suspiro de Liana para tragarlo, todo junto, sintiendo así un placer de sabor en su paladar que ni el mejor chef podía igualar.

 

Ambas se recostaron sobre la cama, descansando, dejando correr el tiempo como si nada importara, porque estaban la una con la otra, habiendo ya sentido el placer dentro de sí, habiendo enamorado sus corazones mutuamente.

Notas finales:

Basado en hechos reales. Los nombres de algunos personajes han sido alterados para preservar la privacidad de sus identidades en la vida real.

Nótese la actitud de Uke rebelde de Liana.

Espero que os guste y pronto más capítulos :3


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