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San Kuroo Valentin por Tada

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Notas del capitulo:

Haha, mis bellezas, yo escribí esto para san valentin y de pava no más no lo subi ese día, así que lo subo ahora :B

Además, a esta pagina le falta KuroTsuki(?)

Aun sin haber esperado nada aquel día, Tsukishima Kei, con su altura, sus cabellos rubios y aquellos ojos color miel había cautivado varios corazones de las muchachas de la segundaría karasuno, por lo que en sus brazos al final del día cargaba varios paquetes que las chicas le habían obsequiado.

El día estaba frío y el entrenador Ukai les había hecho entrenar más fuerte del común de los días, por lo que aquellos chocolates le caían de maravilla para reponer sus fuerzas, después de todo, él amaba lo dulce.

Esa era la razón por la que de vez en vez, Tsukishima sostenía una tímida sonrisa, mientras pensaba que paquete comería primero.

Y quizás, iba tan concentrado en sus propios pensamientos que nunca percibió a cierto pelinegro que le seguía desde hace ya varias cuadras, quien sonreía divertido por el despreocupado caminar de su kouhai.

Se acercó en sigilo, quedando tan solo un paso tras el rubio y le tapó los ojos, por sobre los lentes del menor, con ambas manos.

El cuerpo de Tsukishima se tensó por completo, un par de paquetes hicieron ruido sordo al caer mientras el rubio sentía la necesidad imperante de voltear y ver al que le hizo pasar el susto de su vida.

Las manos del pelinegro fueron retiradas por las heladas manos de Kei, quien con su ceño fruncido, se volteó a verle.

 

-¿El capitán de Nekoma?-preguntó algo confundido el rubio al ver al mayor allí, por su parte Kuroo sonreía como siempre, con sus aires de grandeza. Claro, Tsukishima no podía pasar por alto el rojo de las mejillas del mayor, el haber estado un buen tiempo esperando fuera junto a que no parecía demasiado abrigado para el inclemente clima, parecían ser las razones.

 

-¿Te asuste cuatro ojos?

Tsukishima, quien mantenía su ceño fruncido decidió ignorar al pelinegro y voltearse a recoger sus dulces.

Kuroo hizo el ademán de ayudarle, pero basto una mirada del rubio para impedirle seguir con su tarea, aun así, se agacho a su lado a observarle. Tsukishima parecía muy molesto con su broma.

 

-¿No es algo tarde para que estés aquí?-interrogo el rubio de mala gana, realmente se sentía incómodo con el capitán de Nekoma a su lado.

 

-Estaba esperando por ver a alguien, y se me ha hecho bastante tarde-explicó el pelinegro mientras con sus ojos cerrados asentía con su cabeza.

La carcajada cargada de burla que escucho Kuroo a continuación le obligo a levantar su mirada de los dulces hacía el rostro de Tsukishima, quien le sonreía con sarcasmo. Se mordió el labio, emocionado, esa sonrisa era una de las cosas más preciosas que había visto en su vida, no es que fuese un masoquista ni nada por el estilo, solo que ver el rostro iluminado del menor con aquella sonrisita traviesa le movía el piso.

 

-¿Eres idiota o qué?-se siguió burlando el rubio, mientras Kuroo no sabía si era por efecto del frío o por su hermosa visión que sus mejillas ardían, o quizás ambas.

Tetsuro no se dio cuenta cuando fue que terminó tan cerca del rostro de Kei, solo sentía la cálida respiración del otro sobre sus labios, y veía como en los ojos del menor de asomaba la duda.

Acarició la mejilla del rubio con suavidad, mientras, se relamió los labios, demasiado ansioso por aquel beso que no pensó se atrevería a dar y demasiado nervioso por la reacción que el otro tendría. Pero para su sorpresa, Kei no opuso ninguna resistencia, y sus labios se acoplaron de forma perfecta sobre los del menor, en un beso superficial, casi como aquel inocente primer beso que es dado entre infantes, pero Kuroo no necesitaba más.

Se separó lo suficiente para observar el rostro rojo del rubio, quien le veía con el ceño fruncido y con el puño de su chaqueta se limpiaba los labios donde antes habían estado posados los del mayor.

Tetsuro dio otro corto beso en la frente del menor, y se puso de pie para marcharse, su trabajo allí ya estaba hecho.

 

~

 

Luego de llegar a casa y tomar un baño para despejar su mente del confuso encuentro con Kuroo Tetsuroo, se tiró en la cama junto a sus adorados paquetes de dulces. Abrió uno por uno, picando las cajas de bombones y demás, hasta que llego a un pequeño chocolate en barra, uno super barato, cuyo sabor no era de sus favoritos, por no decir que no le gustaba para nada.

El pequeño presente tenía una tarjeta pegada.

 

“Querido megane-kun

Estoy esperando tu llamada, no tardes mucho pues esta helado afuera.

0X-XXXXXXXX”

 

Por acto reflejo se asomó por la ventana de su habitación, la cual se encontraba en el segundo piso con vista a la calle. Sintió que los colores se le subieron al rosto de nuevo, mientras observaba al idiota del capitán de Nekoma de pie frente a su casa, congelándose.

Abrió la ventana, y sin importarle mucho si alguien le escuchaba, le llamo en un grito. El susodicho levanto su vista mientras trataba de arroparse en vano, el frío era intenso, pero su sonrisa se mantenía imperturbable.

 

-Idiota-le gritó antes de cerrar la ventana con algo más de fuerza de la necesaria y bajar a paso rápido hasta la puerta de su casa, podría ser el ser más molesto sobre la faz de la tierra, pero Kei no era un ser sin corazón, y no podía dejar al mayor morir congelado fuera.

 

~

 

-Gracias por dejarme ocupar tu baño-dijo Tetsuro apenas entraba en la habitación de Tsukishima, una toalla en la cintura era lo único que le cubría.

El rubio le miró de pies a cabeza antes de asentir con desinterés, echándose otro chocolate en la boca sin dejar de ver al pelinegro.

Tsukishima traía puesto su pijama ya, y se encontraba sentado en su cama, con su espalda apoyada en la pared, mientras sobre su cama repartidos sobre el cubrecama azul se esparcían los envoltorios y cajas  de los chocolates ya devorados.

Algo incómodo con la insistente mirada del mayor, Tsukishima tomó un pijama que había alistado minutos antes para prestarle al mayor y se lo tiro directo a su cara.

 

-No te daré chocolates, si es que eso buscas mirándome así-agregó Tsukishima mientras seguía con su tarea de comer los bombones.

Kuroo rio entretenido con la actitud posesiva del menor, y luego se le ocurrió un idea. La sonrisa que el mayor le dedico le molestó al rubio, dejando lo que hacía, nervioso y sin mover un musculo observó como el otro se acercaba.

Uno de sus chocolates fue robado, Tetsuro lo desenvolvió y se lo echo a la boca, proceso que el rubio siguió con la vista, alargando su mano con la intensión de detenerle, pero quedando a medio camino. El pelinegro se había aventurado en sus labios, pillándole de improviso, introdujo su lengua en la boca del menor, recorriéndole con ansias, para luego terminar por depositar el dulce en la cavidad del rubio.

Se separó de Tsukishima, lamiendo sus labios, limpiando los resquicios de dulce, para luego relamerse los propios. El rubio se había sonrojado hasta las orejas, mientras le veía confundido, no había rasgos de molestia en su rostro… más bien, se notaba avergonzado.

Y era porque durante el beso, más que desagradarle, el sabor de la boca de Kuroo le supo más exquisito que cualquiera de los dulces que había estado comiendo durante toda la tarde. Escondió su rostro tras su antebrazo, mientras desviaba su mirada hacía un costado, sentía que en cualquier momento se moría de vergüenza.

 

-Rayos, no tapes tu rostro, Kei-se quejó el pelinegro con una voz anhelante, queriendo disfrutar aquella reacción del menor que le parecía de lo más tierno y es que no podía creer que el otro hubiese reaccionado así solo por un beso.

Y escuchar su nombre dicho por primera vez por el mayor le obligo a bajar el brazo y observarle con atención. Las mejillas del otro se encontraban sonrojadas también, mientras sus ojos brillaban de emoción y se mordía el labio contrariado.

 

-No puedo creer que seas tan hermoso-dejo escapar el pelinegro aventurándose de nuevo en los labios del menor, y tal como la primera vez, Tsukishima fue incapaz de oponer resistencia, pero a diferencia del anterior, en el que Tsukishima solo se dejó hacer por el mayor, el rubio de lentes correspondió vagamente, siguiendo el movimiento de los labios de Kuroo con los suyos.

Con una de sus manos, Kuroo acarició la mejilla del rubio, bajando por su cuello luego hasta, por encima del pijama, acariciar su pecho.

Sus lenguas danzaban dentro de sus bocas, buscándose casi con desesperación, mientras el húmedo beso parecía quitarles todo el aire de sus pulmones y le obligaba a separarse jadeantes.

Kuroo se refugió en el espacio entre el cuello y hombro del menor, y trató de calmarse, no podía dejarse llevar de ese modo, así nunca conseguiría convencer a Tsukishima que él iba enserio, pero es que aquel rubio de lentes le hacía tan difícil su tarea.

 

-Perdón-susurró con su respiración agitada aun sin levantar su vista, siendo invadido por el miedo a un rechazo por parte del menor.

 

-No… hagas cosas así si luego vas a disculparte, idiota-le recrimino Tsukishima, con su voz temblorosa, demasiado nervioso.

El pelinegro levantó su vista y observo el rostro sonrojado del menor, quien le veía demasiado avergonzado, ¿Eso significaba que…

 

-No me gusto tu chocolate, tienes pésimo gusto-trato de decir el rubio sin que le temblara la voz, pero estaba demasiado nervioso y apenado aún- Así que debes comprarme… -

Las palabras de Tsukishima no lograron terminar la frase, pues el ver el rostro sonriente del pelinegro, casi al borde de las lágrimas le hicieron sentir el corazón lleno de amor.

 

-Te amo-susurró el pelinegro volviendo a dar cortos besos en los labios del rubio, quien sonrió avergonzado por la confesión, algo tarde ya.

 

Fin.

 

Exta:

Bostezo. Luego de haber estado un buen rato observando al menor escuchar música y comer sus dulces, Kuroo estaba realmente aburrido. ¿Acaso solo era eso la vida de Kei?

Al sentir la penetrante mirada del pelinegro Tsukishima levantó su mirada y le sonrió con sorna.

 

-Ya te lo dije, no te voy a dar nada-

 

-No son los chocolates lo que quiero comer-contraatacó Kuroo viendo de inmediato como el otro fruncía su ceño y todo rastro de su sonrisa se borraba.

 

-Tsukki-le llamó el pelinegro acercándose a la cama, acostándose en esta de tal forma en que su cabeza quedara descansando sobre la pierna del menor.

 

-¿Qué haces?-preguntó algo avergonzado, no quería saber que era lo que el otro planeaba.

 

-Solo… déjame estar así un rato, el viaje hasta aquí fue agotador-

Los ojos achinados de Tsukishima por el descontento le parecían fantásticos a Kuroo, quien estaba por decir alguna otra pesadez hacía su novio cuando el chocolate que el menor sostenía en sus manos fue metido a la fuerza en su boca.

 

-Ya cállate-se quejó el rubio desviando su mirada hacía algún punto de la habitación. Kuroo sonrió, saboreando el chocolate que el otro le había dado y se acomodó para dormir un rato.

 

-Te amo Tsukki-fue lo último que susurró antes de quedarse dormido con su corazón hinchado de felicidad.

Notas finales:

¿Te gusto el fanfic? ¿Me merezco una pizca de tu cariño?  Si es así, dejenme reviews ;))))


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