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—Naruto. por Sabaku noo Gaa

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Notas del fanfic:

Parejas: Itachi & Naruto. Itachi & Deidara. Naruto & ¿?

Genero: Romance.

Rating: M.

Anime o manga: Naruto.

Autor: Sabaku noo Gaa...

Aviso: AU y con personajes un poco OCC.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de Kishimoto.

Dio un trago más a su vaso de whisky, lo hizo girar y observó el ligero movimiento de hielos. Había perdido la cuenta de las noches que llevaba asistiendo a aquel bar, tal vez un par de días, ¿una semana quizás? o lo más probable poco más de dos meses, sí, casi tres meses para ser exactos.

«Tres meses desde que le había abandonado... Tres meses desde que escuchó su último adiós.»

Y sin embargo ahí estaba él, tal y como la primera vez que lo vio, sentado entre el público de aquel viejo bar, admirando su belleza, su rubio cabello, ese que tantas noches había tocado, sintiendo que lo quemaba como rayos de sol, rememoró todas y cada una de las noches en que le tuvo entre sus brazos, cada centímetro de piel que sus dedos tocaron, cada sabor que su boca había descubierto.

Escuchaba su voz, era un magnifico cantante, se adueñaba por completo del escenario, lo tomaba, lo hacía suyo, tal y como había hecho con él, se había metido bajo su piel, absorbiendo cada poro y molécula de su ser, y sin embargo, una vez que se cierra el telón, una vez que bajaba, dudaba que el escenario sufriera como lo hacia él, dudaba que se sintiera vacío tal como lo hacia él.

Pero ahí estaba, tras su cuarto trago de whisky, escondido entre el público, porque... por los Dioses Estrella, no podía permitir que le viera en esa versión tan patética de su esencia.

Se suponía que él era uno de los hombres más importantes de Boston, uno de los abogados más imponentes que existían y al contrario de lo que una vez fue, ahora se parecía a cualquier hijo de vecino, había perdido su porte, su confianza, su seguridad y más importante aún, se había perdido a sí mismo.

Ese hombre había destrozado todo en él, había tomado a un hombre perfecto, y había regresado a un patético intento de mierda, porque ni siquiera eso llegaba a ser, no creía llegar a ser una mierda decente.

Observó su vaso vacío, tan vacío como su alma, no, él ya no tenía alma, tal vez nunca la tuvo, pero cuando estuvieron juntos, se permitió soñar con una.

Echó una rápida mirada al lugar, lleno de borrachos que ahogaban su soledad en alcohol, y que lamentaban una noche más sin compañía, y aunque al parecer ya debían estar acostumbrados, el catorceavo día del mes de Febrero les gritaba a la cara lo miserables que eran.

Le hizo un gesto con la mano al mesero, y este de inmediato se acercó a él y le relleno el vaso, él chico lo miro con pesar, tal y como hacia cada noche que lo observaba venir y admirar a su tortura personal.

—Buena noche Mr. Uchiha —llamó el tío tratando de ser amable, pero lo sintió casi como un insulto, antes aquel pobre diablo temblaba con el solo hecho de verle, y ahora trataba de subirle el ánimo. Patético. Simplemente patético. ¿Tan bajo había caído ya?

Salió de aquel lugar tambaleándose al caminar, era la primera vez desde sus años en instituto que se ponía ebrio, caminó como pudo calle arriba, su piso no quedaba lejos y no se sentía en condiciones de conducir, podía estar ebrio, pero no era estúpido, aunque aquello se ponía a discusión últimamente.

Llegó a la esquina y se tomó de uno de los postes de luz, tal vez lo mejor era parar un taxi, el aire fresco lo estaba mareando más de lo que estaba, tan solo había bebido cuatro tragos, ¿o acaso fueron más? ¿no había llevado la cuenta correcta? y mientras estaba ahí parado, lamentado su existencia más de lo que había hecho estos últimos días, «Le vio», estaba ahí, frente a él, en todo su esplendor, con sus largos cabellos dorados, y su figura de bailarin, y lo mejor de todo, estaba tan solo a un metro de distancia. ¿Estaría soñando? ¿Acaso era un maldito espejismo? estiro su mano para comprobarlo.

—Deidara... —su nombre le supo a gloria en su boca, tenía tanto que no lo decía en voz alta, cada noche lo repetía como un mantra, en su mente y en su corazón, lo repetía como alguien repite una y otra vez su canción favorita, pero había olvidado la sensación de paz que le provocaba pronunciarlo. …l sonrió, no con una de esas sonrisas que ocupaban la mitad de su cara, esas que le devolvían la vida, sino una sonrisa más sutil, de esas cómplices que le dedicas a tu pareja en medio de un salón lleno de gente.

—Para ti puedo ser quien tu desees, incluso podría ser la reina de Francia. — volvió a sonreír divertido ante su mirada de incredulidad, dejando salir una risa corta de entre sus labios.

—Yo no quiero a la reina de Francia, te quiero a ti, Deidara... —se alejó del poste con la intención de caminar hacia él , debía tocarlo, aunque solo fuera un poco, debía comprobar que estaba ahí con él, pero su estado de ebriedad no colaboró con su equilibrio obligando a trasversar sus propios pasos, pero «…l» lo sostuvo, no la reina de Francia, ni la madre de su abuela, sino él , «SU» Deidara.

—Y dime cariño, ¿cuánto me darás por ser tu Deidara esta noche? —lo miro a los ojos, le tenía rodeado el torso con uno de sus delicados brazos, podía sentir el calor de su piel a través de la chaqueta, si era alguna alucinación provocada por el exceso de bebida, o si era algún milagro de los Dioses, fuera lo que fuera, no quería que terminara. —Pareciera que has visto un fantasma, guapo.

—Un Ángel. —aclaró, él era un ángel. Deidara detuvo un taxi y lo ayudó a subir en el, no podía parar de mirarla. —Me vas a desgastar cariño, y yo vivo de mis encantos, no puedo perderlos, —sonrió divertido por su ocurrencia, era tan perfectamente imperfecto, la manera en que pestañeaba repetidas veces antes de hablar, como mordía el interior de su labio para tratar de pensar algo ingenioso que decir, y la forma en la que se le arrugaban los ojos al sonreír. — ¿A dónde vamos?

—A casa. —Eso lo sé cariño, vamos a tu casa, pero, ¿dónde exactamente queda eso? —frunció el ceño y ladeó un poco la cabeza, se suponía que sabía eso, habían vivido ahí por dos años, tal vez solo quería asegurarse que siguiera habitando el mismo apartamento, pero ¿cómo iba a poder cambiarse? todo lo que había ahí le recordaba a él , y aún tenía la esperanza de que volviera a buscarlo. Le dio la dirección al taxista y cerro un poco los ojos, no quería hacerlo, sentía que al abrirlos ella ya se habría ido, pero necesitaba poner en orden sus ideas.

«Deidara estaba ahí con él.» y eso era todo lo que debía importarle ahora. «Había vuelto a él.»

—Llegamos guapo. —sintió el susurro de su voz, el suave aliento golpear en su oído, y lo sintió en todo él, en todo su ser, lo volvía a tomar, lo estaba volviendo a la vida.

—Deidara... —Sí, sí, dale cariño que no tenemos toda la noche. —lo ayudó a salir del taxi y lo colocó con cuidado sobre la acera. —Guapo, creo que debes darme la plata para pagar. —se sostuvo de un teléfono público para mantener el equilibrio, la ebriedad estaba bajando un poco, pero aún se sentía mareado, y comenzaba a sospechar que no era gracias al acohol, sino por la dulce presencia de Deidara, buscó en el bolsillo trasero de su pantalón canela y le tendió la billetera.

—Muy bien mi querido Mr. Itachi, creo que es hora de entrar.

*******

—No, no hagas nada, déjame amarte yo. —Levantó del suelo a Deidara, estaba arrodillado tratando de quitarle los pantalones, pero esa noche era él quien deseaba darle placer, deseaba demostrarle todo su amor, deseaba mostrarle todo lo que le había extrañado durante estos agotadores meses en los que estuvó en un estado de depresión espantoso, quería que comprendiera que su vida sin él no era nada. No podía volver a perderla.

Y fue ahí cuando Naruto comprendió que aquello no era un simple juego, «…l» no era otro borracho más en sus noches de trabajo, él de verdad amaba a ese tal Deidara, y por alguna razón creía que era él , y aunque no lo era, podía sentir el amor que le dedicaba, el amor que le tenía, y por primera vez, en sus más de diez años en aquél ofició, se sintió vacío, echó de menos la compañía, y deseo ser «SU» Deidara, cerró los ojos y disfrutó de aquél amor robado, y se permitió recordar todos aquéllos sueños de niño, que creía haber enterrado hace ya tantos años.

— ¡Oh Deidara! Te amo, Te amo tanto. Por favor, no vuelvas a abandonarme nunca, quédate conmigo. —sintió sus mejillas arder, y sus ojos escocer, ¿cómo una persona podía haber dejado y despreciado a aquel hombre? ¿Cómo había sido capaz de rechazar todo ese amor? un amor que hasta ahora, caía en cuenta que deseaba tanto.

—Sh, sh, tranquiló cariño, ya estoy aquí, y yo no voy a abandonarte nunca. —tomó su cara entre sus manos y clavó su mirada en aquellos atormentados ojos negros mientras sentía como era penetrado, arqueó la espalda buscado más contacto con el cuerpo masculino sobre el suyo, y entendió que de alguna manera ya no podría vivir sin él. —Yo no soy Deidara, pero yo no voy a abandonarte como lo hizo él .

Se detuvo, y Naruto sintió un dolor en el pecho, aún estaban unidos y le rodeo la cadera con sus largas piernas para mantenerlo dentro, no quería que lo dejara vacío. —Yo estoy aquí Itachi, yo no voy a dejarte. —lo observó por varios minutos, tratando de encontrarle algún sentido a aquéllas palabras, se llevó una de sus manos a los labios y la besó con ternura. —Yo no voy a dejarte. Nunca. —repitió y recalcó, tratando de darle a entender que él curaría su corazón herido, que lo rescataría del olvido.

— ¿Quién eres? —susurró mirándole a los ojos. —Soy Naruto. — ¿Naruto? —probó el sabor de su nombre en el paladar, tan diferentes el uno del otro, y sin embargó le gustó, comenzó a mover las caderas mientras lo murmuraba, una y otra vez, «Naruto, Naruto, Naruto» se retorcía bajo él, sentía su pequeño cuerpo curvarse y contraerse, acompasándose a su ritmó, haciéndolo más rápido.

— ¡Más! —gritó, instándole, más rápido, más fuerte, más profundo, mas todo, lo estaba volviendo loco, y cuando sintió sus uñas enterrarse en su espalda, fue el fin para él, se detuvo y con un grito desgarrador terminó dentro de suyo. — ¡Naruto! — se echó sobre su espalda para no aplastarlo, y lo contempló, su cuerpo perlado en sudor, sus rizos rubios pegándose a su rostro, eran tan parecidos, tan parecidos y a la vez tan distintos, la forma de sus labios entre abiertos, la curvatura de sus cejas, sus espesas pestañas y sus pequeñas orejas, acarició la línea de su clavícula y se detuvo en el nacimiento de su pecho. —Quédate. —no sabía porque lo pedía, solo sabía que de verdad quería que se quedara, observó cómo sus ojos se abrían, primero uno y luego el otro, como volvía a la realidad después del clímax, como si despertara de un sueño de mil años, y admiró como nacía una sonrisa en su rostro.

—Todo el tiempo que desees. —Toda la vida. —y se inclinó a besarlo, no quería pasar otro día sin él , otro día llorando por él , no quería continuar solo, no quería otro San Valentín, o cualquier otra fecha sin él a su lado, y cuando lo sintió acurrucarse y relajarse entre sus brazos lo entendió, entendió que tampoco quería seguir solo, y tal vez eso era lo que los había unido aquélla noche, tal vez la soledad los había perdonado, y ahora sus corazones no podrían separarse. «Ahora era suyo, y esta vez sí era para siempre.»

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