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La invitación de Môr por Shiu

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Notas del fanfic:

Un pequeño corto lésbico, que había derivado a su vez de una historia más larga que tenía que era un fanfic de J-music. Luego la reescribí tomando solo la idea central para condensarla.


El estilo de narración es más pomposo de lo común, porque me gusta experimentar x3.


Ojalá les guste :D

 

 

 

LA INVITACIÓN DE MÔR

 

 

Se dice que la conciencia del humano sobrevive hasta que la novedad atrae el gozo de la duda a su mente, dando vida a una emoción tan preciada como lo puede ser la curiosidad. Desde los primeros tiempos fue lo extraño lo que motivó a un espíritu, a pesar de su cobardía, a internarse en la penumbra de lo desconocido, con la fe de vislumbrar la verdad y examinarla ante la luz. Entonces podía sentirse el ser satisfecho de su existencia, pues sin esta el secreto no habría sido revelado, y aún una parte del mundo estaría vestida de oscuridad. Solo cuando se es luz, se puede asegurar también ser y estar vivo.

Quizá residía allí el problema de los tiempos actuales: los hombres habían dejado de buscar la bella luz, en cambio, se conformaron con poner un listón mental de restricción a todas las cuevas llenas de tesoros, pero tenebrosas si solo se les mira por fuera. Sigrid estuvo segura de ello en cuanto notó el desinterés de las miradas que se dirigían al cielo, mientras los retumbos de los truenos azotaban a lo largo de todo el paisaje. La gente estaba acostumbrada al clima de Helge, la playa que de día representaba una escena común, sin embargo, de noche adoptaba fenómenos aún inexplicables. Durante las tardes la temperatura comenzaba a disminuir; llegaba el instante en que, a pesar de que era factible salir a divertirse con un abrigo protegiendo la piel, las aguas, mucho más frías que las corrientes de viento, se cristalizaban hasta congelarse por completo, hasta un kilómetro mar adentro.

Aunque la algarabía de los jóvenes al borde del Mar, concentrados en su bebida dentro de los ranchos instalados a lo largo de la orilla, resultaba estruendosa para pensar con tranquilidad, eran los rugidos que brotaban de la nube a los que no lograba dejar de prestar atención. ¿Qué era lo que se escuchaba ahí arriba?, ¿acaso dioses luchando por la nube más esponjosa para esa noche?, ¿gritos encolerizados que ordenaban silencio, dirigidos a todas esas molestias a lo largo de la costa?, ¿acaso un asunto de suma importancia se estaba tratando sobre sus cabezas en ese momento, en un idioma contundente y desconocido, mientras ellos prestaban atención a una bebida con varios puntos de alcohol?

Sigrid no podía saberlo, aunque estuviera dispuesta a internarse en la oscuridad para vislumbrar la verdad. Ni siquiera entendía dónde se encontraba la cueva. Pero eso no alteraba el hecho de que, con los ojos cerrados, los cánticos en el cielo dotaran su interior de una tranquilidad que nada tenía que ver con lo humano. Si se concentraba lo suficiente, muy lejana a todo, mientras su respiración iba mermando y los latidos disminuyendo la frecuencia, podía sentir que rozaba algo con las puntas de sus dedos, y se alzaba olvidando que alguna vez tocó tierra.

—¡Sigrid! —El bullicio inunda su oído tal como la calma abandona su cuerpo. Observa con la mirada alterada a su hermana, Margot, mientras esta chasquea los dedos frente a sus ojos.

Odia que haga eso.

—Este mundo también la necesita, señorita —bromea, compartiendo una risa con su prima, la última en la mesa que ocupaban.

—Perdón, solo me siento algo mareada, creo que es por el trago.

—¡Pero si no has tomado nada! —exclama su prima, una figura sin nombre ni voto en su mente.

—Déjala ya. Si quieres puedes irte a dormir ya, cariño —concede Margot, quien siempre ha sido mucho más comprensiva con sus estados de humor que cualquier otra persona—. De todas formas no parece que vayan a dejar que se acerquen mucho al Mar. Al parecer varias personas al muerto porque el agua se descongela mientras están sobre ella.

Sigrid asiente, y piensa en que la verdadera justicia siempre es divina.

 

 

***

 

Margot llega unas horas después a la habitación del hotel en la que se hospedan, intentando no hacer mucho ruido mientras se cambia y se escabulle hasta las sábanas de la cama que permanece vacía. Aunque su hermana trata de no despertarla lo ha estado desde que llegó al cuarto compartido. Durante el pasar de los segundos —y entonces los segundos toman trascendencia, cada uno de ellos— ha prestado atención a los bramidos que estallan en las alturas (¡y se escuchan tan cerca!). Con los ojos cerrados le parece escuchar el agua que se remueve bajo la capa de hielo que cubre el Mar de Helge; luces parpadean en el interior, como si quisieran alertar que están ahí, deseando que alguien las rescate, cubiertas por una capa de oscuridad que aleja a los ignorantes.

Pero Sigrid no teme, puede ver más allá de la capa de hielo que ha cubierto la verdadera belleza, la cual se encuentra encapsulada en las profundidades. Se levanta sin hacer ruido, corriendo la cortina para admirar por el cristal de la ventana los estruendos que antes nacían en el cielo, emerger ahora desde las aguas. El sonido silbante del mar se confunde con los murmullos del viento, y entre estos una tercera lengua llega hasta su oído. Sigrid cierra los ojos, al mismo tiempo en que aspira no solo aire, sino el mensaje de una presencia. En un lapso que su mente desecha —pues se debe guardar memoria para lo que realmente querrá recordar— se encuentra descalza y camina por entre la arena. Nunca el suelo se ha visto tan hermoso, como si una alfombra de minúsculos diamantes lo cubriera.

Sigrid no vacila en su paso cuando siente el manto de hielo tocando las plantas de sus pies. No mentiría si asegurara no sentir dolor, ni verse afectada por la baja temperatura que empiezan a adoptar sus extremidades. Ella tan solo mira adelante, extiende la mano y siente delinear con sus dedos la verdad que se esconde, a la que casi ha llegado luego de vencer la penumbra. Los rugidos de dioses chillones se destapan ahora dentro del mar, y las luces se encienden dentro de la profundidad, iluminando entre intermitencias criaturas bailando de un lado a otro, algunas de su tamaño, otras mucho más grandes que ella. Aletean con elegancia y se desplazan por su paisaje submarino, sabedoras de su ostentosa belleza, la cual no temen presumir.

En cuanto vuelve a estar consciente de su alrededor —y cada vez es más difícil—, nota que sus dientes castañean y le cuesta respirar. No es suficiente, no obstante, para deshacer la pose que ha adquirido entre su ensoñación: una con las rodillas y palmas contra el hielo, en que trata, casi con desespero, de vislumbrar lo que busca en el interior. Porque aún hay algo que no se ha mostrado, hay demasiados seres allí y ninguno la ha llamado: no son de ella, ni ella de alguno.

Entonces, de una luz apenas perceptible, nace la presencia que ha estado buscando. No la ha visto antes, pero la reconoce, porque a su paso el silbido que antes escuchó se propaga por las aguas, y los seres alrededor se apartan para dejarla pasar. No nada ella siguiendo la corriente del interior del mar, es ella quien propaga ondas las cuales se extienden, convirtiendo su patrón de movimiento en el de todos los demás peces. Es ella quien se abre paso sin mayor dificultad, mientras miles (¡millones!) de hebras de cabello plateado cubren en forma de red demasiados kilómetros dentro de la profundidad. Y su presencia se extiende como vías infinitas, que todo lo saben y lo escuchan, y nada bajo la tierra habla sobre un tema que desconozca.

Cuando los ojos de Sigrid se topan con los de ella, le parece encontrar en estos supernovas escondiendo universos más pequeños, donde otros muchos seres ríen y lloran. Y ella ríe también, con sus labios, también de plata, forma una curva que, como cualquier curva donde no sabes que te encontrarás a la siguiente vuelta, esconde secretos. Y Sigrid, en su más auténtica euforia, quiere conocerlos, e incluso cree estar recibiendo una invitación. Tan pronto como permite la realidad su cuerpo flota en el agua, que ya no parece líquido sino una sustancia inidentificable, cálida y hasta gelatinosa, la cual la contiene y la protege, la cual la alimenta. Y junto a esa sensación las manos que se miran fragilísimas toman las suyas (tan simples, tan indignas), y forman un agarre que acerca sus cuerpos hasta chocar sus pechos. Sigrid siente el aliento contrario rozar sus labios, seduciéndola, despojándola de cualquier pensamiento racional, atrayendo a flote todos los instintos escondidos, mostrándole la luz que ha estado buscando entre la perpetua oscuridad. Y se entrega, porque el solo hecho de pensar en no tomar lo que siempre quiso se presentaría como la idea más descabellada que un humano hubiera podido concebir. Así que se acerca y disfruta el aroma que transmite la otra, esa divina presencia.

Se ha despojado de su ropa sin entender cómo, notándolo solo cuando unas uñas largas, y heladas como el hielo que cubre las aguas, se pasean por su estómago, delineando alrededor del ombligo. Sus ojos se concentran en los filosos colmillos que pueblan la boca de su compañera, pero ese factor solo logra acrecentar la belleza que antes no hubiera creído pudiera haber sido más. Ni siquiera echa de menos respirar cuando un beso fiero, depositado sin permiso en sus labios, logra extenderse por demasiado tiempo, y el sabor de la sangre embebe su paladar.

Sigrid se separa, busca la mirada contraria para responder a la interrogante que no la dejará continuar en paz. La divina criatura delante de ella sonríe, porque entiende su aflicción.

Môr* —susurra, y todo el mar calla—. Diafolmôr*.

Sigrid eleva la mirada y por última vez cree tener un contacto con el mundo humano… alguien la llama. Mira al ser frente a ella, quien ha deformado sus facciones mostrando una hilera de colmillos aún más filosos, y sonríe.

Se abraza del demoniaco cuerpo contrario, satisfecha de haber encontrado la luz antes de, ahora sí, dar paso a la oscuridad total.

 

 

***

 

Ese día en el Mar de Hegel, a pesar de los esfuerzos por mantener la seguridad, han desaparecido varios huéspedes, sin dejar rastros. Una vez más.

 

 

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*Diafol môr: demonio del mar.

*Môr: mar.

Notas finales:

¡Saludos!


Muchas gracias por leer.


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