Me sumergí en mi cómoda cama... El día fue tan largo, ¡ese maldito ladrón se nos fue de las manos! Y esa niña no ayudo en mucho... Salvo hacernos reír a carcajadas...
¡Es que fue tan gracioso! Incluso como trato a Cole, ¡eso si era de risa! Se veía en su cara los deseos de golpear a alguien, ni siquiera yo puedo lograr que se enoje tanto.
Suelto un suspiro y me coloco bocarriba, mirando el techo de la habitación. Tengo el molesto hábito de recordar, antes de dormir, todo lo que he hecho en el día. Desayunar unos deliciosos panqueques que hizo Zane, entrenar con el Sensei Wu y pelear contra Zane, comer un sandwich que Zane preparó para mí, volver a entrenar con Zane, recibir la llamada de aquél sujeto encargado del Museo, perseguir al ladrón, no atraparlo, encontrarnos con la niña, reírnos, mirar a Zane cuando se reía, ir a casa... Ah.
¡¿Ah?! ¿Pero qué? ¿Qué acabo de pensar? Nononono, algo anda mal... Es sólo un error de memoria, últimamente olvido muchas cosas... Casi como siempre.
Cierro mis ojos apretándolos y abrazo mi almohada. Lo mejor será dormir y dejar de pensar o probablemente me termine dando un dolor terrible de cabeza.
Estoy acostado... El entorno es... Frío y oscuro. Es como la típica pesadilla de películas, pero aquí hay algo diferente. Yo... me siento extraño. El aire frío recorre mi cuerpo y me pone la piel de gallina, tal como si estuviera desnudo...
Abro mis ojos de par y trato de mover mis manos pero es inútil. ¿Por qué? ¿Por qué no puedo moverlas?
Y, entonces, me doy cuenta que mis ojos enfocan algo blanco, como una brillante luz al final del camino. ¿Qué es?
Fuerzo mi vista... Y, de pronto, lo puedo captar todo. Es tela. Tela blanca. Un contacto cálido sostiene mis muñecos arriba de mi cabeza, un rostro me mira y yo lo miro... Una mano se desliza por mi cuerpo y me estremece. Mi piel se vuelve sensible a los roces, mi cabeza es una maraña de pensamientos sin sentido, estoy acorralado, no puedo escapar, pero tampoco quiero huir, mi garganta se contrae y de mi boca salen sonidos que nunca creía que saldrían de mí.
No identfico el rostro de la persona, sólo veo sus ojos azules clavados en los míos. Mi vista no se aparta de él, sólo quiero mirarlo y hundirme en ese azul tan bello.
Mi respiración se agita, mi pecho se mueve rápido y sudor frío recorre mi cuerpo... Al igual que aquella mano que me está volviendo loco con cada toque y caricia que me da.
Mi boca se abre y mi garganta quiere gritar algo, pero la palabra no sale... No sale, no la oigo, ni siquiera yo sé cual es la palabra, sólo quiero gritarla. Gritarla como si nunca más la fuera a pronunciar jamás. Como si fuera una palabra mágica la cual me daría todo lo que pidiera.
Quiero gritar... Quiero gritar... ¡Dejame gritar!
¡Dejame gritar! ¡Dejame hacerlo! ¡Por favor! ¡No me tortures así! Quiero decirla... Quiero decirla... La palabra... ¿Cuál es?... La palabra... Gritarla, decirla, susurrala, pensarla, por favor, dejame. La palabra mágica... Nombre... El nombre... Su nombre...
No puedo más.
No lo aguanto más.
Mi boca. Mi garganta. Mi mente.
Su rostro. Su mano. Sus caricias.
Su nombre.
Su hermoso nombre...
—¡Zane!
Despierto, sudoroso y una sensación de calidez invade mis mejillas. ¿Acabo de...? ¿Acaso yo...?
No... ¿O sí?
Miro hacía mi lado derecho y aquél azul hermoso se cruza en mi camino.
Zane.