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—Forastero. por Sabaku noo Gaa

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La noche estaba fria y el cielo completamente despejado, la luna se negaba a aparecer, pero en cambio se podían apreciar pequeñas motan de luz esparcidas una a una a lo largo del firmamento, podría ser una noche perfecta, había iniciado como tal, pero hace mucho que ya no lo era, estaba cansado y los pulmones dolian con cada respiración, podía ver el baho saliendo de su boca, tenía las palmas raspadas, las ropas descompuestas por haberselas puesto tan deprisa, pero no podía detenerse, sabía que un solo segundo podia costarle la vida, continuó corriendo, aún estaba demasiado lejos, los sonidos del pueblo y sus fiestas se sentian inalcanzables y tenía tanto miedo, no podía entender en que momento todo aquello se había ido a la mierda, ¿como era que podía haber sido tan estúpido?. Avanzó unos pasos más y se detuvo a los pies de un gran roble, no podia más, se sostuvo el pecho con ambas manos tratando de mantener dentro aquel órgano vital, después de todo, «esa era la misma razón por la cual huía».

"—Han habido otros."

Escuchó pasos a su espalda, algunas hojas secas siendo aplastadas, «estaba cerca», y el tiempo era poco, si salía corriendo en aquel instante lo vería, no habia donde ocultarse y no podría deshacerse de él, no nuevamente, observo sus palmas heridas, la piel desgarrada, y el dolor punzante, había tenido que romper la ventana y desgarrar la malla, comenzó a llorar de solo pensar en el dolor que estaba a punto de sentir, pero la parte mas fuerte de si mismo le recordó que no se compararía con lo que sentiría si ese hombre le atrapaba, «Te hara cosas peores de las que ya te ha hecho» Oh Dioses, si tan solo le hubiera echo caso a aquella voz dos horas antes, cuando esta le susurraba que no era correcto irse con aquel extraño.

"—Esto no ha echo mas que iniciar, cariño."

Cerro los ojos y retrocedió algunos pasos para tomar impulso, nunca había trepado ningún árbol en su vida, quizá, ahora no lo recordaba, logró saltar lo suficiente alto para alcanzar la primera rama, soltando un bufido de dolor cuando la carne viva de sus manos hizo contacto con la madera del roble, balanceó su cuerpo tratando de quedar colgado de esta, los pasos cada vez se escuchaban mas cercanos, «estaría ahi en cualquier instante», si tan solo no hubiera querido sentirse mayor, estaba tan celoso de sus primos y amigos, ellos siempre habían sido las guapos y experimentados, él en cambio era el chico raro del grupo, asi que cuando aquél apuesto hombre se acerco a él , no le importo escuchar a nadie más.

"—Nadie te escuchara aqui. Ellos tampoco fueron escuchados."

Logró subir unas cuántas ramas más, el sudor frío corría por su nuca, temía que en cualquier momento la rama sediera tras su peso, pegó su cuerpo al grueso troncó de aquel árbol como si aquello pudiera salvarle la vida, «Esto es lo único que te mantiene con vida» se recordó a si mismo. Cuanto no daría por regresar el tiepo, por abrir los ojos y darse cueta que estaba seguro y a salvo en su casa, sentado junto al hogar charlando con su madre. —Se que estás aqui, puedo olerte, —la voz del hombre retumbo bajo sus pies, «Ya esta aqui» había estado tan ocupado tratando de llegar mas alto que casi se había olvidado de él, observó atravez de las hojas pero el espeso follaje le impedía ver hacía el suelo. —Sal gatito, solo quiero jugar.

"—Nunca había tenido un virgen, me siento tan honrado."

Contuvo la respiración todo lo que pudo, creyendo que eso mantendría en silencio los latidos estrepitosos de su pobre y asustado corazón, el pecho comenzó a escocer, las lágrimas bajaban por sus mejillas y sentía su nariz gotear, ¿porque todo lo malo le pasaba siempre a ella?, dudaba que ninguna otra persona hubiera tenido que pasar por algo similar cuando decidieron perder su virginidad. —Vamos cariño, ¿no fuiste tu quien dijo que podría hacer contigo lo que quisiera? solo quiero divertirme un rato. —Se estaba burlando de él , y esa estupida risa se clavaba en su cerebro, había sido tan patético, corriendo a los brazos del primer hombre que le había sonreido, sintiendo que talvez esta seria su única oportunidad.

"—Al primero, la enterre en Jedburgh, era hermoso, y tenía unas manos perfectas con largos y delicados dedos, asi que conserve uno."

Debía salir de ahí, para su desgracia sabía que nadie iría a buscarle, había peleado con sus primos, se sentía tan orgulloso de que aquel forastero se hubiese fijado en él , queria sentir y descubrir lo que ellos ya conocían, quería ser mayor, y no escuchó las advertencias, les había gritado a la cara que solo estaban celosos, y se había metido directo en la boca del lobo, que idiota, ahora estaba a tan solo unos metros de la muerte, y no podía hacer nada, él aún estaba demasiado cerca, si se movia aunque fuera un poco, serían cuestión de segundos para que él trepara y le bajara de ahí.

"—El segundo fue en Culross, era una zorra, pero tenía los ojos más bonitos que he visto en mi vida, eran amarillos como el sol, crei que si los conservaba podría tener su brillo por siempre en mi bolsillo, pero ahora ya no brillan mas."

Aún estaba a pocos metros del suelo, por lo que trató de subir un poco más, mantenerse lo más alejado posible de aquél depredador, colocó el pie en un pequeño hueco del tronco y se impulso hacia arriba, logrando capturar una delgada rama con su mano derecha, y justó cuando estaba por alcanzar la que le serviría de soporte, comprendio que las cosas aún podían seguir empeorando, en un abrir y cerrar de ojos se encontraba de espaldas al suelo, con la pequeña rama aun sostenida en su mano, y su asesino justo delante, —Te encontre.

"—Tuve suerte en la Isla de Mull, el número tres y cuatro eran gemelos, unas pequeñas criaturas pelirrojas, eran tan parecidos, pero cada uno con sus encantos, los pezones de Sasori eran mas rosados, y Gaara tenía un lindo camino de pecas que te conducían hacía su preciado tesoro."

Despertó, pero permaneció con los ojos cerrados, dejandose empapar por los sonidos de la naturaleza, la eterna y triste canción de los grillos, el murmurar del rio, y el dulce y fresco aroma que dejaba el rocío, detectó un olor más, algo completamente fuera de lugar, más fuerte, olia duro, sucio y lascivo, y de repente lo reconoció, obligandose a abrir los ojos de golpe, «Oh no, no no no, por los Dioses, otra vez no». —Bienvenido al mundo, cariño. Disfruta lo poco que te queda en el.


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