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Vida de casados por Winter Says

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Notas del fanfic:

¡Hola mis pequeños! >w< Bien, como me enganché con Patrick y Miles, decidí hacer una pequeña serie de one-shots/drabbles con ellos, que serán subidos períodicamente según la inspiración y el tiempo que tenga disponible. Espero les guste <3

Notas del capitulo:

Aclaraciones en las notas finales. Espero de todo corazón que les guste <3

~Vida de casados~

El olor a café inundo sus fosas nasales con vehemencia. Se revolvió en las blancas sábanas buscando el cuerpo de su esposo, mas lo que encontró fue un lugar frío y vacío; él se había levantado más temprano. Gruñó con inconformidad y se sentó en el mullido colchón, restregando sus ojos buscando despertar un poco y quitar algo de aquella suciedad que estropeaba la armonía de su angelical rostro. Bostezó quedamente, haciendo sus orbes verdosos cristalizarse, para luego levantarse haciendo gala de su níveo cuerpo semidesnudo, que únicamente estaba cubierto con un bóxer negro.
Caminó con pasos aletargados hacía la cocina, observando al hombre de 1.95 que se encontraba frente a la mesada sirviéndose un poco de café negro en una taza de porcelana roja. Sonrió con sutileza y se acercó por detrás de él, abrazándole por la espalda y recargando su frente en la piel de éste.

–Buenos días –Murmuró dejando pequeños besos en los descubiertos omóplatos del castaño, quien se corcovaba ligeramente ante la sensación de esos fríos labios sobre su piel–

–Buenos días, Miles. ¿Dormiste bien? –El pelinegro sonrió con regocijo y levantó la vista, para toparse con aquellos vívidos orbes avellanados que le observaban con cariño–

–Dormí bien, como lo he hecho en los diez años que llevamos casados –No pudo evitar soltar una hilaridad cuando el más alto explotó en un rojo carmesí que le llegaba hasta las orejas–

– ¡Vamos, no te burles! Eres demasiado cruel conmigo.

–Lo dudo, mi querido Patrick. Que yo recuerde, eres tú quien me ha dejado con dolores de cadera desde secundaria, así que eres el doble de malo.

Patrick suspiró en medio de una sonrisa derrotada y le besó la frente al más bajo, para luego revolverle el cabello e ir a la ducha. Se sentía orgulloso de Miles, desde la secundaria había evolucionado mucho como persona y ahora era mucho más extrovertido y alegre, sumándole que solía ser un poco burlón. ¿Quién pensaría que el tímido Miles Bloom, ese chico que se ponía reacio ante cualquier cercanía, ahora era así? Era algo que nadie se imaginaría. Ni siquiera Amanda Green, la confidente del pequeño pelinegro en secundaria, cabía en su sorpresa la primera vez que lo vio dos años después de la graduación; en ese entonces había pasado por una metamorfosis total. No negaba que había ocasiones en que extrañaba al tímido e inocente Miles, aquel que se sonrojaba con cualquier cumplido y le brillaban los ojos al ver un helado, pero el Miles que ahora era su esposo era alguien que, sin duda, no cambiaría por nada.

Aquel alegre, estrambótico, risueño y leal hombre era alguien con quien quería pasar el resto de sus días.

Pensar en el pequeño lo hacía curvar sus labios casi como una reacción natural. Pensar que cuando lo conoció el muchacho no pasaba por un momento feliz, cuando le aquejó la alopecia, iba a ser la razón por la que ahora estaban juntos; era algo descabellado. Pero él era alguien bizarro*, y lo admiraba por ello. Con aquel pensamiento en mente dejó que las frías gotas cristalinas rodaran por su cuerpo, liberándole de aquel sopor del que había sido víctima desde que se levanto.

Miles, por otro lado, tomaba del café que le había sido servido en aquella taza color borgoña. Así era la gran mayoría de mañanas, Patrick despertaba temprano para hacer todo lo referente al desayuno y organizar la casa, pero nunca se olvidaba de preparar café negro bien cargado, el favorito del azabache. Sonrió para sus adentros y dio otro sorbo a la amarga bebida que no tenía rastro de azúcar, observando el panorama que el ventanal de la sala le ofrecía. Por suerte para él sería un día soleado, pero no podría decir lo mismo de su querido esposo. Eso era algo en lo que siempre tendrían diferentes opiniones, él amaba los días soleados y calurosos, mientras que Patrick adoraba los días lluviosos y fríos. Nunca se pondrían de acuerdo en ello y eran capaces de pasar horas discutiendo, arguyendo y comparando porque un clima era mejor que otro, justo como niños pequeños discutiendo por cual es el mejor superhéroe.
Adoraba su vida junto a Patrick Miller. Si bien tenían sus altibajos como cualquier pareja casada, su relación era comúnmente estable y para nada monótona. Todos los días salían con cualquier tontería, gracias a la facilidad de que trabajaban en casa (Patrick era un contador, mientras que Miles era un artista independiente que llegaba a vender sus obras en elevados precios, dependiendo del tamaño de esta y a quien se le es vendida). Por eso, cuando sus tareas laborales no se los impedía, salían a cualquier lugar a pasar el rato como cuando eran adolescentes, ignorando totalmente el hecho de que eran adultos de 33 y 34 años, respectivamente. Eso y otros detalles hacían de su relación una unión totalmente funcional.

Era por cosas como esas que amaba con toda su alma al castaño.

Junto a él se sentía complementado y seguro, capaz de hacer cualquier cosa y eso le alegraba. Él era su complemento para ya no ser débil, para no flaquear, para seguir adelante. Lo había sido desde que tenía 16 años y lo seguiría siendo hasta morir de viejos. Nunca, realmente nunca, se separaría de él ni en la más arriesgada situación, prefería morir antes que hacer eso.
Su pequeña ensoñación se vio interrumpida al sentir unas pequeñas y frías gotas deslizarse por su cabello, causando que levantara la vista un poco ceñudo, enarcando filosamente sus ojos esmeraldas.

–Es de mala educación ignorar a la gente que te habla, cariño~

–No te estaba ignorando y no me digas cariño.

– ¿Ah, no? Entonces, dime qué estaba diciendo –Una sonrisa triunfante afloró en sus gruesos labios ante la cara de confusión y algo de enojo que apareció en el pelinegro, quien suspiró resignado y desvió la mirada algo avergonzado–

–Ya, me rindo. ¿Qué me decías?

–Anoche llamó Sarah, la asistente de Karina, avisándome sobre los avances de la adopción.

– ¡¿Qué te dijo?!

–Pues… si todo avanza bien y el juez, junto a la directora del hogar infantil, nos ve lo suficientemente capacitados, seremos padres en dos meses.

Los ojos aceitunados del más bajo brillaron con emoción y al instante se lanzó a los brazos del castaño, quien correspondió con la misma emoción que él transmitía en ese momento. La adopción era algo que habían decidido hace tres años ya y, tras casi dos años de proceso con la institución, al fin podrían darles la esperada luz verde que tanto deseaban.

Ser padres es algo que los dos añoraban.

~*~

La emoción no podía caber en su corazón que latía desenfrenado, amenazando con salir de su pecho tarde o temprano. Tomaba con fuerza la mano de su esposo mientras la enorme sonrisa que decoraba su rostro no parecía querer borrarse. La situación era igual para el castaño, quien sostenía la mano del azabache como si su vida dependiera de ello a la par que su gran sonrisa de felicidad no quería irse. ¿La razón? Frente a ellos, escondido tras las piernas de Karina, estaba un pequeño de 8 años, de un hermoso cabello cobrizo y unos grandes y redondos ojos grises que temblaban sutilmente. Las mejillas del pequeño estaban un poco sonrosadas y su boca entre abierta en un gesto de curiosidad, pero no parecía tener la suficiente confianza para avanzar pues se sostenía del pantalón gris de la empleada social.

Dejando por primera vez la mano de su cónyuge Miles se aventuró, acercándose a pasos pequeños y lentos hasta el pequeño, para arrodillarse frente a él y tenderle la mano con una sonrisa en su rostro, tratando de inspirarle confianza.

–Hola pequeño, yo soy Miles y él es Patrick. Nos contaron que quieres una familia, ¿Cierto? –El pequeño de cabellos cobrizos asintió con un poco más de confianza y se acercó sigilosamente al pelinegro, lo suficiente para tomar su mano– ¿Te gustaría que nosotros fuéramos esa familia?

El rostro del niño se iluminó mientras una gran sonrisa de oreja a oreja nacía en su rostro, enarcando sus ojitos grises y dándole un precioso aspecto infantil. Sin dudas ni miramientos se lanzó contra Miles, abrazándole como podía con sus pequeños bracitos y escondiendo su rostro en el pecho del mayor. Éste acepto el gesto mientras le hacía una seña al mayor para unirse al abrazo, cosa que no dudo y se arrodilló junto a la dupla envolviéndolos a ambos en un abrazo cálido y protector.
A partir de ahora eran una feliz familia, unida y abrigadora, con fuertes lazos y, sobre todo, confiable.

–Bienvenido a la familia Miller, Nathan.

~*~

Nathan correteaba por todo el enorme apartamento como si de una enorme atracción se tratara. Curioseaba los rincones de cada habitación, jugueteaba con la ropa de los clósets de sus nuevos padres y observaba con fascinación el enorme acuario con peces y rayas. Todo era tan nuevo para él y estaba encantado. Sus ojitos brillaban con emoción ante cada nuevo descubrimiento, se sorprendía cuando veía algo que nunca en su vida había conocido, sus manitas curiosas tomaban todo aquello que le era desconocido, conociendo su textura y para que servía. Reía ante algunas cosas, como cuando encontró un álbum con las fotos de bebé de Papi Miles (Como le había empezado a llamar a mitad del camino) o cuando dibujo en la libreta nueva de Papá Patrick.

Contra todo pronóstico, sus papis no parecían mostrar pizca de enojo. Es más, reían con algunas de las ocurrencias del infante y contestaban con total paciencia las interrogantes que éste tenía. No pudo haber pedido papis mejores.

Cayó derrotado sobre el sofá de cuero luego de una extasiada tarde de juegos con sus nuevos papis, que lo mimaban mientras Papi Miles sostenía su cabeza en su regazo para que descansara. No parecía contrariado o confundido ante la idea de que sus nuevos papis fueran hombres, es más, hasta le gustaba la idea. De sólo imaginarse las múltiples cosas que podría hacer con ellos, como ir a acampar e ir a un parque de atracciones, se llenaba de una emoción incontenible. Miró los ojos avellanados de su papá y luego los ojos verdosos de papi, para luego sonreír inocentemente.

– ¡Los ojos de mis papis hacen un árbol! –Ambos adultos se miraron, miraron al niño y volvieron a mirarse. Sus bocas se fruncieron con levedad para luego explotar en sonoras carcajadas ante la inocencia del niño, el cual se les unió a las risotadas, que se le contagiaron con la simple razón de haber visto a sus papis felices–

La felicidad rebotaba en el ambiente, que se volvía más y más cálido con el paso del tiempo.

Porque, en realidad, Nathan nunca dejó de amar a sus papis. Y ellos nunca lo dejaron de adorar a él.

Notas finales:

*Me dirigí a Miles como bizarro por la simple razón de que esta palabra significa valiente o heroíco; no lo que siempre creemos, que significa raro o extraño. Espero lo entiendan ^^

Para el tema de la adopción me guíe de las normas de adopción de España, que fueron las que me parecieron más adecuada. Espero de todo corazón que se asemejen a las de países ajenos a éste.

Y eso, espero que les haya gustado <3 Un review será bien recibido uwu Byes~ -Se va rodando-


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