En aquella casa todo parecía ir normal, como siempre, o eso creía las personas que rondaban al rededor, lo que ellos no sabían, es que allí se escondía un chico cuyo corazón se encontraba hecho pedazos.
Mientras todos sus amigos pensaban que eran berrinches o cosas pasajeras de todo ser humano, él estaba allí, escondido, sumergido en un mar de pensamientos, ya había pasado más de un mes desde que el Joven Jiwon entró en aquella oscura depresión, no comía, no hablaba, no salía, la única cosa que se tenía permitido era llorar, llorar como si hubiese mañana. Cualquier persona que lo viese en ese estado creería que el joven de tan solo 20 años de edad se estaba volviendo loco. No quería salir, prefería seguir en su madriguera, tampoco es como si quisiera ser visto en ese estado tan lamentable, mucho menos ser visto así por su hermoso Hanbin.
''¡Maldición!'' Exclamó, hace varias horas que estaba sufriendo de un tormentoso y horrible dolor de cabeza.
''¿Por qué siempre tengo que arruinar absolutamente todo?'' Se dijo para sus adentros.
Aquél Joven decidió arreglar un poco su fachada y salir a tomar un poco de aire, hace mucho que no salía y necesitaba despejar su mente, puso el mayor esfuerzo para intentar ocultar el mal aspecto que tenía, cogió un pedazo de papel que reposaba sobre su mesita de noche y salió. ¿A dónde se dirigía? Nadie lo sabía, mucho menos él, tampoco es como si importaba en realidad, si se abría un enorme agujero en medio de la nada, caía y moría, no importaba. Después de todo, es lo que más anhelaba en ese momento.
A pesar de que caminó e intentó ir al lugar más alejado de la ciudad, siempre terminaba en el mismo lugar y pensando en las mismas cosas, no dejaba de culparse por todo lo sucedido, por todo el daño que había causado.
Aquél lugar estaba solo, vacío, como su alma.
Dolor, impotencia, miedo. Esos eran solo algunos de los sentimientos que desbordaban en aquél joven, cualquier persona huiría de aquél joven de pequeños ojos. Cualquier persona que lo viera en ese estado.
''Por qué todo tiene que ser tan difícil?'' Gritó a los mil cielos. No supo de dónde sacó el valor y la fuerza para empezar a correr, agotado hizo una pequeña pausa en aquél parque que bien le traía un montón de recuerdos, recuerdos tanto dulces como amargo. Respiro profundo. Siguió su camino hasta llegar a una pequeña casita. Sí, la casa de su gran amor.
Apretó los puños con fuerza, tomo todo el aire que se le hizo necesario y sacó aquél pequeño y arrugado papel que escondía en su abrigo.
''Así que... aquí estoy... ¿Es este realmente el final?''
Jiwon tocó el timbre, luego de un par de minutos... minutos que parecieron eternidades, la madre de aquél chico que lo tenía destruido hizo acto de presencia.
''¡Oh! Jiwonnie... hace tiempo que no te veía por aquí'' Dijo la madre de su precioso Hanbin, sin duda era una mujer hermosa, toda la belleza de hanbin había sido heredada de ella.
''¿Deseas Entrar?'' Preguntó.
Jiwon, sin artícular ninguna palabra, asintió quedamente, siguiendo a la Sra. Kim.
Una vez afuera de la habitación de Hanbin, tuvo un debate consigo mismo sobre si entrar o no, y allí se le fueron 10 ¿o tal vez 15? minutos. Lo único que podía pensar era en entrar o huir de allí, como solía hacer, después de todo era más fácil ¿o no?
''Es hora de dejar de ser tan cobarde, Kim Jiwon'' Entró, para su sorpresa el joven Hanbin se encontraba dormido. Suspiró.
Tomó la carta que este había escrito y con suma delicadeza la dejó entre las manos del contrario, posó sus labios sobre los del contrario y le dio el beso más dulce de la historia.
''Te amo'' Fue un susurro casi inaudible, sus lágrimas amenazaban con salir pero Jiwon se contuvo.
Unos minutos después se marchó de aquél triste lugar, no antes de despedirse de la dulce madre de su amor. Corrió y huyó... a un lugar sin retorno.