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Adiós Melancolía por ShuKoi

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Notas del capitulo: Pues... El título es de una canción de Ricardo Arjona con el mismo nombre... mi segundo fic non-MomoRyo (y yo que pensaba que no podría escribir otra cosa que no fuesen ellos XD).... espero que les guste, es un regalo para Stian y decidí publicarlo ya que me quedó lindo ^_^

Adiós Melancolía

Adiós, melancolía
Y gracias por la compañía

Poco a poco, rodeó con sus brazos el cuerpo suave y tibio del de cabellos blancos. Anteriormente no lo hubiese hecho, pero ya se sentía más cómodo. Desde un principio había estado sintiendo eso.

Escuchó un suspiro escapar de los labios del menor, y sonrió levemente, más para sí que para otro. Era tan tierna su presencia.

Antes era frío. Melancólico, siempre miraba hacia atrás. Le llenaba de rabia todo, a pesar de siempre haber sido un soñador innato. Luchaba a capa y espada por lo que deseaba, por sus sueños, por sus ganas. Hasta que lo conoció a él.
Ese deseo era siempre egoísta. Quería ser el mejor, sin importarle de ninguna forma a quién se llevaba por el medio.

Y Ohtori le había enseñado que no todo era así.
Le brindó una mano. Al principio la rechazó, reticente a aceptar la ayuda de nadie. Sus entrenamientos con Cyoutaroh se hacían extensos, largos y pesados. De alguna forma, siempre terminaba sangrando, con más de un moretón, desmayado en brazos del de cabello blanco. No sabía lo que pasaba después de eso, pero se encontraba a sí mismo en la cama de Ohtori, con un pañuelo tibio sobre su cabeza y una taza de té verde a su costado, sobre una mesita de noche. Ese chico se preocupaba muchísimo por él.

- ¡Ohtori! ¡¿Realmente crees que es suficiente?! ¡No me parece! – Exclamaba Shishido.

- ¡Ryou-Senpai! ¡Es demasiado! – Sacó otro de sus tiros fortísimos (el Scud Serve), y Shishido perdió el equilibrio, cayendo al suelo. El de ojos oscuros corrió, soltando su raqueta, abrazando entonces al moreno contra sí con fuerza. – Es suficiente. – Susurró. – No quiero que sufras más… - Y Shishido notó cómo dos lágrimas tibias y tiernas caían sobre su rostro cubierto por tierra y moretones. Sus rodillas le ardían, tal vez porque se había caído un par de veces, y las tenía raspadas.

- Ohtori… - Susurró de vuelta Shishido. – No te preocupes por mi… ¿Porqué lo haces…? – Preguntó de una vez.

- ¡Eso no importa ahora! – Lo tomó entre sus brazos, cargándolo con cuidado, llevándolo de nuevo a su casa. Curó sus heridas, colocando algunas pomadas sobre los moretones y vendas sobre sus rodillas.

Shishido se sentía realmente mareado. Esa noche no había cenado nada, y tenía mucho sueño. Debía ser de madrugada.
- Maldición, Shishido-senpai. ¿Cuándo conocerás la palabra límite? Ya eres titular en Hyoutei, Atobe me llamó y me confirmó tu aceptación. Después de lo que le hiciste a tu cabello Sakaki-sensei sintió que eras un titular competente. ¡Porqué te haces tanto daño! – Golpeó con su puño la pared y Shishido sintió como si una bomba explotase en su cabeza. Torció su rostro en una mueca de dolor, y Ohtori se le acercó.

- Lamento ser… tan ruidoso… - Susurró, llorando lentamente. Odiaba lo que sufría Shishido por un miserable puesto de titular. Después de todo, al final seguramente el tenis sí que era su vida. – Me siento tan miserable. Te lanzo pelotas sin cesar toda la noche para que te entrenes, sin importarme lo mucho que te esfuerces. Eres fuerte, Shishido-senpai. Lo sé, aún no has cogido una fiebre. – Acarició con las yemas de sus dedos su cabeza. – Pero no exageres. Aquí, frente a ti hay alguien que permanecerá a tu lado siempre… - Tomó entre su mano la del moreno, quien se sintió víctima del sueño y del hambre, cayendo en un sueño profundo.

Ohtori lo observó dormir por un momento. Eran las tres de la madrugada y ya había pasado una hora desde que Shishido había caído dormido.

Aprovechó la oportunidad y con lentitud acercó su rostro al de su senpai, besando de una manera tierna sus labios.

- ¿Qué no entiende que lo amo, Shishido-senpai? – Se levantó de su lugar, más que dispuesto a volver a dormir en el sillón, apagando las luces.

Lo que Ohtori no sabía era que Ryou había escuchado todo lo que dijo.

Se levantó de la cama, tambaleándose ligeramente. Tenía un plan en mente para el pequeño Ohtori. Se dirigió al sofá, donde el muchacho de cabellos blancos se revolvía levemente. Lo despertó, susurrándole al oído suavemente.

- Ohtori, tuve una pesadilla. –

El menor lo observó y luego se frotó los ojos. – Está bien… ¿Te doy un vaso de leche? –

- No, eso no funciona conmigo… me hace falta… - Se ruborizó un poco. Qué idea menos inocente. – Dormir con alguien. –
Ohtori abrió los ojos de par en par y se sonrojó a más no poder, sin esperarse para nada aquello.

- B-bueno. – Masculló, tartamudeando. – Yo-yo…. Te… acompaño…. – Susurró. Shishido le ofreció la mano, y Ohtori la tomó suavemente, sintiendo un escalofrío ante tal suavidad.

Ambos se dirigieron a la cama, Shishido entrando primero y luego el dueño de la casa, nervioso.

- Ohtori… necesito que me abracen. – Susurró el castaño, haciendo que el otro tosiera un poco sintiendo como la sangre bajaba por su nariz.

- Ett…Etto…. – Con cuidado, rodeó la cintura de Shishido con su brazo. Se negaba a acercarlo a él si no quería que su cuerpo reaccionase por completo ante tanta cercanía, pero Shishido simplemente se acurrucó en su abrazo, pegando su cuerpo al de Ohtori. Tanto tiempo había esperado por escuchar la palabra “te amo” de alguien que no fuesen sus padres. Y más si ese alguien era Ohtori.

Volteó todo su cuerpo, quedando cara a cara con un Ohtori al borde de un colapso.

- Ohtori, sé que me besaste. – Dijo. – Y no podía imaginar mejor persona para que lo hiciera. – Luego, lo tomó de la camisa y lo besó, lentamente, mientras sus brazos buscaban lugar entre la cintura de Ohtori. El menor fue completamente tomado por sorpresa, pero al asimilar ese simple y precioso acto, correspondió el beso, aumentándolo, y simplemente disfrutando del calor que emanaba el precioso cuerpo de Shishido. Acarició su cabello con lentitud, ese hermoso cabello que había sido cortado de aquélla manera tan brutal sólo por un sacrificio, por amor al tenis.

- Shishido-senpai, ¿Porqué sufres tanto? – Peguntó al terminar con aquél precioso acto, mientras el castaño se acurrucaba entre las sábanas y sus brazos.

- Porque quería que me notaras. Quería que curaras todas mis heridas, Ohtori. Y lo has hecho, mejor que nadie. Te quiero… - Abrazándolo suavemente, su cuerpo calló en un sueño profundo, mientras Ohtori lloraba en silencio. ¿Todo eso por él? Shishido-senpai era definitivamente una persona intensa.

- Yo también, Shishido-senpai.-

A partir de allí, supo que no volvería a estar solo. No volvería a sentirse melancólico, triste, desolado, marginado y solitario.
Simplemente se sentía muy bien para ser cierto.

Pero no era ningún sueño.

Estaba junto a Ohtori, y así debía de ser.

Adiós Melancolía
¡Y gracias por la compañía!


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