—¡Capitán, es la hora! Estamos listas.—Gritó una mujer alta con el pelo recogido en varias trenzas desde lo alto del mástil.
—¡Muy bien, Alexandra, izad las velas!—Respondió sonriente la capitana Victorie Pie Guerin. Llevaba mucho tiempo esperando ese viaje a través de las estrellas. Incluso se había vestido para la ocasión: de los colores del cielo nocturno, con las mejores telas y el corsé más apretado que su cuerpo le permitía. Hasta había intentado domar su pelirroja melena en una coleta ladeada. Llevaba adornos de plata en homenaje a las lunas y la capa interior de su falda estaba repleta de luces que se asemejaban a las estrellas. Por fin iba a cumplir su sueño: navegar por el firmamento en una carabela del siglo XV con la tecnología necesaria para viajar entre planetas. Llevaba años pensando en ese día, supervisando a cada hora la construcción del navío, sin dejar de buscar a la mejor tripulación e investigando rutas en los mapas estelares. Casi no podía creer que ese día había llegado.
Se acercó a su barco y acarició el frío metal imitando a madera del casco. El barco estaba ya flotando en el aire, esperando a sus órdenes para zarpar… Pero primero, debía bautizar a su obra de arte. No pidió consejo para el nombre, lo tenía claro desde la primera vez que vio su nave terminada: Gwendolyn Allen. La niña de sus ojos, pensó. Hebía pensado en romper una botella sobre ella, pero la idea se fue de su mente tan rápido como apareció. Suspiró para descargar tensiones y se dispuso a subir a su barco. Tanto tiempo esperando para ver su sueño hecho realidad… Sonreía con satisfacción al sentir todo el trabajo duro dando sus frutos.
Desde que tenía uso de razón, fantaseaba con eso con su hermana gemela, Claire. Y allí estaban… o eso se suponía. Hacía un rato que no veía a Claire, no sabía dónde se había metido. Empezó a buscarla por el barco, pero no la encontró.
—Capitán, ¿está buscando a la Teniente Claire?—Le preguntó Myrtle Brunnich Brentgoose, mientras comprobaba que llevaba todo lo necesario para el viaje.
—Así es, Navegante Brunnich, ¿tiene idea de dónde puede estar? Salimos en breve.
—De hecho, dijo que si venía buscándola, le dijéramos que estaba en su camarote, pero lo cierto es que se encuentra en la ciudad.—dijo la mujer rubia señalando los mercados.
—¿La ciudad? ¿Y se puede saber qué hace allí? ¡Estamos a punto de zarpar!
—No dijo nada, pero creo que será mejor que vaya a buscarla y le pregunte usted misma.
—De acuerdo… El Contramaestre Tennant se queda al mando mientras no estoy. Id preparando lo necesario para el viaje, desde que vuelva partimos hacia el norte.
—¡Sí, Capitán!—Expresó con sorna la navegante.
Victorie abandonó de nuevo su navío en busca de su hermana menor. No era capaz de imaginarse qué le estaba pasando por la cabeza a Claire… ¿Intentar hacerle creer que se encontraba en el barco cuando en realidad estaba vagando por la ciudad? Si no supiera que era su sueño desde siempre el montar en esa carabela, pensaría que quería quedarse en tierra… Pero no podía ser así, ¿verdad?
Llegó a los mercados y preguntó a todos los vendedores si habían visto a una chica exactamente igual que ella. En cada ocasión se le quedaban mirando como si estuviera loca. Casi desesperada por la falta de cooperación de los mercaderes, corrió por las calles gritando el nombre de su hermana. Cuando llegó a una bifurcación, vislumbró a lo lejos una mujer con cabello rojo, como el suyo.
Se acercó prudentemente, sin hacer ruido, observando para intentar deducir qué tramaba su hermanita. Tenía mal aspecto: llevaba una capa marrón con capucha que le hacía pasar desapercibida, pero sus rizos rojos seguían escapando de ella. Lucía más pálida de lo normal, y sus grandes ojos celestes se notaban nerviosos y algo tristes. No dejaba de morderse los labios, por lo que los tenía rojos e hinchados. No hacía nada, simplemente estaba ahí parada, en medio de un callejón, dando vueltas inquieta y jugando con sus manos como si pudiera relajarse haciendo eso.
Victoire se acercó con cuidado a ella, queriendo pillarla desprevenida para evitar que escapara, y así lo hizo. La cogió de la cintura antes de que pudiera correr, aunque eso hizo que pegara un grito asustado.
—¡Victoire! ¿Qué haces aquí? ¡Deberías estar en el barco!—Dijo sorprendida Claire.
—¡Me ofende que seas tú la que diga eso! ¿Se puede saber qué haces intentando hacerme creer que estás a bordo mientras te escondes en un callejón? ¡Llevo siglos buscándote!—Gritó Victoire. Estaba muy enfadada con su hermana.
—Es que… verás… No sé si quiero ir.—Murmuró la menor, dirigiendo la mirada al suelo sucio.
—¿Qué? Disculpa, pero me acaba de parecer oír que no quieres venir.
—¡Es lo que he dicho! Sé que llevamos toda la vida planeando esto, pero a la hora de la verdad, lo cierto es que soy una cobarde.—Estaba al borde de las lágrimas. Sabía que su hermana no se merecía que la dejara plantada en el último momento, pero tenía miedo. Victoire la miró con ternura.
—Claire… No eres una cobarde—dijo posando su mano en el rostro idéntico al suyo—. Justamente porque llevamos toda la vida planeando esto sabemos la cantidad de cosas que pueden ir mal. Sólo tienes que confiar en mí, sabes que nunca he dejado que te pase nada malo, y ésta no va a ser la excepción. Volvamos al barco. Naveguemos por las estrellas, descubramos nuevos soles, visitemos planetas desconocidos… Bailemos con la música de culturas que nadie haya soñado antes… Llevamos años esperando con este momento, ¡vamos a hacerlo realidad! ¿Qué tenemos que perder?—miraba a los ojos a su hermana, viendo como la duda iba desapareciendo poco a poco de ellos, aunque no el temor— Te necesito, y tú me necesitas a mí. ¿Quién si no soy yo va a evitar que los malos te rapten? ¿Quién si no eres tú va a regañarme cuando haga las cosas mal? Somos iguales por una razón, y si nos separamos aquí… No quiero pensarlo. No quiero mirarme a un espejo y pensar en lo mucho que te extraño.
—Pero, ¿y si no es como esperábamos? ¿Y si salimos y nos damos cuenta de que no hay soles que descubrir, ni música de culturas desconocidas con la que bailar? ¿Y si no encontramos el camino de vuelta a casa?
—¡He ahí la parte divertida! ¿Qué clase de aventura estaríamos viviendo si supiéramos todo lo que va a pasar?—Victoire soltó una carcajada que llevó una sonrisa a los labios de su hermana, y la cogió de la mano.—Ahora, ¡no hay tiempo de cambiarte de ropa! Así que, lista o no, ¡nos vamos!—dijo afianzando el agarre de su mano y empezando a correr entre risas hacia el barco.
—¡Pero llevo una capa hecha con tela de saco!
—¡Haberlo pensado antes!—Le dijo con una sonrisa a su hermana, y la subió a empujones a la embarcación.—Damas y caballeros, ahora que he encontrado y secuestrado a la Teniente, ¡podemos partir! ¿Todos listos? ¡Pues nos vamos!
El motor de el barco rugió con un poco de fuerza y empezó a elevarse en el cielo bajo la curiosa mirada de los locales.
A medida que se iban alejando de la tierra, su corazón latía con más fuerza. Las inseguridades se quedaron abajo. Un infinito de posibilidades ante sus ojos.
Las gemelas se miraron con ojos acuosos y sonrieron, acercando sus rostros para besarse con ternura. Lo habían hecho.
Dirección: desconocida. Destino: aventura.