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Modelo solitario por Fullbuster

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Kise Ryota


¡Sería cabrón el pervertido ese! ¿Cómo se atrevía a tocarme el culo frente a todos? Ahora escuchaba las risas de todo el pasillo, rumoreaban sobre el suceso, hacían chistes de ello y algún que otro chico se acercaba a mí con voz sugerente tratando de ligar o de tocar mi trasero y todo por su maldita culpa, ahora estaba en el punto de mira de todo el maldito instituto.


Salí corriendo de allí y no me detuve hasta que llegué a la azotea. Me sorprendí al sentir la suave brisa que corría aquí arriba. Estaba convencido de que no vendría nadie y es que empezaba a sonar el timbre para asistir a clase, yo no tenía ganas de ir ahora mismo, encima de ser el nuevo… ahora tendría que aguantar las risas de mis compañeros por lo que ese “payaso” me había hecho. ¿Cómo podía haberme hecho algo así?


Lo peor de todo fue aquel sonrojo que seguro había colocado en el preciso  momento en que tocó mi trasero. Ahora la gente pensaría que era débil, que podían hacer conmigo lo que quisieran porque no sabía defenderme y todo gracias a ese idiota. Cerré la puerta tras de mí y me acerqué hacia la barandilla de la amplia terraza, podía ver abajo el campo de fútbol y los jardines. Era un lugar tranquilo y al menos corría la brisa fresca y era ante todo… solitario.


Pasó apenas tres minutos cuando la puerta se abrió dejándome ver al chico de antes, al que me había pegado la palmada en el trasero y la ira corrió por todo mi cuerpo. Caminé hacia él que aún no se había enterado de mi presencia y en cuanto le vi tumbarse en una repisa me acerqué a él corriendo cogiéndole del cuello. El joven se sorprendió y colocó sus manos en mis muñecas tratando de conseguir que le soltase y no dejó de forcejear contra mí hasta que lo consiguió.


- ¿Estás loco? – me preguntó.


- ¿Cómo te has atrevido a hacerme eso?


- ¿De qué hablas? Estás chalado – me gritó – supéralo… sólo ha sido una palmada.


- Todo el instituto se está mofando de tu gracia, tres tíos han intentado meterme mano por tu culpa. Tan sólo llevo una hora en el instituto y ya estoy deseando que acabe.


- Pues te queda medio año – me dijo burlón.


- Estoy enfadado contigo así que lárgate – le dije.


- No me da la gana, eres tú el que está en mi sitio habitual.


- ¿Tu sitio habitual? Deberías estar en clase.


- Y tú también pero aquí estamos los dos ¿Tanto te gustó que te tocase el trasero que vienes corriendo a buscar más? – me preguntó en tono burlón y le pegué un bofetón con el que se quedó algo sorprendido.


- No vuelvas a tocarme ¿Lo has entendido?


El chico sonrió y se acercó a mí juntando sus labios contra los míos en un beso posesivo. ¿Por qué siempre tenían que pasarme a mí estas cosas? Lo odiaba, hasta los fotógrafos de las revistas trataban de acostarse conmigo y estaba harto de que me vieran como a un pedazo de carne. Me separé de él con brusquedad y le di un segundo bofetón que aún lo dejó más atónito, luego a punto de llorar me largué de allí bajando las escaleras a toda prisa.


Me esperé en el patio hasta que la primera clase finalizase y aunque traté de calmarme no podía, mi mente sólo hacía que pensar una y otra vez en ese maldito beso apasionado que me había robado el bastardo ese que estaba haciendo de mi primer día de instituto un infierno. Iba a conseguir que me vieran como una cualquiera a la que le podían hacer cualquier cosa. Yo no estaba acostumbrado a tratar con jóvenes de mi edad… nunca había estado en un instituto y menos público, siempre había trabajado y estudiaba con un tutor personal, esto era nuevo para mí y no sabía cómo debía actuar.


La clase fue un infierno, todos intentaban meterme mano y comentaban cosas obscenas hasta que entró el profesor y todos se sentaron, pese a ello, seguía sintiendo los ojos de todos aquellos alumnos puestos en mí y no quería ni levantar la mirada. Para mi sorpresa el chico de la azotea y mi mayor enemigo en este instituto apareció disculpándose por la tardanza. Aluciné cuando el profesor se agachó las gafas incrédulo de verle en su clase y la tiza se le cayó de las manos.


- Vaya… si es el señorito Aomine que aparece por mi clase, creo que voy a llorar de la alegría y todo – dijo irónico el profesor mientras los alumnos se reían – tome asiento y trate de no dormirse – explicó recogiendo la tiza y volviendo a la explicación.


El tal Aomine se sentó detrás de mi sitio y sentía su mirada clavada en mí aunque también sentía la de los demás observándonos por si volvía a hacerme alguna de las suyas, algo que no me extrañaría. Intentaba estar alerta y en cuanto notaba que se acercaba un poco movía la mesa hacia delante levemente intentando alejarme de él, pero él seguía juntándose.


- Quieres parar de seguirme – le dije girándome y susurrándole.


- Esta es mi clase, eres tú el que me sigues.


- Por favor… tú no sabes lo que es estudiar, te pasas el día durmiendo en la azotea, hasta el profesor lo sabe.


- Hoy me apetecía venir a clase.


- Déjame en paz de una vez, sólo quiero estudiar.


- ¿No prefieres posar? – preguntó con tono burlón y me tensé, supe en aquel momento que había visto mi trabajo en alguna revista y cuando me giré de nuevo hacia él vi la revista abierta en mi foto medio desnudo.


- Cierra eso – le dije agachando la revista y cerrándola.


- ¿Por qué? Estás muy sexy en ropa interior. Me gustaría verlo en persona – me dijo de forma lujuriosa.


- Déjame en paz… Aomine.


- Daiki – me corrigió – mi nombre es Daiki.


- Me da igual tu nombre, lo único que quiero es que me dejes tranquilo.


No volví a hablar con él en toda la hora aunque no dejó de molestarme tirándome papeles y llamándome con sonidos absurdos casi como si fuera un perro, algo que me molestaba pero no me giré, no quería saber nada. ¿Por qué tenía que venir a un instituto público? ¿Por qué no podía seguir con un tutor privado y ya está? Era más fácil y más tranquilo. Ahora sólo podía rezar para que nadie viera esa maldita revista que llevaba Aomine en la mochila donde salía yo medio desnudo.


Al finalizar la clase, recogí mis cosas y salí con rapidez hacia la siguiente, educación física. No quería ir a esa clase y en cuanto entré por el vestuario para cambiarme lo único que quise fue largarme de allí cuanto antes. Me encerré en una de las duchas antes de que los demás vinieran, me cambié con rapidez y salí justo cuando llegaba Aomine hacia el vestuario.


- Qué rápido… y yo que deseaba comprobar si era verdad todo lo que tienes ahí abajo y que he visto en esa revista. Me estás quitando la ilusión de mi vida.


- Piérdete – le dije justo cuando entraban los demás y yo trataba de irme.


- Si me dejases hacerlo entre tus piernas… - exclamó provocando que todos se rieran y yo volviera a ponerme rojo como un tomate saliendo de allí aún más rápido de lo que había entrado.


En clase de gimnasia hice todo lo posible por aparentar torpeza y es que no quería que me reclutasen para ningún equipo ni nada por el estilo, eso sólo enfadaría más a mi padre. Aomine estuvo toda la maldita clase metiéndose con mis pésimas aptitudes para el deporte… ¡Si él supiera lo bueno que era en realidad! Pero no podía, mi vida ya no era el deporte, eso había quedado atrás hace mucho tiempo. Todos se reían de lo patoso que era y sé que no me favorecía nada, pero tenía más miedo a lo que mi padre pudiera hacerme que a toda esa gente, así que tenía que alejar el deporte de mi vida como fuera.


Por lo menos era la última hora y tras cambiarme con rapidez, me largué de allí, por fin podía volver a casa. Ya iba hacia la salida cuando vi a la gente que se marchaba hacia el pabellón de deporte, creo que había un partido de algo y traté de pasar de largo, quería hacerlo pero una fuerza mayor me retenía, quería ver qué ocurría allí dentro y al final opté por entrar un momento, tan sólo para saciar mi curiosidad, eso no haría daño a nadie, serían unos segundos y mi padre no tendría por qué enterarse de que había estado en ese pabellón.


Era un partido de baloncesto, eso me recordó cuando yo jugaba en el colegio con mi propio equipo, ahora no podía hacerlo ni podría volver a jugar. Me sorprendió ver a Aomine en la cancha… encima era el capitán. Medio sonreí con ironía y es que era para no creérselo si no llego a verlo. ¿Quién era ese tío? Capitán del equipo de baloncesto del instituto, el mejor jugador, el máximo anotador, un pervertido en potencia y el presidente de estudiantes ¿Había algo en este maldito instituto que no tuviera que ver con él? Vi a las chicas como locas gritándole eufóricas y me sorprendí aún más, hubo una que hasta le lanzó un sujetador ¡Era de locos!


Cuando mis ojos volvieron a mirar hacia la cancha me encontré con Aomine mirándome y sonrió guiñándome un ojo y lanzándome un beso que hizo que me sonrojase. Toda la grada se giró a mirar hacia donde se suponía que había lanzado el beso y supe que darían conmigo así que fingí que no era para mí, hice lo mismo que el resto de personas, mirar más hacia arriba como si buscase a la persona para quién iba aquel beso. Por lo menos camuflé aquella acción pero decidí marcharme antes de que se le ocurriera otra idea absurda de las suyas para dejarme mal. ¿Qué quería? ¿Qué todas las chicas del instituto me abuchearan por robarles a su ídolo? Era lo que me faltaba. Menos mal que ninguna se dio cuenta que se dirigía a mí.


Caminando hacia mi casa pasé por el parque de la otra vez encontrándome en la cancha a los chicos de la otra vez que estaban jugando. Me detuve un segundo viendo como uno de ellos hacía un espectacular mate… aunque bueno yo también sabía hacer eso, de hecho lo hacía bastante mejor.


- Te ha faltado altura – le dije – si flexionas un poco más las piernas y no lo piensas tanto te saldrá mejor – le comenté en inglés y él me miró extrañado.


- ¿Juegas a baloncesto? – me preguntó el chico pelirrojo que hablaba inglés perfecto.


- No – le dije – jugaba… hace ya bastante tiempo.


- ¿Te apetece echar unas canastas con nosotros? – me preguntó otro chico pelirrojo de menor altura y con un ojo de cada color – Me llamo Akashi ¿Cómo te llamas?


- Ryota, Ryota Kise – le dije estrechando su mano.


- ¿Qué me dices… Juegas?


- No puedo, llego tarde ya. Quizá otro día.


- Vamos… serán sólo unas canastas, echa un uno contra uno, seré tu adversario.


- ¿Sólo una canasta?


- Sí – me dijo sonriendo – algo rápido ya que tienes prisa.


Miré a todos lados y no había nadie así que dejé la mochila en uno de los bancos y los chicos sonrieron pasándome el balón. Sólo esperaba que mi padre no se enterase de esto, pero era nada más un uno contra uno, una canasta, no iba a hacer más. Jugué contra Akashi y lo que iba a ser algo rápido duró quince minutos porque ninguno cedía, ninguno conseguía anotarle al otro esa canasta. Al final fue él quien la anotó aún así… me felicitó por el juego, incluso el resto me felicitó puesto que sólo una persona había conseguido mantener tanto rato ocupado a Akashi y ese era Aomine. Aquello me hizo gracia.


- ¿De qué te ríes? – preguntó Kagami, el otro chico pelirrojo que estaba allí.


- Aomine… empiezo a tener ese nombre hasta en la sopa – le dije con ironía – voy a su instituto.


- Tenía un partido hoy y no ha podido venir.


- Sí, lo he visto. Es idiota y un pervertido.


- Le gusta llamar la atención y se cree el mejor – dijo Akashi sonriendo – pero es un buen chico en el fondo. Ya lo conocerás.


- No sé si quiero llegar a conocerle. Lo siento… ya tengo que marcharme.


 


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