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Modelo solitario por Fullbuster

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Kise Ryota


 


Aomine era todo un caso pero cuando le vi marcharse por el pasillo no pude evitar que se asomase en mi rostro una sonrisilla y es que él siempre era de esa forma, no habría forma de cambiarle. Creo que se hacía el duro pero realmente no lo era, le había molestado que me tocasen y fingió para luego darme a entender que tenía que agradecérselo, pero no es lo que buscaba, lo único que él quería era que me dejasen.


Puede que lo estuviera malinterpretando, pero puede que al haber visto el problema que tenía en casa con mi padre le hubiera tocado un poco la fibra sensible y ahora en vez de meterme en problemas intentase sacarme de ellos, claro que eso él jamás lo diría en voz alta, tenía su reputación de chico malo que mantener. En el fondo no parecía tan mal chico o es que yo me estaba volviendo muy blando con él, ya no estaba del todo seguro en lo que me pasaba.


En clase Aomine estuvo muy quieto y callado, de hecho… se pasó toda la clase con la cabeza hundida entre sus brazos durmiendo mientras el profesor explicaba la lección, ya todos pasaban de él, sabían que era un caso imposible de corregir. Yo sonreí al verle y seguí con la lección, al menos hoy no me molestaba como era su maldita costumbre.


A la hora de educación física recogí mis cosas y fui a salir de la clase siguiendo al resto de alumnos cuando me di cuenta que nadie despertaba a Aomine así que al final… pese a dudar qué hacer con él, decidí ir a despertarle.


- Ey – le dije intentando despertarle y como no lo hacía, empecé a moverle de los hombros – venga despierta, todos se van a clase.


- ¿Kise?


- ¿Quién sino? Todos te tienen tanto miedo que ni se atreven a despertarte.


- Tengo unos malos despertares.


- Ya… bueno yo ya he cumplido, haz lo que quieras.


- ¿Dónde vas? – preguntó aún confuso.


- A la clase de educación física, es lo que toca ¿Tú alguna vez miras el horario escolar? – le pregunté.


- Claro que lo miro, el primer día los primeros cinco minutos, luego me paso el día en la azotea durmiendo, me da igual la clase que me estoy perdiendo.


- Ya me imaginaba yo algo así.


- No suelo ir nunca a esa clase, pero por ser precisamente tú quien ha venido a despertarme, te haré el favor y te acompañaré.


- Oh… ni que yo necesitase un mono de compañía para hacer deporte.


- Eres muy torpe… quizá hasta te me tropiezas con algún balón y al fin y al cabo… yo estaré allí como tu príncipe azul para salvarte – dijo riéndose.


- Qué romántico y patético suena – le dije sonriendo metiéndome con él.


- Sí… lo que no te he dicho es que mientras te recojo del suelo te meteré mano, hay que aprovechar los momentos.


- Eres un cerdo – le dije marchándome.


- Y te encanta que lo sea – dijo cogiendo sus cosas y levantándose de la mesa siguiéndome.


Caminé delante de él enfadado hasta que me di cuenta de algo y me giré ruborizado al entender por qué siempre caminaba detrás de mí.


- Deja de mirar mi trasero.


- Desde aquí atrás hay mejores vistas.


- Eres…


- Un cerdo, sí lo has dicho antes y menudo trasero tienes.


- ¿Por qué siempre me estás molestando?


- Porque te pones más guapo cuando te enfadas.


- Pasa tú delante.


- ¿Quieres mirarme el trasero? Uhhh que decidido vienes hoy.


- Calla y pasa, no quiero sentirme observado.


Aomine sonriendo pasó delante de mí y el capullo me movió el trasero de lado a lado seductoramente de forma juguetona para que le mirase y sonreí al ver como se giraba sonriendo para pillarme mirando. No dijimos nada en todo el camino hasta el pabellón de deporte y yo me esperé sentado en el vestuario hasta que todo el mundo terminó de cambiarse. Aomine vio cómo esperaba pero pese a ser el último en salir del vestuario, me sonrió y me indicó que me esperaba fuera, algo extraño porque creí que querría quedarse a comprobar que lo que había visto en la revista era cierto, eso me decía siempre.


En cuanto estuve cambiado salí y me uní a mis compañeros aunque claro… aparentando ser lo más torpe que había por allí, no quería llamar la atención del resto de clubes y es que no quería entrar a participar en ningún club y sabía lo pesados que podrían ponerse si veían lo bueno que era en el deporte, prefería no destacar desde el principio.


Corría por la pista cuando Aomine se colocó a mi lado sonriendo y bajando su ritmo de carrera para adecuarse al mío.


- Ey trasero perfecto… ¿Quieres que te lleve a caballito? – preguntó riéndose.


- Idiota.


- Sí… pero creo que me quedaré por aquí detrás – me dijo intentando mirarme el trasero y me detuve en aquel momento viendo como él seguía corriendo entre risas. No pude evitar sonreír también y es que en cierta forma me estaba acostumbrando a sus constantes perversiones. Ya hasta me hacían gracia.


Escuché al profesor indicarme que siguiera corriendo y no me detuviera, él también me veía como alguien incapaz de hacer deporte, tampoco sabía todo lo que ocultaba en realidad. Quizá nunca nadie lo supiera, sería mi secreto. La clase finalizó y nunca estuve tan contento de que pasase, por fin era la última clase del día, lo único malo es que debía volver a casa y no me apetecía en absoluto, menos… tener que ir a hacer la entrevista esa que mi padre había concertado.


Esperé a que todos se cambiasen y luego salí ya vestido aunque el profesor me comentó que recogiera yo el material, supongo que por haber sido el peor de la clase. Dejé la mochila en uno de los bancos laterales y empecé a recoger las cosas para guardarlas en el almacén cuando al salir, me encontré una pelota de baloncesto en el suelo. La miré y luego miré el resto del pabellón, no había nadie, todos se habían marchado ya y sólo quedaba yo. Me acerqué hasta ella cogiéndola entre mis manos pese a dudar unos segundos si debía cogerla o no. Al final la voté un par de veces y de un lanzamiento encesté la pelota en un tiro limpio. Escuché tras de mí un aplauso que me hizo girarme alarmado, era Aomine.


- Ya sé de quién me hablaba Akashi – me comentó sonriendo – te lo guardabas muy bien, hasta que consigo pillarte.


- Ha sido suerte, ya sabes lo torpe que soy – intenté marcharme esquivándole.


- Puede que digas ser torpe pero yo no me lo creo, no es cuestión de suerte, la posición de tu brazo al lanzar era perfecta, alguien te enseñó a jugar, de hecho… creo que jugabas a baloncesto antes de venir aquí.


- No sé de qué me hablas, he puesto la primera posición que he encontrado – le mentí y es que involuntariamente era cierto que mis movimientos eran precisos, no podía controlarlos después de haber jugado tantos años.


- Sabía… que si te dejaba una pelota a la vista y creías que no había nadie… saldría tu verdadera identidad. No puedes engañarme, sabes jugar a baloncesto y te quiero en mi equipo.


- No voy a jugar en ningún equipo.


- ¿Por qué no? Contigo podríamos ganar a cualquier equipo.


- Ya ganas sin mí.


- Sí… pero no a Akashi – me dijo sonriendo – contigo quizá podamos.


- No voy a jugar, ahora deja que termine de recoger las cosas.


Me metí hacia el almacén con el balón de baloncesto y alguna cosa más dejándolas en su sitio bien guardadas pero Aomine me siguió tratando de convencerme aún para que jugase, algo que no podía hacer. Me sorprendió cuando al tratar de irme me detuvo acariciando con suavidad el moratón de mi mejilla.


- ¿Es por él? – me preguntó en tono serio.


- ¿De qué hablas? No…es por mí, no quiero jugar – le dije aunque mi voz temblaba.


- Es por él – asintió – no quiere que juegues. ¿Por qué te pegó ayer?


- No tiene importancia, discusiones familiares como cualquier otra.


- ¿Por qué fue? – preguntó con insistencia.


- Le pedí… un balón de baloncesto por mi cumpleaños, supongo que insistí demasiado.


- ¿Sólo por eso? Vale… entonces déjame hacerte mi regalo de cumpleaños – me dijo sonriendo acercándose a mis labios y le detuve.


- ¿Qué haces?


- No te creas lo que no es Kise – me dijo sonriendo sacando frente a mí una llave.


- ¿Qué es eso?


- Esto amigo mío… es la llave de aquí, del almacén de deporte y te la doy siempre y cuando no robes nada. Puedes venir cuando quieras, coger esa pelota de ahí de baloncesto y jugar un rato.


- ¿Cómo lo has conseguido?


- Soy el presidente de estudiantes, claro que tengo una llave y te la presto.


Cogí la llave entre mis dedos y una vez la tuve, vi como se marchaba hacia la salida cuando le llamé para que se girase. Al hacerlo, me lancé armándome de valor hasta que mis labios tocaron los suyos. Desde hacía un tiempo había deseado probar sus labios y ahora por fin tenía una excusa para hacerlo. Creí que él me rechazaría pero no fue así, más bien todo lo contrario, aún colocó su mano tras mi nuca acercándome más a él y profundizando el beso, haciéndolo cada vez más pasional e impaciente hasta que me empotró contra una de las paredes del almacén metiendo sus manos bajo mi camiseta.


Cerré los ojos dejándome llevar por aquel momento, sabiendo que estábamos solos, sabiendo que en el fondo ese chico se preocupaba por mí, me había protegido antes del resto de alumnos y aunque seguía aparentando un pervertido diciéndome tonterías, en el fondo algo debía sentir por mí para estar aquí besándome con desesperación y metiéndome mano ofreciéndome aquella llave a mi pequeña libertad.


Sé que no podría jugar al baloncesto pero al menos… en los recreos podría hacer algún lanzamiento y era gracias a él, él me ofrecía un tiempo para mí, para que disfrutase y eso se lo agradecía. Aomine metió su mano derecha bajo mi pantalón y cogió mi miembro con cierta presión tratando de darme placer mientras sonreía.


- Pues parece que no se equivocaba la revista – me comentó sonriendo.


- Yo no retoco mis imágenes – le dije sonriendo – todo lo que viste es lo que hay.


- Me alegro de escucharlo – me dijo sonriendo volviendo a besarme.


Estábamos enfrascados en aquel beso cuando escuchamos la puerta de fuera del pabellón y nos soltamos al momento para evitar que nos pillasen. El profesor apareció enseguida y nos comentó que nos diéramos prisa para recogerlo todo, así que bajo su atenta mirada terminamos de recoger y salimos de allí para ir a casa.


 


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