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Caos Divino por liuny

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Caos Divino

By Liuny

 

Resumen: Una Fantasía épica en donde cinco seres tendrán que convivir cargando en sus hombros el destino del mundo. Dargor, Iras, Erian, Lothen y Tharish; están destinados a tener que detener la sombra que está cerniéndose sobre todo el universo. Vankar, el regente del Reino Hellish; en una sempiterna venganza, está tratando a toda costa de revivir a su antepasado, Nekron. El cual, es el único capaz de romper cualquier ley natural, logrando así el poder de destrucción absoluto.

Más, sin embargo; las cosas se complican cuando a Dargor, a raíz de un idilio imposible que es capaz de cegar su razón, descontrolándolo; comienza a perder su norte. La ética y la moral, de aquellos que te aprecian, a veces son tan extrañas; que pueden llegar a lastimarte.

 

Capítulo uno

 

 

Un ser se encontraba sentado retirado de todos, su cara estaba semi-cubierta por una capucha negra, se encontraba en un bar de mala muerte, el lugar estaba en deplorables condiciones, la música resonaba, las jarras de cerveza y vino chocaban, la gente borracha causaba una pelea por nada. Pasó la vista de nuevo por todo el lugar, parecía que estuviera esperando algo o a alguien. Apagó la vela que estaba encima de la mesa para irse, pero, en eso, llegó alguien que se le sentó al frente.

— Ya pensé que ni venías, hasta tenía la esperanza que un dragón te hubiera devorado.

— Dargor —Le dijo amenazante su compañero.

— ¿Conseguiste algo? —Preguntó sin contemplaciones.

— Oye, cuando menos podrías preguntarme si estoy bien… o tan siquiera decirme ¡hola! —Le expresó con un puchero el recién llegado, sus ojos verdes refulgieron en la oscuridad, cuando se quitó la capa.

— Sé perfectamente que estás bien. ¿Conseguiste algo que nos sirva? —Volvió a preguntar.

— Ummm, siempre has sido un amargado… ¿Qué ganaré yo por decirte la información?

— Un golpe de mi puño si llego a perder la paciencia  —Le amenazó.

— Si me lo pones así, supongo que me dejo de tonterías… no creo poder contigo.

— ¡Di ya! —Le imperó jalándole la oreja.

— ¡Si! Que miedo… mira como tiemblo —Haciendo la pantomima—. Tal vez si no te estuvieras riendo… —Le comentó mientras le bajaba la capucha, descubriendo su cara completamente, unos ojos azules como el océano más puro, una sonrisa se asomaba en su boca mostrando unos dientes blancos, y unos colmillos, algo prominentes. El cabello negro se movió y a la luz de las velas se vieron claros reflejos azulados.

— Bueno, ya… en serio ¿Qué sucedió? —Dijo soltándole y volviendo a su posición inicial.

— No te emociones… ya los bosques no susurran como antes dando información al viento.

— ¿Ajá? —Apuró con fastidio.

— Siguen con el problema de Nekron —Respondió en  un susurro el de cabellos blanquecinos—. Es lo único que pude descubrir, lo siento, esos esbirros —Siguió mientras se recostaba en el respaldar de la silla y cerraba los ojos denotando el cansancio que sentía.

— Nekron ¿Jamás se cansarán?

— Hace ya 5000 mil años de eso Dargor, ¿Por qué insistimos?

— ¿Por qué tal vez la Alianza de Elgard’s anda preocupada?

— Si, y nos mandan a nosotros porque ellos son unos incompetentes ¿no?

— ¡Iras! —Le reprendió el pelinegro. 

— Sí, ya, ya, no te molestes. Vámonos de aquí, no es bueno quedarse en el mismo lugar por tanto tiempo… especialmente por aquellos, tú sabes —Se levantaron de la mesa y salieron a la intemperie, la noche se alzaba oscura, las estrellas y la luna, no aparecieron hoy—. ¿Qué sabes de Lothen? —Preguntó Iras como quien no quiere la cosa.

— No sé nada, desde que fue desterrado por el rey de Acient

— Sí, ajá… querrás decir por Hargor, ¿Qué aún no caen que Philip está bajo el control del muy maldito? —Preguntó con odio impregnado en la voz.

— Lothen prefirió el exilio a pelear con su padre, no importa si estaba o no, poseído por un demonio.

— No estaba poseído por un demonio.

— Como sea Iras, nosotros no somos quien para juzgarlo… te recuerdo que hemos hecho cosas peores, y Él nunca nos critica, así que deberíamos devolverle el favor ¿no? Además, se fue de allí cuando tenía trece años.

— Ahora tiene dieciséis, ¿Cuál es la diferencia? Sigue siendo un niño.

— Y nosotros que no lo dejamos crecer —Le recordó reprochante, mientras se montaba en el caballo, agarró las riendas para mantener un mejor equilibrio, y le acariciaba la cara diciéndole que se calmara, Iras hizo lo mismo con una destreza increíble.

— Aún no me parece.

— Cállate, tú no servirías para padre si aunque te lo propusieras. ¿Qué pasó ahora con Joyce?

— No me evadas el tema.

— No me digas, ¿Te dejó? ¿Con quien te encontró ahora? —Preguntó Dargor, alzando una ceja mientras cabalgaban—. Por cierto, no estoy evadiendo el tema. Ya expuse lo que pensaba, nadie lo va a cambiar, y será mejor no buscarlo hasta que él le de la gana de regresar.

— Con nadie, y ella no me dejó yo la dejé a ella… bueno, no estoy muy de acuerdo, pero, confiamos en tu raciocinio ¿Verdad Gale? —El caballo relinchó en señal de ¿aceptación?

— Si, claro.

— ¿A dónde vamos?

— Pues, tenemos que encontrar información ¿no?

— Por eso mismo ¿A dónde vamos?

— Regresemos a Elgard.

— ¿Para qué? —Preguntó con fastidio.

— ¿A dónde quieres ir hombre de Dios? 

— Vamos a Hargor’s Walls —Dijo mirándole con una sonrisa oscura. Dargor reviró los ojos y pasó a un galopar más rápido dejando a Iras atrás—. ¡Hey! ¿Y nos llamamos compañeros? —El pelinegro hizo correr más al caballo—.  Maldito demonio… —Profirió, tratando de alcanzarlo, la cola que sostenía su cabello se soltó dejando libre su cabello el cual voló con el viento.


— ¿Por qué siempre termino haciendo lo que a ti te da la gana?

— Soy el líder Iras, pésele a quien le pese…

— ¿El líder de qué? —Preguntó mirando a todos lados—. Aquí sólo te veo a ti y a mí.

— Bueno, de esta pareja…

— A Pareja tu madre, Dargor.

—…Yo soy el líder —Terminó ignorando las protestas del peliblanco, el cual bufó mientras el ojiazul volvía a caminar sin prestarle el mínimo de atención.

— ¿Sabías que eres un grandísimo hijo de puta?

— Oye ¿yo me meto con tu madre cada dos por tres? —Preguntó colocando los brazos en la cabeza, y mirando al hombre que estaba a su lado.

— ¿Será porque no tengo?

— ¡Eres un Estúpido con “E” mayúscula Iras!

— Bueno, tal vez yo seré estúpido pero no puedes negar que eres un desgraciado.

— ¡Ja! —Respondió Dargor, pero, cuando volteó.

— ¡Jane! ¡Preciosa! ¿Cómo te ha ido? —El pelinegro, se cubrió la cara con una mano y se adelantó.

— “¿Por qué tengo un amigo tan golfo?” —Se preguntó internamente, mientras trataba de seguir de largo.

— ¡Dargor! —Gritó la mujer. Este trató de adelantarse pero, fue interceptado—. No huyas.

— Jane… hola ¿Cómo te trata la vida? —Dijo tratando de evadirla. Iras, lo miró alzando una ceja y colocando la boca acorde con el gesto.

— Pero, no seas tímido.

— “Quítamela de encima…” —Rogó el ojiazul a un ser inexistente.

— Jane… —Dijo al sentirse algo ignorado.

— Ah, Iras ¿Cómo te ha tratado la vida? —Preguntó carente de sentimiento.

— Pues, no muy bien pero, por lo que veo a ti te ha tratado muy bien.

— ¿Siempre tienes que ir con Dargor? —Dijo con desprecio mientras miraba al ojiazul—. No sabía que fueras del otro lado.

— Escucha, fue un placer hablar contigo, Jane, pero, nos están esperando, si nos disculpas… —Se excusó el hombre llevándose a Iras a rastras el cual empezaba a echar fuego por los ojos, metafóricamente, y sabía que Él molesto, era capaz de asesinarla.

— ¡Me hubieras dejado allí!

— Vamos, que de bastantes ya te ha sacado su alteza Geoffrey. No le des más problemas al pobre de los que tiene.

— Como siempre, defiendes a los otros pero no lo haces conmigo… como a ti todo te sale bien.

— Si todo me saliera bien como dices, no tendría tantos problemas.

— ¡Oh si! ¡Dargor el perfecto! No te hagas el sufrido que no te queda. ¿A dónde vamos ahora su eminencia?

— ¡Lárgate a ver que haces! ¡Imbécil! —Le dijo molesto. Apuró el paso dejándole por enésima vez en la vida, rezagado.

— Vamos, estaba bromeando, Dargor no te molestes… sé que te jode que se burlen con eso, pero… —El otro volteó y Iras se detuvo, cuando el ojiazul te lanzaba esa mirada era mejor dejarlo en paz y quietecito, no hacerlo, era algo malsano. Suspiró algo cansado, iría a su casa mientras que a su querido amigo se le pasaba aquello.


Había llegado a una pequeña colina sin darse cuenta, al otro lado había un acantilado que terminaba en un río atestado de piedras y toda clase de criaturas marinas, miró hacia abajo, flexionó las rodillas y se colocó las manos en los muslos para conseguir equilibrio, y afinó la vista, en ese momento se visualizó perfectamente, como una serpiente algo grande saltó del agua levantando una ola muy grande, para atrapar a un ave que pasaba por allí de causalidad.

Se enderezó y luego puso un pie para empezar a bajar por el acantilado, la tierra se deslizó bajo sus pies, pero, este simplemente escondió sus manos en los bolsillos, y silbó mientras descendía con anormal facilidad. Cuando llegó a tierra plana, se colocó las manos en la cabeza y camino hasta llegar al agua pero ni siquiera allí se detuvo, sino que siguió caminando en la superficie líquida, hasta que llegó a la mitad de la laguna, y se colocó en cuclillas, mientras miraba al fondo. Algo se agitó en el fondo violentamente, y lo mismo que había tragado al pájaro salió de allí pero se estrelló como si el agua tuviera una fuerte capa de hielo.

— Quiero hablar contigo —Dijo Dargor tranquilamente sin dejar de mirar los ojos de la criatura que luchaba por salir de su “prisión” temporal. Un chillido que sería capaz de destruirle el tímpano a un oído sensible resonó. Olfateó en el ambiente acuático.

— The Shadowlord. —Se escuchó como un susurro en el viento. La criatura, la cual carente de su sentido de la vista se estremeció, haciendo que las aguas se enturbiaran.

— Me llamo Dargor —Le dijo omitiendo lo que había dicho.

— ¿Y que quieres saber?

— ¿Nekron? —Soltó de improvisto. Otro chillido se expandió en el ambiente—. Bien, no hablemos de esa cosa tan fea. Ha habido movimientos… inusuales. ¿Qué sabes de eso?

— ¿Qué te hace pensar que te responderé?

— No lo sé, por eso simplemente te estoy preguntando, a lo mejor no sabes nada, si a Iras le está costando lo suyo sacar algo de información…

— Iras… —Siseó aquel dragón-serpiente de agua.

— ¿Si me dices? —Preguntó con fingida inocencia.

— Si conoces a Iras, supongo que no habrá problema… Iras hijo de Arlan —Expresó más para si mismo que para su interlocutor—. ¿Movimientos inusuales? Hargor se mueve… muy rápido y escurridizo, trata de llegar a su señor, el juramento aún sigue en pie. Es como un salvoconducto para no terminar jamás.

— Hargor no tiene poder sobre las legiones.

— Vankar… —Siseó en un susurro aquella criatura al mismo tiempo que huía de allí  y se sumergía en las profundidades inexploradas de aquel lago sin fondo conocido. Suspiró y se fue de allí sopesando lo que ahora sabía, pero, siendo sincero, no quería pensar, ese nombre lo había llevado al pasado, a uno muy remoto al cual no quería regresar.


— ¿Nos mandó a llamar su alteza? —Preguntó Iras arrodillándose antes el rey. Dargor, hizo lo mismo.

— Si… pero, esta vez no es por mí, sino, Nathaniel tiene un mensaje urgente para ustedes.

— ¿Nathaniel? —Preguntó Iras incrédulo levantando la cabeza—. ¿Su alteza que pinta ese aquí?

— ¡Iras! —Le reprendió Dargor bajándole la cabeza.

— Amigos míos, levántense, ustedes no tienen porque arrodillarse ante mí —El peliblanco se fue de precipitado hacía el rey—. ¡Alteza! ¿Qué mala broma nos quiere jugar Nathaniel ahora?

— Por Ancelot Iras, cállate, y déjalo terminar de hablar. 

— Tranquilo Dargor… Ha mandado a su hermana como emisaria.

— Cobarde.

— Menos mal, Iras es capaz de matarlo si tiene la oportunidad —Dijo el ojiazul como quien no quiere la cosa, el rey rió con gracia, mientras cerraba sus ojos miel en el proceso—. ¿Y donde está ella?

— ¿Y después el mujeriego soy yo no? —Preguntó picado.

— Hay una clara diferencia, yo no la estoy buscando para llevarla a la cama —El ojiverde dijo algo que a Dargor le pareció más un ladrido le perro que otra cosa. El rey de Elgard tronó los dedos e inmediatamente un sirviente se acercó, le dijo algo en el oído, este asintió.

— ¡Con permiso de su majestad! —Alzó la voz el Anunciador—. Su beldad, la señorita Grace —Culminó abriendo la puerta, El pelinegro le tuvo que cerrar la boca a Iras cuando la mujer entró, era una rubia de cabello largo ondulado, un vestido blanco caía en su cuerpo como agua. Mientras caminaba sostenía el vestido con una mano, deslizándose como las nubes sobre el cielo.

— ¿Esa es la hermana de Nathaniel? —Preguntó de imprudente el peliblanco, recibiendo un golpe en la cabeza por parte del otro.

— Su eminencia… —Le saludó la mujer haciendo una reverencia.

— Lady Grace —Le respondió el rey—. Ahora, si es tan amable de decirles a los caballeros aquí presentes, su misiva, se lo agradecería.

— Para Lord Dargor, y Lord Iras…

— Por favor, nada de Lord, que de señor tengo lo que Iras tiene de caballero… —Le interrumpió Dargor. El otro gruñó.

— Su Excelsitud Philip ha doblegado al oscuro por unos instantes, diciendo una palabra para luego quedar más apagado que antes.

— ¿Qué dijo? —Preguntó con aprensión el ojiverde.

— Vankar… Mi hermano Nathaniel, como saben mis señores, forman uno de los cinco Elegidos de la Alianza de Elgard’s, y, tomando sus palabras textuales, puesto que desconozco la peligrosidad del nombre: “No es un buen augurio”.

— Creo que ningún nombre de esa índole lo es —Bromeó Iras al ver la cara de Dargor—. ¿Y que se supone que debemos hacer con eso?

— Mi hermano dijo que ustedes, especialmente Lord Dargor… perdón, sabría que hacer…

— Dile a Nathaniel, que ni lo sueñe. Si quería pedir semejante cosa cuando menos hubiera optado por ser de cuerpo presente, y ya que ni se le ocurra hacerlo, para eso tiene bastantes marionetas, además, ya estamos bastante ocupados.

— Enserio, ese hombre no tiene el menor descaro y todo lo hace con la mayor desfachatez del mundo ¿Quién en Elgard no sabe que Dargor tiene una protección contra las mujeres? ¿Más bien que les huye? —Expresó en tono satírico Iras, ganándose el asentimiento del rey y otros cortesanos.

— ¿Entonces My Lords? ¿Qué le tengo que llevar a mi querido hermano?

— ¿Qué si está loco? —Empezó el ojiverde—. Dargor no haría eso ni por todo el oro del mundo, cortó hace demasiado tiempo la comunicación, sin contar el exilio, pregúntale ¿Qué que se anda fumando? Y luego, dile que no nos trate de manipular que valle a joder a otro. A sí, y que aún sigue siendo el mismo… —El ojiazul le tapó la boca.

— Disculpe este lenguaje tan ofensivo para una dama, solamente dígale, si desea todo lo que dijo este mal hablado, pero, que no puedo hacer tal cosa…

— Como ustedes deseen, ahora, con permiso, los dejo para que sigan en sus asuntos. Su Alteza —Dijo volviendo a inclinarse—.Mi señor —Inclinación—. Dargor —Inclinación.

— Te pasas… —Le dijo soltándole luego que esta se fue.

— ¡Vamos! Es Nathaniel. Se merece eso y más.

— Es su hermana, además, es una señorita, ¡cerdo!

— Bueno, ya lo pasado atrás… ¿Desearían acompañarme en mi almuerzo?

— Sería un gran honor para nosotros su Alteza… —Le respondió el pelinegro, haciendo una reverencia.

— Geoffrey, para comer estará bien, Dargor —El hombre se levantó, mientras los guiaba, hacía el comedor principal.

— Como quiera Geoffrey, por cierto, ¿Es cierto eso que oí? —Comentó mientras se sentaba a la derecha del Rey, e Iras a la izquierda.

— ¿Qué será eso mi estimado?

— Lo más seguro un chisme que nunca tiene ni base ni fundamento —Le advirtió el ojiverde—. Dargor, no es capaz de distinguir un chisme de un cuento.

— ¿Por qué tienes que ser tan inoportuno?

— Porque es la verdad mí preciado amigo.

— Ahora sé la estima que me tienes… pero, ¿Es cierto que van a exiliar a tres personas?

— Es cierto.

— ¿Y eso?

— Al pueblo no le puedo decir la verdad, he descubierto que son demonios que vienen a espiarme… tienen que ser expulsados.

— Hargor… ya me decía cuanto iba a tardar en tratar de meterse en Elgard —Opinó Iras, cortando el pavo con el cuchillo como si fuera el famoso Hargor—. ¿Ayuda? —Le preguntó.

— Oriel, mandará dos guardianes que se encargarán de eso —Dijo el Rey tomando vino de una copa de oro.

— Pero, mira quien se ofreció a sacar la escoria —Dijo el peliblanco ácidamente y el pelinegro carraspeó. Y luego lo disimuló metiéndose algo de comida en la boca—. Cállate Dargor.

— ¿Yo dije algo? —Le cuestionó mirándole—. Vamos, ¿no me digas que aún estás molesto?

— No estoy molesto, ¿Yo? ¿Molesto por ella? Por Dios, Dargor, aún conservo mi dignidad ¿Sabes?

— Uju —Dijo el rey disimuladamente, como quien no quiere la cosa. El ojiazul mal disimuló la risa con otro carraspeo.

— ¡ESTO ES UN MALDITO COMPLOT!

— Tranquilo Iras… soy tu mejor amigo.

— Te juro, que no sé para que me busco enemigos…

¡Lord Gilbert a arribado al palacio real! —Anunciaron—. ¡Requiere la presencia del Rey inmediatamente!

— Bueno, mis amigos, el deber llama…

— Sí, nosotros tenemos que hacer algunas cosas. Gracias por el ameno almuerzo.

— Todo, lo contrario, son una excelente compañía.


— ¿Puedo saber que tenemos que hacer? —Le preguntó en un susurro.

— Recoger unas cosas —Le dijo sencillamente a su amigo, mientras caminaban hacía los establos para recoger a sus caballos.

— ¿Unas cosas?

— Ya verás.

— Dargor —Le dijo amenazante.

— Si quieres no vengas, puedo yo sólo.

— ¿Qué hora es?

— Deben ser como las cuatro…

— Tú y tu sentido del tiempo Dargor.

— Bueno, a falta de reloj de arena, hay que ubicarse con el sol —Le dijo señalándole el sol el cual estaba empezando a ponerse—. Tal vez si hubieras prestado atención cuando nos trataban de enseñar.

— ¿Yo prestar atención a una clase? Si claro…

— Bueno, entonces, ve como le haces para saber la hora.

— Compraré un reloj de sol.

— Como quieras.  

— Bueno, tengo… me iré a preparar para recibir con galas el viernes por la noche.

— ¿Por qué somos amigos? —Le preguntó sin entender.

— El destino es caprichoso amigo —Le dijo solemne poniéndole una mano en la espalda—. Cuando quieras beber cerveza, y estar con mujeres, avísame…

— No puedo contigo —Expresó subiéndose al caballo—. ¡Ia! —Y salió de allí luego de haberse despedido de Iras.


— Señor Dargor, pensé que no iba a venir… —Dijo un anciano que se apoyaba en un bastón.

— Lo lamento, pero, la circunstancia no me permitieron estar aquí más temprano ¿Tienes el encargo?

— Esta vez debes administrarlo mejor… tiene que durarte más de tres años…

— Lo sé, perdón, pero es que en ese tiempo se necesitó demasiado.

— Ten hijo —Le dijo el anciano, cediéndole un paquete envuelto en una tela marrón—. También te tengo esto —Dijo colocándole una cajita encima del otro paquete—. Y si me podría hacer el favor de entregarle esto al señor Humberto —Colocándole un último paquete envuelto en la misma tela, pero, estaba vez parecía que portaba una espada. ¿Puedes?

— Claro… —Le dijo tambaleándose un poco por todo el peso—. Bueno, entonces, yo me iré para terminar con esto lo más pronto.


— ¿Señor Humberto? —Llamó el ojiazul a la puerta—. ¡Señor! Soy Dargor, su vecino… bueno, lo soy de vez en cuando. ¿Está alguien allí?  —Preguntó cuando tocó la perilla esta estaba abierta. Entró con cuidado, y dejó el encargo encima de una mesa—. ¿Señor? ¿Está en casa? —Subió las escaleras, y cuando entró en el cuarto vio que había alguien en la cama la cual estaba totalmente des tendida—. Que desastre —Se acercó la cama y lo que allí había era un hombre muerto, se acercó y le colocó un dedo en la yugular para ver su pulso, nada; este era inexistente. Acercó su cara un poco más al cadáver.

Olfateó un aroma extraño, el cuerpo no debía tener más de una hora, muerto, puso una mano en la cama, todo estaba demasiado callado un poco se luz se colaba por la ventana semiabierta, miró de nuevo a la cara, y algo lo agarró por el cuello de improvisto. Dargor, agarró la mano que lo sostenía tratando de respirar en el proceso, estaba forcejeando, cuando, en eso el ojiazul perdió el equilibrio cayendo al piso, llevándose en el proceso al zombi, le cayó encima.

— ¡Agrh! ¿Por qué a mí? —Preguntó quitándoselo de encima con muchas dificultades, y salió corriendo del cuarto, con el muerto pisándole los talones, entró donde había dejado el encargo, y lo agarró, sacándolo de su envoltura, como había supuesto era una espada, la empuñó, y antes de que el zombi pudiera hacerle nada más, le enterró la espada en la mitad del estómago; la enterró un poco más, tenía los ojos cerrados, cuando paró el forcejeo, sacó la espada toda llena de sangre, y el cuerpo cayó sin vida en el piso en un golpe seco, Dargor se puso de cuclillas, aún con la espada en la mano. Agarró con la libre la camisa, y la abrió. La espada cayó, el pecho estaba marcado en negro; ese sello pertenecía solamente a un ser, se levantó, con ganas de querer vomitar, se llevó una mano a la boca, la cual estaba manchada de sangre. Cerró los ojos fuertemente, y se quitó la mano de la cara.

Salió corriendo sin saber a donde iba, solamente sabía que tenía que huir, todo se a galopaba en su mente.

¡Eres un traidor! ¡No te atrevas a regresar!

¡Malsano! ¡Un descarriado! Muchos ojos lo miraban acusadores, sólo quería escapar de todas aquellas miradas—. ¿Como se atreve aún a estar aquí, aun después de haber dicho semejantes blasfemias?

— ¡Dargor! —Le llamó alguien sosteniéndole fuertemente—. ¡Despierta! —Este dejó de forcejear.

— ¿Dónde estoy? —Preguntó preocupado.

— En lugar donde no puedas destruir nada…

— ¿Iras?

— No, El Rey Arturo y ya te voy a presentar a los caballeros de la mesa redonda. 

— Mi cabeza.

— ¿Qué te sucedió? —Preguntó ya dejando todo tono de burla.

— No estoy muy claro… sólo sé que estaba llevándole un encargo a mi vecino… y luego un cadáver viviente me atacó… ¡Un zombi! Cuando logré detenerlo… vi el sello... —Pero allí se estancó mirando a la nada.

— ¿¿De qué?? ¡Dargor! Joder, ¡Reacciona! ¿Qué viste luego del Zombi?

— Su signo… ese círculo lo podría reconocer hasta en los confines más remotos de la tierra.

— ¿Qué? ¿Vankar? —Dargor se volvió a desmayar—. Perfecto, él siempre tiene que llegar a arruinarlo todo…     

TBC


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