Jongin se levantaba siempre a la misma hora, tomaba té reutilizando la misma bolsa de los últimos cuatro días mientras observaba a los pequeños seres que caminaban apresurados a sus trabajos en medio de la suave lluvia.
El día era sombrío y muy helado, perfecto para salir a caminar.
Se vistió con sus acostumbradas prendas negras y tomó su grueso abrigo gris junto a su sombrero de copa, salió del viejo departamento revisando si en su bolsillo llevaba su libreta de garabatos y sus cigarros baratos.
Esperó impacientemente el ascensor, la lluvia lo aguardaba, un sin fin de cosas podrían salir de aquellas gotas que caían sin parar y él necesitaba verlas, debía empaparse con aquel espectáculo, presentía que hoy la inspiración para terminar ese cuadro llegaría y la lentitud del viejo ascensor no ayudaba.
Presionó repetidamente el botón de ascenso y solo se detuvo cuando escuchó un par de voces aproximarse provenientes del viejo ascensor que subía apenas.
—Por Dios, ¿no pudiste encontrar algo más bizarro? — dijo una voz, insultando el alma de aquel edificio.
—Basta, tiene su encanto— le dijo otra voz y Jongin no pudo evitar esbozar una sonrisa. Esa pequeña voz tenía razón, aquel feo y olvidado edificio, tenía su historia y una muy bella.
— ¿Cuál? hay moho por todos lados, sin mencionar lo descuidado que está— continuó la otra voz ganándose su odio.
— ¿Quieres callarte? interrumpes la tranquilidad del lugar
—Tks
Esa voz sabía de lo que hablaba, le caía bien a pesar de no conocerle. Podría jurar quizás que era un nuevo inquilino, su dulce voz no la había escuchado nunca y él reconocía a todos allí, sus aromas, sus voces, incluso sus pasos al caminar, hasta había memorizado las curvas de sus cuerpos que luego dibujó en secreto.
Es que Jongin amaba las formas, los trazos y las composiciones del cuerpo, de las reacciones que tenían con la naturaleza, con sus pasiones y tristezas, él era un enamorado de la esencia de las personas, de ese “ser” escondido en todos, que se niega tercamente pero que brilla sin que te des cuenta.
Puede que se considere un experto en identificarlo, solo bastaba con mirar a los ojos y la imagen de esa persona haciendo lo que me más le encanta se proyectaba en su cabeza y una vez que aparecía, no podía quedarse tranquilo hasta retratarles. Muchos le han considerado un acosador, otros se han sentido insultados pero estaba muy seguro que todas esas personas que han recibido sus pinturas, sienten un gran peso en su interior y se lamentan por no haber sido más audaces y fieles consigo mismos. Y Jongin, consideraba que ese era su verdadero arte.
Cuando el ascensor anunció su llegada, Jongin alzó su mirada hacia las dos figuras que traía consigo la vieja caja percatándose que había encontrado su nueva obsesión, una nueva forma y un nuevo arte al cual admirar no tan secretamente.
—Buenos días— saludó la voz que provenía de un pequeño cuerpo que cualquiera podría confundirlo como un ser pasivo y tierno pero que su mirada dominante y sensual demostraba el conflicto interno que vivía y que ansiaba que le ayudasen a resolver.
—Buenas— respondió haciéndose a un lado para darles vía libre y fijarse mejor en el tambaleo seco de aquel cuerpo y de su aroma tan peculiar.
Debía admitir que tenía algo misterioso y que con la lluvia se encargarían de descifrar.
—¿En serio no pudiste escoger un mejor lugar? Ese tipo luce como un asesino…— escuchó decir al otro joven mientras el ascensor descendía.
—Luhan, cállate…— murmuró algo hiperventilado.