Jongin sabía que la obsesión por su nuevo vecino estaba traspasando el ámbito artístico, cada vez era más conscientes que sus miradas hacia el más bajo no tenían nada que ver con el perfeccionismo que le caracterizaba, porque ya había terminado un sinfín de bosquejos de él, sino porque realmente necesitaba hacerlo.
Ya no bastaba salir solo los días de lluvia, ahora incluso salía temprano por la mañana cuando el hombre dejaba su apartamento con su ropa deportiva para trotar y luego de comprar un té negro se devolvía cobardemente para meterse en la cama y seguir con sus apreciadas horas de sueño con una agradable sensación.
Ese hombre le intrigaba tanto como los nuevos colores que ocupaba desde que le conoció, tonalidades marrones y azules son las que predominaban en el rincón del bastidor de su última pintura y que sabía que estaban influenciadas por su presencia. Los colores eran fuertes pero sensibles, cálidos pero salvajes… era una mezcla sin punto medio y eso le inquietaba, no había algo certero que encasillara la personalidad de su vecino de al frente, porque cada vez que pensaba en un concepto, dos términos completamente opuesto venían a su mente y le desquiciaba la idea de afirmar que ambos le definían bastante bien.
Por eso necesitaba hablar largo y tendido con él, para apaciguar sus ansiedades y sus fantasías y si tenía suerte quizás podría seguir durmiendo hasta tarde, solo deseaba definirle para que sus emociones se calmaran un poco.
Y un día luego de ir de compras, su anhelada oportunidad apareció.
—Hola, Jongin
—Buenas, señor Choi— saludó Jongin al conserje.
—Supongo que has visto a tu nuevo vecino
—Claro que sí
—Por esa sonrisa, adivino que te agrada mucho
—Supone bien— reafirmó ampliando su sonrisa.
—Me alegro, estaba preocupado al principio pensaba que alguien tan joven y activo te causaría problemas, pero según otros inquilinos es bastante callado y educado
—Sinceramente no tengo quejas de él, apenas se siente por el pasillo— era cierto a veces debía ir detrás de él para alcanzarlo en el ascensor.
—Qué alivio— exclamó sacando algo debajo del mesón— entonces, ¿no te molestaría si te pidiera que le llevaras su correspondencia? — preguntó dejando una gran caja enfrente de él.
Jongin solo sonrió por la forma que ese viejo anciano se libraba de hacer sus obligaciones pero aceptó sutilmente sabiendo que de hacerlo sería beneficioso para él.
Subió hasta su piso con la gran caja sobre sus manos mientras sus compras se tambaleaban en una de sus manos, al estar frente la puerta del muchacho se las arregló para golpear suavemente y esperó.
—Oh, hey — le saludó sorprendido de verlo en su pórtico.
—Hola, el conserje me ha pedido que te suba esto— explicó notando su nerviosismo.
—Claro, pasa y déjalo en la mesa— le ordenó amistosamente haciéndose a un lado para que ingresara a su morada.
Jongin sabía que era lo que cualquier persona haría pero presentía que su vecino quería mostrarle más de él con esa invitación. Y no pudo hacer más que observar su alrededor con placer.
El joven era extremadamente limpio y organizado, los colores, las gavetas, las formas, todo estaba perfectamente distribuido en aquel viejo departamento, se sentía como un mundo totalmente nuevo y misterioso, el cual debía ser muy cuidadoso y certero si quería llegar hasta él. La imagen de aquel departamento demostraba parte de su interior y nuevamente tenía dos opciones, podría irse por la forma tradicional y seguir una serie de pasos previamente estipulados para llegar a su meta o solo podía observar su alrededor escoger la sección adecuada, quizás hasta al azar y tendría lo que quería.
¿Pero cuál de las dos era la mejor opción?
—Según mis amigos soy un obsesivo-compulsivo— murmuró entre avergonzado y orgulloso por cómo estaba distribuido y decorado su departamento.
—Es magnífico— sentenció fascinado— En toda mi vida, lo único que he podido conseguir, es separar mis óleo por tonalidades, aunque si los ves tú te parecería un desastre
—¿Óleos? ¿Eres pintor? — interrogó curioso.
—Artista— corrigió alzando su bolsa plástica llena de tubos de colores.
—Sabía que estabas relacionado con las artes, aunque Luhan sigue insistiendo en que eres un acosador— comentó con confianza aunque se arrepintió cuando mencionó lo último— lo siento… sé que no lo eres, es solo que no deja-
—Descuida, debe ser por mi forma de vestir— bromeó, sin embargo sabía de sobra que era por la forma que lo miraba— aunque no es la primera vez que me lo dicen— sonrió contagiándole.
—Así que artista, que interesante… me gustaría ver tu trabajo— confesó mordiendo su labio inferior con impaciencia.
—Podrás, muy pronto— habló enterrando sus manos en sus bolsillos, necesitaba algo que las sujetase porque le urgía tocar sus mejillas— tendré una exposición dentro de poco en la galería que está en la plaza, puedes pasarte si gustas
—Claro, allí estaré— aseguró atrapando sus dedos con su otra mano mientras las apretabas sin dejar de sonreír.
—¿Y qué hay de ti?
—¿Disculpa? — preguntó sin comprender.
—¿A qué te dedicas?
—Soy arquitecto… estoy en medio de un proyecto…— apuntó a su mesa de trabajo que estaba en fondo de la sala.
—Genial— halagó notando como un gesto en negativa se reflejaba en su rostro, era obvio que no lo disfrutaba y suponía que lo suyo iba por otro lado— bueno, no te quito más tiempo entonces-
—No te preocupes, no estaba haciendo nada— corrigió— pero supongo que tú debes estar muy ocupado… —murmuró
Ante ese arrebato Jongin se percató que él no quería que siguiera los pasos tradicionales y no pudo negar que eso le encantaba, daba igual el orden o la forma él quería llegar a ese algo.
Con ese impulso sentía que le respondido que prefería que abriese gaveta por gaveta y descubrir cosas a su antojo.
—¿Te parece si me ayudas a ordenar mis óleos? — preguntó sabiendo que era un estúpido pero tenerlo en su territorio, en la representación gráfica de su interior, haría que ambos encontrasen el punto medio para descubrirse y quizás para comenzar algo más.