Porque para reo, Akashi era su todo, era la persona más hermosa y con gracia a sus ojos, y pues ¿Qué opinaba Sei-chan al respecto de su relación?, la respuesta era fácil
–Nuestro amor es absoluto–menciono en voz alta.
– ¿Reo, quién es absoluto? –cuestiono Akashi, con una toalla alrededor de su cintura.
– ¡Sei-chan! –chillé emocionado ¡oh dios! definitivamente su Sei-chan lo estaba provocando al presentarse así ante él, se veía tan exquisito, tan deseable y apetitoso, las pequeñas y resbalosas gotas que caían sin pudor alguno por el cuerpo recién duchado del otro, definitivamente era un deleite para sus ojos.
– ¿Me…estás provocando verdad? –me mordí el labio inferior y jadee, mierda, me estaba poniendo duro y eso era malo, ya que si su amado pelirrojo no tenía ganas, era capaz de dejarlo con tremenda erección.
Akashi lo analizo y vio la nada discreta erección que Mibuchi llevaba consigo así que decidió tantear terreno.
– ¿Y si así fuera qué? –respondió con una sonrisa coqueta en sus delgados y rosados labios, mientras me daba la espalda para cerrar las cortinas.
Sonreí satisfecho, dí unos cuantos pasos y me posé atrás del apetecible trasero de mi emperador rozando descaradamente nuestros cuerpos, Akashi gimió por la placentera fricción recibida.
– Sei-chan...no juegues con fuego que te puedes quemar –ronroneé quedamente en la oreja del más bajo. Akashi miró por el rabillo del ojo, como el miembro del contrario se friccionaba contra sus nalgas tan solo cubiertas por una delgada toalla blanca.
– Púes tomaré el riesgo –y esa corta frase lo decidió todo a su favor.
– ¡Oh sei-chan! –lo giré y besé con lujuria contenida, el sonido insano de sus bocas y lenguas chocar resonaba por toda la habitación. Sin dejar de lado esa pelea de dominio en sus bocas, se dirigieron con dificultades al mullido colchón en dónde cayeron estrepitosamente, Akashi quedó abajo y sin nada que oculte su desnudes, Mibuchi se deleitaba con la erótica imagen que le regalaba su amante, sus mejillas sonrojadas, sus perfectos labios entre abiertos que dejaban escapar pequeños jadeos, sus delicadas manos que intentaban ocultar su obvia erección, todo eso en conjunto sabía que eran su perdición.
Sin más rodeos besé su blanquecino cuello, en dónde repartí lamidas y mordidas, mis manos pellizcaban habilidosamente sus pezones. Akashi solo podía removerse y gemir en respuesta a las estimulaciones que recibía.
– Reo...te quiero dentro... –solté una pequeña risita e hice caso a lo dicho por Sei-chan y sin previo aviso metí un dedo en su interior, estaba todo caliente y húmedo, así que logré meter un segundo dedo sin problemas, los movía en forma de tijera, abriendo y expandiendo lo más que podía ese pequeño agujero que pedía a gritos sordos ser profanado.
– Sei...chan...lo voy a poner dentro –mencioné recibiendo un asentimiento. Retiré mis dedos del húmedo lugar y abrí las piernas de mí amado lo más que pude, la vista era magnifica, todo de él lo era a decir verdad. Coloque la punta de mí ya hinchado pene, del cual ya salían unas pequeñas gotas de pre-semen, en la palpitante entrada del más bajo. Logré meter toda la extensión, y sin preámbulos comencé las salvajes embestidas, podía sentir cómo mi miembro era engullido por la estrecha entrada.
– Sei-chan...me aprietas – jadeé extasiado.
– ¡R-eo...más fuerte! –solté una risita, Seijūrō se arrepentiría, definitivamente lo haría, pues esa noche no lo dejaría descansa.
– Seijūrō date la vuelta, quiero que expongas tu entrada – ordené con voz gutural al dejar su interior.
Akashi cegado por la falta de contacto hizo lo que demandó reo, alzó su trasero, exponiendo su nada pudorosa entrada.
Mi pene dio un brinco y de una estocada me hundí en él, nuestros cuerpos hacían una perfecta sinfonía.
Akashi se sostenía débilmente por sus codos. Las embestidas eran bruscas en toda la extensión de la palabra, entraba y salía con rapidez del pequeño cuerpo, tratada de encontrar ese punto dulce que hacía a su Sei-chan rogar por más.
– ¡Ahí! –bingo, lo había encontrado. Lo agarre fuerte de sus caderas, de seguro dejaría marcas, tratando de siempre golpear ese punto exacto que hacía ver estrellas a su emperador; sentí cómo el cuerpo de Seijūrō se contrajo avisando así que el orgasmo lo estaba alcanzando.
– Seijūrō…al mismo tiempo –mencioné entre jadeos aumentando la velocidad de las embestidas.
– ¡Reo lléname con tú..Ahh! –no logro completar la oración, su cuerpo no resistió más.
Dio un fuerte alarido y se corrió manchando así la sábana blanca con su esencia.
Lo acompañe tras arremeter un par de veces contra su cuerpo tembloroso, liberé todo mi esperma, llenándolo por completo.
Salí de él y vi cómo mi semen salía a chorros de la pequeña entrada, me recosté a su lado exhausto.
Esa había sido una buena sesión de sexo, pues el no haberse tocado durante unas semanas lo había dejado con un mal sabor en la boca, hasta hoy.
– Reo...eso fue increíble –susurro el pelirrojo-
– Hay que repetirlo sei-chan –canturreo feliz mientras sus brazos rodeaban a un exhausto Akashi.
– De acuerdo - río suavemente.
– Aw ¡sei-chan eres el mejor!–elogio reo.
Akashi junto sus labios en un beso cálido, que demostraba todo el amor que sentía hacia Reo.
Sí, definitivamente no había nadie mejor que su pequeño emperador, puede que sea un poco especial debido a su carácter, pero eso no era un impedimento para no poder estar juntos.