Tatsuya tomo su escudo y se dirigió hacia las tropas donde le habían asignado, otra vez con el alma hecha un nudo, otra vez en batalla no podría defender a su amado, otra vez que Shun era mandado con las otras tropas.
La estrategia de batalla de su general era en sí muy buena, atacaban al enemigo por ambos lados, unos al norte, otros al sur, o en su defecto los emboscaban desde el este y el oeste, rodear a sus enemigos erala mejor manera de asegurar victoria en la guerra. Sin embargo en este escenario tan hostil como lo era el campo de batalla Tatsuya había encontrado el verdadero amor, se había enamorado de Shun un joven de hermoso cuerpo proporcionado y bellos ojos; y no solo se había enamorado aún mejor era correspondido.
A lo largo de esos años peleando su amor había crecido siendo bendecidos por los dioses del olimpo, pues su amor era sincero.
Fue entonces que sucedió, su general los separó en batalla, si querían volver a verse después de un enfrentamiento primero tendrían que derrotar al enemigo. Tatsuya consideraba aquel acto como algo cruel, separar a dos amantes, sin en cambio luchas batalla tras batalla y vencer solo para reencontrarse con su amado había hecho que ese amor se fortaleciera.
-¡Preparen que pronto saldremos!
Quedaban solo minutos para comenzar la marcha hacia el próximo enemigo, Tatsuya rompió formación y corrió hacia la tropa contraria buscando entre los soldados al objeto de su amor, apenas lo encontró Shun fue a sus brazos y se besaron tiernamente. A su alrededor todos se encontraba enajenados compartiendo un momento con sus amores. Podía ser la última vez que se vieran si es que no lograban librar aquella batalla.
-Se fuerte Shun, nos veremos después del enfrentamiento.
-Tu igual amor mío, lucha con fuerza y valentía que a nuestro encuentro te lo compensare.
Se besaron por última vez antes de regresar a la formación para partir al campo de batalla.
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La batalla fue dura y devastadora, hubo muchos heridos y aún más muertos; aquel par de amantes murieron esa noche. Ambos fueron valientes, la musa Clío cantaría sus proezas y Afrodita los bendijo dejando que aun moribundos en el campo se encontraran, se lanzaran a los brazos del otro y compartieran su último aliento en forma de beso.
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Unos cientos de años después, aun cuando ya nadie creía en los grandes del olimpo, cuando el cristianismo había conquistado gran parte de todos los poblados del mundo, cuando ya incluso la viva vena del catolicismo se extinguía para dar paso a una era más científica y pensadora. Los dioses demostraron benevolencia dejando que aquellos amantes que hacía mucho habían dado su vida en batalla, volviesen al mundo mortal. Cada uno en un extremo contrario del mundo con una mínima posibilidad de conocerse en su nueva vida.
Sin embargo no hay quien pueda contra el destino y menos cuando se trata de almas unidas, pues nuevamente en una batalla se encontraron, una de la que no dependía su vida, un juego, un partido, un torneo, un encuentro en el invierno disputándose un balón.