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Pasteles por sunako_1

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Notas del fanfic:

Los personajes del manga/anime "Kuroko no basuke" no me pertenecen, son propiedad de Tadatoshi Fujimaki-sensei

Notas del capitulo:

hola a todos y todas~

hoy ya es 9 de octubre y es el cumpleaños de mi amado hada de las golosinas, así que decidí hacer un one shot de esta pareja para celebrarlo

espero les guste

Aquel niño de cabello y ojos violetas que apenas tenía diez años, mientras caminaba hacia la escuela, se detuvo para admirar unos pastelitos recién horneados que un pastelero ponía tras la vidriera de la tienda que estaba abriendo para empezar a recibir clientes. Los observaba con detenimiento hasta que uno adornados con uvas y una flor rosa llamó su atención –“Ese se ve muy rico”- pensó y metió sus pequeñas manos dentro de los bolsillos de sus pantalones para ver cuanto dinero tenía. Sacó unas cuantas monedas y suspiró decepcionado al darse cuenta que no le alcanzaba.

-¿Cuál quieres?- levantó la mirada al escuchar una voz profunda y se encontró con un hombre de cabello castaño que lo miraba interesado.

-Quiero ese, pero no me alcanza- apuntó el pastelito mientras hablaba triste.

El hombre se fijó bien cual era y lo sacó para ponerlo en una cajita de cartón pequeña de color verde con el nombre de la tienda en la parte de abajo de uno de los lados –Toma- se la ofreció y el pelivioleta la tomó sorprendido –Gracias por su compra-

-Pero no me alcanza…-

-Esta es una venta especial porque eres mi primer cliente, así que tienes un cien por ciento de descuento. Pero solo por hoy ¿Bueno?-

El pelivioleta sonrió alegremente -¡Muchas gracias! ¡Lo comeré en el almuerzo!- hizo una reverencia en forma de despedía y siguió su camino a la escuela.

El pastelero sonreía mirando al pequeño que caminaba con cuidado para que no se le cayera ni deformara y después volvió a entrar a la tienda para seguir ordenando.

Desde ese día, el pelivioleta les pedía dinero a sus padres y pasaba a la misma hora por la tienda para comprar algún pastelito que llamara su atención. Cada mañana iba feliz al colegio mientras caminaba con cuidado para que no se estropearan ni un poco y los cuidaba celosamente hasta la hora de almuerzo donde no lo compartía aunque le pidieran. Adoraba el sabor de los pastelitos que compraba en ese lugar y también la sonrisa del hombre que lo atendía diariamente.

El tiempo pasó y ya había pasado mas de un año desde el primer día que probó los pastelitos, pero esa mañana cuando llegó a la tienda, se encontró con un papel pegado en la puerta que decía "Gracias a todos los buenos clientes que mi padre hizo durante este tiempo, fue muy feliz viendo sus sonrisas" y bajo ese tierno agradecimiento, habían solo tres palabras que hicieron que los ojos violeta se aguaran y corriera de vuelta a su casa para abrazar a su madre mientras lloraba… "Cerrado por duelo"

El niño lloró mucho mientras su madre lo intentaba consolar –Tranquilo Atsushi. Ahora él está en el cielo- apretaba la ropa de la mujer con sus pequeñas manos sin poder detenerse –Atsushi, debes recordar todo este tiempo con cariño-

-Pe… pero ya no… ya no…- escondía la cara intentando que el llanto se detuviera. La mujer solo pudo abrazarlo mas fuerte hasta que se quedó dormido entre sus brazos.

Al otro día y los días que le siguieron, siempre que pasaba fuera de la tienda, se quedaba unos segundos frente a la puerta esperando. No sabía que esperaba, pero su ingenua esperanza infantil, le decía que lo hiciera.

Una mañana mientras miraba la puerta, un niño pelinegro se le acercó tirándole despacio la manga del uniforme. Los ojos violetas se posaron sobre el niño que tímidamente le ofreció una cajita de cartón pequeña de color verde con un adorno celeste en un lado. El pelivioleta la aceptó sin saber de que se trataba y al abrirla, pudo ver el mismo pastel adornado con uvas y una flor rosa que el amable pastelero le había regalado. Sus hermosos ojos brillaron mientras levantaba la vista para ver otra vez al niño y hacerle muchas preguntas, pero solo se encontró con el paisaje frente a él.

Después de eso, el pelivioleta dejó de ir por ese camino por culpa de que su tiempo se cortó gracias a que entró al duro y exigente club de baloncesto de su escuela. Los cuatro años pasaron y entró a la preparatoria Yosen y su ruta era muy alejada de aquella pequeña tienda que ahora era una panadería.

Después de que el campeonato de invierno terminara, todos los equipos donde estaban sus amigos se volvieron bastante unidos y se juntaban regularmente para jugar baloncesto callejero, o partidos de práctica, o simplemente para pasar el rato.

Aquel día, los equipos Yosen, Seirin y Too se juntaron para unos partidos de practica.

-¿Qué quieres de regalo Atsushi?- le preguntó su compañero de cabello azabache y ojos grises mientras salían del camarín con el uniforme puesto.

-Golosinas- respondía sin interés mientras comía unos palitos de chocolates.

-Murasakibara-kun, debes pedir otra cosa- habló el chico de cabello y ojos celeste que salía junto a ellos –Ya que es tu cumpleaños, puedes tener lo que quieras-

-Quiero papas fritas-

Ambos chicos suspiraron y al escucharlos, el alto chico de cabello y ojos rojos junto al alto moreno de cabello y ojos azules se les acercaron -¿Qué pasa Tatsuya?- preguntó el pelirojo que se puso al lado del azabache. Todos se detuvieron fuera del gimnasio.

-Mañana es el cumpleaños de Atsushi y no sabe que quiere de regalo- suspiró otra vez.

-Oooooh… ¿Y le harán una fiesta?- por la pregunta, se ganó la mirada de los cuatro chicos -¿Qué?-

-No lo había pensado- dijo el peliceste que después cruzó miradas con el azabache.

Mientras seguían conversando, los demás integrantes de los equipos se acercaron y, cuando les dijeron sobre la fiesta, se pusieron a hacer planes ignorando al pelivioleta que no le gustaba la idea.

Entre todo el escándalo, sintió un par de ojos sobre él y se encontró con un iris negro que lo observaba intensamente. Movió la cabeza mostrando que no entendía por que lo miraba así, pero el otro siguió mirándolo –“¿Por qué sigue mirándome tanto?”- después de unos segundos, decidió acercarse para preguntarle directamente, pero los amigos de ambos se los llevaron porque ya todos estaba listos para irse. En todo el camino hacia Akita, siguió preguntándose el por qué aquel chico alto de cabello y ojos negros lo miró así, pero no se le ocurría ninguna respuesta.

Se quedó la noche en vela por culpa de sus pensamientos y cuando por fin pudo quedarse dormido, llegó su amigo azabache para despertarlo y llevarlo a Tokio. El lugar donde se haría la fiesta era la casa del alto castaño de Seirin que la ofreció porque sus abuelos saldrían a un paseo por una semana. Salió a regañadientes de la cama y tomaron el tren donde aprovecho para dormir un rato.

Al llegar al lugar, los recibieron el capitán pelinegro con gafas y la entrenadora castaña. Entraron directo al patio donde estaban puestas varias mesas. El alto pelirojo, el alto pelinegro y el pequeño chico castaño que se disculpaba por todo fueron los encargados de preparar la comida que todos disfrutaron. Y entre juegos, música, peleas y risas pasó el día.

-¡Aquí vienen los pasteles!- decían alegres el alto castaño y el moreno que salían llevando, cada uno, un gran pastel que pusieron sobre la mesa mas grande al lado de los regalos que eran para el cumpleañero.

El pelivioleta se les acercó al escuchar la palabra pastel, pero al verlos, sus ojos violetas se abrieron asombrados e incrédulos. Aquellos bellos pasteles adornado con uvas y varias flores rosa, eran una versión en grande del que el amable pastelero y después aquel niño de cabello negro, le habían regalado -¿Qui… quien los hizo?- preguntó sin poder creer lo que veía.

-¿Eh? Los hizo Mitobe. Le quedaron perfectos ¿Cierto?- dijo orgulloso el castaño con cara de gato como si los hubiera hecho él.

-¿Mitobe?- lo miró -¿Dónde está?-

-Se devolvió a la cocina porque se les olvidaron las velas- habló el pelirojo que traía varios platos y un cuchillo -¿Por qué…? ¡Espera!-

El pelivioleta salió corriendo hacia la cocina. Cuando lo encontró, el pelinegro se asustó un poco al verlo.

-Tú… Tú eres el niño que me dio el pastel frente a la tienda ¿Verdad?- el pelinegro se sorprendió ante la pregunta y después asintió con la cabeza -¿Por qué me lo diste?- 

Movió los labios aun dudoso, pero ante la anhelante mirada del más alto decidió hablar –E… el pastelero de ese lugar era mi padre. Él murió de un ataque al corazón- el pelivioleta se le acercó –Mi padre me hablaba todos los días sobre sus clientes y… en especial sobre un niño de cabello violeta que compraba un pastel todas las mañanas-

-¿Pero por que me diste ese pastel?-

-… Porque…. pensé que aquel niño estaría triste…-

El pelivioleta lo abrazó mientras unas lágrimas salieron al recordar todos esos deliciosos sabores que llenaban sus papilas gustativas a diario. Adoraba aquellos pasteles y la sonrisa del hombre castaño, pero amó el amable sabor del que le dio aquel tímido niño de cabello oscuro que siempre estuvo presente en su memoria aunque no recordara su rostro porque casi no pudo verlo.

El pelinegro correspondió el abrazo. Lo que no le contó fue que el, se fue encariñando de la imagen que formó en su cabeza sobre aquel niño. Cuando su padre murió y creyó que aquel niño estaría triste porque ya no podría comer los ricos pasteles de su padre, hizo el que le dijo que le había regalado el primer día en que abrió la tienda, ademas era el primero que su padre le ensezó a hacer, y fue a buscarlo para dárselo. Cuando lo vio frente a la puerta, se puso nervioso, pero al ver que de verdad estaba triste, sacó fuerza y se lo dio. Salió corriendo cuando el pelivioleta bajó la vista porque su corazón latía demasiado fuerte y después de eso, volvió a ir varias veces aunque el niño no apareció otra vez.

Al pasar del tiempo olvidó como se veía ese niño, pero extrañamente, el alto chico que lo abrazaba llamó su atención desde que lo conoció y el día anterior al observarlo con detenimiento, recordó como era y supo que lo había vuelto encontrar. Con la esperanza de que él también lo recordara, hizo aquel pastel que solo aquel niño reconocería… aquel niño que nunca pudo olvidar y que para su alegría, tampoco lo olvidó a él.

Al sentir el cuerpo del pelinegro entre sus brazos, sintió que recibió el mejor regalo de cumpleaños que pudo haber pedido.

 

Fin

Notas finales:

espero les haya gustado~

un dulce cumpleaños para mi bebé Atsushi~ <3

esta pareja es demasiado tierna! los amoooooooo!!! >o<

creo que faltó el "Mito-chin~" que debería haberle dicho Mukkun, pero no tuvo oportunidad XD 

agradezco sus comentarios~


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