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Sol y Luna por Toko-chan

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Notas del fanfic:

OBSERVACIONES: Los personajes que aparecen en esta historia son de mi propiedad. El contenido de esta obra es ficción. Los nombres, personajes, eventos existentes y situaciones son ficticios. Cualquier posible semejanza con personas reales, vivas o muertas, eventos o locales, es coincidencia y fruto de la imaginación del autor.

 ADVERTENCIA: En este escrito aparece contenido homosexual. Las personas que puedan considerar esto como ofensivo que se abstengan de leer. 

Notas del capitulo:

¡Buenos días! Os traigo una historia que se trata de un capítulo único. Originalmente esta historia se creó siendo un fanfic de un grupo de música japonés, para los que lo hayáis leído se llamaba: Lo eres todo.

Decidí volverlo un original corto, modificando alguna cosilla pero no gran cosa, solo adptándola un tanto para que fueran personajes inventados por mi. 

Espero que os guste, le tengo un cariño especial a esta historia y estoy bastante orgullosa de ella *suspiro*

:D

Sol y luna

 

T

emblor, eso era lo que sentía, temblor y un abismal vacío en su interior. Sus ojos estaban rojos e hinchados, probablemente consecuencia de todas las lágrimas que habían derramado. Un nudo atizó su estómago, le recorrió la tráquea hasta la garganta y el conocido escozor le acometió. Uno punzante y lacerante como la más vil cuchilla. Y sin embargo el llanto no arribó, no llegó ni lo haría en el inexistente futuro. Lúgubre, pensó en lo insólito de guardar lágrimas para entonces. ¿Cómo iba a ser? Si las cuencas de sus ojos dolían sardónicamente en su sequedad.

Rozó con las yemas de sus pálidos dedos, pálidos y consumidos, la puerta enfermiza, blanca de aquel cuarto de hospital. Al otro lado, postrado en una impoluta camilla rociada de desesperación, se encontraba el ser más importante de su vida. Aquel que había dado sentido a su existencia, aquel que floreció en su corazón, que lo iluminó de besos y caricias cada triste noche, cada opaco momento en el que se sentía perdido y envuelto en el vacío. Sus dedos se deslizaron por la madera del portón, lentamente, presionando en un intento por calmar su daño emocional con un dolor físico. Pero la puerta era suave.

Vacío…

No tenía ni idea de cómo mierdas el destino había ejecutado tal giro mortal. A menudo se preguntaba porque el director de esa precaria obra teatral había decidido mover los hilos de esa forma y no de otra; a menudo se preguntaba el motivo por el cual los títeres carecían de vida y voluntad. Y la respuesta llegaba tan rápida… demasiado rápida. De un día para otro, su niño había sido ingresado de urgencias acompañado de la chirriante sirena tras ser arrollado de su moto por otro vehículo. Su mano asiendo el pomo de la puerta tembló ante el vívido recuerdo. Dos meses… dos meses en coma, dos meses apoyándolo en silencio, cada día, cada minuto.

—No te mueras... —Chad había rogado—. P—porfavor, no soy nada sin ti.

No era nada. No quería a nadie más, a nadie más que su niño... nadie.

Había ido al templo por primera vez en sus treinta años de vida, se había arrodillado y puesto todas las velas que encontró en el tenderete cercano, había rezado a todas y cada una de las deidades para que no se lo llevaran, había aullado a la noche, con unos gritos descarnados y bañados por el torrente de lágrimas.

Un día, Kenneth había despertado. Y el corazón de Chad había latido de nuevo. Pero por poco tiempo.

Una sonrisa amarga desvaneció por unos instantes la sombra borrosa que nublaba su rostro, carente de emoción, y el recuerdo nítido y dañino perfiló los entresijos de su memoria. Chad había estado a su lado cuando Kenneth había abierto los ojos, sentado en la dura silla, absorto en sus pensamientos. Repentinamente la mano inerte cobijada bajo la propia se había movido ligeramente. Él había volteado pero de todas formas lo había ignorado —¡tantas veces su consciencia le había jugado una mala pasada!—, tantas y tantísimas veces había jurado apreciar sutiles movimientos que luego restaban en nada… Pero entonces la blanquecina mano se había vuelto a mover y, con un creciente mariposeo ascendiendo por su pecho, el hombre había mirado de nuevo al tiempo de contemplar como esas preciosas joyas vehementemente anheladas se abrían con lastimoso esfuerzo. Las mariposas en su pecho estallaron en fuegos artificiales y Kenneth había parpadeado confuso, intentando acostumbrar a la luz sus orbes ambarinas. Ruki recordaba haberle apretujado cariñosa y al mismo tiempo ansiosamente la mano entre las suyas, haberlo mirado ubicarse y respirar con profundidad. Sí, lo había mirado con deleite y venturosa incredulidad, como si fuese un sueño, como si fuese un ángel…

Su ángel…

—Kenn —había susurrado, con la voz agarrotada casi ahogada en el mar de lágrimas que pugnaba por salir. Sus miradas estaban unidas, entrelazadas, y aunque Chad había podido divisar un algo extraño en lo más profundo de esa mirada, la ola de felicidad que en ese momento le acometía era tal que no le había dado más importancia—. Kenn —había repetido con más consistencia—. Oh, joder…

Y sobre el cuerpo musculoso y delgado de Kenneth, había roto en llanto sintiendo que ya nada podría salir mal, no cuando le habían devuelto la vida, no cuando podía seguir disfrutando de sus sonrisas y sus tontas manías. De su cariño, de su paciencia y terquedad de niño.

—Tú… —La voz vacilante y repentina de Kenneth le había hecho levantar la mirada hacia él que se removió, incómodo, antes de decir— ¿Quién eres?

Sus palabras fueron como nieve polar arrojada al ojo de un volcán, una mano de hierro atenazando su pequeño, revuelto y confuso corazón. Tan perdido, muy perdido.

—¿Qué…? —Todo su cuerpo se había tensado—. ¿Tú… —Su voz había temblado—...no me recuerdas? —y su yo interior había gritado—.

—No… —Kenneth había sonreído entre apenado y avergonzado—. Tuve un accidente, ¿no? Me duele la cabeza. —Su mirada había estado observando las palmas de sus manos, entre curioso y pensativo para luego fruncir el entrecejo—. ¿Te conocía? ¿Eras un… amigo? —Chad se había obligado a asentir, apurado por posibles daños colaterales en caso de revelar un exceso de información muy de golpe—. Así que perdí algunos recuerdos… todavía recuerdo, si no me equivoco, soy guitarrista, ¿no? Creo…

—Uno muy bueno —había afirmado Ruki, apenas sonriendo. Un mechón rubio y ondulado no le permitía ver al hospitalizado en su totalidad; lo apartó.—. Estás en una banda, y yo soy el vocalista de esa banda. Tenemos... los otros estarán deseando verte también.

—¿Enserio?

La mirada de Kenneth había brillado con un fulgor inocente y agradable cuando lo miró tratando de recordarlo. Algo en su mente, llámese destino o las nefastas consecuencias de un golpe en la cabeza, no parecía estar de acuerdo y lo demostró fustigándolo con un lacerante dolor que le atravesó el cráneo.

Chad se había apurado en avisar a un médico y este le había inyectado unas dosis de calmante. Después de aquello, se dijo el vocalista mientras abría al fin la puerta de la habitación, los familiares de Kenneth, así como sus amigos más cercanos se habían reunido con el médico que había puesto en manifiesto la situación.

—Con el tiempo, el joven Anderson podrá recordar. Solo ha perdido parte de sus recuerdos y estos casos suelen ser reversibles. —El silenció se había instalado en la sala, parecía como si un mantra de risa macabra y contornos borrosos se cerniese sobre ellos. Con un suspiró conciliador el tipo de bata blanca y gafas de media luna había dicho las palabras que impactaron tal cual condena en su desgastada conciencia—: Pero no hay nada seguro, por eso se tienen que mentalizar de que quizás los recuerdos nunca vuelvan.

Su relación siempre había sido llevada en secreto, nadie, absolutamente nadie tenía una ligera idea del tipo de sentimientos que albergaban el uno por el otro, de ese amor tan cándido como enloquecedor que les arrobaba los sentidos cuando estaban cerca. Fue por eso, que nadie echó de menos este hecho. Y cuando uno de los días en que Chad fue de visita al hospital, Kenneth le confesó que le gustaba una chica a Chad se le paró el corazón.

La chica en cuestión era una amiga de la infancia de Kenneth, de la escuela elemental, y también una de sus mejores amigas. Ella, junto a Chad, había hecho la competencia en número de horas vegetando al lado del hospitalizado junto a los padres de este. Eso en más de una ocasión hubiera puesto de los nervios al vocalista de no ser porque el sentimiento de aflicción y pesadumbre era demasiado palpable como para ser mermado por cualquier otro sentimiento de celos. Tanto él como Kenneth sabían de los sentimientos que Brianna, nombre de la chica, albergaba por su amigo de toda la vida. Pero también ambos sabían que eran sentimientos indiscutiblemente unilaterales, y eso bastó para mantener al rubio vocalista tranquilo. Al menos así había sido antes.

Un suspiro se abrió paso por sus labios. Finalmente se adentró en la blanca habitación. Un dolor amargo removió sus entrañas.

—¡Oh, Chad!

Ahí estaba Brianna, con su larga melena lisa y negra como un millón de medias noches y su sonrisa de cenicienta. Apenas le dedicó un comedido asentimiento a modo de saludo; sus ojos viajaron hacia el hombre alto y espigado, de larga cabellera castaña. Estaba parcialmente sentado  en la camilla, la mano de la chica reposando entre las suyas, sobre sus piernas.

Kenneth le sonrió tiernamente, sonrisa que le iluminó los ojos y que el vocalista no tuvo que esforzarse en devolver.

<<Tú eres la fuente de mis sonrisas>>.

Lentamente se acercó, se sentó en la silla libre al otro lado de su niño y evitó mirar las manos entrelazadas de la pareja.

—¿Cómo estás, mejor? —preguntó con cariño.

—Si, mañana me dan el alta —explicó, entusiasmado. Debía ser horrible permanecer tanto tiempo en un hospital—. Ahh, ya quiero volver a mi casa y poder tocar la guitarra… Habré perdido práctica. —Un suspiro risueño escapó de sus labios y murió segundos después—. Aún así, todavía no recuerdo nada —dijo y pareció vacilar.

Chad se percató de ello y lo miró intrigado, migajas de esperanza despechada fluyeron por sus venas.

—¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Has recordado algo? —abruptamente se calló, temiendo haberse mostrado demasiado ansioso, mas nadie hizo referencia alguna.

—Bueno…

—¡Oh, por dios, otra vez no! —Brianna puso los ojos en blanco y negó con exasperación. El guitarrista fue a protestar pero la chica le interrumpió y, mirando a un confundido Chad, explicó—: Desde hace dos días que dice sentir como flashes de recuerdos, pero según él son recuerdos con alguien que debería ser su pareja. Confesiones de amor, caricias, besos,… todos protagonizados por una persona sin rostro ni nombre. —Kenneth se encogió en el asiento y luego suspiró. Su ceño se había fruncido en algún momento, contrariado, y ahora se dedicaba a contemplar el cielo anaranjado al otro lado de la ventana—. Yo ya le he dicho que antes del accidente no mantenía ningún tipo de relación con nadie. —Con un gesto que a Chad se le antojó estúpidamente meloso, la chica tomó del mentón al guitarrista—. Y yo era tu mejor amiga, lo hubiera sabido.

Un sutil beso depositó en sus labios, beso que fue devuelto. Chad apartó la mirada, sintiendo sus propias uñas clavarse en las palmas de sus manos. Joder, esos instintos homicidas que le abordaban no podían ser buenos, como desearía torturar a esa zorra sin paz ni tregua. De cualquier modo, ¿qué era eso? ¿Kenn recordaba algo? Sus besos, sus caricias, sus palabras llenas de significado… Todos esos momentos, ¿todavía se encontraban en Kenn, en su interior? ¿Acaso había…?

<<¿…esperanza?>>.

Tenía miedo, miedo de pensarlo siquiera, porque todavía le asustaba más que fueran pensamientos fútiles. Fue cuando inspiró hondo que apreció a dos pares de ojos contemplándolo curiosos.

—¿Que tengo? —Sonrió a duras penas—. Estaba pensando en las nuevas composiciones para el álbum de este año, nos tienen a todos de patas para arriba —improvisó y, sonriendo en dirección a Kenneth, añadió— Así que vete preparando, majete, te espera mucho trabajo por delante.

—¡Claro! —Alzó el brazo en ademán forzudo—. ¡Contad conmigo, porfavor!

Un asentimiento y una carcajada fueron la respuesta por parte del vocalista.

—Sobretodo asegúrate de descansar bien antes. —Brianna se levantó y se dirigió hacia la puerta—. Voy a comprar algunas cosas, en un rato vuelvo, ¡pasadlo bien!

<<Lárgate ya, asquerosa metiche, y no vuelvas>>, pensó Chad.

La puerta se cerró y ellos dos se miraron de nuevo sonriendo.

—¿Entonces estáis haciendo un árduo trabajo?

—La duda ofende, Kenn —respondió Chad deseando tomar la mano que había sido liberada de las zarpas de esa arpía—. Mikel no nos deja ni un día de descanso, es horrible. Cuando tú estabas la tomaba contigo porque siempre llegabas tarde, ¡pero ahora su histeria nos ataca a todos!

Hizo un gracioso puchero que solo se intensificó al recibir una colleja del guitarrista.

—No te quejes tanto, ya quisiera yo —reprochó provocando una pequeña risa en Ruki—. No lo vuelvas a repetir, por muy vago que sea, por que se que lo soy, hago las cosas. No me tomes el pelo.

—Ya, ya... no te piques, bravucón —susurró notando la sonrisa boba apareciendo en su rostro. Dios,  como lo amaba. Repentinamente su rostro se volvió más serio—. Entonces dices... —Kenneth enarcó las cejas instándole a continuar; Chad desvió la mirada un momento antes de hablar— Antes has dicho que tienes como... flashes, ¿verdad? De alguien... ¿seguro que no recuerdas nada más?

Vio la mirada algo sorprendida del guitarrista, mirada que pasó a ser suspicaz y en breves segundos resignada. Necesitaba saber, necesitaba tanto saber si podía haber esperanza... Sin embargo, el hombre no parecía querer hablar sobre ello, cosa que le extraño ya que apenas hacia unos minutos lo había mencionado.

Alentador, apretujó su antebrazo.

—Eh, dime, puedes contarme.

—¿Para que? —espetó—. A todo el mundo a quien le pregunto sobre ello solo me dicen que algo así no podía ser real, ya lo viste, ¡incluso Brianna! —Sacudió la cabeza, confuso, y se apretó la sien—. Estoy cansado de no recordar nada y de que, lo que creo recordar, no sean más que invenciones de mi mente. —Sus ojos se humedecieron—. Es... no sabes lo que es eso.

Un tenso silencio se extendió por la habitación. Se había quedado paralizado, sin tener que decir y muriéndose de deseo por borrar todo sufrimiento de Kenneth, muriéndose por abrazarlo y evitar a toda costa el dolor que lo atenazaba. No había pensado que podía sentirse así, aunque ciertamente tampoco había sabido sobre los recuerdos que lo atormentaban antes de ese día.

Suspiró y, cuando fijó su mirada en el otro, se percató de que este se había sonrojado.

—Estás rojo. —Sutilmente, le acarició la mejilla que al contacto se coloreó aún más.

—Quita, no es cierto —dijo, avergonzado—. Solo... Bueno me siento incómodo al expresar como me siento.

—Lo sé, por eso te lo guardas siempre todo para ti. Cabezota y tozudo como tú no hay ninguno —murmuró Chad a la vez que esbozaba un pequeña sonrisa, sonrisa que fue como un tranquilizante para el guitarrista el cual se sintió repentinamente mucho más cómodo.

—A veces me da la sensación de que me conoces demasiado, imagino que seríamos muy buenos amigos.

Ante las palabras una sombra afligida nubló la mirada azul de Chad, pero el otro no se dio cuenta y continuó hablando.

—Es decir, sé que eramos muy buenos amigos, pero también lo era con Mikel, Derek y Jonny, ¿no es cierto? Y sin embargo, no se... es diferente, no se como explicarlo. Cuando estoy contigo... yo... —Abrió la boca intentando buscar las palabras adecuadas, mas realmente estas no conseguían tomar forma en su mente—. ¡Ahh, olvídalo! Da igual —Con un resoplido entre risueño y frustrado enfocó la mirada de su compañero y la expresión que encontró le abrumó en demasía—. ¿Chad? ¿Que pasa? ¿He... he dicho algo malo? —preguntó.

El aludido pegó un respingo al ser llamado, la mano de Kenneth reposaba en su hombro, y sus orbes como piedras brillantes le observaban con preocupación. Se perdió en esos lagos de oro líquido, sumergiéndose, queriendo sumergirse aún más, deseando como nunca antes había deseado nada tener el poder de rozar con sus palabras su corazón y traerle devuelta el preciado baúl que ocultaba su amor.

Y sus labios... esa boca perfecta le estaba llamando a gritos.  Necesitaba, quería besarlo...

Solo quería amarlo, y ser amado como antaño.

Solo eso...

—¡Kenneth! —exclamó de súbito, levantándose de la silla y apoyando las palmas de sus manos en la camilla.

—¿¡Que!? —replicó este, sobresaltado; sus ojos, muy abiertos, lo miraban asombrados – Joder, tío, que susto. ¿Que pasa?

Un fuego palpitaba en la mirada del vocalista, un fuego que anhelaba con una fuerte vibración rojiza, un fuego trémulo y desesperado, frágil e impotente, un fuego que a Kenneth le robó el aliento.

—Kenneth, yo...

<<¡Yo te amo!>>, quería gritar. Chillar a los cuatro vientos que él era suyo y solo suyo, que Brianna no tenía ningún derecho a tocarle, que ellos se amaban, que tenían una historia juntos.

—Yo... —Las palabras ardían como lava volcánica en su garganta—. Yo...

—¿Tú...? —apenas susurró por miedo a que cualquier tipo de interrupción le hiciera callar.

Chad parpadeó y Kenneth pudo jurar que, al hacerlo, alguna que otra lágrima fue reprimida. En un impulso, nacido de un lugar muy remoto en su interior, alzó la mano en ademán protector. ¿Que significado había detrás de todo eso, esas tinieblas en la expresión de su amigo habían sido su imaginación? Aún con la mano extendida hacia la nada, siguió con la vista al rubio vocalista que exaltado se había puesto en pie, su cabello balanceándose en el proceso, y aproximado hacia la ventana.

Ahora, de espaldas a él y con una mano reposando lánguida sobre el frío cristal, Chad respiraba con calma, los ojos cerrados en pretensión de frenar aquella química tan pura como corrosiva que le instaba a retroceder unos pasos y demandar la dulce y roja boca como suya.

Durante lo que parecieron minutos, tan solo fue audible la monótona sinfonía del tránsito urbano y el tic-tac constante de un reloj que coronaba una de las blancas paredes. Sin ver nada en realidad, contempló el cielo rojizo decayendo paulatinamente mientras se disolvía por momentos en un baño nocturno, y la ténue luz lunar comenzaba a tomar fuerza. Sí, el sol casi languidecía en su totalidad sin encontrarse con la luna.

Un amor imposible, dos almas separadas, sol y luna, o eso decían.

Kenneth dejó de mirarlo. Sentado en la cama, apoyó la cabeza en la pared y suspiró imperceptiblemente. Se preguntaba si Brianna tardaría mucho; El ambiente se había cargado de electricidad.

—El otro día Brianna me dijo de irnos de vacaciones para Navidad, fuera de América —empezó con el propósito de aligerar el tenso silencio—. Visitaríamos algún país de Europa probablemente, quizás Francia. Debe ser bonita la Navidad allí, en París sobretodo. Quiero ir y además Brianna tiene muchas ganas también. —Sonrió un poco rememorando el momento en que habló de aquello con su novia—. No sabes lo contenta que se puso cuando... ¿Qué? —Volteó hacia su amigo pues le había parecido oírlo hablar, empero este permanecía en la misma posición de antes, immóbil tal cual estátua. Confuso, inquirió— ¿Has dicho algo?

Chad no contestó enseguida. Y por un momento Kenneth se entretuvo con el juego de haces platinos que la luna proyectaba sobre las hebras rubias de su amigo. Cuando habló, por fin, tuvo que agudizar el oído para escucharlo.

—¿Quieres oír... una de las nuevas canciones? —Su voz sonó como de otro mundo.

—¿Eh? Umm, si, claro —asintió—. Así me voy familiarizando. ¿La tienes grabada en el móvil?

Chad negó con un movimiento de cabeza.

—Solo mi voz.

—Ah... Sin pista musical. —Perplejo, se limitó a encogerse de hombros—. Adelante entonces. Pero ven aquí, ¿no? ¿O vas a cantar desde la ventana?

No contestó y, por el contrario, su voz comenzó a proyectarse sedosamente, derramándose por cada rincón de la habitación. Cada palabra repleta de significado para él, repleta de dolor, siendo liberada ahora de su jaula silenciosa.

¿Podrá el sol brillar esta noche

 y a Astennu alcanzar?

Yo cantaré por ti… tu no llores.

Yo lloraré por ti aún si el desierto me consume.

El guitarrista, sentado en la cama, con todos sus miembros sometidos a una tensión desconocida, escuchaba la bella melodía, la hermosa voz de su amigo.

Cristales rotos abrazan mi corazón.

Si una flor marchitara,

¿debería marchitar la otra?

Ahh, de nuevo, mi voz no se escucha,

dime esas palabras al oído.

Mi grito se ahoga en la boca de la noche,

de nuevo, ¿por qué en tus pupilas no me reflejo?

El silencio chirriaba en demasía junto a las palabras de Chad, una marea inexplicable acometía cada fibra del ser de Kenneth.

<<¿Porque en tus pupilas no me reflejo?>>. ¿El qué? ¿Que cosa?

La mirada de Chad, antes perdida más allá del frágil cristal de la ventana, más allá de aquellas cuatro paredes; la mirada de Chad, antes colmada de una nebulosa afligida, ahora le miraba a él, ahora le hablaba a él mientras refulgía triste y melancólicamente.

<<¿Porque?>>, gritó Kenneth en su interior.

¿Podrá el sol brillar esta noche

y a Astennu alzancar?

Yo soñaré por ti… tú no mueras.

Yo moriré por ti aún con mi corazón seco.

Chad seguía ahí paralizado, estancado en su totalidad con la conmovedora excepción de sus cuerdas vocales que seguían funcionando, de su voz que seguía arrollándolo como la corriente de un río despechado.

Kenneth quería apartar la mirada, le hacía daño, mucho daño,... no deseaba seguir escuchando. ¡Que algo lo hiciera parar! La canción continuaba.

¿Podrán nuestras sonrisas en la brisa

acariciar tu alma?

Yo recordaré por ti… tú no me ames.

Te amo, yo recordaré por ti.

Su corazón bombeó con fuerza, casi sintió que sus pulmones eran ahorcados por las punzantes espinas de aquellas palabras. ¿Porque tenía la sensación de que hablaba de él...? Aquella canción...

Quería llorar. No quería llorar.

La agonía por fin se consumirá

y el amor se diluirá en aquellas pasadas cartas.

La melodía eterna se extinguirá…

Ahh, tan hermosa.

El vocalista se aproximó a la camilla, deshaciéndose su corazón en rosas azules. En algún momento se inclinó sobre Kenneth y acarició con una de sus manos su rostro seco; en algún momento los oceánicos hilos de su mirada conectaron con las lagunas doradas y temblorosas de su amado. ¿Y si lo besara...?

...otra frase fue cantada.

Si solo yo puedo recordarte,

Aun así, ¿me recordarás?

Las rosas azules apretujaron el corazón de Kenneth que gritó angustiado. Estaba temblando a pesar de la calidez que la mano de Chad desprendía en su mejilla.

<<¿Y si recordara...?>>.

¿Podrá el vunerable Ra brillar esta noche

y a la luna alcanzar?

Yo cantaré por ti… tú no llores.

Yo recordaré por ti… si…

Pero él necesitaba recordar, no quería que otro recordara por él.

¿Podrá mi voz tocar tu espalda,

estos instantes, puedo solo tomar tu mano?

Yo soñaré por ti… tú no mueras.

Yo te amaré aunque tú no puedas.

A través de la punzante vibración rojiza que palpitaba en su cabeza, Kenneth sintió una acogedora cobija cubriendo su mano. Las mariposas en su estómago estaban aleteando tan rápido, muy rápido. Y el dolor de cabeza solo crecía.

—Chad... —susurró.

El aludido apretó con vehemencia su mano bajo la suya.

Ahh… por favor dime,

Susúrrame, mírame y dime.

El silencio sobrecogió el lugar por unos segundos. Solo dos respiraciones, ambas muy cerca la una de la otra, ambas muy diferentes. <<¿Que tengo que susurrarte, Chad?>>. Unas traviesas lágrimas surcaron sus mejillas antes de ser recogidas por el vocalista, que continuó cantando con la voz quebrada, irregular, cansada.

¿Podrán algún día las flores florecer? Te amo…

¿Puedes recordar cuando nos conocimos? Te amo…

La rueda del tiempo se ha detenido, ¿volverá a girar?

<<¿Volverás a recordar?>>, fue el pensamiento del vocalista que, por mucho que parpadeara, ya le fue imposible detener las lágrimas brillantes como un gran milagro.

Mi llanto se ha congelado y el “por siempre”

que creí real se ha esfumado.

Junto a mi este amor está siendo aniquilado,

aun así,...

Y la última frase, más que cantada, fue susurrada.

—¿Puedes por un momento... tomar mi mano?

Los ecos finales quedaron suspendidos en el aire durante segundos, minutos tal vez, y hasta que el contacto visual no fue roto por Chad estos no se desvanecieron. Tragó saliva tratando de contener los sentimientos a flor de piel y, entretenido en observar la oscuridad lamiendo la blanca pared, formuló una pregunta.

—¿Y... que te ha parecido? ¿Te gusta?

—Vete.

—¿Que?

Los conatos de asombro prontamente fueron opacados cuando volteó y vio a Kenneth sosteniéndose la cabeza, sus ojos cerrados cerrados con fuerza.

—Kenn, ¿estás bien? ¿te duele? ¿Quieres que llame al...? —Fue a tocarle la frente pero recibió un fuerte manotazo que le impidió cumplir su propósito—. Kenn...

—Vete, por favor —murmuró, con un tono de súplica que casi le partió el corazón. Apretando los puños de impotencia, el vocalista se levantó y se dirigió hacia la puerta murmurando que aún así avisaría a un médico— Mañana... —Chad detuvo su mano sobre el picaporte—. ¿Mañana hay ensayo? —Tras una pausa, el volacalista se limitó a negar en silencio—. Entonces...

—Nos vemos en una semana, haremos el ensayo en tu casa para que no te tengas que desplazar. —Kenneth asintió a pesar de que el otro no le veía—. Cuídate.

Y sin más que agregar, la silueta del rubio desapareció tras la puerta inmaculada. El guitarrista se recostó desalentado, con la mirada perdida en la nada mientras su cabeza latía con insistencia, dificultándole la tarea de recordar.

Pero estaba ahí... él lo había visto. Un nuevo recuerdo le había acometido momentos atrás, perforándole cual agujas la memoria, desilachando cada pieza de su mundo actual, y demostrándole que este no era más que una fantasía muy lejana a su anterior vida. Dejó caer los párpados con suavidad, sentía el baño de las aguas pálidas de la luna sobre su cuerpo, sentía el escozor de las aguas de su tragedia pugnar contra el muro exterior.

Alguien le besaba, de nuevo, alguien le acariciaba la espalda con una ternura infinita, alguien, sin rostro como siempre, le mordía juguetón el lóbulo de la oreja y él reía, reía porque una ola de dicha le abrumaba, reía porque así lo sentía. Pero entonces, a diferencia de otras veces la hierba húmeda arañaba con dedos de algodón su espalda desnuda, había un peso sobre su cuerpo, todo era muy oscuro y no veía nada. Nada excepto un destello lechoso rielando sobre hebras rubias, hebras que parecían hechas de oro y plata al mismo tiempo. Y una mirada azul como el mismo océano.

Un sollozo ahogado hendió la noche.

—No lo entiendo, si esto tiene algo que ver con Chad, ¿porque no me dice nada? —murmuró para si mismo a la par que alguna que otra lágrima se deslizaba de la cuenca de sus ojos.

Pero él recordaría, él recordaría porque ahora tenía una pista que le indicara donde buscar. Porque su amigo deseaba que él recordara, porque se lo había dicho... aunque fuera a través de una canción.

Y porque, si algo los había unido a él y a su amigo anteriormente, por mucho que le resultara raro y ligeramente escalofriante, él quería saberlo y decidir en consecuencia.

<<En una semana nos vemos...>>.

Con ese último pensamiento revoloteando en su agotada mente, se zambulló en los brazos de Morfeo.

Notas finales:

Un final un poco abierto, ¿no creéis? Siempre estuvo en el aire si haria una continuación o no. Pero si la hago, no será ahora, tengo demasiados proyectos en curso. Desde el Fanfic de Death Chess, hasta mi corto original Inmortalidad de Marfil, hasta una novela a lo grande que estoy haciendo en un curso de escritura al que voy (por supuesto slash) :D

En fin, ¡un saludo! Espero que hayáis disfrutado aunque sea un poco.

PD: El fanfic del que provino esta historia lo voy a eliminar de aquí ahora, los que lo quieran tener por lo que sea, que me mandan un mensaje privado y yo se los envío tal y como estaba. ^^


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