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Nuevo comienzo. por Homicidal_Queen1

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Notas del capitulo:

Buenas noches, tardes, dias. Mi nombre es HomicidalQueen y esto es jackass (tururun) xD
Ay ya se, "Tardaste un chingo", si, si, pero hacer un final (que por cierto JAMAS imaginaste) es dificil y no me voy a poner a escribir por compromiso, las amo, si, por eso no lo abandono ni nada.
Dejenme decirles que tambien tarde porque me puse a investigar DEMASIADO de demonologia, soy una experta ahora.

Alguien por ahi me preguntaba que si haré otro fanfic parecido a este, pues pasara un buen rato para que yo vuelva a publicar una historia, al menos si de esta categoria. Estoy muy entrada en el shizaya ahora, pero si tengo una historia pensada de Kuroshitsuji, más no tiene nada que ver con demonios, ni peleas, ni nada, es más sentimental.

Este final tiene 31 hojas de Word, pero bueno, espero que lo lean completo xD

Ultimadamente siento que mis historias ya no me encantan, hay unas por ahi que digo "ah si estan chidas" pero luego me aburro de escribirlas y se quedan sin final, es por eso que puede que pase bastante para que yo vuelva a sacar otra historia, me comprometi a no publicar una sin haberla terminado antes.

En fin, las frases que hay aqui, - la mayoria - son mias, no roben >:v


Disfruten.

Alois Trancy.

 

Despierto y siento mi cuerpo pesado. Miro al cielo. Este es diferente, es completamente... gris. Pero no un gris normal, no uno nublado sino que esté roza el negro. Parecen haber nubes del mismo color que el cielo, posiblemente visibles por un delineo color blanco en su contorno.

 

La superficie se siente un tanto dura, pero no lo suficiente para incomodar. Es arena. También negra. Me levanto un poco y quedo sentado. Miro a mi alrededor, todo es completamente oscuro, se siente un aire de misterio y pronto un escalofrió pasa por mi espina dorsal.

 

Sacudo mi cabeza con los ojos fuertemente cerrados, esperando que cuando los abra todo vuelva a la normalidad, que despierte en mi habitación, que todo sea un simple sueño. Pero no fue así, cuando los abrí todo seguía exactamente igual. Me puse de pie, sacudí la arena del… ¿camisón?

 

Llevaba puesto un camisón color blanco brillante, que llegaba hasta por debajo de las rodillas. Este hacia contraste con el panorama tan sombrío en el que me hallaba rodeado. Justo en frente de mí, había un inmenso océano, y, examinando la playa, esta no parecía tener fin. A lo lejos no se veía nada, ni siquiera alguna gaviota que suele haber en lugares como estos, solamente un árbol sin hojas con una enorme telaraña en las secas ramas detrás de mí.

 

Estaba levemente confundido, yo odio los océanos. Me asustan, los animales allí dentro, los peligros de este, todo lo referente a ellos, no lo soporto. Pero por alguna razón en estos momentos creo, que no hay un lugar más pacífico que este.

 

Fijo mi vista en un punto en aquel extenso mar. ¿Qué es eso? Parece una luz roja, lo único con color en este sitio. No entiendo porque, pero es como si me sintiera atraído hacia esa luz. Quizas sea la curiosidad pero, no puedo evitar querer ir y saber que es.

 

Mis piernas se movieron por si solas, estaba caminando hacia ella. Poco a poco acercándome al agua. Un brusco palpitar en mi corazón me sorprendió.

 

- ¿Qué...? – Me preguntaba con una mano en el pecho. ¿Qué es esta sensación de terror tan repentina?

 

Ni idea, pero es como si ya no quisiera estar en la superficie. A paso apresurado me adentre en el agua. Mojó mis pies, luego mi cintura y eventualmente llego a mi pecho. Estaba a punto de taparme por completo, asi que intente flotar pero no lo logre. Es como si la gravedad me arrastrara hasta el fondo… No. Es como si mi cuerpo pesara mil toneladas, impidiéndome nadar.

 

Así que cedi, seguí caminando y pronto, el agua ya estaba por mucho sobre mi cabeza. El aire no me faltaba. Solamente seguía mi camino por el vacío mar. Se veía levemente iluminado, como si afuera existiera una luna la cual refleja su resplandor por las transparentes aguas. Era terrorífico. Como si de un momento para otro un monstruo enorme viniese hacia mí y me tomara de sorpresa.

 

Lo que más me asustaba, es que yo esperaba a que pasara.

 

Seguí mi camino a paso lento, ignorando el hecho de que a pesar de no poder respirar, no me estaba ahogando. Probablemente sea un sueño, probablemente yo esté muerto.  Pero no me importaba, solo caminaba con una expresión tranquila hacia esa luz que tanta atracción me provocaba.

 

Empecé a escuchar susurros. No, no eran susurros, eran gritos lejanos. Aun así, no podía detener mi andar, no me asustaba. Nada de lo que estaba alrededor me daba miedo porque... En realidad no había nada en mi alrededor; solo oscuridad. Una inmensa oscuridad que cubría esta pura agua.

 

O eso era, hasta que los colores empezaron a aparecer.

 

Eran como burbujas, burbujas de color que me perseguían y estas tomaban una forma rectangular una vez que se posicionaban a mí alrededor, pero ninguna frente a mí. Se reventaron, dejando ver objetos: Eran espejos. Estos no reflejaban nada más, que las mismas burbujas que volvían a tomar una forma diferente dentro del vidrio.

 

Risas. Escuche risas provenientes de uno de los espejos, al cual mire fijamente. Este empezaba a revelar una imagen... Esas risas... Se me hacían familiares.

 

- ¡Hermano! ¡Mirame! - ... No...

 

- Te veo, Luka. – No...

 

- ¡Mamá, papá! ¡Miren lo alto que estoy! – Esa escena...

 

- Luka, bájate de ahí, puedes caer. – Tenía ocho años entonces...

 

- Luka, por favor hazle caso a tu madre. – Me acerque a ese espejo, mis lágrimas salieron perdiéndose con el agua de este océano.

 

- ¡Hermano, atrápame! – Basta…

 

- ¡Alto, Luka...! – Yo no pude atraparte...

 

- ¡¡LUKA!! – En ese momento creí que te había perdido.  Y cuando estuve a punto de tocar el espejo, este se quebró.

 

Me aleje por inercia y otro sonido llamo mi atención. En otro de estos: la vez que intentaron matar a mi padre; Fue una emboscada en mi propia casa, vándalos provenientes de una banda cuyo jefe fue presa de mi padre vinieron cobrar venganza. Mi madre, Luka y yo nos refugiamos en una de las guaridas de la mansión, recuerdo que mi madre cantaba una canción para tranquilizarlos.

 

- “Como quisiera estar junto a ti, el verde pasto en mis dedos sentir.” – Esa era la dulce voz de mi madre, mientras interpretaba esa hermosa canción. – “Y entre las flores poder reposar, pero sé que aun debo esperar.” – En ese momento, un estruendo interrumpió su cantar, preocupada me pidió que no me moviera de ahí, Luka estaba profundamente dormido.

 

Ella salió de la habitación, probablemente a auxiliar a mi padre. Quise hacer caso a lo que ella decía pero, simplemente no pude, me levante y con mucho cuidado de no despertar a mi hermano, fui tras mi madre.

 

La vi asustada, escuche a mi padre decir que volviera al refugio y ella asintió temerosa. Me escondí para que no pudiera verme cuando se diera la vuelta y caminara de regreso, logre pasar desapercibido.

 

Tenía tantas ganas de ver luchar a mi padre que fui gateando hacia la sala principal, donde seguramente estaría combatiendo a los malos.

 

Recuerdo bien las ganas de llorar que sentí en ese momento, más que eso, una tremenda impotencia al verlo en el suelo, intentando respirar, con una larga estaca en su abdomen. Los malos estaban contra los sirvientes, pero, de repente llegaron de improviso los tres favoritos de mi padre.

 

Esos que solamente venían en emergencias como esta. Tres peli-morados, que solamente eh visto quizás cuatro veces en mi vida, pero son empleados de mi padre. Estos acabaron con los enemigos en un dos por tres, luego fueron a auxiliarlo. Uno de ellos me vio, y se movió tan rápidamente que me fue imposible reaccionar.

 

Me levanto tomándome de mi ropa, forcejee y me queje, pues, eso dolía. Entonces llego mi madre furiosa, me tomo en brazos y me golpeo en la cabeza en forma de regaño.

 

- ¡Te dije que te quedaras en la guarida! – Me grito. – Gracias Thompson. – Le dijo a aquel hombre, este solo asintió y se fue con los demás.

 

Recibí un fuerte castigo de parte de mi madre y un regaño de mi padre. Por suerte, los únicos muertos fueron aquellos hombres que querían lastimarnos.

 

El alivio duro poco, pues los ataques continuaron y aquellos trillizos no volvieron, o eso creo, porque mi padre no fue salvado, duro en coma alrededor de dos meses.

 

En la imagen se reflejaba como los doctores decían que puede que tarde años o que también, probablemente no despierte. La desesperación de mi madre la llevo a encerrarse en su habitación durante una semana, mi hermano y yo estábamos solos y mi padre simplemente en una cama de hospital.

 

El espejo se apagó y quedo oscuro.

 

Esta vez el tercero fue cuando pelee con Ciel; el cuarto cuando mi madre tuvo una grave enfermedad; el quinto cuando mi mascota me dejo y el sexto;... Aquel incendio en la mansión Phantomhive.

 

No quería quedarme a ver los recuerdos más dolorosos de mi vida, solamente pude correr, intentar llegar a esa luz escarlata. Me aleje de los espejos, pero los recuerdos en mi cabeza no se detuvieron, y las voces comenzaron a hablar.

 

- Las luces no guiaran tu camino, ellas te están engañando. – Luka...

 

Era mi hermano, o más bien, una ilusión de este. Pues en el agua se fue formando su figura y me seguía. Mis padres, mi familia, ellos estaban aquí.

 

- Estas yendo hacia ese demonio. – Pronuncio mi madre bloqueándome el paso.

 

- No hagas eso hijo. – Ese era mi padre.

 

- ¡Los demonios son malos hermano! –

 

- ¡Pero ellos...! –

 

- Aléjate del demonio Alois. –

 

- ¡Pero padre...! –

 

- Es por tu bien. – Ellos no lo entienden... Sentí que alguien jalaba mi ropa, era Luka.

 

- Hazlo por nosotros. – No sabía que responder, si hacerle caso a mis padres o a mi corazón, era una difícil decisión.

 

- El demonio no te quiere Alois, quiere tu alma. – Mi madre se acercó a mí. – Estuvo jugando contigo y caíste muy fácil. Él no... – La aparte.

 

- ¡No, alto! ¡Él no es como ustedes dicen! ¡Él...! Él, lucho por mí mientras yo solo lo rechazaba. Pero en ese momento tenía miedo y seguro que... – Sonreí levemente. – Seguro que cuando yo se lo diga, él entenderá. –

 

- ¡No lo hagas hijo! – Mi madre había comenzado a llorar. - ¿No lo entiendes? ¡Es un monstruo! –

 

- ¡Él no es un monstruo! –

 

- Hermano, no hagas esto... Si tú vas con él, jamás podremos volver a estar juntos. –

 

“Jamás podremos volver a estar juntos”

 

- No toques la luz... – Fue lo último que escuche de mi padre. Pues las siluetas de diluyeron en el agua.

 

Me quede ahí, temblando, con mi corazón latiendo desesperadamente, mis labios titubean y mi vista se nubla. Tome con fuerza mi cabello jalándolo, grite desesperadamente tratando de sacar toda la ansiedad que en mi cuerpo recorría, caigo de rodillas y termino jadeante.

 

Volteo a ver a aquella luz y con coraje reanudo mi andar hacia ella. Ya lo decidí sin ni siquiera detenerme a pensarlo: No voy a dejar a Claude.

 

Estoy a punto de alcanzarla.

 

Casi puedo tocarla.

 

Un metro... Treinta centímetros...

 

Un centímetro...

 

*

 

Dolor. Un dolor agudo hizo que mis ojos se abrieran de golpe y comience a retorcerme, quejarme, llorar.

 

Sentí a alguien tocarme, era Ciel, no podía corresponder a sus abrazos, el dolor me quitaba toda la concentración. Ni siquiera podía escuchar lo que decía, lo único que logre captar fue un:

 

“Salimos de esta, Alois...”

 

Sebastián Michaelis.

 

Cargaba a Claude en mi espalda hasta donde la presencia de Ciel, pues se había desmayado por la pérdida de energía.  No tarde mucho, los divise en la cima de una pequeña colina de pasto verde.  Eran los Shinigamis, revisando algo dentro de la boca de Alois, y Ciel con cara de intriga a un lado.  Me acerque y deje a Claude en el pasto.

 

Todos voltearon a verme, pero al único al que le preste atención fue a Ciel. Me miro con ojos cristalizados, titubeando unos segundos. Yo le sonreí dándole a entender que estaba bien y rápidamente corrió hacia mí. Lo cargue, correspondí.

 

Este pequeño y frágil humano, temblaba en mis brazos, no por miedo, sino por llanto. Sus lágrimas ameritaban a una inmensa felicidad, felicidad que me demostraba aferrándose con sus todas fuerzas a mi cuerpo, escondiendo su mirada en mi hombro. Yo estaba cubierto de sangre, tanto mía, como de aquellos ángeles y de Claude. Pero no le importaba, no le importaba nada.

 

No le importo el hecho de que soy un demonio, no le importo arriesgarse para salvar a su único ser querido, no le importo luchar a pesar de que no tenía posibilidades. A diferencia del otro, él nunca se resignó, él solo quería ganar, como en un competitivo juego de ajedrez. Él quería ser el vencedor ante cualquier contrincante.

 

¿Sera esto algo fuera de lo humano? De ninguna manera. Él solo estaba amando.

 

Con la oscuridad que lo rodea y la pureza que lleva dentro.

 

Con sus armas y sin ellas.

 

Todo, absolutamente todo lo dio por amor. A Alois, a Claude, a sus amigos, a su familia, a mí...

 

Este amor que se disfraza de orgullo, solamente yo lo puedo ver. ¿Verdad que si, Ciel Phantomhive?

 

*

 

La bonita escena de Ciel y Sebastián abrazándose, se vio opacada por un temblor. Si, la tierra estaba temblando ahora, y el único que podía deducir porqué, era Sebastián, rápidamente se puso en guardia. Sus ojos brillaron, mostro sus dientes con ferocidad y posiciono a Ciel detrás de él protectoramente.

 

Una grieta, como las que Claude habría, se formó en el suelo. Era larga y comenzó a expandirse demasiado. La llamada “Puerta al infierno” que solo el rey podía abrir y cerrar cuando le placiese.

 

El cielo se nublo a velocidad innatural. Los truenos no se hicieron esperar y el gélido viento golpeo los cuerpos de los presentes. Los Shinigamis retrocedieron, como si temieran a lo que ese agujero pudiera tener. Grell tomo a Ciel y Under a Alois, llevándolos unos pasos atrás junto con ellos.

 

La niebla que ya conocemos comenzó a brotar por aquella misteriosa grieta. Asustando a la mayoría, salieron varios murciélagos de esta, acomodándose en el cielo como si estuvieran  vigilándolos. Seguido, una horda de largas serpientes que simplemente se detuvieron a las afueras de la abertura.

 

Aquí venia, todos lo supieron por la expresión de Sebastián, quien arrugo la nariz con el ceño fruncido y sus ojos más brillantes y enojados que cuando peleaba con los ángeles.

 

Eso es...

 

¿Eh?

 

¿Ese es el “temible rey de las tinieblas”? ¡Que decepcionante!

 

Es un simple señor, de cabello negro y ojos rojos como los de Sebastián, peinado hacia atrás, con un traje negro elegante. Se veía como alguien de edad, tenía arrugas pero no llegaba a ser un “anciano”, más bien un “señor”.

 

Inexplicablemente los Shinigamis aún se encontraban a la defensiva, al contrario de Sebastián, pues este en cuanto lo vio, relajo su expresión, el brillo de sus pupilas disminuyo pero aún seguían siendo las de un demonio.

 

Pluto agacho la cabeza, Sebastián se reverencio ante la nada imponente presencia del hombre frente a ellos.

 

- Hijo mío. – Dijo con una cálida sonrisa en sus labios, extendiendo sus manos y acercándose al de cabello largo. – Te eh extrañado. – Abrazo a Sebastián paternalmente, esa escena no solo era extraña, en cierto punto se le hacía algo tierna a Ciel y a Alois.

 

- Ah... – Soltó Ciel, captando la atención de todos los presentes, menos del inconsciente Claude desde luego. - ¿Usted es...? – Fue callado por la mano de Grell.

 

- ¡Cállate mocoso! – Clamó el Shinigami rojo.

 

- Shinigamis... – Susurró para si el hombre trajeado. Pero todos pudieron escucharlo, asustando al de pelo rojo y blanco. – ¿Has estado jugando con Shinigamis? – Sonaba como un padre común y corriente, salvo por la palabra “Shinigami” por supuesto.

 

- ¿Qué haces aquí? – Inexpresivo, indiferente, serio... Todas esas palabras describían el semblante de Sebastián.

 

- Vine por mis herederos. – Sonrió el mayor. – Aunque bueno, solo pueda llevarme a uno de ellos. – Resopló mirando a Claude.

 

Alois sintió un choque eléctrico en su cabeza, no quería perder a Claude justo ahora.

 

- ¿Y que es esa apariencia? – Preguntó mirando de arriba abajo a Sebastián, quien seguía con la supuesta forma demoniaca que se le atribuye. - ¿De que estas disfrazado? ¿Tu hermano también? –

 

- Esto... Fue para no asustar a nadie. – Confesó Sebastián. – Tuve que hacerlo a medias, porque había humanos presentes. –

 

- ¿No crees que estos humanos ya vieron lo suficiente? – Sonrió mirándolos a los dos. – Que almas tan excelentes tenemos por aquí. – Dio un paso, un solo paso hacia ellos. Incapaz de dar un segundo, por cierta ala que se interpuso en su camino.

 

- Tú... – Interrumpido por las acciones de su padre, pues este le tomo de la ya lastimada ala y lo aventó lejos, estampándolo con un árbol cuyo tronco termino completamente destrozado.

 

- ¡Sebastián! – Exclamo Ciel intentando ir con él, impedido por Grell.

 

- Pudiste engañar a tu hermano, pero nunca a tu padre, “Sebastián”. – El hombre comenzó a subir la voz, repentinamente estaba molesto.

 

- Jamás engañe. – Sebastián se levantó jadeante.

 

- Solo no dijiste nunca la verdad. ¿Por qué no terminaste con todo de la manera fácil? – Grell, Under, Ciel y Alois no entendían nada, pero se quedarían callados, querían ver hasta donde llegaría esta conversación. –  ¿No me digas que tienes miedo? –  ¿Miedo? – Así que jamás superaste ese pequeño accidente. Jajá, eres más patético de lo imaginado. –

 

No sabían que era más preocupante, el hecho de que el padre de Sebastián cambiara a una actitud totalmente despreciable o que Sebastián haya sonreído de esa manera tan sombría.

 

- Patético... – Repitió. - ¿Qué es patético, padre? -  Comenzó a acercarse a aquel hombre, quien se mostró serio de inmediato.

 

- ¿Tú que crees, hijo mío? – Una ráfaga de viento corrió por el lugar en donde estaban parados. Al mayor le brillaron los ojos, semejantes a los de Sebastián, pero estos eran rojos en vez de rosa.

 

Sebastián miro a Ciel y le sonrió.

 

- No quería que vieras esta parte de mí - ¿Qué trataba de decir? ¿Él y su padre iban a pelear?

 

- ¡No lo hagas! – Ciel creía que Sebastián estaba muy débil para luchar.

 

Se equivocaba.

 

Esta vez la transformación fue diferente. Fue tan rápido como se formó el pentagrama en el suelo y un estruendo parecido a la de una explosión sobresalto a los presentes. Sebastián estaba tornándose en algo diferente y aunque aún no lo pudiesen ver, era aterrador.

 

Fuego lo había cubierto en su totalidad, el cielo no podía verse más tenebroso, las nubes se dispersaron en aquel trazo de cielo el cual las llamas habían tocado. Encandilados por aquel brillo, los ojos de los humanos se cerraron, mas los Shinigamis se encontraban atentos.

 

La figura se revelo entre las llamas... Era... Horrible.

 

Aterradores cuernos alargados en la cabellera aun oscura, con un levemente alargado hocico y una sonrisa llena de aun más filosa y más ancha dentadura. Sus ojos saltones de un color semejante al de su padre pero sin dejar de ser el característico fucsia flameante, con la nariz arrugada por la expresión, su ceño fruncido y sus ojos abiertos en su totalidad dándole apariencia de un completo psicópata. Su estatura era más alta. Su espalda jorobada emanaba tres pares de alas plumeadas color negro más grandes que todo su cuerpo, capaces de llegar tres o cuatro metros cada una. Sus anchos hombros y brazos parecían a los de un luchador o más fuertes aparentemente. Su cabello llego hasta sus muslos, melena despeinada pero lacia con algunos mechones flotando por la solemne energía que lo rodeaba. Su ropa también cambió: Ahora no había parte de arriba alguna, solo pantalones. Su piel se coloreo a un gris muy pálido, sus orejas punteadas se extendieron y varios pendientes de con distintas figuras se encajaron a lo largo de esta. El pantalón negro se rompió de las rodillas para abajo, calzado ya no traía y sus pies eran monstruosos, como los de un cuervo enorme. Sus manos tenían esas uñas más anchas y sus dedos gigantes, tenía una cola que parecía poder cortar árboles si lo quisiese y un aura descomunal oscura con bordes morados.

 

Ya no parecía Sebastián, en lo absoluto.

 

- Así es como me gusta verte, Malthus. – Por supuesto que “Sebastián” no era su nombre real.

 

Alois se alarmo y más que refugiarse a sí mismo, quiso ir donde Claude. Se le quedo mirando sin atreverse a ir con él, pero tenía miedo, miedo a que en algún momento su padre lo lastimara.

 

- No te preocupes por él. – Le susurro Under sacándolo de su trance mental. – Sebastián no permitirá que lo lastime y a su padre no le conviene hacerlo. –

 

Fue imposible responder para Alois, tenía tantas ganas de preguntar: ¿Por qué peleaban?, ¿Qué es lo que quería ese hombre de Sebastián?, ¿Y si estarían a salvo?, ¿Cuánto tiempo falta para regresar a casa?

 

- Ellos no pelearan. – Contesto el peliblanco deduciendo lo que pasaba por la mente de Alois. – Al menos no en serio. Si Lucifer crea un revuelo en la tierra de esta magnitud, los ángeles no tardaran en llegar y eso sería una molestia... Para todos. Tampoco tiene porque matar a Sebastián, ni llevárselo pues tiene contrato con Ciel. Si alguien aquí se ira será Claude y su padre. –

 

Alois quiso zafarse del agarre de Under e ir con Claude. Tenía que despertarlo pues si lo hacía, probablemente podría escapar. Pero le fue imposible. Comparando la fuerza del Shinigami con la del chico, era sumamente imposible.

 

- Alois... Tiene que irse. – Susurró de nuevo el albino.

 

- El Shinigami tiene razón. - ¿Ah? – Tiene que irse. - ¿Los escuchaba? – Pero antes... – Miro a Sebastián, o Malthus, como quieran llamarlo. – Tú... –

 

Ese hombre no se cubrió, su transformación fue tan al desnudo que hasta los Shinigamis tuvieron que taparse los ojos. El aire se hizo más pesado y cuando pudieron notarlo, aquel hombre ya media casi tanto como Pluto.

 

Era tal y como lo describían en los libros: Sus cuernos iban desde su frente hasta su nuca, curvados. Su piel era roja, su boca aterradora, sus ojos eran amarillos, afilados, brillantes. Sin cabello en la cabeza, solo en sus piernas como las de un carnero al igual que sus ya descritos cuernos. Su rostro arrugado y visiblemente seco le daban una apariencia vieja, sus manos alargadas y sus filosas garras eran más, mucho más grandes que las de Sebastián. Por último, ese par de alones de murciélago que flotaba en su espalda, pues no se veían adheridos a él, pero estaban ahí y eran suyas, a escasos centímetros sobre su lomo.

 

- En cuanto a ti... – Su voz ronca, horrible, de ultra tumba fueron congeladas por un estruendo.

 

El causante fue una de las alas de Sebastián, quienes sin piedad se encajaron en el pecho del hombre rojo.

 

- En cuanto a ti, dime rápido ¿Qué es lo que quieres? – El de ojos amarillos escupió un especie de líquido negro, rápidamente se dieron cuenta que era sangre.

 

- ¿Qué quiero? – No parecía afectado. – Quiero a mi heredero número uno... Él más poderoso, Malthus. – Sonrió y fue asqueroso.

 

- No iré contigo. –

 

- ¡Por supuesto que vendrás conmigo! Cuando ese humano de allá muera. – Miro a Ciel, quien ya no tenía expresión alguna. Solo observaba.

 

- No te atrevas a... –

 

- No hijo, yo no haré nada. – Tomó aquella filosa ala y la desencajo de su cuerpo. – Recuerda que estamos hablando de un humano; la bazofia más débil e inútil de la existencia. – No discutió, era evidente. – Pero aquel debe tener algo en especial, nunca quisiste a los humanos hasta que encontraste un escondite en ellos y ahora, un amor. – Las últimas dos palabras, las dijo con sorna. – Pero al final, el humano envejecerá y morirá. Yo no tengo que hacer nada, ¿O si, Shinigamis? - Enarco una ceja mirando de reojo a ambas creaturas. – Yo lo único que quería era un futuro para ti y para el reino. Pero ahora, das asco Malthus. –

 

Actuó rápido, aprisiono el cuello de su padre con esa puntiaguda cola, sin necesidad de moverse de su lugar.

 

- ¿Y se puede saber la razón de tu asqueo, padre? – Alois ya no quería ver, esas cosas sí que asustaban, tanto por su apariencia, como sus voces y las cosas que decían.

 

- Porque estas convirtiéndote en un humano. – Sebastián se rio. – Al final siempre serás esto, Malthus, no lo olvides... Por más que intentes escapar de todo lo que hicist... – Apretó el agarre haciendo sangrar al más alto. – Cuando mataste a todas esas personas. – Joder, no se detenía.

 

- Cierra la boca. – Amenazante, severo, aterrador. Ese era Sebastián justo ahora.

 

- ¡Y destruiste todas esas legiones de demo... nios...! – Estaba siendo asfixiado por Sebastián, no es como si el aire le faltase pero si su cabeza. - ¡Aunque no quieras aceptarlo, eres un demonio y tienes miedo! – Una sonora carcajada más una serie de truenos acompañaron los comentarios.

 

Se calló de repente.

 

- Y todo eso... ¡Me da asco! – Tomo la cola de Sebastián y tomándolo como un objeto lo estrello contra el suelo una y otra... - ¡Mi propio descendiente! –... y otra, y otra vez.

 

Ya era suficiente, Sebastián ya no toleraría esto.

 

Con sus alas se elevó al cielo llevándose al que lo tomaba por la cola. Bajo de repente y volvió a subir, por inercia el diablo calló al suelo haciendo un profundo agujero. Sin esperarse más, el anticristo bajo a velocidad y fuerza incalculable y encajo su codo en el cuello de su predecesor.

 

- ¿Y desde cuando me importa lo que pienses de mí? – Le pregunto golpeándole la cara. - ¿Por qué eh de preocuparme si estas orgulloso de mi? -  Golpe, golpe, golpe. – Si jamás fuiste un padre en realidad. – La risa de Sebastián... – Pero no es algo que esperaría de Satán. –... era espeluznante.

 

Y Ciel por un momento creyó que estaba alucinando. Se estaba quedando sordo por tanto ruido estrepitoso. Se levantó de donde estaba, quito a Grell quien ya ni siquiera se sabía si estaba en sí. Camino hasta donde Sebastián y su suegro se encontraban y aunque las tremendas olas de viento lo mandaron de vuelta para atrás, pero él siguió caminando.

 

- Sebastián, es una orden: Detente. –

 

Y así hizo. Acabo con los golpes hacia el viejo.

 

- Ven conmigo. –

 

Y volvió a obedecer.

 

- Dame la mano. –

 

¿Qué acaso no le asustaba la apariencia de Sebastián? ¿O el hecho que pueda perder el control?

 

- Tú ni siquiera estas peleando en serio. – ¿Y cómo lo supo? Se preguntaba Sebastián, pues si bien no había escuchado los susurros que Under le daba a Alois, él pudo deducirlo con solo verlo.

 

- ¡Oh pero que nuero tan inteligente! – Ileso salió aquel horrible ser. – Malthus ojala tú... –

 

- ¡Cierre la boca, viejo tonto! - ...

 

...

 

- ... –

 

- ... –

 

Ciel... ¿Está enojado?

 

- ¡Si no iba a llevarse a Sebastián entonces! ¿¡Por qué hizo tanto maldito escandalo!? – Oh sí que está enojado.

 

- Uh... –

 

- ¡Si quería humillarlo o decirle sus verdades solo bastaba con abrir la boca! ¡Yo de verdad esperaba una verdadera pelea de parte de ustedes dos! - ... Sin habla.

 

Los Shinigamis pensaban: ¡No seas idiota!

 

Sebastián pensaba: ¡No seas idiota!

 

Alois pensaba: Eres un idiota.

 

Y el ente mayor estaba pensando: ¿Hay humanos así de... insolentes?

 

- Por esto es que no vengo mucho a la tierra. – Comento regresando a su forma humana.

 

- Pues ni quien lo quiera aquí. – Ciel cruzó los brazos.

 

- Espero no volver a toparme contigo, Ciel Phantomhive. – Al parecer no le cayó bien al suegro.

 

- Muérase... Más de lo que ya. – El, una vez más, hombre canucio soltó humo por la nariz.

 

- Malthus, yo sé que regresaras corriendo hacia mí. –

 

- Dime lo que tengas que decirme. – Sebastián también estaba volviendo a ser el que alguna vez ayudo a Ciel con su mudanza, le cargaba la mochila para ir a la escuela, le compro media tienda en el centro comercial y tomo la virginidad del ser humano más orgulloso que pudo nacer.

 

- No estás de acuerdo conmigo, no estás de acuerdo con Dios… ¿Quién eres? ¿Athatriel? – Chiste de demonios. – Al final tendrás que volver y acompañaras a tu hermano en todo esto. Pero por ahora, espero que toleres a este humano. –

 

- Lo hare. Padre, entenderás que Claude no se quedara en el infierno mucho tiempo... – Se refirió a Alois.

 

- ¿Claude? – Recordemos que son nombres falsos. – Asmodeo se las tendrá que arreglar, buscara un remplazo por esos años. –

 

- ¿Estás de acuerdo? –

 

- ¿Tengo opción? – Sebastián negó. – Y tú, ya quita ese rostro. – Le hablo a Ciel.

 

- No puedo, Satán es un completo chiste. – Este chico sí que no le temía a nada.

 

- Lo que no apruebo para nada es eso. – Apunto a los Shinigamis. – ¿Por qué no te juntaste con ángeles mejor? – Hablo sarcástico.

 

- Uhm... – Claude, despertaba.

 

- ¡Asmodeo, hijo mío, te eh extraña...! – Claude reacciono de manera instantánea tomando también a su padre del cuello como Sebastián hace unos segundos.

 

- ¡Ni los sueñes! – Mostro sus filosos dientes en una expresión enfurecida.

 

- ¡Esta decidido, vámonos! – Quito al demonio dorado, y se dirigió a la grieta. – Despídete y apúrate. –

 

- ¿Ah? – Se iba. Así de simple.

 

Suspiro, este día llegaría de todas formas. Se sentiría mejor si Sebastián se fuera con él, así no estaría solo, pero él tiene a Ciel y un contrato que no se consumara hasta que el alma sea devorada. Miro a su alrededor, había un desastre.

 

- ¿Qué ocurrió aquí? – Preguntó viendo el paisaje, aun no se percataba de lo más importante.

 

- Papá hizo enojar a Ciel. – Eso dejo a Claude más confundido.

 

- ¿Dónde dejaron el cuerpo de Alois? – Pregunto con pesadez, sin notar que el rubio se escondía detrás de la ropa de Under.

 

¿Por qué? Pues porque a Claude se le haría más difícil irse así, sabiendo que Alois estaba ahí y con vida. No quería perderlo, estaba claro, pero ya no había nada que hacer. Era obvio que si intentaban hacer otro contrato su padre los detendría y alguien podría terminar muerto.

 

Aun así, era inevitable que Claude lo notara.

 

- El mocoso está aquí, llorando otra vez. – Gracias Grell.

 

- ¿Llo-llorando? – Tal y como un niño pequeño, se asomó junto a las ropas de Under, como si el vestido de su madre se tratase. No pudo más, su labio inferior tembló y se lanzó a los brazos del demonio.

 

El abrazo fue correspondido y duraron bastante tiempo sin querer soltarse, pero el de traje oscuro, el padre de Claude y Sebastián, interrumpió de nuevo.

 

- ¡Apresúrate! –

 

- ¡Usted solo vuelva por donde vino! –

 

- ¡No interrumpas niño! –

 

- ¡Casi tengo diecinueve, no soy un niño! –

 

- ¡Pues pareces un mocoso! –

 

- ¡Usted no debería provocarme! –

 

- ¡¿O si no qué?! - ¿En serio esto era una pelea en la que el mismísimo rey de las tinieblas estaba involucrado?

 

- ¡Te volverás a caer al infierno querido portador de luz! – Justo en lo más bajo, pues bien se sabe que Satanás es Lucifer, el ángel caído, desterrado del cielo por la ambición, soberbia y otros pecados que hizo nacer.

 

Ahora en vez de humo, soltó una pequeña llama por la nariz. Sabiendo que no podía hacerle nada al humano pues, Sebastián lo atacaría y con el Claude. Si bien cualquier simple demonio no podría contra él, estos eran sus hijos y los más fuertes, los que lo destronarían en estos momentos, si quisieran.

 

- De verdad, mucha suerte Malthus. – Y vuelve a entrar a la grieta.

 

- Volveré. – Le susurro Claude a Alois, este no pudo responder, por obvias razones. – Te lo prometo. – Claude quiso besar a Alois, pero este no lo permitió. El demonio aún no se daba cuenta de lo que le hacía falta al joven conde.

 

El rubio beso la mejilla del pelinegro, para eso no necesitaría su lengua y, el otro, le dio uno igual pero en la frente. Se separaron, Claude se despidió de los Shinigamis con la mirada, de Ciel con un abrazo y de Sebastián con otro pero más fuerte y duradero, parecía que se estaban susurrando cosas también.

 

Una última mirada a su pequeño rubio y entro a la puerta al infierno, la cual se cerró justo en el momento en el que Claude entro por completo.

 

*

Alois Trancy.

 

Un año sin verte.

 

Y te extraño más de lo que extraño a mis padres, a mi hermano, a mis abuelos y a mis empleados. A pesar de conocerte durante muy poco, porque si me pongo a pensar; solo duramos días siendo novios, solo fueron días de verte por primera vez y solo días para que te convirtieras en mi pareja.

 

No duramos ni un mes, pero nos dimos las mayores pruebas de amor que cualquier otra pareja no podría, no estuvimos mucho juntos pero, no es el tiempo en el que este a tu lado sino el que dure amándote.

 

Porque este amor aun arde, y apasionado sigue fluyente en mi pecho sin dejarme respirar. Jamás te fui infiel, por así decirlo, ya que a pesar de que todos crean que me lleve a muchos a la cama, en realidad eran víctimas que seduje y mate antes de que pudieran tocarme. No podría estar con alguien más sabiendo que tú volverás.

 

Porque lo harás ¿Cierto? Lo prometiste.

 

Lo prometiste.

 

“Yo sé que muy pronto estaré junto a él, junto a mi amado a quien tanto extrañe.”

 

Recite esa frase de la canción que mi madre solía cantarme en mi mente.

 

Me levante de mi espaciosa cama en mi mansión, me acerque al balcón y coloque mis manos sobre la barda de piedra, el cielo tiene más estrellas que de costumbre.

 

“Sus ojos miel... Su tibia piel. Son los recuerdos que de él conserve.”

 

La canción era perfecta para Claude. Inhale el aire puro de esta área boscosa. Sonreí cerrando los ojos concentrándome en esa melodía que no salía de mi mente.

 

“Fue un largo camino el que tuve que andar, para encontrar finalmente la paz.”

 

Y cada recuerdo aparece, como aquellos espejos acorralándome una vez más. Me pregunto ¿Cómo estarán los chicos de mi clase? Hannah, Ronald, Lizzy, Joker, Doll, Dagger, Soma, Agni y, bueno, por lo menos sé de Grell. Esta con Will ahora, recolectando almas aquí en Inglaterra.

 

“Te has ido a un mundo donde no hay dolor...”

 

Y la canción comienza a perder sentido, yo sé que Claude no está feliz. Le hace falta su hermano, le hace falta sus amigos, le hace falta la vida a la que se había acostumbrado... Le hago falta yo.

 

*

Claude Faustus.

 

“Como quisiera estar junto a ti, el verde pasto en mis dedos sentir.”

 

Ah sí, esa canción cuadraba a la perfección. Miraba a Alois desde aquel bosque. El solo veía el cielo como si un secreto escondiera, sus ojos brillaban, era más hermoso que todas las estrellas. Tarareaba o balbuceaba la melodía que hizo que también reconociera la canción. Me gustaría poder escucharte cantándola, pero ya sé que no puedes.

 

Se separó de la pequeña terraza y regreso a su habitación. No paso mucho para que lo escuchase abrir la puerta trasera y caminara en el patio. ¿Qué planeas hacer, Alois?

 

*

 

Entre frondosos árboles, el conocido conde silencioso vagaba sin rumbo fijo. Su mente en blanco y su cariz inexpresivo delataban su falta de temor a cualquier criatura existente en ese bosque. El sonido de las hojas quebrarse bajo su zapato era lo único audible en ese extenso lugar hasta que se detuvo.

 

Contemplo una enorme telaraña situada entre las ramas de un seco árbol, el único sin hojas, sin ninguna razón que pueda explicar sonrió levemente. En su mente repetía una y otra vez la misma frase que resonaba en sus sueños. Sentía como si ya hubiese estado ahí, pero en una ilusión.

 

“Hoheo taralna Rondero tarel"

 

De repente y haciendo que el de cabellera rubia se sobresalte, una voz familiar hizo eco en su cabeza.

 

- Dime todo lo que necesitas y te daré todo lo que anhelas. - ¿Qué había sido eso? ¿De dónde venía esa voz?

 

Buscaba de un lado a otro sin ningún resultado. No podía responderle, no había llevado nada para comunicarse, ni una sola hoja de papel. Miro al suelo y encontró una vara de madera, la utilizo para escribir en la tierra.

 

- ¿Quién eres? – Fue lo primero que se le ocurrió decir. La voz le contesto casi inmediatamente.

 

- Soy aquel que no dará sin recibir. –  Soltó una especie de gruñido desde su garganta. Comenzaba a odiar los rodeos, igual que Ciel.

 

- ¿Qué quieres? –No existían preguntas más directas en el mundo. Alois miraba por todo el lugar intentando localizar al remitente de la voz pero no había nadie, al menos, no visible. Eso, hasta que se escuchó el crujido de las hojas secas atrás de él. Se volteo enseguida.

 

- Te quiero a ti, conde Trancy. – Le sonrió con calidez, se acercó lento y Alois aún no salía de su repentino estado de shock. – Tengo una propuesta para ti.

 

Vestía igual a aquel día en el que casi moría en la pelea contra los ángeles, pero ya no era el mismo. Se notaba un aire diferente, como si se hubiese convertido en alguien más serio, sabio y maduro, de pies a cabeza se veía el porte imponente. Pero no era raro pues ya no era un simple demonio, sino el máximo rey omnisciente, omnipotente y omnipresente de las tinieblas, sin lugar a dudas. Entonces ¿Qué hacía aquí?

 

- Claude, ¿No deberías estar haciend tu trabajo? – Escribió altanero a pesar de la imagen amenazante del demonio. No tenía miedo, al contrario, sentía un deseo inenarrable de abrazarlo.

 

- No por el momento. Tomare un descanso de un siglo. – El de ojos gatunos sonrió ante la confianza mostrada por el humano, la ya conocida niebla rodeo el cuerpo entero de Claude, Alois miro atento a lo que hacía, y cuando esta se esfumo, Claude volvió a verse como un humano.

 

La nostalgia invadió el pecho del ojiazul. Estaba frente al chico del cual se enamoró perdidamente, ese que en tan poco tiempo lo hizo sentir de mil hermosas maneras, el mismo del que no se quería separar ni un solo segundo. Aquel extrovertido, guapo, chistoso y romántico chico al cual amo sin condiciones.

 

- Te propongo un contrato. – Alois alzo la mirada.

 

- Ya no tengo alma. – Escribió en la tierra.

 

- No vengo por tu alma. – El de ahora ojos dorados se agacho a la altura del más chico. – Quiero estar contigo... ¿Sabes? Cuando un demonio se enamora es para siempre, y si tengo que tolerar verte envejecer y morir, lo hare. Si me permites estar contigo mientras vivas. –

 

Acaricio la mejilla del rubio, este último puso su mano sobre la de Claude para que no se alejase.

 

- Dime todo lo que necesitas y te daré todo lo que anhelas. – Repitió. El rubio comenzó a escribir lentamente en la tierra.

 

- Quiero volver a hablar. – Miro al suelo con un deje de tristeza, si bien el título de “El conde silencioso” o “El conde del silencio” le fascinaba, extrañaba expresarse de la manera que más le gustaba. No la tan limitada y tardada forma que se ha visto obligado a utilizar. Alois jamás fue alguien de pocas palabras.

 

- Hecho. Pero como sabes: el diablo no da sin recibir. – Alois asintió. La sonrisa de Claude le daba confianza al chico. – Una vez que el contrato se haga, no podrás escapar de mi ¿Lo recuerdas? –

 

¿Y cómo iba a olvidar la vez que hizo el primer pacto?  Sin esperarse más se abrazó del cuello del demonio.

 

- Puede que duela un poco. – Le susurro. Acto seguido, se separó del cuerpo de su otra vez contratista y poso su mano izquierda sobre sus labios.

 

Prontamente el cello se comenzó a dibujar en la mano de Claude, pero esta vez brillaba encandilaste. Alois se quejó un poco, cerró sus ojos con fuerza esperando que el proceso terminara y la luz del cello se fue apagando, dejándolo en sus colores originales. Poco a poco el pelinegro quito su mano, el rubio tosió un par de veces. Luego se quedó perplejo.

 

No podía creerlo, abrió su boca y con sus dedos la toco, nuevamente estaba ahí, ese musculo tan necesario para articular palabras, con el logo en medio de este.

 

- Clau... – Habló torpemente, se tenía que acostumbrar otra vez después de un año sin ella. – C~Claude... –

 

Su voz fue música para los oídos de ambos. La sonrisa de ternura no podía ser borrada del rostro del más alto, miraba la expresión fascinada de aquel pequeño.

 

- Claude... – Se puso a llorar de felicidad, se abrazaron, se besaron y continuaron dándose mutuo cariño. - ¡G~Gracias, Claude! ¡Te amo! ¡Te amo demasiado! –

 

- También te amo Alois. Nunca te separes de mí. –

 

“Nos apoyaremos en nuestro amor, quedaran atrás las lágrimas y el dolor. Sera el inicio en el que tú y yo, ya no tendremos un final.”

 

*

 

Undertaker.

 

Al final pude regresar a Inglaterra, han ocurrido muchos cambios en este año. Yo por ejemplo.

 

- Sabía que volverías, maldito demonio. – Me dije a mi mismo refiriéndome a Asmodeo o Claude. – Tengo preguntas para ti. – Seguí hablando solo.

 

El sonido de la puerta abriéndose junto con los cascabeles colgados en esta me saco de mis pensamientos. Justo quien quería ver.

 

- Vaya, vaya, conde Phantomhive... y perro. –Los salude.

 

- Hola querido amigo, siempre es un placer verte de nuevo. – Me saludo Sebastián.

 

- ¿Y que los trae por aquí? ¿Algún caso de la reina? – Me acerque a ellos con una sonrisa.

 

- No, vengo por ti. – Ese era el ahora amenazante Ciel Phantomhive. Era fascinante como su ego creció tan rápidamente.

 

- ¿Por mi o...? – Saque de mis bolsillos un hermoso zafiro en un arco de plata. – ¿... por esto? – Le enseñe, el conde intento arrebatármelo.

 

- ¡Devuélvemelo, rata! - ¿Rata?

 

- Pero que tonto Ciel, bien podría quitármelo con facilidad tu demonio mayordomo. –

 

- ¡Esto es entre el Conde Phantomhive y el Shinigami Undertaker! - ¿Así que tomaras riendas por tu cuenta? Tal parece que nunca serás dependiente a nada.

 

- ¿Y por qué eh de dártelo? Si yo le puedo sacar más provecho que tú. – No deje de sonreír. - ¿Te imaginas si lograra regresar a los muertos por medio de sus almas? ¿No quieres que tu papi vuelva Ciel? –

 

- ¡No me llames por mi nombre como si fuéramos de confianza! – Este chico es tan orgulloso como su padre, pero tan cascarrabias como su abuela.

 

- ¡Entonces! Supongo que tendrás que luchar por él, no creerás que me lo quitaras tan fácilmente, “mi señor”. – Lo mire desafiante.

 

- Entonces... Esto es guerra. – Se dio la media vuelta y salió de aquí, Sebastián se quedó mirándome unos segundos.

 

- Sé que no debo meterme pues son ordenes de Ciel, pero... Te conviene dárselo, tiene al infierno de su lado. –

 

- Creí que no le había caído bien a tu padre. – Sebastián rio levemente con sus parpados abajo. – No lo odia pero... – Abrió sus ojos, tenía las pupilas de demonio. – Mi padre ya no es quien manda allí. - ¿Esto es una amenaza?

 

- Ja, no le pedirías favores al infierno ni aunque tu vida dependiera de ello. – Suspiro.

 

- Tienes razón, pero no lo necesito... Ciel tampoco necesita de mi ayuda de todas maneras, ganará esta guerra cueste lo que cueste. Porque así es él, así es la cabeza de la familia Phantomhive. – Se marchó.

 

Y me lo vienes a decir a mí, Sebastián. No quieras hablarme de los Phantomhive cuando ya todo lo sé.

 

Comencé a reír.

 

- Supongo que la historia se vuelve a repetir... ¿No es así, Vincent? – Mire el brillo del zafiro. – Tú hijo saco tú terquedad y orgullo, pero no tu carácter y tu inteligencia. Aun así, el pequeño no es para nada un ignorante. –

 

*

 

Sebastián Michaelis.

 

Cuando entre al auto, vi a Ciel inhalar profundamente para relajarse, entiendo las razones por las que este molesto, pero declararle la guerra a un Shinigami era demasiado.

 

- Tengo hambre, ¿y tú? ¿Qué quieres cenar? – Me hablo dulcemente acomodándose en mis piernas. Antes de que el chofer arranque el auto, vemos como el Shinigami sale de la tienda y burlón se despide con la mano la cual tiene el anillo en su dedo índice. – ¡Maldito Shinigami ladrón! ¡Es mi padre! ¿Captas? ¡¡Mi padre!! El único quien debería tener ese anillo soy yo. –

 

Estar con Ciel es como estar con dos personas a la vez. Cada una completamente distinta a la otra; Primero se muestra frio, orgulloso, arrogante y competitivo; luego es alguien cariñoso, romántico, protector, tierno y hasta sumiso en algunas ocasiones. Nunca dejando esa mirada de determinación en sus ojos, sus tontas e infantiles decisiones son lo que lo caracterizan en principal – Aunque por alguna razón la mayoría le sale bien –. Todo por ganar, todo por proteger, todo por obtener lo que quiere. Y nada, si no se trata de Ciel.

 

- Hey, ¿Qué paso con tu hermano gemelo dulce y meloso de hace unos segundos? – Pregunte sonriente.

 

- Lo mate. –

 

Emprendimos camino a la mansión Phantomhive, nos esperaban ahí tres nuevos empleados quienes a pesar de ser torpes en lo domestico, son unos maestros en lo marcial. Fueron contratados para principalmente proteger la mansión, aparentando ser empleados cualquiera.

 

Llegamos a la habitación que compartíamos, en secreto de los demás, pues ahora supuestamente son el mayordomo principal. Cuando en realidad son el esposo del Conde. Pero si la gente se enterara ¿No sería extraño?

 

*

 

Ciel Phantomhive.

 

 

Esta noche el silencio cubre la mansión, porque es muy tarde. No puedo dormir ni un poco, por un momento pienso en todo lo que pase. Me preocupa Alois, está solo y no sé cuándo podre ir con él, me gustaría que estuviera aquí conmigo y con Sebastián.

 

Me levanto y con cuidado doy pasos a pies descalzos para no despertar al demonio que está en mi cama. Se ve tan angelical cuando duerme que ironía. Salgo de la habitación y después de la mansión. Subo por un árbol hasta la azotea. El cielo parece una galaxia, lleno de cuerpos celestes que parecen hacer figuras si las conectas entre sí.

 

Me senté en el techo y abrace mis piernas, viendo las estrellas como un niño pequeño. Me pregunto hace cuánto tiempo no hacia esto.

 

Varias imágenes lanzadas al azar pasaron por mi mente, todas de la sonrisa de mi madre y los ojos de mi padre. Me siento como un bebé, como un niño necesitado del afecto de sus padres. Fue bueno mientras duro.

 

“Nunca hizo falta olvidar lo vivido. Lo único efectivo es enterrar los recuerdos y esconder las cicatrices.”

 

Esa frase jamás había tenido tanto sentido hasta ahora, que sé que todo lo malo ya acabo. Mi pecho nunca había estado tan tranquilo, sabiendo que los que amo estarán bien, que yo estaré bien. Que las personas que se fueron ya están en paz y las que se lo merecen, sufren.

 

Muchas veces el corazón se tiene que teñir de negro y oprimirse, para poder cruzar los muros que el camino te interpone. Lo que no te mata te hace más fuerte dicen muchos, ahora me encuentro preparado para lo que venga y eso me deja respirar con tranquilidad.

 

Lo único por lo que eh de preocuparme es por el amor que Sebastián me tiene. Él lo sabe, moriré algún día, yo no puedo simplemente evitar lo inevitable. Me preocupa que él no lo soporte y también que no logre superarlo. Confió en el, confió en que Claude le ayudara a pasar esa mala racha que él inapelablemente tendrá que sufrir también.

 

Cuando el final del tiempo se empiece a acercar, lo único que podré hacer es secar tus frías lágrimas. Dejarme llevar por lo que vayas a hacer y entregarme por completo a ti. No podrás extender mi vida, solo podrás llevar mi alma contigo. Por más que lo intentes y lo cuides, el jardín de rosas blancas al final siempre se marchita.

 

Y espero morir antes de que me veas tan débil y viejo. Algún día simplemente llegare contigo a pedirte que devores mi alma y tú obedecerás porque ese es tu deber.

 

Y así será, en un campo floreado con la fragancia más fresca que nuestras narices puedan conocer, ahí es donde dejaras mi cuerpo inerte y te marcharas. Porque así será mi deseo.

 

Solo espero que entonces no te arrepientas y no sientas ninguna culpa más tarde. Porque ya no servirá de nada. Yo ya te habré dicho adiós.

 

- Pero ahora mismo no debería de preocuparme por esto, porque sé que si llego a caer tú vendrás a atraparme. – Dije para mí mismo.

 

- En efecto. – Me asuste cuando escuche su voz detrás de mí. – Yo estaré aquí para no permitir que caigas, Ciel. – Se sentó a mi lado y me abrazo.

 

- Sebastián, cuando yo muera no llores. – Le pedí.

 

-  Cuando tú mueras ya no estaré a tus órdenes, así que no esperes que cumpla este mandato. - ¿Es egoísta de mi parte?

 

Pedir que no dejes salir tus sentimientos, que queden muy dentro, no permitirte desahogarte para así no tener verte de esa manera, sí que es muy egoísta.

 

- Prométeme que no titubearas. –

 

- ¿Por qué tocas este tema tan de repente? –

 

- Solo lo hago. – Me senté en sus piernas a horcajadas, quedando de frente. – Prométeme que no lo harás más difícil. – Se me quedo viendo unos segundos, soltó un largo suspiro y volvió a mirarme.

 

- Lo prometo. –

 

- Y también... Prométeme que... – Sentí un nudo en mi garganta, mis ojos se empapan y mi nariz se enrojece. – Que encontrarás a alguien más... Después de mi... –

 

- Oh Ciel... – Me abrazo, comencé a sollozar en su pecho, hace un año que no lloraba. – No me pidas cosas tan imposibles, ya me enamore una vez, no puedo hacerlo dos veces. Así somos nosotros los demonios. –

 

- Pero yo no quiero que sufras. – Solté en un hilo de voz, abrazándolo con más fuerza.

 

- Sufrir es parte de la vida. – Se excusó.

 

- De los humanos. – Respondí.

 

- Si así podré tener la dicha de estar contigo, será un honor sufrir por ti. – Me beso y yo correspondí.

 

Mi corazón se aceleró incontrolablemente y ese tipo de sensaciones que no quieres dejar de sentir se instaló en mi pecho, cabeza, estómago y en todo mi cuerpo.

 

Podré morir tranquilo sabiendo que Sebastián me amo. Él me está permitiendo ser un narcisista y pensar solamente en mí, él quiere que sea egoísta y deje de preocuparme por lo que llegara a sentir.

 

Y pensar que todo esto lo intente hace años, con la persona o criatura equivocada.

 

Hoy por fin puedo asegurar que lo nuestro es hasta que la muerte nos separe. Que por fin encontré a alguien que siempre estará a mi lado, con amigos que aún me contactan desde lejos y un trabajo que no podré dejar.

 

¿Será esto lo que estaba buscando? ¿Este el verdadero nuevo comienzo?

 

Fin.

Notas finales:

Por ahi debio pasarme una falla gramatical u ortografica, lamento eso, pero soy un ser humano y cometo errores.


¡SE QUE DEJE COSAS SIN RESPONDER, O SEGURAMENTE TENGAN UNA DUDA O CURIOSIDAD, LO SE PORQUE HAY COSAS QUE CONSIDERE QUE HARIAN MUCHO BULTO EN EL FIC Y CENSURE, POR FAVOR DIGANMELAS EN LOS COMENTARIOS, LAS CONTESTARE GUSTOSA!

Por ultimo, muchas gracias chicas, chicos por todo. Por esperarme, por leer. Bienvenidas las que vieron el "Finalizado: Si." y dijeron: "Lo wa leer", y se quedaron hasta el final, tambien las lectoras que me han acompañado - que probablemente no quede ninguna pues tarde meses. - Esto no ocurrira nuevamente, se los aseguro.

No habra final alternativo, si no les gusto por favor haganme una critica constructiva.

Si llegaste hasta aca, es porque te saltaste todo el capitulo o lo leiste hasta el final, si es lo segundo ¡MUCHAS GRACIAS!

 

Matta ne~


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