Un día como todos, con una gran diferencia, ya no estaba en casa, era mi primer día fuera de mi ciudad natal, vaya sí que era diferente, la casa donde viviría tenía algo peculiar, era antigua.
Me decidí a recorrerla por un rato, descubrí muchas habitaciones que no creí existentes, la casa era bastante grande y bueno, vieja, algunos muebles incluso ya estaban podridos, en cierto momento me espante ya que un ruido fuerte llamo mi atención, después de verificar lo que era descubrí a una pequeño gatito de escasos meces de nacido que merodeaba por la zona.
Ya con sueño y cansancio por la escuela me dispuse a ir a la que desde este día sería mi habitación, me recosté sobre la cama y anote algunas cosas de la escuela, cuando vi por mi ventana una hermosa luna ya estaba presente en esta, me levante de la cama y tome algo de ropa para así poder ir a tomar una ducha, llegue y como debe ser abrí la regadera dejando que el agua fluyente de esta envolviera mi cuerpo, justo cuando comencé a lavarme la luz se apagó de pronto, me llamo bastante la atención de la causa de esto así que procure enjuagarme para poder ir a encenderla nuevamente o en su defecto, salir a cerciorarme de que era lo que estaba sucediendo, cerré la llave y me dirigí al interruptor moviéndolo prendiendo así de nueva cuenta la luz, me espante y me fue inevitable gritar al ver una notoria sombra detrás de la cortina de la ducha –H…hay alguien ahí?- Musite casi sin voz, recibiendo como respuesta un ¡Vete de mi casa! -¿Quién eres?- cuestione apenas con un hilo de voz ¡Vete de mi casa! Recibí nuevamente dicha respuesta, Ya un tanto asustado, o mejor dicho un demasiado asustado moví la cortina donde se divisaba dicha sombra, notando después de mover esta que no había en lo absoluto nada, esa noche sin duda no sería la peor.
Salí del baño casi corriendo y tratando de convencerme a mí mismo de que lo visto había sido solamente producto de mi imaginación y nada más que eso, llegué a la habitación ya un poco más relajado, tome mi ropa me seque y me vestí cuando voltee a mi cama, vi claramente un bulto en esta, quería gritar correr, simplemente desaparecer pero mis piernas no respondían, intente usar el razonamiento convenciéndome de que era solo un niño de la calle que tenía acceso a la casa, me senté sobre la cama y comencé a hablar casi tartamudeando.
-H…hola, soy Mir, ¿Tú quién eres?
-Vete de mi casa, eso no te importa
[al menos había recibido una respuesta más]
-No puedo irme, yo compre esta casa, así que ahora es mía también, pero si tu lo deseas yo la puedo compartir contigo- intente ser amable para no asustarlo y para poder mantener confianza en mí mismo.
-¿Compartir? Esta es mi casa, siempre lo ha sido
-Si quizá pero a mí me vendieron esta casa, mira si tú quieres yo puedo dormir en otra habitación y tú te quedas aquí hasta que tú quieras ¿Te parece?– El bulto aquel comenzó a elevarse hasta quedar sin cobija alguna dejando ver a aquel chico que en verdad era guapo, me quede perplejo y sin palabras pues era un hombre simplemente apuesto, aparentaba unos 23 años de edad, pero en verdad me asusto cuando su mirada se dirigió a mí. Su mirada se veía triste y sin brillo alguno lo cual me ponía aún más nervioso y ladee ligeramente mi rostro a un costado esperando su respuesta
-¿Tú no saldrás corriendo? ¿No te has dado cuenta? ¿Estás loco?
-No veo porque salir corriendo, no sé de qué debo darme cuenta y si me llamas loco por que no te corro de mi casa, pues no lo estoy simplemente no quiero que pases frío y si has vivido siempre aquí no hay problema, hablare con el antiguo dueño para informarle que dejo la casa y así tú puedas vivir solo- baje la mirada pues conseguir otra casa por un precio no tan elevado me iba a resultar verdaderamente difícil, el negó y toco mi rostro levantando mi mirada, su mano era tan helada como el hielo pero su mirada tan cálida como el sol.
-Tú no eres como ellos lo veo en tú mirada, sé que puedo confiar en ti, solo espero no te alejes solo por lo que soy.
-¿Por lo que eres? –le pregunte intrigado viéndolo, el solo bajo la mirada y suspiro asintiendo –No te entiendo-
-Yo no soy como tú Mir, yo… yo morí hace 27 años
-¿Qué? –le mire espantado, pues sus manos frías y su mirada apagada me hacían creer que no era una broma –No juegues con eso por favor- el solo rio algo irónico y negó.
-No suelo jugar, ni en vida lo hice, no podre morir hasta conocer el amor y así vengar mi muerte
-¿Amor? ¿Muerte? – Le mire sin entender y negué pero el asintió
-Morí después de un asalto en casa, nunca conocí el amor, por lo que fui condenado a vagar aun en muerte hasta encontrar a la persona que se enamore puramente de mí.
-eso es tan triste- musite con lágrimas en mis ojos, la verdad siempre eh sido demasiado sensible por lo que solo lo abrasé sintiendo en mi piel su cuerpo helado. –Yo te ayudaré- asentí con entusiasmo y él me sonrió
-Dudo que se pueda, pero gracias
Esa noche no dormimos hablamos de cosas cotidianas, la vida y la muerte no parecían ser igual.