Noche de Samhain
En las afueras del reino al otro lado de la muralla que protegía a los pobladores de aquel lugar un grupo de muchachos se alistaban para infiltrarse y hacer de las suyas esa noche, la noche de Samhain, el caballero de la muerte.
Los cuatro jóvenes se burlaban de la gente que manipulada por los católicos habían convertido de la noche de Samhain en una para nada divertida celebración de todos los santos o el “All Hallow day”.
Terminaron de ponerse las mascaras con cuernos y saltaron la muralla sin mucho esfuerzo, pues todos los guardias debían estar junto con las demás personas en la plaza principal donde se llevaban a cabo las representaciones teatrales de la muerte.
De los cuatro muchachos dos iban de la mano, se trataba de un pelinegro de ojos platinos y un pelirrojo. Delante de ellos iba un pelinegro con flequillo cubriéndole la cara y un lunar adornando su ojo derecho, a su lado un alto chico de cabellos morados, quien dirigía la “expedición” por ser el más alto e intimidante.
Se escabulleron por las calles, hasta llegar al palacio del rey, burlar a los guardias no fue mucho problema, al menos no para entrar, pues la mayoría se encontraba concentrados en la parte del frente y no en la parte trasera por donde se habían metido.
Dentro del castillo más de una mucama se desmayó de verlos pensando que eran demonios reales, haciendo que el grupo de amigos riera por la ingenuidad de estas, una vez que dejaron la planta baja comenzaron el saqueo.
En grandes costales echaban todo lo que podría ser útil, telas, cobijas, ropas, botellas de vino, y algunos utensilios de metal. Tenían solo unas horas antes de que cambiaran de turno los guardias y los descubrieran.
-Bien chicos, Taiga, ve al ala oeste, Kazu al este, yo me encargo del sur y tu Atsushi del ala norte.
Organizo el pelinegro del lunar, todos asintieron, y se fueron por las direcciones dadas.
El peli morado se dirigió con sigilo al ala norte, como siempre le tocaba el área más vigilada, pues Atsushi con su altura ahuyentaría más fácilmente a los guardias de esa zona que los demás. En el ala norte se encontraban las habitaciones de la familia real.
Pero para su suerte esa noche no había tanto guardia, y los poco que había los despacho con un par de golpes para dejarlos inconscientes, busco en todas las habitaciones solo robando lo que le habían ordenado, ropas, cobijas y metales.
Al abrir la penúltima puerta se encontró con un precioso doncel durmiendo sobre una acolchonada cama de plumas, era precioso, pelirrojo, pequeño, de tersa piel blanca y facciones delicadas. Atsushi no tenía que ser un genio para saber quién era, no había nadie en el pueblo que no lo conociera, se trataba del príncipe Seijuuro, próximo monarca.
Aún era joven para asumir el cargo de rey pero lo haría dentro de un par de años tal vez un poco más. Atsushi quedo encantado con su belleza, lo había visto ya otras veces en pinturas y retratos, pero no se comparaban en hermosura al de carne y huesos.
Se sacó la máscara y la “armadura” de encima pues no quería asustar a semejante ángel, se acercó a él y acaricio sus cabellos, provocando que el doncel revelara sus hermosos ojos carmín. Pero el menor no se alteró, no grito como el peli morado pensó que haría.
-¿Cómo has entrado?
Pregunto de manera firme esperando respuesta del peli morado.
-Ahh~~ un demonio me ayudo~~
El pelirrojo miro a Atsushi como si se hubiese vuelto loco.
-No juegues conmigo llamare a los guardias…
Y ante el peligro Atsushi hizo lo más prudente que se le ocurrió para callar al otro, lo tomo por los brazos para evitar que corriera por ayuda y guardo el intento de grito entre sus labios, el pelirrojo se resistió primero pero poco a poco fue cediendo ante el nexo, permitiendo que el más alto se adentrara con su lengua en su cavidad bucal.
El beso subió de intensidad haciendo que el corazón de ambos latiera con fuerzas, la cara de Seijuuro se puso de acuerdo con sus cabellos, deseando volver a formar el contacto. Para Atsushi no pasaba diferente, hipnotizado por la seductora imagen del doncel sonrojado y jadeante volvió a tomar sus labios.
Besos y más caricias, pero no pasaron de eso, a pesar de las ganas el peli morado era consiente de con quien se metía, no era un chico de pueblo, ni uno de la comunidad, era el mismísimo príncipe.
-Tienes que irte, los guardias pueden aparecer – el pelirrojo lo separo – pero antes dime tu nombre.
-Atsushi…
-Atsushi, ¿dónde debo buscarte?
-No tienes que buscarme Sei-chin, yo vendré a por ti.
El peli morado salió de la habitación dejando a un Seijuuro confundido y con el corazón acelerado, esa noche se había sentido mal como para salir, o más bien dicho estaba enojado, pues su “prometido” le había cancelado diciendo que esa noche las estrellas no le favorecían pues se había predicho que perdería algo muy valioso. No era la primera vez que Shintaro se negaba a verlo usando las estrellas como justificación, por ello esa noche estaba enojado y sin ganas de ver a nadie, sin embargo aquello resulto mejor, pues había conocido a ese extraño y lujurioso chico, Atsushi le había mostrado en solo minutos el principio de la pasión, lo había encendido cual hoguera y ahora su cuerpo ardía en todos los puntos que lo había tocado.
Se levantó de la cama arreglo sus ropas y se lavó el rostro, o tenia porque haber hecho algo como eso, sin embargo no se arrepentía, dejo de calentarse las ideas con Atsushi para volver a la cama.
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-¡Atsushi! ¿Por qué tardaste tanto?
El del lunar lo regaño a penas lo vio saltar la muralla
-Lo siento~~
-Como sea, vamos que Taiga y Kazunari ya se han ido.
-Ahh Tatsu-chin… yo me quedare por los alrededores, tengo asuntos pendientes…
El pelinegro lo miro interrogante.
-¿Pendientes?
-Si~~ pendientes…
-Está bien Atsushi, pero recuerda que de los guardias tienes que mantenerte bien alejado…
-Sí, si~~ anda ya ve con Tai-chin y Kazu-chin
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Por la mañana el joven Seijuuro esperaba en los jardines a que llegara su prometido, aun no podía sacarse de la mente a Atsushi, pero sí o sí tenía que pasar tiempo con el peli verde.
-Seijuuro.
El pelirrojo volteo a ver a quien le llamaba, Shintaro iba entrando al jardín.
-Buenos días Shintaro
-¿No estas molesto por lo de ayer?
El peli verde se sentó a su lado en la jardinera.
-Te lo perdonare, si me das un beso.
A Shintaro se le subieron los colores al rostro e hizo una expresión de asco total como si le hubiese dado a oler un balde de eses.
-¿Acaso te has vuelto loco? Ese tipo de cosas no las podemos hacer hasta estar casados.
El pelirrojo lo miro con molestia.
-Es algo normal dentro del protocolo de cortejo…
Shintaro desvió la mirada y luego tomando valor se acercó para robarle un beso, Seijuuro correspondió al ínstate, pero no sentía lo mismo, la magia, el deseo, la adrenalina, no había ya más de eso. Se separaron a los segundos.
Platicaron un rato más y el peli verde se fue, dejando a Seijuuro con la gran interrogante de por qué había sentido tanto con el peli morado y tan poco con su prometido…
Cayó la noche, Seijuuro miraba por la terraza de su habitación, el trabajo de hacerse cargo del reino (aunque aún no adoptaba el cargo de monarca) sumado al hecho de tratar con su antipático prometido y no poderse sacar de la cabeza a Atsushi, lo habían dejado exhausto.
Dio la vuelta dispuesto a ir a la cama, ese día había sido en especial cansado, por la pasada noche de todos los santos y los problemas que siempre había.
Pero un par de fuertes brazos lo apresaron antes de que pudiese entrar, jalándolo al interior de la habitación. Sintió como su corazón daba un vuelco al descubrir al peli morado que se había apoderado de su mente durante el día.
-¿Qué haces aquí?
-Vine a verte Sei-chin~~
-¿Cómo entraste?
-Ya te lo dije… me ayudo un demonio~~
-Atsushi… esto es peligroso tu y yo no podemos seguir viéndonos, lo de anoche fue un error…
-Yo creo que fue una gran decisión.
-Yo estoy comprometido, me casare en un par de años y me volveré rey, ya deberías saberlo, lo nuestro no funcionaría….
Atsushi se acercó al otro casi rozando los labios contrarios con los propios, observando con satisfacción como el pelirrojo empezaba a bajar el tono de su voz.
-Yo creo lo contrario Sei-chin… Aparte no me molesta tu prometido, los vi esta mañana es muy antipático y no te tocara de nuevo, no lo necesitas, yo te voy a satisfacer…
¿Acaso podía negarse cuando todo su ser lo deseaba? Claro que no, y siguiendo sus impulsos elimino los pocos milímetros que los separaban para unir sus labios, Atsushi estaba completamente embelesado con el sabor de ese pequeño y precioso ser. Consciente de que estaba jugando con fuego, el peligro podía palparse estando ahí, pero nada de eso importaba si podía estar un momento con el objeto de su amor.
Esa noche al igual que la anterior no pasaron de besos y caricias a petición del pelirrojo pues después de todo el seguía comprometido.
Antes del amanecer Atsushi empezó a recoger sus cosas para marcharse.
-Sei-chin… volveré dentro de una semana, vivo demasiado lejos y tengo mucho trabajo…
-Esperare por ti Atsushi… solo promete que regresarás…
-Lo haré una noche cada semana, solo para nosotros dos… intentare que los días se prolonguen…
-Ve con cuidado.
-Por supuesto.
Atsushi volvió a besar sus labios antes de saltar por la terraza para marcharse, una vez fuera del reino comenzó a andar de manera lenta y perezosa añorando que llegara rápido la próxima semana para regresar a ver a su Seijuuro.
Por primera vez pensó que aquella absurda costumbre que tenían de disfrazarse cada año en la noche de Samhain para robar era algo útil, pues gracias a ella había conocido a Seijuuro y había encontrado una buena manera de seguir viéndolo sin ser detenido.