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Sobre Hojas por LordDria

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Notas del fanfic:

Hecho con mucho love <3. 

Notas del capitulo:

Buenas buenas, esta historia no tiene tanto tiempo como nuestro anterior fic pero aun asi ha sido muy bonito escribirlo, es un poco de todo, que esperamos les pueda sacar una sonrisa. 

Lo ibamos a poner en "Hallowen" unos días atrás pero pues, hubieron unos problemillas asi que hoy ya se nos hizo el tiempo. 

Disfruten la lectura <3.

Arriba las nubes que habían tomado un color negruzco, chocaron entre sí causando una lluvia torrencial, provocando que los viandantes y los chicos que jugaban en la cuadra desaparecieran a paso vertiginoso  a resguardarse dentro de la calidez de aquellas casas similares con chimeneas en los grandes salones.

La ventana del cuarto de Qdria estaba abierta y las cortinas eran azotadas por ráfagas incesantes y despiadadas. La lluvia lacerante pegaba contra ellas, mojándolas y dejando un leve charco sobre el piso del cuarto.

Era una habitación amplia y de paredes llamativas, con posters pegados  y calcomanías brillantes en el techo. Desordenada y con rasgos de polvo a su paso; habían libros sobre destartalados y algo deteriorados estantes de madera pegados sobre la cabecera de la cama y al lado de esta se levantaba una montaña tambaleante, más allá entre la ropa regada. Otros libros más se desparramaban por sobre el piso parqué.

De repente, Minho hizo brotar su cabeza de entre unas hojas algo  raídas y medio amarillentas de una olvidada revista cubierta entre papeles de la escuela. Guardó su hogar con precaución y se aproximó a tocar la puerta de Jinki. Este provenía de un libro algo antiguo, de tapa dura y gruesa, pero bastante interesante. Qdria siempre lo leía.

Jinki demoró algo en asomar la cabecilla entre las hojas y saludó al chico, ofreciéndole una somnolienta mirada.

—   Eh, hyung, es hora. Abramos la mochila—el chico  aún con rastros de sueño en los ojos levemente rojos, asintió.

Jinki provenía de un libro encantado y al parecer era un rey sabio y benevolente con sus súbditos. Pasando un y mil peripecias junto a su amigo Claus, un pequeño y tierno pollo, enseñaba a sus lectores el valor de la honestidad, el amor y, sobre todo, la importancia de la amistad como uno de los elementos fundamentales en la vida.  A Minho le fascinaban sus grandes hazañas en extrañas tierras muy diferentes de las grandes canchas y ropa deportiva de dónde provenía.

Sonrió instando a que despertara por completo y con lentitud pero paso firme avanzaron.

El camino fue largo y un poco tedioso. Recorrieron entre cerros amorfos de ropa regada y rodearon enormes columnas tambaleantes de libros y revistas; saltaron por encima de hileras de zapatillas hasta dar por fin con el escritorio.

Minho lo ayudó a elevarse hacia la silla giratoria, agachándose para que subiera por sobre los hombros fuertes y se alzara hacia arriba. Jinki se sostuvo del forro áspero de la silla, avisó a su ayudante y gateó hasta por fin llegar arriba. Calculó un poco más y saltó hacia el reposabrazos, oyendo ciertas advertencias de Minho, pero haciendo caso omiso, dio un salto más y apenas llegó al borde del mueble.

—   Te dije que fueras cuidadoso—rió el pequeño deportista al ver el esfuerzo de su mayor por aferrarse a la madera lisa y resbalante.

 

Cuando el rey llegó arriba, hizo  una seña con los dedos en muestra de victoria. Minho recordaba que también el personaje principal del libro de su amigo hablaba de un rey muy sabio a veces, pero muy tonto y cómico en otras ocasiones. Riendo, giró la cabeza y advirtió un charco de gran tamaño filtrándose entre el interior de la habitación, frunció el ceño y con un fuerte berreo cargado de preocupación y, algo de nervios, instó al rey Jinki a apurarse con la bienvenida.

—   Unas gotas de agua no te harán mal, Minho—respondió con tono de voz ligero y bastante despreocupado mientras que iba buscando un objeto en el revoltijo de cuadernos y lápices allí arriba—. Solo es el comienzo de la estación.

 

—   Debería cerrar la ventana alguna vez—chasqueó la lengua al seguir contemplando el agua avanzando. Pegó su larguirucho aunque musculoso cuerpo a una columna que sostenía el imponente mueble y  regañó entre dientes el cambio de estación.

De repente, la voz preñada de júbilo de Jinki lo sorprendió y salió del escondite para sonreír y apurarlo a despertar a todos.

                              

—   ¡Sí! Ya lo tengo—dio ciertos brinquillos más y se preparó para la invocación. Agitó las manos y de manera arrítmica las hizo danzar por entre el aire, de sus labios salieron palabras inteligibles y, con un golpe certero de un objeto similar a un lápiz de grafito, hizo retumbar el recinto. Minho se tambaleó apenas, tratando de no  caer al piso y esperó con impaciencia el despertar de los demás—. Amigos míos—pronunció con un tono de voz grueso—, despierten. ¡Ya es hora de recibir a los nuevos integrantes!

Todo lo que supo el pequeño deportista era que luego de pasados escasos segundos, los libros cobraron vida y empezaron a brotar pequeñas cabezas por entre las hojas. Salieron en orden y sin atropellarse. Los de abajo ayudaban a los de arriba en esas cimas tambaleantes a no estrellarse contra piso. Los que se encontraban enterrados eran auxiliados por los que residían en la superficie. Fue una confusión de un personaje tras otro, una reunión diaria de cada ser que provenía de esos magníficos objetos. <<A mí también me gustaría tener mi propia historia>>, pensó algo acongojado al dar una leve revisada general de los demás. Él no era como ellos, no. Minho no provenía de ningún libro de fantasía, de literatura, de terror, ciencia ficción o historia, ni siquiera de los aburridos libros de matemática. Había nacido de una revista antigua de deportes que Qdria guardó por alguna razón misteriosa, pero con el paso de los años fue olvidada y por poco tirada a la basura. Sin embargo, y la razón por la que Jinki aseguraba siempre que era alguien importante y muy valioso para los demás, fue  que podía salir de su casa sin ser invocado por algún conjuro mágico, lo hacía por voluntad propia.  <<Siendo una simple revista, eres mucho más de lo que crees. Sin ti, me sería imposible llegar arriba y despertar a todos. ¿Aún te menosprecias?>>, hablaba un día el rey cuando el pequeño Minho había confesado sus inquietudes y penurias a su único amigo cercano del lugar.

Dejó los recuerdos pasados de lado y ajustó la vista un poco más para observar con sumo detenimiento la movilización de la mochila cargada de libros nuevos por órdenes del rey. Unos muchachos de unos libros de animales, jalaban con fuerza junto a grandes elefantes el cierre de la esta y divisaba cómo otros se apresuraban adentro del oscuro lugar para ayudar a los nuevos a salir.

El primer libro fue uno de terror; no era sorpresa alguna. La dueña de la habitación había adquirido repentina pasión y agrado hacia el tema y no era novedad encontrar varios de estos sobre la mesa de noche. El segundo fue uno de ¿Trigonometría? ¿Geometría?, que apenas aceptó ayuda de los libros de Sociología y Lingüística que venían a echarle mano. Esos eran unos tipos muy creídos y llenos de un vocabulario totalmente extravagante y fuera de lugar a los ojos del deportista. El tercero que hizo presencia fue uno más de terror o ciencia ficción. Llevaba unas letras góticas de título y fue de tapa negra. La chica que brotó de las hojas del objeto, vestía un traje negro y fantasmal, con un velo sombrío  que cubría su rostro. A Minho le causaron escalofríos. 

Al parecer, no había nada nuevo y justo cuando el deportista estaba lanzando un bostezo sin tapujo alguno de mostrar la boca abierta, lo vio.

Un pequeño con mejillas arreboladas y hojitas de menta en la cabeza salía por ayuda de una dama de compañía de un libro de princesas. Jamás había contemplado algo más hermoso en toda su vida. El órgano motor pareció pararse por unos segundos y la boca se le quedó abierta del asombro tan repentino que acababa de causar el cándido personaje. Minho trató de acercarse más por entre la multitud que no lo dejaba pasar, era algo complicado y varios se amontonan  alrededor de los nuevos , específicamente, lo hacían alrededor del niño que un poco tímido se inclinaba  ante los demás aún con las mejillas preñadas de un color carmín tan hermoso y brillante como los rayos del sol.

¿De dónde provenía? ¿Cuál era su historia? ¿Cómo se llamaba? ¿Su final sería triste o feliz? Preguntas saltaban y chispeaban en la mente del deportista que no había podido sido ser capaz de emocionarse de esa forma desde que el rey Jinki había narrado su historia. Quería saberlo todo y atesorarlo todo como suyo. No supo con exactitud si lo que sentía era bueno o malo, pero de lo que sí tuvo certeza absoluta  era que quería  acercarse por completo a esa frágil y tierna criatura.

 

De repente, un sonido estruendoso hizo presencia en la habitación.

 

Antes de cerrar por completo la mochila para devolverla a su lugar de origen, los encargados fueron expulsados con una fuerza tal que cayeron desperdigados e inconscientes por cualquier lugar. El cierre se abrió vertiginoso y, de la cavidad, se disparó un denso humo negro y una escoba que voló rápida y furiosa, haciendo caer a más de uno a su paso.

Todos alzaron la mirada asustados y, aunque Jinki tratara de no mostrarlo, Minho sabía que a este también le recorría el miedo por el cuerpo por la palidez en su rostro. Arriba de ellos, una bruja de aspecto grotesco, con los cabellos hechos como paja seca y vestida con un traje morado oscuro viejo rió macabra y perversamente, mirándolos a todos con tirria en esas pupilas rojas y sangrientas.

—   Ustedes, tontos seres insignificantes—dijo con voz enferma y asquerosa—. ¿No querían invitarme a pasar?

 

—   No sabíamos que también era un libro, señora…—el miedo más que la sorpresa en los ojos del rey era inminente. Su voz temblorosa no causaba más que una sonrisa más ancha y putrefacta en ese rostro tan horrendo—. Soy Jinki, le ofrezco todas las disculpas debidas. Por favor, siéntase cómoda en este lugar.

 

La bruja miró a Jinki con una ceja levantada para luego prorrumpir a carcajadas.

—   Tonto ser, tonto ser. ¿Crees que soy igual qué tú? ¿Un simple libro que se jacta de ser maravilloso solo por tener tantas hojas inservibles?—su vista se levantó y observaba a todos con asco y desdén, sin pena. Cruzó lo brazos y continúo—: Provengo de un dibujo, un maravilloso dibujo hecho solo con un simple lápiz de grafito—explicó soberbia y con el dedo índice levantado  a la par con el tono de su voz— y puedo asegurar, sin duda alguna, que soy mejor que ustedes, par de inútiles librillos.

Minho, escondido desde donde estaba no podía descifrar esta vez  el significado en la mirada de su amigo, solo lo hallaba ceñudo y apretando los puños a cada palabra de la grotesca bruja.

—   Señora—carraspeó para poder encontrar su propia voz—, como dije, le ofrezco las disculpas correspondientes y espero que pueda sentirse a gusto entre estos humildes libros.

 

—   ¡Insolente!—le acusó, señalando con su dedo mugriento directo al rey—. ¿Me sobrevaloras? ¿No soy lo suficiente buena para tanto libro?—una sonrisa perversa se dibujó en sus labios y apuntando con su dedo anunció antes de atacar—. Lo pagarás caro, estúpido niño. ¡No sabes quién soy yo!

 

Entonces, lo que Minho observó fue que la bruja lanzó un hechizo contra Jinki, que se tiró a un extremo para esquivar el ataque apenas. Se paró rápidamente y corrió mientras la bruja con la rabia bien puesta en la mirada lo perseguía por la estancia. El rey siguió corriendo y entre palabras que no distinguió por la rapidez de la situación, el pequeño deportista divisó el lápiz de grafito yendo a manos del rey. Este volteó justo en el momento preciso y justo cuando la bruja lo creía acorralado, una pared de agua se levantaba detrás de la hechicera que no logró advertirlo y se mojó completamente. El rey sonrió victorioso y Minho también celebró el triunfo de su amigo al igual que los demás.

No obstante, no era suficiente.

La bruja que acababa de caer sobre el piso alzó la mirada e, indignada y con más tirria a la anterior, usó sus manos y en un vertiginoso movimiento tiró a un lado el lápiz de grafito contra la pared. Jinki abrió los ojos pasmado y asustado y corrió, pero fue apresado por alguna fuerza desconocida que lo jaló de una pierna y lo estrelló violentamente, de un lado para otro, contra el piso para, finalmente, terminar cayendo sobre una pila de papeles, totalmente inconsciente.

Minho se asustó y pensó lo peor, pero sabía que no podía precipitarse y actuar por instinto. Solo le quedaba apretar las manos en dolorosos puños y enfriar la cabeza para tratar de ayudar a su amigo y los demás.

Los  otros libros, inútilmente, trataban de vencer a la vil hechicera que con demasiada y ridícula facilidad los detenía y se divertía con ellos, tirándoles por sobre el aire o el charco de agua. Lanzaba improperios contra todos y los desafiaba incesante y de manera rabiosa. Berreaba al decir que es mejor que todos y lo estaba demostrando. Los libros son hermosos y tan importantes, pura basura. Son llenos de sabiduría, nada más que simples palabrerías. No son más que unos incompetentes. Hojas tras hojas. Aburridas letras apiñadas y sin nada más, gritaba a la par que iba riendo de manera horrorosa.

Minho no sabía qué hacer realmente, pero trataba de pensar hasta en lo imposible. ¿Cómo destruirla? ¿Cómo?

Cuando estaba tratando de ordenar sus pensamientos,  vio que la bruja tenía acorralados al príncipe Jonghyun y  al pequeño del que había quedado prendado en una esquina. Jonghyun inútilmente, en su caballo y con su mística espada, trató de acertarle a la bruja sin ni siquiera rozarla. Esta rió y se divirtió ante su acto heroico, pero tan estúpido a la vez, que jugó con él unos segundos más antes de mandarlo a volar con todo y caballo por los aires.

Minho no lo pensó.

En un movimiento que no se lo esperaba nadie, salió de donde se hallaba escondido y tomó la mano del pequeño antes de que la bruja lo lastimara. Tiró de él mientras aprovechaba que unos libros de Historia Universal que se hallaban encima de la cama, estaban lanzándole colores de punta filosa contra el rostro de la bruja. Logró esconder al niño junto con él por entre el revoltijo de ropa regada en una silla y se apoyó en la madera, tratando de recuperar la respiración.

—   ¿Estás bien? —preguntó luego de unos segundos, por primera vez viéndolo directamente a esos fulgurosos ojos oscuros y cautivantes—.Creo que ellos… la mantendrán distraída unos momentos.

 

—   ¿Eres idiota?—la mirada del niño cambió completamente y alzó una ceja, contemplándolo con  una mirada de extrañeza y guasa  que Minho no había aclarado de entender cuál predominó.

 

 

—   ¿Disculpa?—frunció el entrecejo e inquirió estupefacto.

 

—   Que no soy una niña para que me vayas salvando, suficiente con el tipo que se hizo pasar de héroe—soltó un resoplido, negando con la cabeza de solo recordar el acto heroico de Jonghyun.

El deportista quedó unos segundos  inseguro de que todo lo que habían captado sus oídos y asimilado su cerebro no era su imaginación. Sí, allí estaba el niño tierno totalmente cambiado explicándole la estupidez de su acto al cometer prácticamente suicidio por él. ¿No tienes cerebro? ¿Piensas que por tener una planta en el cabello soy una damisela en peligro? Puedo defenderme sin problemas; tengo más fuerza en este dedo que tú en todo ese cuerpo, expresaba muy seguro de sí, mostrando su altanería y colmando a Minho hasta la impaciencia.

—   ¡Basta! ¡Cierra la boca!—alzó la voz y calló al niño con un contundente grito—. Un simple gracias estaba bien, pero ahora quiero que te calles y me dejes pensar—dijo, molesto y sin disimularlo, mirando por el rabillo del ojo si la bruja no se acercaba a ellos y constatando la lucha que sus compañeros daban contra ella—. Si querías hacerte el hombre, adelante, pudiste haber defendido a Jonghyun en vez de quedarte allí en un rincón como una princesita—hablaba con precisión pero sin alterarse tanto ya, aunque su enfado era indiscutible—. De no ser por mí muy bien te pudieron haber dejado no inconsciente, sino paralítico y adiós libro. A ver cómo volvías a ser el personaje principal de tu historia, niño malcriado y desagradecido.

Minho no lo notaba en ese momento, pero la mirada del niño pasó ser ceñuda y majadera a ser una sorprendida en un momento y cabizbaja al terminar de reprenderlo. Siempre había sido el que era salvado por todos y por ende terminaba siendo consentido y mimado, lo sabía. Lo molestaba, pero nunca nadie le había hablado como él. Suspiró pesadamente, dejando salir el aire caliente de sus pulmones y musitó, aunque con demasiado esfuerzo de sí, un leve <<gracias>> que hizo girar a Minho y mirarlo con gran estupor.

—   ¿Qué?—preguntó algo arisco y dando un paso atrás el niño ante la reacción del deportista.

 

—   Nada—le ofreció una sonrisa sincera—…solo que te ves muy tierno ahora.


<<Tonto>>, Minho  aparentaba no escuchar, pero sonrió de igual manera.

 

—   Bien, entonces… ¿cuál es el plan?—inquirió el pequeño niño ante la mirada de extrañeza y nerviosismo en el otro—. Dime que tienes un plan…

 

—   Lo estoy…pensando, ¿sí?—puso su palma entre ellos, haciéndole ver que le diera tiempo a reflexionar.

 

 

—   ¿Lo estás?

 

—   Sí —afirmó algo titubeante.

 

 

—   Genial—estrelló una palma de su mano contra la frente mientras negaba enérgicamente. Más que sentirse molesto con él, Minho se sentía impotente consigo mismo al poder hacer nada—. No te tenemos plan y estamos aquí para ser el postre de la vieja. En serio, viejo, eres genial.

Minho inspiró profundamente y se concentró en los bellos aspectos que tenía  el niño antes de propinarle un buen férreo puño contra ese bonito rostro. Observaba con irritabilidad el cómo se dejaba caer en el piso y empezaba a romper papelitos y pelusas.

—   ¿Qué estás haciendo? ¿No ves la situación en que estamos?—agrandaba sus ojos más de lo que ya eran, inyectados de una rabia que empezaba a salirse de límites.

 

—   Viejito, escucha —habló con total normalidad y simpleza—: Está claro que no tienes un plan, no podemos hacer mucho más que esperar a que nos despelleje y, si no te importa, quiero disfrutar mis últimos momentos de vida.

 

 

—   Me llamo Minho—anunció aún con la voz llena de enfado e irritabilidad. Lo estaba colmando.

 

—   Bonito nombre, soy Taemin—el pequeño formuló una mueca que apenas si se acercaba a una sonrisa y levantó  la mirada para encontrarse con él—. Aunque es muy tarde para presentaciones.

El chico trató de ignorarlo y se concentró en la situación de afuera. A esta paso sabía que tendría que salir a ayudar a los demás pese a no servir de nada, pero tampoco podía dejar allí a Taemin y esperar que fuera el postre aunque ganas, por aquel instante, no le faltasen.  Suspiró pesadamente y sus pupilas divagaron hasta encontrarse con el acto del pequeño. Observó cómo rasgaba hoja por hoja sin perder el ritmo de su estúpida melodía que está entonando. ¡Era insoportable! Pero agitó la cabeza y volvía los ojos al papel que se rasgaba…que se rompía lentamente y se destruía.

A la cabeza de Minho surgió repentinamente una revelación.

Todo ocurrió en un santiamén. Las ideas se acomodaron cual piezas exactas en un rompecabezas e, inexplicable pero asombrosamente y, para alegría de él, todo cuadraba. Era suicida, sí, pero alguien debía intentarlo y arriesgarse. Jinki lo hubiera hecho por él, arriesgaría su vida por todos los demás. A su mente acudieron las palabras de su amigo y toda la inseguridad se disipó para solo quedar una convicción y coraje contundentes en él.

—   Taemin—llamó al niño que seguía entretenido en sus papelitos, haciendo caso nulo a su llamado—. ¡Taemin! Hazme caso.

El chiquillo se levantó con pesadez y clavó los fulgurosos ojos negros en los de Minho, haciendo un gesto con la cabeza para que continuara.

—   Tengo un plan.

 

—   Ya era hora…

 

—   Yo voy a distraer a la bruja con esos lápices de abajo y tú vas a correr a la mochila que está tirada allá abajo, ¿ves?—explicó con claridad y lentitud para ser más efectivo su plan—.Corres, sacas de allí una hoja hecha bola o media arrugada y la rompes. ¿Me entendiste?

Taemin solo lo miró con alelamiento en sus ojos antes de prorrumpir en una risita nerviosa.

—   Te está afectando el polvo…

 

—   No, esto va en serio. ¿Vas a ayudarme o quieres ser el postre?—lo miró serio y decisivo, causando en Taemin asombro tal que solo pudo tragarse sus palabras y bajar la mirada unos instantes para asimilar todo.

 

 

—   ¿Funcionará?—inquirió algo inseguro aún.

 

—   Completamente—dedicó una sonrisa amplia, mostrando la hilera de perfectos de relucientes dientes.

 

—   ¿Cómo lo sabes?

 

 

—   Solo lo sé, ¿me ayudarás?—tomó su mano con delicadeza, acariciándola de la misma forma y en su mirada se vio reflejada la suplicante  ayuda a su causa.

 

—   Solo lo haré porque estoy aburrido—sonrió esta vez él, incapaz de no mostrarse inflexible sobre su actitud algo engreída y presumida, pero confiando en Minho y queriendo ayudar a los demás. Está vez él quería. ayudar.

 

Minho dio un suspiro y bellacamente salió de su escondite para coger un lápiz y tirarlo en la nuca de la bruja. Esta volteó y con pupilas burbujeantes de tirria, lanzó con un dedo un hechizo contra él, pero este era más rápido y atlético que Jinki y lo esquivó con facilidad. Corrió y en el camino cogió unos cuantos objetos para lanzarlos con certeza sobre ella. La bruja lo seguía persiguiendo y Minho esquivando lo más que podía; seguía lanzando objetos: borradores, tajadores, un corrector, lápices y lápices. No se detenía, no ahora. No cuando sus ojos viajaron apenas, desviando su atención de la vieja hechicera, y se concentraron en un niño con hojas de menta en la cabeza que corría vertiginoso hacia la mochila. El deportista se envalentonaba aún más y junto a los demás personajes, siguieron, como pudieron, tratando de pararla aunque fuera un poco, tratando de debilitarla.

El niño corrió todo lo que le permitieron las piernas y de reojo miró a su salvador luchando contra la monstruosidad. Sonrió y siguió con el plan.  Tiró el cuerpo prácticamente cuando advirtió que un hechizo volaba por los aires y dejó caer el cuerpo sobre papeles desperdigados, gateó y se profundizó en la cavidad de la mochila.  No podía ver nada y estaba algo asustado, pero sabía cuál es su deber, Minho contaba con él, todos aquellos que lo recibieron de manera tan afable y educada estaban allí, y él quería protegerlos. Dejando de lado la desesperación, inspiró profundo y sus manos cogieron todo lo que podía parecerse a la textura de una hoja de papel y con un dibujo en ella. Fue un poco más allá al fondo y encontró lo que buscaba, pero no estaba seguro. Buscó un poco más, y allí se encontraba con otras bolas de papel. Analizó con las palmas ambas y, finalmente, se decidió.

 

 

Cuando Taemin se arrastró fuera la mochila, vio un ambiente muy diferente al de unos minutos atrás: Minho se encontraba tirado en alguna parte del lugar con los ojos cerrados y totalmente inmóvil, varios personajes habían sido vencidos y estaban tirados por doquier. Levantó la vista y con terror se dio cuenta que la bruja lo miraba con una sonrisa guasona en su feo rostro.

—   Vaya, vaya—sonríe ampliamente—. Otro héroe.

 

—   ¡Maldita vieja!—señaló con odio al notarla  cómo colgaba con suma facilidad de su escoba—. ¡Estas demente!

 

 

—   ¡Insolente mocoso! Lo pagarás…

Dicho esto, levantó a Taemin del suelo, cogiéndolo por los pies de manera que la cabeza colgaba mientras que el chillaba algo asustado. Sin embargo, pudo sacar un papel que llevaba consigo y sin compasión alguna, lo rompió delante de sus ojos rojos diabólicos.

—   ¿Eh? ¿Por qué?

La bruja dejó salir una carcajada más grotesca que las anteriores y con cierta pena hacia el niño.

—   Estúpido ser, ¿crees que puedes vencerme? El dibujo del que provengo no se encuentra allí. Parecer ser que se te acabaron las opciones, ¿verdad?—rió aún más y agitó al pobre niño sin piedad hasta estrellarlo contra una pata de la cama—. Bien, se acabó. Te mataré—con un movimiento en los dedos callosos y algo morados, de uñas largas y aspecto putrefacto, preparó su sentencia—. Di adiós, librito.

 

—   ¡No!—un grito desgarrador hizo acto de presencia. Minho no dando pie a que la bruja reaccionase y esquivase su ataque, se alzó de alguna manera por los aires y se halló clavando un filudo lápiz de color contra un ojo de la vieja que, lanzando un alarido gutural, cayó cual peso muerto sobre el suelo, haciéndose retumbar y logrando que los papeles volaran por el impacto. El chico de la revista, en un último esfuerzo avanzó  tambaleante hasta donde se hallaba la escoba de paja y la destrozó. Luego de ello, solo se desplomó antes de darle una última mirada a los bellos ojos de un niño que lo miraba aterrado y con lágrimas cayendo, similar al torrente de afuera, por sus frágiles y tiernas mejillas.

 

 

—   ¡Minho!—corrió hacia el chico lo más rápido que pudo—. ¡Minho!  ¡Respóndeme! Por favor…—el llanto era incesante como la lluvia de afuera. El pequeño niño era incapaz de calmar sus moqueos y apretaba fuertemente contra su pecho la cabeza del deportista—. ¡Esto no era parte del plan, maldito viejo! ¿Por qué me has salvado? Me has quitado el protagonismo.

Taemin escuchó,  de repente, un gemido de dolor proveniente de la bruja que yacía tirada boca abajo en el parqué. Horrorizado pero también lleno de una animadversión inimaginable, dejó la cabeza del deportista con de delicadeza y avanzó hacia el charco cercano a la ventana.

—   Malditos mocosos…—gruñió entre dientes, quejándose del dolor en su ojo izquierdo y aún sangrante—. ¡Los mataré a todos! ¡A todos!—volcó la mirada en punto fijo, allí donde el cuerpo inerte del deportista yacía—. Pero a ti primer, asqueroso ser…

 

—   Eh, vieja—Taemin la llamó con un tono y semblante serio, completamente diferente al anterior—. Hazme caso, yo soy el protagonista de esta historia.

La bruja giró hacia él y se arrastró sin perder la mirada. Su odio crecía cada vez más.

—   Has subestimado nuestra inteligencia, pero por sobre todo la de la dueña de la mochila, y te has engañado a ti misma.

 

—   ¡Insolente niño!—gritó—Te coseré la boca para que jamás digas  una insolencia más en tu vida…

 

 

—   Te has creído ser un hermoso dibujo, pero no eres más que un triste garabato para matar el tiempo—el chiquillo sacó de sus bolsillos, temeroso y esperanzado de que esta vez no fallase, tratando de esconder bien su nerviosismo, un boleto de tren usado, viejo y arrugado. Tenía un garabato hecho a tinta sobre él—Esto eres tú, pensé que serías algo mejor y por eso te vi en los otros dibujos, pero erré. No eres más que un triste boleto olvidado—la bruja miró al niño con pavor inminente y su cuerpo se estremeció, bajando los parpados que ocultaban unas pupilas rojas y contrariadas—. Se acaba esto.

 

—   ¡No! ¡No puedes!

 

 

—   Adiós—el niño con un gesto infantil, pero tenebroso a ojos de la hechicera, tiraba con fuerza el boleto sobre el charco, lo pisó y lo rompió mientras vio cómo la bruja fue  difuminándose entre gritos y palabras malsonantes hasta desaparecer en la nada.

 

***

 

Cuando Qdria entró a su cuarto, se horrorizó completamente. Hojas desperdigadas y rasgadas, lápices de colores sin punta y sobre cualquier parte; libros ajados y con las puntas dobladas.  Entró en estado colérico y irreconocible, salió del cuarto azotando la puerta y volvió a entrar, jalando de las orejas a un pobre perro viejo y gordo que hacía brotar del hocico saliva a cada momento.

—   ¿Qué te he dicho de no mear en el cuarto?—gritó jalando aún más la oreja del pobre animal que solo lograba aullar de dolor—. Perro malo, perro malo. No puedes entrar a mi cuarto y hacer más desorden que yo. ¡Es increíble! Yo que no quería limpiar y, gracias, ahora debo empezar a hacerlo—lanzó una mirada cargada de tirria al animal y pronunció—: Bien, lárgate. Ni se te ocurra venir aquí otra vez porque te dejo sin mis salchichas un mes.

El perro ni siquiera se dignó a escucharla un segundo más y salió de allí sin terminar de escuchar sus gritos sin ningún sentido.

Aquella mañana siguiente, la pobre chica no le quedaba de otra que hacer una buena limpieza. Encontraba cosas olvidadas y dadas por perdidas, cada rincón era un nuevo descubrimiento, un nuevo gesto de asombro. Para cuando llegó a una revista ajada y amarillenta, estuvo tentada a hacer; sin embargo, tras ojear las hojas de ciertos recuerdos de un hobbie pasado y pequeñas notas que causaron risillas susurrantes, así que optó por guardar  la revista entre el álbum de fotos familiar y siguió con la limpieza.

 

 

***

—    No entiendo aún que es lo que realmente paso, hyung—habló el deportista aún desconcertado sobre lo ocurrido la noche anterior. Llevaba trozos de tela a manera de vendas y aún se notaban pequeñas motas moradas por sobre el rostro del muchacho.

 

—   Ni yo podría explicarlo a exactitud, querido amigo—alzó los hombros, despreocupado y dedicándole una risueña y brillante sonrisa—. Pero… ya está. Despreocúpate, ¿sí?—dio una palmadita en el hombro del chico al verlo aun escéptico—. Hay que relajarnos hoy y mañana ya veremos qué realmente ha sucedido. ¡Es una celebración, por favor! ¡Anímate!

 

Luego del incidente de la bruja y el desastre en la habitación, Minho solo recordaba haber sido despertado de un largo y cómodo sueño por Jinki y los demás. Abrió los ojos asustado y lo primero que buscaron sus pupilas a su alrededor fue una cabeza muy peculiar. El rey, dándose cuenta de la actitud de su amigo, rápidamente, tocó levemente el hombro de Minho y con un gesto disimulado, indicó donde se estaba. Taemin se encontraba rodeado por otro tumulto de personajes, un poco más allá de él, que atendían al pequeño con sumo cuidado y dedicación. Lo vio y cuando ambos conectaron miradas, el deportista sonrió aliviado. No sabía qué realmente pudo haber ocurrido luego de desmayarse, pero estaba seguro que el pequeño pudo encargarse. Tenía razón después de todo, no necesitaba de alguien que lo cuidase.

Se había anunciado una celebración por el triunfo luego de aquello y, por supuesto, el rey se encargó hasta del más mínimo detalle. Se recortaron pequeñas banderines de colores de entre las hojas que ya no se usaban, un grupo más especializado en aparatos electrónicos  se encargó de la música y los demás ayudaron con la limpieza y la guardia para que todo quedase perfecto esa noche.

—   Además de ser lindo es un niño muy curioso, ¿no crees?

Minho se sorprendió un poco ante sus palabras, pero asintió lento. El rey sonrió complacido ante su respuesta.

 

—   Sabes, Minho, deberías a veces… acercarte más a los demás—el chico giró y se encontró con los ojos de su amigo, viéndolo fijamente—. Ahora tú también eres un héroe. ¿Podrías seguir menospreciándote?

 

—   No solo he sido yo…

 

Jinki asintió.

 

—   Sí, pero él me ha dicho que te debe la vida—el deportista abrió aún más los ojos, sorprendido—. Creo que quiere que lo mimen después de todo.

 

Minho entornó los ojos, pero en sus labios se dibujó una tímida sonrisa que causó una risa leve en su mayor.

—   Sigue siendo un niño caprichoso.

 

—   Su cara compensa eso—rió—. Bueno, yo quiero bailar—el chico asintió—. No pienses mucho en lo que te dije, ¿de acuerdo?

 

 

Para cuando todo hubo terminado, el chico deportista abrió de mala gana su casa al no poder haber tenido oportunidad de acercarse al niño. Maldijo por lo bajo por tardarse demasiado, pero, finalmente, decidió hacerlo a primera hora en la mañana. Justo cuando estaba por abrir la revista, algo tiró de su manga haciéndole girar sobre los talones. Alzó las cejas sorprendido y, aunque quiso, de sus labios no salieron más atropellados monosílabos poco entendibles.

—   ¿Sorprendido?—dijo el niño, ladeando un poco la cabeza y con gesto inocente en su pálido rostro.

 

—   ¿No deberías estar durmiendo?—habló algo más calmado cuando pudo, finalmente, encontrar su propia voz.

 

Taemin sonrió pícaramente.

—   No me buscaste en toda la noche, no podía dormir así, hyung.

 

—   Sigo pensando que interpretas el personaje diabólico de algún libro de esos de terror, eres imposible—bromeó causando un fruncimiento de cejas en el menor.

 

—   Muy gracioso, viejo—lo golpeó con fuerza en el hombro—. Jinki pensó que sería buena idea que yo diera el primer paso y—suspiró… Solo quería decir gracias, ya sabes, tú…

 

Se perdió en la manera en cómo sus labios se movían al hablar y sus pestañas largas y tupidas trataban de evitar el contacto con sus ojos, sus mejillas pintadas de ese color carmín. El chico no pensó y plantó delicadamente un fugaz beso sobre los labios del niño que, se quedó mudo, en estado de estupor y sin nada con qué atacar por primera vez.

—   Me has besado—dijo, aun temblando por el acto anterior y con los dedos sobre los labios abultados.

 

—   ¿No te ha gustado?—inquirió con cierto miedo.

 

Taemin se quedó  callado y  meditó durante algunos segundos lo ocurrido. Minho pensó que lo había asustado y rápidamente trató de disculparse.

—   Yo…Yo lo siento…Taemin…

 

—   No—negó el niño—. No, solo me has tomado por sorpresa—dedicó una sonrisa que a alivió el corazón casi roto de Minho y se abrazó al mayor, algo sorprendido al principio, pero no se negó y correspondió de igual manera—Gracias…por salvarme.

 

Antes de mandarlo a dormir, Minho, acarició y besó tiernamente los cabellos del menor y prometió ir a verlo la mañana siguiente y los días siguientes a esos. Nadie estaba muy seguro de qué pasaría al final, pero el chico de la revista, estaba seguro de una cosa: si Taemin estaba junto a él, no habría imposibles en un futuro. 

Notas finales:

¿A que si les gusto? Bueno es un pedacito de nosotras para ustedes, sabemos que a veces dejar un review es un poco tedioso, pero es una forma de saber que lo que estamos haciendo está bien y asi mejorar en lo que no, esperamos que puedan decirnos eso mismo, ya que aunque es un hobbie, damos lo mejor de nosotras. 

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Gracias por pasar a leer. 


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